Titulece

Por Fernando Frías, el 13 septiembre, 2010. Categoría(s): Divulgación • Escepticismo

Decía Quevedo que el de Vizconde era un Título crepúsculo entre dos luces, si titulece, si no titulece (y no dijo mucho más, que once de los catorce versos del soneto son en realidad de su editor y amigo González de Salas). Evidentemente, los que hemos obtenido estos días el título (o los títulos) de homeopatía expedidos nada menos que por Boiron, la mayor industria homeopática del mundo, no pensamos eso: los diplomas no valen ni el papel en el que están impresos. Y eso, teniendo en cuenta que la mayoría ni siquiera los hemos impreso.

Pero claro, esa es la opinión de los escépticos. Para los homeópatas la cosa cambia, y salvo algún que otro cabreo (más motivado por el hecho de que nos tomemos lo del título a pitorreo que por otra cosa), el título debería tener tanta legitimidad como el que más.

Y ese es, precisamente, el problema.

Vamos a verlo con un ejemplo. Otro de los títulos de Boiron es el de «Medicamentos homeopáticos para resfriados y gripe». Y en el curso, inevitablemente, se habla del producto que la propia Boiron fabrica para esas enfermedades, el Oscillococcinum.

El Oscillococcinum se elabora según las siguientes premisas:

  1. Los resfriados y procesos gripales (y la mayoría de las enfermedades de todo tipo) son provocados por un microorganismo llamado «oscilococo«.
  2. Dado que «lo similar cura lo similar», un remedio homeopático elaborado a base de oscilococo resultará eficaz contra esas dolencias.
  3. El oscilococo es especialmente abundante en el hígado y el corazón del pato de Barbaria.
  4. Para preparar el medicamento se elabora una tintura madre a base de macerar esos órganos y luego se diluye varias veces.
  5. Tras cada uno de los pasos de la dilución hay que realizar una «sucusión«, golpeando varias veces el frasco contra un objeto tal como una Biblia forrada en cuero.
  6. En cada proceso de dilución se emplea una parte de la dilución anterior y 999 partes de disolvente. El «remedio» se elabora a una «potencia» de 200K, de modo que el resultado final equivaldría a una proporción de una parte de tintura por cada 10^600 partes de disolvente.
  7. Si bien, obviamente, tras solo unos pocos pasos no quedará ni rastro de la tintura madre original, el proceso de dilución y sucusión transmite las propiedades curativas del producto al agua empleada como disolvente, que de este modo retiene una memoria de lo que el propio fundador de la homeopatía denominó el «espíritu» de la sustancia.
  8. El resultado de todo ese proceso se vierte sobre gránulos de lactosa, que adquieren ese «espíritu» terapéutico al evaporarse el agua.
  9. Ingiriendo el producto en las dosis adecuadas, el paciente puede prevenir estados gripales o curarse más rápidamente de ellos.

Lo malo es que todas y cada una de esas premisas son completamente falsas. Ni «lo similar cura lo similar», ni el proceso de dilución hace otra cosa que eliminar todo rastro de las sustancias que había disueltas en el agua (afortunadamente), ni la «sucusión» sirve para nada, ni por supuesto el remedio tiene ninguna utilidad.

De hecho, el oscilococo no existe realmente, y aunque es cierto que en la elaboración del potingue interviene (supongo que no voluntariamente) un pato, por lo visto ni siquiera se trata de un pato de Barbaria.

Y ahí está el meollo de la cuestión. Da igual que el diploma sea del chiringuito homeopático de la esquina, de los laboratorios Boiron o de toda una Universidad (sí, también hay Universidades que lo expiden): si lo que se enseña tiene menos relación con la realidad que un curso sobre rituales de apareamiento de los unicornios rosa de Ganimedes, ¿qué importa quién lo expida? ¿Tiene realmente validez?

En España, hoy por hoy esta es una pregunta retórica, pero las cosas podrían cambiar en cualquier momento.  En enero de 2007 la Generalitat catalana dictó un Decreto mediante el cual regulaba una serie de «terapias naturales» como la homeopatía, la kinesiología, la reflexología podal… La norma establecía una serie de requisitos para su ejercicio, entre las cuales se encontraba la obtención de una acreditación que, conforme al artículo 5.1,

La acreditación significa el reconocimiento de que disponen de los conocimientos básicos y las habilidades previstas, para cada una de las terapias objeto de regulación, en los programas de formación de las guías de evaluación de las competencias aprobadas por el Departamento de Salud, de acuerdo con el artículo 18 de este Decreto.

Y claro, las correspondientes guías de formación (aprobadas por el Departamento de Salud de la Generalitat) se ajustaban en su contenido a las creencias propias de cada una de esas prácticas pseudocientíficas: desde las manipulaciones quiroprácticas de la «espinología» hasta las técnicas de respiración curativa de la «diafreoterapia», y desde los meridianos de la acupuntura hasta las combinaciones de plantas y sustancias de origen animal de la «medicina tradicional china».

En definitiva, el Decreto venía a dar reconocimiento oficial a la enseñanza (y, lo que es peor, a la práctica) de una serie de bobadas a cual más estrafalaria. Y si bien el Tribunal Superior de Justicia, como era de esperar, acabó declarándolo nulo por invadir competencias constitucionales, casi todos los partidos políticos incluyen periódicamente propuestas similares en sus programas electorales, y cada dos o tres años algún grupo minoritario presenta ante el Parlamento nacional una proposición de Ley en la misma línea. De momento todas estas iniciativas se han encontrado con el obstáculo de las comisiones y grupos técnicos del Ministerio de Sanidad, que las rechazan por la absoluta falta de evidencias científicas que avalen la efectividad de esas supuestas terapias. Pero tarde o temprano, si no todas, alguna de ellas puede lograr su homologación, como parece que será el caso de la homeopatía.

Y para esto es para lo que sirven iniciativas espontáneas, como este «titulece» (que no es poco). O como la interesante idea que han lanzado desde el Reino Unido los miembros de The Voice for Young Science: van a expedir a todo el que lo solicite un Diploma de Titulado en Old Wive’s Medicine (que aquí podríamos traducir como «Medicina de la Botica de la Abuela») que ha obtenido la homologación por parte del Ministerio británico de Sanidad, dado que allí la legislación sí que permite el reconocimiento oficial de cualquier pseudoterapia sin necesidad de que acredite la menor relación con el mundo real. Pueden ver los detalles de la iniciativa en este pdf.

Y es que, frente a la propaganda de quienes viven de estas prácticas, quizá la mejor arma sea la reducción al absurdo. Que muchas veces no es tan difícil: basta con informar de lo que se esconde realmente tras esa fachada de «terapias naturales», «holísticas» y «tradicionales». Y ya se ponen en ridículo ellas solitas.



Por Fernando Frías, publicado el 13 septiembre, 2010
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