¿Cuál es el tamaño adecuado de tu televisión? (Parte 1)

Por Ocularis, el 22 septiembre, 2010. Categoría(s): Divulgación • Tecnología

Es un tema muy de moda, en especial ahora que últimamente las pantallas planas de gran tamaño no tienen unos precios tan prohibitivos como antes. Tenemos una oferta amplia de televisores, y además de las preferencias personales, hay una serie de factores a tener en cuenta antes de comprar una televisión.

Navegando por internet uno puede encontrar bastante información sobre el tema, tablas y fórmulas que nos ofrecen el tamaño indicado en función de la distancia entre el espectador y la televisión. Curiosamente, si uno intenta indagar en qué se basan para hacer esas recomendaciones, la búsqueda se vuelve más problemática. Explican, de forma bastante ambigua, que un televisor demasiado grande para una distancia dada, fatiga la vista. Pero no explican en qué se basan para dar esas cifras concretas, si han realizado algún estudio en personas, o en base a algún modelo teórico.

También es cierto que estas recomendaciones proceden habitualmente de las mismas empresas que fabrican los televisores, con lo cual debemos entender que la imparcialidad está a priori comprometida.

Bueno, ¿y la ciencia tiene algo que decir al respecto? ¿La comodidad o el disconfort que puede producir una televisión demasiado grande (o demasiado pequeña, que también puede ocurrir) es algo totalmente variable y subjetivo, o podemos basarnos en pautas objetivas para hacer recomendaciones?.

Por suerte, con un poco de pensamiento racional y basándonos en lo que sabemos del sistema visual, podemos decir algo al respecto. Una persona que está viendo la televisión (encendida, por definir claramente las condiciones iniciales) puede percibir fatiga visual por diferentes motivos, que vamos a ir analizando.

La proximidad

Un ojo ópticamente normal enfoca «por defecto» en visión lejana. Para que un objeto cercano quede correctamente enfocado debe actuar un músculo que hay dentro del globo ocular. Dicho vulgarmente, el ojo tiene que «esforzarse», es un proceso activo. Un trabajo prolongado de cerca, por lo tanto, puede causar fatiga. Mirar objetos próximos es una causa común de fatiga visual, especialmente a partir de los 45 años (cuando aparece la presbicia), o en personas hipermétropes que no van adecuadamente corregidas. También en casos de astigmatismo indebidamente corregido. No ocurre en casos de miopía, excepto si las gafas llevan más graduación que la indicada.

Es decir, que se trataría de un problema de graduación, por lo que con una corrección óptica correcta el problema no debería aparecer. Por otra parte, si bien es un factor que deberemos tener presente cuando leemos, escribimos o trabajamos con el ordenador, para la televisión es un factor despreciable.

¿Por qué?. Para entenderlo tenemos que explicar el concepto de dioptría. Se trata la forma con la que medimos la potencia de una lente, y es el resultado de dividir uno entre la distancia focal (en metros).

Diop=1/DF

Cuando el ojo está enfocado a lo lejos, los rayos de luz que provienen de un punto concreto llegan casi paralelos, y gracias a las lentes del ojo se enfocan en un solo punto a nivel de la retina. Si miramos a un objeto cercano los rayos llegan divergentes al ojo, por lo que si la potencia de las lentes es la misma, los rayos ya no convergen en la retina, sino por detrás de ella. Hay que aumentar la potencia, y de eso se encarga el músculo que hemos mencionado antes, en un proceso llamado acomodación.

La acomodación necesaria la medimos en dioptrías, teniendo en cuenta que el punto focal de esta potencia adicional es precisamente la distancia entre el objeto que miramos y el ojo. Por lo tanto, con una sencilla división podemos calcular las dioptrías que acomodamos. Para un objeto a 33 cm, la distancia habitual de lectura, necesitamos acomodar aproximadamente 3 dioptrías. Cuanto miramos una pantalla de ordenador a 65 cm acomodamos 1,5 dioptrías. Cuando miramos la televisión, raramente lo hacemos a una distancia menor de metro y medio, que serían 0,66 dioptrías. Y con una distancia de 3 metros necesitaríamos esforzarnos 0,33 dioptrías. Es muy poca graduación, tiene escasa repercusión visual. Por lo tanto, a efectos prácticos ver la televisión lo consideramos distancia lejana. La acomodación no va a ser un factor que tengamos muy en cuenta para analizar la fatiga visual de un televisor.

