Lirios vendados

Por Sophie, el 11 septiembre, 2010. Categoría(s): Medicina

Comentaba una amiga el otro día que cada cultura tiene sus propios cánones de belleza y sus costumbres para embellecer o adornar.

Nosotras usamos pendientes y lo vemos como algo normal, frente a las mujeres-jirafa, por ejemplo, o las chinas de pies “loto dorado” o “lirios vendados”. Este último caso es quizás el más llamativo y popular por su mención en novelas y películas.

Esta costumbre se inició en la dinastía Tang (618-907 d.C.) y continuó hasta 1911, cuando fue abolida, aunque hoy en día aún es posible ver a algunas mujeres bastante mayores con los pies pequeños.

Antes de empezar se realizaba una consulta astrológica con el fin de elegir el día más adecuado para el comienzo del rito de vendaje y se ofrecían pastelillos de arroz a los dioses solicitándoles que los pies de su hija fueran tan suaves como esos pastelillos.

A las niñas les metían los pies en remojo con hierbas y sangre animal para eliminar posibles infecciones en la piel y les cortaban las uñas; después, les rompían los cuatro dedos más pequeños del pie a los 4 ó 6 años y durante dos años eran sometidas a un doloroso proceso de vendaje drástico, manteniendo esos dedos rotos apuntando hacia el talón, fuertemente sostenido con tiras de algodón o seda, renovando el vendaje cada día, consiguiendo así un pie de 10-12 centímetros como máximo.

Eso implicaba que el pie se deformaba y convertía en un pie cavo, comúnmente conocido como “pie con mucho puente” o pie muy arqueado, el cual tiene además tendencia a la inestabilidad al andar, padeciendo la persona una gran facilidad para las luxaciones de tobillo por no apoyar el pie correctamente en el suelo, sino hacerlo con el borde externo, el contrario al “puente”. Comenzó siendo un lujo de ricos para popularizarse posteriormente y convertirse en un requisito para casarse.

Hay diversas explicaciones a por qué comenzó esa costumbre y qué veían los chinos de aquel entonces de sensual en unos pies tan deformados: que tenía forma de media luna, el apoyo del pie en el suelo se veía dificultado y para poder mantener el equilibrio su cuerpo sufría una hipertrofia de glúteos (un trasero más voluminoso y respingón) que resultaría más erótico o que al tener los pies así y no poder andar más que a pasitos era más difícil que se escaparan de casa.

Además, existía la creencia popular de que la forma de andar que tenían las mujeres con los pies vendados fortalecía los músculos vaginales y concentraba los nervios del pie en una superficie más pequeña, convirtiéndolos en una zona más sensible a los estímulos erógenos

Pero… ¿Podían andar esas mujeres con los pies deformados?

Las fotos demuestran que no y que de hacerlo sería a pasitos cortos, sin sufrir dolores porque en el proceso de deformidad sufrían una denervación por compresión, es decir, la presión continua del vendaje comprimía los nervios del pie, que se afectaban y perdían su función de recoger la sensibilidad del pie, siendo un pie “anestésico“.

Además, padecían dolores de espalda, porque cuando no se tiene un buen apoyo por deformidades o incorrecciones de los miembros inferiores (piernas y pies) el peso del cuerpo no se reparte por igual entre ambos y el eje de equilibrio del cuerpo se halla desviado, con lo que para compensar, la columna se desvía y deforma.

Más de uno habrá puesto cara de asco y de dolor al leer este artículo o ver las fotos.

Sin embargo… ¿os habéis parado a pensar en los efectos sobre los pies y la columna de toda mujer que lleve unos taconazos con mala horma y equilibrio precario?

¿O en costumbres estéticas propias de nuestra cultura que hacen daño o llevan a deformidades?



Por Sophie, publicado el 11 septiembre, 2010
Categoría(s): Medicina