¿Cuál es el tamaño adecuado de tu televisión? (Parte 2)

Por Ocularis, el 23 septiembre, 2010. Categoría(s): Divulgación • Tecnología

En el artículo anterior hemos estado analizando varios parámetros que explican la fatiga visual que puede producir una televisión, y muchos de ellos tienen relación directa con el tamaño de la pantalla y su proximidad al espectador.

Pero no hemos conseguido obtener cifras orientativas que nos ayuden a elegir el tamaño adecuado del televisor para una distancia de visualización determinada. Nos quedan tres factores más, a ver si tenemos suerte.

El estado del ojo

Nos podemos cansar porque notamos sequedad ocular mientras vemos la televisión. Pueden ser un ojo seco que de por sí ya de síntomas, o que sean pequeños condicionantes que unidos causan que en ocasiones notemos esas molestias. Concentrar la vista es uno de esos condicionantes: cuando nos fijamos con atención en algo, parpadeamos menos. Y necesitamos parpadear con frecuencia para extender la película lagrimal en la superficie del ojo.

Hay otras causas que pueden desencadenar fatiga, como una graduación mal corregida.

Eso lo sabe mucha gente con pocas dioptrías que no utilizan las gafas continuamente pero se la ponen para tareas concretas: leer, conducir, ver la televisión.

Y podríamos enumerar más factores del propio ojo que conducirían a producir fatiga. Pero lógicamente son totalmente individuales, dependientes de cada persona. Podemos aconsejar que si a uno se le cansa la vista con frecuencia al ver la televisión, acuda a revisarse la vista.

Pixelización de la imagen

Sobre este tema saben más los ingenieros que los médicos, así que hablaré poco de ello para no meter mucho la pata. Tener una televisión grande y con buena resolución está muy bien, porque tenemos a nuestra disposición imágenes grandes y nítidas …. siempre y cuando la señal de imagen que llega al televisor se corresponda con la resolución máxima que tiene éste.

Así que si estamos viendo un Blu-Ray con Full-HD, pues muy bien, pero si vemos la TDT el televisor de alta definición tendrá que hacer un apaño para mostrarnos la imagen. Es similar a cuando hacemos zoom en una fotografía en el ordenador: finalmente aparecen los pixeles grandes, y la imagen queda bastante fea.

Sigue siendo un juego de distancias y tamaños: cuanto más lejos nos pongamos para un tamaño dado de televisión, veremos menos los pixeles. Cuando la proporción tamaño/distancia sea alta, veremos los pixeles. Así, depende de para qué utilicemos principalmente el televisor (señales de baja calidad o películas en alta definición) y de cómo se perciba subjetivamente la pixelización, tomaremos una decisión u otra.

Nuevamente, pocas pautas podemos dar, porque no hay estudios científicos que indiquen que ver imágenes pixelizadas produzcan fatiga visual. Simplemente, queda feo, así que eso depende de nuestras preferencias.

El movimiento de los ojos

Hasta ahora hemos podido dar una serie de consejos y guías muy aproximadas de qué hacer para evitar o solucionar que no estemos cómodos viendo la televisión. Pero seguimos sin dar una respuesta concreta a la pregunta del artículo. Basándonos en algún criterio mínimamente científico, ¿podemos dar unas cifras aproximadas del tamaño adecuado?.

No tiremos todavía la toalla, todavía nos queda un as escondido: los movimientos que debe realizar el ojo para «barrer» continuamente la imagen del televisor. ¿Cómo es eso: vamos moviendo los ojos mientras miramos la pantalla? Pues así es, continuamente. Aunque el campo visual de un ojo es bastante grande, sólo tenemos nitidez de imagen en una pequeña zona central. Cuando miramos una imagen, no la capturamos «de una vez» como hace una cámara de fotos o de vídeo. Vamos desplazando los ojos rápidamente en las diferentes zonas de interés, y luego nuestro cerebro lo reconstruye. Apenas somos conscientes de que a la vez sólo vemos con nitidez una zona muy pequeña.

De esta manera, no fijamos nuestra vista en el centro de la pantalla para que nuestro campo visual periférico recoja el resto de la imagen. Tenemos que ir moviendo los ojos para abarcar toda la imagen. Por lo tanto, cuanto más grande y/o más cerca esté el televisor, más amplios tendremos que hacer estos movimientos oculares. Pasado un límite, los movimientos son tan amplios que nos ayudamos de la cabeza. Y ése es el límite que nos podemos poner, porque ciertamente no es cómodo estar viendo la televisión y estar cada dos por tres girando la cabeza de un lado al otro. Imaginémonos estar en las gradas viendo un partido de tenis. Para un rato, vale, pero no queremos tanto movimiento de cuello en el salón de casa, ¿no?.