Fuente de luz directa

En los entornos naturales, las imágenes que llegan a nuestros ojos se configuran a partir de luz indirecta. Es decir, existe una fuente de luz (tradicionalmente el sol) que ilumina los objetos, y la luz reflejada en estos objetos llega a nuestros ojos. Lo normal es que no miremos directamente a las fuentes de luz, y de hecho nos damos cuenta de que es incómodo mirar no sólo al sol (niños, no lo hagáis) sino a cualquier bombilla o foco. Un televisor, al igual que cualquier pantalla de visualización, es una fuente de luz directa, por lo que hay más posibilidades de que el ojo se fatigue.

Algunos de vosotros me diréis: la luz es la luz, son simplemente fotones con una intensidad concreta. Bastaría con ajustar la intensidad lumínica a los parámetros en los que el ojo esté cómodo, y entonces dará igual que la luz sea directa o indirecta. Pues no es tan fácil.

Nuestro ojo no es un mero «capturador» de fotones, es un sistema dinámico que está constantemente ajustando y optimizando la imagen. Los fotógrafos lo saben muy bien; si no se utilizan los sistemas automáticos de la cámara, hay que ajustar los diferentes parámetros para conseguir imágenes tan buenas como las que vemos a simple vista.

Cuando hay demasiada luz el ojo limita nuestra percepción de esta, de tal forma que tenemos un margen amplio antes de que perdamos calidad visual por excesiva luminosidad. Este ajuste disminuye el contraste de la imagen, que no suele suponer un problema en circunstancias habituales. Cuando hay un aumento de luz indirecta, todo nuestro entorno se ve iluminado de forma más o menos difusa. Incluso las áreas sombreadas reciben luz difusa. Así, cuando el ojo «resta luminosidad» el contraste se mantiene en parámetros aceptables.

Cuando vemos la televisión, la cosa cambia. No es una fuente de luz que ilumina toda la estancia, de manera que todo nuestro entorno tenga una intensidad parecida. La parte de nuestro campo visual que ocupa la televisión está fuertemente iluminada, pero el resto está más oscuro. Es una información paradójica, tanta diferencia de iluminación de diferentes áreas del campo visual no se gestiona bien. Cuanta más iluminado esté la televisión más nos cansaremos, ya que el ojo no se adapta adecuadamente a la iluminación directa de la pantalla. Si vamos bajando la intensidad de la pantalla tampoco solucionaremos el problema, porque siempre va a haber diferencia con el entorno, y además perdemos contraste, con lo que diferenciaremos peor las imágenes y también nos fatigaremos. Un remedio aceptable es aumentar la luz de la habitación mediante iluminación indirecta. Algunas televisiones ya vienen con ese tipo de retroiluminación. Pero no termina de solucionarse el problema.

Investigando lo que hay publicado en revistas científicas, apenas hay estudios que nos puedan dar pautas para aconsejar. La variabilidad entre individuos es muy alta: hay personas con muy malas condiciones de iluminación (televisión muy iluminada, muy grande y muy cerca con habitación muy oscura) que pasan horas sin fatigarse. Y otros que se fatigan mucho antes. Al final, se trata de probar uno mismo. Las televisiones que mejor contraste producen de por sí, en principio fatigarán menos la vista porque no necesitan una alta luminosidad para visualizar con claridad las imágenes. También sabemos que cuanta más parte del campo visual ocupe la televisión, más nos cansaremos. Y si sabemos poner una luz indirecta adecuada, podemos amortiguar bastante el problema. Pero son pautas muy generales, variables para cada individuo. No podemos ofrecer cifras ni siquiera orientativas.

Visualización del detalle

Cuando queremos discernir detalles pequeños y/o alejados, cerca del límite de la resolución de imagen que nos da nuestro sistema visual, exige un esfuerzo mayor de enfoque e interpretación. Por ejemplo, leer subtítulos o concentrarse en perfiles o siluetas concretos y reducidos en la pantalla. A este nivel, si la televisión es muy pequeña o está muy alejada, nos costará más discernir detalles, pero cuidado, a igualdad de imagen. Quiero decir que el esfuerzo también depende de las imágenes. Si las letras son grandes y abundan los primeros planos, nos cansaremos menos. Si hay letras pequeñas o predominan las escenas más generales (con más detalles que mirar) podremos cansarnos más.

Nuevamente, demasiada variabilidad para ofrecer cifras concretas.

Mañana continuaremos con la segunda parte…



Por Ocularis, publicado el 22 septiembre, 2010
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