Breve guía para el 10:23

Por Fernando Frías, el 4 febrero, 2011. Categoría(s): Divulgación


A pesar de lo que pudiera parecer, la Campaña 10:23 no está dirigida en absoluto a los homeópatas. Bueno, sí, está dirigida más bien contra los homeópatas, pero me refería a que su objetivo es informar a los medios de comunicación y al público en general. La homeopatía se comporta exactamente como una religión, y aunque no sirva para tratar ninguna enfermedad, sí que parece ser enormemente efectiva a la hora de inmunizar contra cualquier tipo de razonamiento, así que enfrascarse en una discusión con ellos es totalmente inútil. Sin embargo, conviene tener en cuenta las objeciones que van a ir poniendo a nuestro “suicidio” para ir sobre aviso.

La primera es que una sobredosis homeopática no hace daño porque su efecto no depende de la dosis, sino de la “potencia” del remedio. Lo cual es difícil de refutar: la dosis es un hecho objetivo y medible y la “potencia” no deja de ser una idea mágica sin fundamento real. Si los homeópatas dicen que un remedio a 30CH es mucho más potente que un remedio a 20CH no vamos a conseguir que se bajen del burro, a pesar de que ni siquiera ellos sean capaces de distinguir uno de otro sin mirar la etiqueta. Pero da lo mismo, porque si lo pensamos bien lo de que la dosis es irrelevante es un refuerzo a lo que venimos a decir en la campaña: si se tratase de un medicamento de verdad sí que habría que tener en cuenta la dosificación adecuada, y el hecho de que no haya que preocuparse por ella solo demuestra que los remedios homeopáticos solo contienen agua y azúcar.

Por otra parte, si la dosis es indiferente, ¿por qué venden los remedios en dosis? ¿Por qué hay que tomarse una o dos pastillas diarias de Sedatif y no media, un cuarto o simplemente echarle un vistazo y volverla a guardar para otro día? ¿Están timando a sus clientes con el envase de seis tubitos “monodosis” de Oscillococcinum cuando, si lo que dicen es cierto, bastaría con tomar un gránulo?

Una variante del “argumento” anterior es que la homeopatía solo produce efectos si se toma con regularidad, no de una vez. En teoría, si nos tomamos un envase entero de golpe no nos va a pasar nada, pero si tomamos una pastilla diaria durante un par de semanas nos dará un patatús o algo parecido. Volveremos más adelante con esto.

Otra de las objeciones al “suicidio” viene a decir que la sobredosis no nos producirá ningún efecto porque los remedios homeopáticos no hacen efecto sobre personas sanas. Se trata, de nuevo, de un disparate que se vuelve en su contra: ninguna sustancia es tan “inteligente” como para saber cuándo tiene que surtir efecto y cuándo no, sobre todo en caso de sobredosis, y ya es bastante que pretendan que creamos en la “memoria del agua” como para hacernos tragar también con que tiene “buena voluntad” y “espíritu altruista”. Pero además este argumento es insostenible desde el punto de vista de la propia teoría homeopática: para “probar” los efectos de un remedio, los homeópatas emplean lo que llaman, llenándose la boca, “pruebas patogenéticas”, que consisten en suministrar el producto a personas sanas para que éstas indiquen los síntomas que experimentan. Ya sabemos que los homeópatas tienen un concepto bastante elástico de la realidad, pero aquí hay poco que discutir (o tergiversar): o hacen efecto en las personas sanas, y por tanto nos lo deberían haber hecho, o no lo hacen, y todo el montaje de las “pruebas patogenéticas” se cae al suelo.

De hecho, la cuestión de las “pruebas patogenéticas” deja también en entredicho el argumento de que es necesario seguir un tratamiento continuado en el tiempo para que la homeopatía produzca sus efectos: según los datos que publican los propios homeópatas, los sujetos de las pruebas experimentan los efectos del remedio desde la primera toma, o incluso antes: en algunas pruebas publicadas se da cuenta de sujetos que han empezado a experimentar síntomas al tocar el frasquito o, incluso, cuando aún estaban elaborando el potingue.

En definitiva, parece que la única contestación más o menos sólida que podemos esperar de los homeópatas es la que nos decían en esta entrada de la web ABC Homeopatía, en la que con bastante sentido del humor (algo insólito en el mundillo de las creencias mágicas) nos deseaban “buena suerte” para nuestro “suicidio”. Irónicamente, el mejor chiste de la entrada era probablemente involuntario, cuando nos explicaban que tras la “sobredosis” nos ocurriría una de estas tres cosas:

  • Que no notaríamos nada de nada
  • Que experimentaríamos síntomas adversos, o
  • Que experimentaríamos síntomas beneficiosos.

Vamos, lo que se dice apostar a caballo ganador, ¿verdad?

En realidad, la tesis de fondo de ABC Homeopatía es que los tratamientos homeopáticos deben ajustarse no solo a los síntomas, sino también a la de la persona, por lo que es muy difícil que acertemos con alguno que corresponda con nuestra personalidad. Personalidad que se define, por cierto, por una serie de parámetros tan involuntariamente humorísticos como el color del pelo, la mayor o menor tendencia a ensuciarnos la ropa, el grado de sudoración de nuestras axilas o nuestros gustos musicales. Sí, en serio.

Pero dejando eso de lado, el problema de lo que sostiene ABC Homeopatía es que se trata, una vez más, de una monumental pedrada contra su propio tejado. Si los remedios homeopáticos han de ajustarse exactamente a la personalidad de los pacientes (personalidad definida a su peculiar manera, claro), la fabricación de remedios a escala industrial y su venta libre sin prescripción carecen de sentido. De hecho, difícilmente podría nadie acudir a eso tan socorrido de “a mí me funciona” si ha tomado un producto comprado en una farmacia sin antes pasar por un homeópata que le haya sometido a un largo interrogatorio con preguntas tan idiotas e intrascendentes como su color favorito, si sueña a menudo con tormentas o qué postura adopta al sentarse a la mesa para comer.

En resumen, los homeópatas tienen bastante poco que argumentar en contra del “suicidio”. De hecho, lo más probable es que ni siquiera se molesten en decir estas cosas (al menos, en decírnoslas a nosotros, porque saben que podemos contestarles), y que recurran al clásico “no tenéis ni puta idea de homeopatía” o alguna de sus variantes. Ante lo cual debería bastar con enseñarles nuestros bonitos diplomas expedidos por Boiron: no es que acrediten realmente nada, pero, bueno, eso es exactamente la homeopatía, ¿verdad?: ni cura ni nada.





Por Fernando Frías, publicado el 4 febrero, 2011
Categoría(s): Divulgación