Ya es hora de que nos pongamos a hacer unos números. Los movimientos oculares son rotatorios: los ojos no se desplazan de donde están, rotan en los tres ejes del espacio (sí, en los tres, no sólo arriba-abajo e izquierda-derecha; también giran a favor y en contra de las agujas del reloj; pero ese no es el tema del artículo).

Así, los movimientos del ojo los medimos en ángulos. Con un poco de trigonometría podemos averiguar, para un ángulo determinado y una distancia hasta la pantalla dada, qué longitud recorre el eje visual. Si el ojo se sitúa totalmente centrado en la pantalla y el movimiento se recorre desde el centro hacia un lado, la fórmula sería: D*sen(a), siendo D la distancia entre el ojo y la pantalla, y a el ángulo en radianes. Pero si a es el ángulo total que es capaz de recorrer el ojo en un plano desde un extremo al otro, y la posición frontal (en la que el eje visual es perpendicular a la pantalla) se encuentra en la bisectriz de este ángulo, entonces la fórmula sería: 2*D*sen(a/2).

Pues ya sólo necesitamos documentarnos un poco. Cogemos el libro de estrabología que seguro que todos tenemos a mano (ejem, es un decir), y buscamos los datos que nos interesan. Los movimientos oculares se miden desde el punto medio, cuando el eje visual está de frente. Desde aquí el movimiento máximo hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales (arriba, abajo, izquierda y derecha) está en torno a los 40º.

Por lo tanto, desde la izquierda a la derecha tendremos 80º. Entonces, con una televisión que abarquemos dentro de nuestros 80º de rango de movimiento, podremos fijar nuestro eje visual en cualquier punto de la pantalla sin necesidad de mover la cabeza.

Ese sería nuestro límite a la hora de comprar una televisión, no deberemos comprarla más grande que eso.

¿Será una cifra correcta?. No seríamos unos buenos científicos si luego no experimentáramos para comprobar si nuestra hipótesis teórica es cierta. Hagamos una comprobación rápida. Para una televisión colocada a 3 metros de distancia, la fórmula expuesta antes nos daría un tamaño de 385,67 centímetros. Teniendo en cuenta que la distancia mayor en línea recta que podemos encontrar para un rectángulo es su diagonal, y precisamente el tamaño de los televisores utilizan esta diagonal, sólo tenemos que convertir centímetros en pulgadas para saber de cuántas pulgadas tenemos que poner nuestra televisión a 3 metros de distancia. Haciendo el cálculo, nos sale una televisión de más de 150 pulgadas. Mucho, ¿no?. Fijémonos en lo que estamos diciendo: a tres metros de nuestros ojos ponemos una pantalla de 3,86 metros de diagonal. Si hacemos la prueba de intentar recorrer de extremo a extremo un objeto de esas dimensiones, seguro que moveremos la cabeza.

Algo ha fallado en nuestros cálculos. No pasa nada: el buen científico no es el que no se equivoca, sino el que aprende de sus fallos. Teníamos prisa por hacer los cálculos y no hemos leído todo el párrafo del libro: en cuanto hemos visto esa cifra de 40º nos hemos puesto a meter números en la hoja de cálculo. No hay problema, leemos un poco más y efectivamente, descubrimos que aunque esos son los movimientos máximos, el sistema muscular se encuentra muy forzado en las posiciones extremas de mirada, y mucho antes se desencadena un movimiento de ayuda del cuello y la cabeza. Nos dan otro límite: los ojos se mueven con comodidad hasta 20º en cada dirección de la mirada. Son 20º a la izquierda y 20º a la derecha, tenemos 40º. Volvemos a la hoja de cálculo y nos ponemos a ello: 80 pulgadas de televisor, 2,06 metros de diagonal. Todavía parece una distancia grande.

Efectivamente, hacemos la prueba y mirar un objeto de 2 metros de lado a lado, a 3 metros de distancia, todavía es incómodo de hacerlo sin mover la cabeza. Si lo recorremos lentamente con la mirada podemos hacerlo, pero si saltamos de un extremo a otro con la mirada, tenemos que concentrarnos para no mover la cabeza.

Algo no funciona, pero no desesperamos. Le escribimos un mail a ese estudiante de Medicina que escribe un blog y que parece tan majo. Y nos contesta no se qué de los movimientos sacádicos. Volvamos a nuestro libro de estrabología, y el índice analítico nos lleva a otro capítulo. Esta vez nos leemos bien el párrafo. Resulta que cuando realizamos ese «muestreo» para recorrer la imagen, utilizamos una cosa que se llaman movimientos sacádicos, que son movimientos muy rápidos del ojo, que saltan de un punto a otro. Así, si vemos un detalle en una esquina de la pantalla y luego queremos ver otro detalle en la esquina opuesta, esta diagonal la recorreremos con un solo movimiento sacádico. Bien, esto es lo que necesitamos. Y el libro nos informa que, si bien el movimiento sacádico puede tener valores de 70-80º, a partir de los 20º se acompaña de movimiento de cabeza. Por lo tanto, ese sería el ángulo que buscamos: 20º en total desde el comienzo al fin del movimiento (no 20º a la izquierda y otros 20º a la derecha, como decíamos antes).

