El nombre de la risa (últimas preguntas en un zoo de ultratumba)

Por Luigargo, el 27 septiembre, 2010. Categoría(s): Divulgación • Libros

La muerte, esa gran desconocida. Tratada siempre con dolor, temor y temblor. Algunos –muchos- la elevan a diva para montar el negocio o rodearse de adictos: La diva en el diván divino del adivino.

El humor descompone todo lo que toca y deja volar mariposas desde el estómago hasta las nubes pasando por las comisuras.

No olvidemos la crítica nominalista que leimos/vimos en “El nombre de la rosa” a propósito del papel que desempeña la risa: la risa como pecado, veneno que nos encierra en la carne venal, en lo material y natural, según muchas ortodoxias sectarias. Esa condena medieval a la alegría está justificada por el miedo al placer en este “valle de lágrimas”.

Después de haber iniciado con el libro “Platón y un ornitorrinco entran en un bar” una nueva visión de la historia de la filosofía con humor, mezclando chistes y chascarrillos, poco después publicaron “Aristóteles y un armadillo amarillo van a la capital”, y ahora tenemos, recién aparecido en las librerías, esta nueva entrega delirante y astuta. Con estas aproximaciones distendidas hincan el diente en las crudas carnes de los saberes metafísicos, los sabores agridulces se expanden y llenan todos nuestros poros de excentricidad y asombro.

¿Qué quedará de los grandes temas metafísicos (Dios, alma y mundo) después de haber sido diseccionados por el estilete del humor?. La impresión es que poco quedará de serio y religioso y creíble si nos reimos de la inmortalidad del alma, de la Parca y de toda su cohorte de predicadores e iglesias sucesivas como hacen Cathcart y Klein.

No tienen desperdicio las descripciones que hacen las distintas religiones acerca de cómo es el reino de los cielos o el infierno… La sombra del escepticismo planea por estos textos intrépidos tal como lo hacen las citas de humor de Groucho Marx o Woody Allen que aparecen en el libro.

Alguna de estas citas contempla “el cielo blanco y blando como el merengue”. Perspectivas subjetivas, parciales, infantiles en un intento imposible: describir lo indescriptible. Recuerdo aquella canción: “de qué color es la piel de Dios”, Dios significa literalmente lo innombrable, no se puede saber ni ver, ni siquiera se puede definir en un nombre. Definir, de de-finere, poner fin, límite. Si Dios existe es indefinible, ilimitado sensu strictu. Así también todo lo que atañe a lo ultraterreno. Si el paraíso existiera por qué iba a ser un prado y no una duna, todo lleno de luz o arcoiris y no de hermosas tormentas y centellas celestiales.

Para conocer a estos dos simpáticos autores setentones nada mejor que el siguiente video. Aunque para entenderlo hay que saber inglés creo que está bien para comprobar el parecido que tienen con otras parejas geniales del humor que no voy a mencionar.

Esta es otra buena manera de iniciarse o reanimarse en el mundo más puramente metafísico: alma, muerte, enigmas…Ahora el motivo principal del libro es reírse a propósito de la señora de la guadaña. Se recorren bien estructurados temas y las teorías reseñadas con tino que han hablado sobre ello. Se mezclan los pequeños resúmenes comentados de las teorías con diálogos entretenidos y chistes más acertados que en libros anteriores, hay que decir que este tema tiene mucho arraigo en la chistología. Además de leerse con rapidez y bastante placer, dibujando sonrisas en este escrupuloso lector, el libro está muy ilustrado con viñetas y diversos colores que hacen la lectura más agradable. Uno de los subtemas que parten del gran tema de la muerte es el tiempo.

El núcleo central de “Heidegger y un hipopótamo….” parte del problema del tiempo como conductor de los problemas transcendentales que se tratan en “Sein und zeit” (Ser y tiempo) de Martin Heidegger, autor destacado del existencialismo, con interesantes aportaciones y con oscuros parajes como los siguientes: (que dan pie a las bromas)

Pensar el ser en sí requiere explícitamente ignorar el ser hasta el punto de que sea sólo fundamentado e interpretado en función de los seres y para los seres como su fundamento, lo mismo que en todas las metafísicas. (pgs. 65/66)

Un hamletiano Heidegger desbarra hacia “Magufísicas” huecas.

(Magufísica: dícese de la metafísica forzada por magos de la futurología)

Bien, podríamos explicar que Heidegger se refiere a que no existe un ser separado, idealista y absoluto, que todo ser está determinado por el ser en el tiempo, arrojado a un mundo de circunstancias y determinaciones. En otras palabras: el ser lo es en relación con sus circunstancias, recordamos a Ortega. Yo, por ejemplo, no me puedo saber ni ser si no reviso mi entorno, mi familia, mi vida…

La hilaridad predomina, pero el rigor decae a veces. Por caso la cita de Descartes de la página 116: se dice que el autor racionalista separa mente y cuerpo sin ningún tipo de conexión. Pero olvidan Cathcart y Klein que Descartes aporta una errónea y conocida solución para conectar ambos y dar razón para contestar a la pregunta de cómo la mente mueve la materia y de cómo la materia influye en la mente. Se trata de la glándula pineal. Aunque no sea satisfactorio, este punto de encuentro está en todos los libros de Historia de la filosofía racionalista. ¡Craso error!. Fallo que perdonamos con una sonrisa.

También se comenta que “todos los griegos eran dualistas que no duelistas” . El chiste está bien pero no es verdad el argumento. Algunos griegos como Demócrito ni siquiera creían en el alma como sustancia separada, Heráclito frente a Parménides, Aristóteles es conocido como autor monista que no dualista frente a su maestro Platón…en fin que el atlántico separa mucho.



Por Luigargo, publicado el 27 septiembre, 2010
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