Cuando la robótica empezaba a dar sus primeros pasos importantes, allá por los años 70 y el ser humano comenzaba a comprender que los robots pronto pasarían de la ciencia ficción a ser parte de la realidad, el ingeniero y diseñador japonés Masahiro Mori planteó una teoría que aún hoy tiene sus repercusiones y consecuencias.

La teoría describía el rechazo inconsciente que los humanos experimentábamos ante un robot de apariencia similar a la nuestra. Esta teoría, denominada el «valle inquietante o inexplicable«, afirma que la aceptación que mostramos ante un robot antropomorfo sufre un freno, una caída en las etapas en las que la máquina aún no parece totalmente humana.

Es decir, a medida que los robots se van pareciendo más a nosotros, va surgiendo un sentimiento de rechazo hacia su apariencia hasta que por fin no los distinguimos. Por tanto, en el proceso de adaptación que va desde un gracioso peluche mecánico hasta el replicante exacto, existe una caída (un valle inquietante) en el que al encontrarnos frente a frente con el «engendro» nos da cierto «repelus» 🙂

Podéis hacer la prueba en el post que aberron le dedicó a la «oda al valle inquietante«.

Este sentimiento de rechazo es un obstáculo para los ingenieros robóticos que observan como sus creaciones no son bien recibidas por el público a medida que se van pareciendo más a nosotros. Un problema al que un equipo de robótica de la Universidad alemana de Bielefeld (CITEC) cree haber encontrado solución mediante la insercción e intercambio de modulos faciales en el robot.

Como si fuera «Mister Potato» los ingenieros han diseñado una serie de caras amables y casi de dibujos animados que se intercambian haciendo más agradable la sensación frente a la máquina… No sé si lo han conseguido, a mí me siguen dando cierta cosilla 😀

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Más información y fuentes: Universidad Bielefeld (citec) | ieee spectrum |  BotJunkie