Antes de aplicarlo, nos damos cuenta que «20º» es una cifra bastante redonda, posiblemente los estudios en los que se basan dan cifras en torno a los 20º, pero lo mismo son 19º que 21º. Y aunque se basan en el funcionamiento del ojo humano, en principio similar a todos nosotros, también debe haber un margen a la variabilidad individual. Por otra parte, tampoco nos interesan que los movimientos amplios de parte a parte de la pantalla se encuentren tan cerca del límite este de los 20º que estén a punto de desencadenar un movimiento de cabeza. Parece que nuestro cuello va a saltar, pero sin decidirse al final. Tiene sentido dejar unos pocos grados de margen. Nos quedamos con, digamos, unos 18 grados.

Comprobamos los datos, y para 3 metros se corresponde una diagonal de 93,86 centímetros, casi 37 pulgadas. Si lo comprobamos, sí que podemos mover los ojos con comodidad, sin necesidad de girar la cabeza. Por fin tenemos los datos que queríamos, con un ángulo objetivo de 18º. Podéis hacer vosotros mismos una hoja de cálculo y jugar un poco con las cifras, poniendo la distancia de vuestro salón. Para los prudentes podéis buscar cifras de 16-17º, pero no os aconsejo bajar de 15º porque como decía más arriba, una televisión muy pequeña o alejada también puede cansar si no vemos bien los detalles. Por otra parte, si queréis realmente compraros una televisión grande y no os importa «forzar un poco» los límites, podéis ver lo que sale con ángulos mayores. De todas formas no os aconsejo pasar de los 22º: por mucho que inicialmente una imagen tan grande os guste, creedme que al final uno se fatiga.
Y si no os apetece haceros una hoja de cálculo, aquí van unos resultados para los 18º:

Distancia espectador-televisor (metros)

Tamaño del televisor (pulgadas)

2 25
2,5 31

3

37

3,5

43

4

49

4,5

55

5

62

5,5

68

6 74

Y un extra de regalo

¿Podemos utilizar estas fórmulas para estimar el tamaño adecuado de una pantalla de ordenador? Sólo si matizamos bastante. Delante del ordenador sacrificamos algo de confort para tener más superficie de trabajo, así que podemos tolerar los movimientos de cabeza. Veámoslo con un ejemplo: cuanto estamos trabajando con el ordenador, nos sentamos con normalidad, y cuando queremos ver un vídeo largo o una película en esa misma pantalla, involuntariamente nos «acomodamos» en la silla, echándonos hacia atrás y ganando 30-40 centímetros. Eso nos permite visualizar con comodidad la imagen porque aumentamos la distancia.

De forma más o menos empírica, para trabajar con un ordenador a una distancia de trabajo de 50-70 cm, los ángulos máximos que deberemos manejar rondan los 40-50º, lo que nos da unos monitores de 22-24 pulgadas. Para monitores mayores (por ejemplo 27 pulgadas) es mejor aumentar la distancia de trabajo a 80-90 cm.


Nota 1: No se ha maltratado ninguna televisión en la realización de este documental. Todas las bisectrices eran mayores de 18º en el momento del rodaje y decidieron participar perfectamente informadas y en plenas facultades mentales.

Nota 2: La narración por pasos de cómo llegar a la fórmula definitiva es un recurso literario basado en una ficción. Vamos, que no he tenido que dar tantas vueltas para hacer el cálculo definitivo, pero me parecía más ilustrativo explicarlo así para animar a la gente a discurrir sin que les de miedo no dominar el tema: creo que no hace falta ser un experto para hacer deducciones; basta con tener ganas de documentarse, preguntar un poco y aplicar el sentido común.

Nota 3: Obsérvese que al dar estas cifras aproximadas del tamaño del televisor, hablamos de límites superiores, por encima de los cuales podemos esperar cierta incomodidad para ver la pantalla. Pero no estamos garantizando que por debajo de este límite vayamos a estar cómodos. Estas cifras las hemos sacado de un solo factor: el movimiento de los ojos. Todo el resto de factores explicados antes afectarán de forma individual y variable a cada uno.



Por Ocularis, publicado el 23 septiembre, 2010
Categoría(s): Divulgación • Tecnología