¿Para comer o para ligar?

Por Juan Ignacio Pérez, el 18 febrero, 2011. Categoría(s): Biología • Curiosidades
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Las jirafas poseen cuellos desmesurados. Sus dimensiones conllevan evidentes problemas e incomodidades. Es todo un espectáculo observar a una jirafa agachándose para beber.Desde el punto de vista anatómico, ese cuello tan largo tiene alguna desventaja evidente, como la que se deriva de tener un nervio laríngeo recurrente que ha de recorrer una distancia tan larga hasta llegar a su punto de destino.

También comporta serias complicaciones elevar la sangre tan arriba para que pueda llegar al cerebro. Necesitan un corazón portentoso; tienen también un tejido muy especial bajo la dermis para contrarrestar las altas presiones hidrostáticas que ejerce la sangre en las patas, y unos vasos sanguíneos muy especiales para evitar la filtración del plasma a los tejidos. Y cuentan también con un dispositivo especial para neutralizar la alta presión hidrostática que podría originar en el cerebro la sangre cuando se agachan para beber. Además, sus depredadores (leones) prefieren jirafas más grandes y de cuellos más largos.

Dadas todas esas complicaciones, ¿a qué presión selectiva responde la enorme longitud del cuello de la jirafa?

A día de hoy, esa pregunta tiene dos respuestas posibles. Por un lado, es posible que el largo cuello obedezca a la ventaja competitiva que aporta el tener acceso a hojas a las que no llegan otros herbívoros. Pero es posible que la presión selectiva haya sido otra, ya que las jirafas macho combaten entre sí por tener acceso a las hembras en celo, y en ese combate el cuello es el arma con la que se aporrean unas a otras. Por esa razón, cuellos más poderosos (más largos y gruesos) proporcionan una clara ventaja a sus poseedores.

La idea de que el cuello de las jirafas proporciona ventaja competitiva al poder acceder a hojas más altas que los potenciales competidores ya fue propuesta por Darwin en “The descent of man and selection in relation to sex” (1871). Sin embargo, esa idea ha sido puesta en cuestión en los últimos años. Por un lado, se ha observado con frecuencia que las jirafas comen con mayor rapidez hojas situadas a 3 m (machos) o 2’5 m (hembras) que a alturas superiores, y que emplean más tiempo comiendo hojas de esas alturas intermedias que haciéndolo más arriba. Además, el cuello de las jirafas es, a esos fectos, desmesuradamente largo: las jirafas son 2 m más altas que sus competidores y lo han sido durante 2 millones de años. Así pues, podrían haber sido más bajas y tener, a pesar de ello, ventaja competitiva.

La idea de que el cuello ha evolucionado con un tamaño tan grande por haber sido un arma poderosa en los combates tiene a su favor las observaciones de que en dichos combates suelen vencer los machos de cuellos más grandes y gruesos, y el hecho de que en ocasiones se produce la muerte de uno de los contendientes. También hay observaciones y datos que sugieren que el cuello largo de los machos puede ser el resultado de un proceso de selección sexual. En concreto, el tamaño del cuello de los machos no varía de forma lineal con el tamaño del cuerpo, sino que, en proporción, es mayor cuanto mayor es el animal. Ese fenómeno (alometría positiva en lenguaje técnico) suele ser indicador de que un rasgo anatómico (su dimensión) ha evolucionado bajo la presión selectiva que provoca la preferencia de las hembras por ese rasgo (selección sexual).

En contra de la idea de que el tamaño del cuello es el resultado de sus uso como arma o de un fenómeno de selección sexual está el hecho de que las hembras, aunque algo más pequeñas y con cuellos de menor tamaño, también tienen cuellos muy largos. Dado que las hembras no combaten entre sí, no tiene demasiado sentido que sea tan largo si la presión selectiva ha sido el uso del cuello como arma. Y puesto que los machos no eligen a las hembras, tampoco tendría sentido que se haya producido un fenómeno de selección sexual.

No obstante lo anterior, haría falta determinar si hay correlación genética entre machos y hembras en lo que se refiere a este carácter, ya que podría ser que el tamaño del cuello de las hembras esté, en cierto grado al menos, ligado al de los machos. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los pezones en de nuestra especie, rasgo anatómico que carece de utilidad en los varones. No obstante, si el largo cuello comportase una clara desventaja para las hembras lo lógico es que esa correlación genética, de haber existido en algún momento, hubiera desaparecido y se hubiera desarrollado dimorfismo sexual en relación con ese carácter. Los pezones de los machos no conllevan coste ninguno, por lo que en nuestro caso no ha sido necesario el dimorfismo sexual que hubiera supuesto su desaparición.

Tras estas consideraciones a favor y en contra de una u otra hipótesis, quizás la respuesta a la pregunta de cuál ha sido la presión selectiva que ha dado lugar a un cuello tan largo es que las dos han podido actuar al unísono. Esto es, un cuello largo, en general, aporta la ventaja de poder comer hojas más altas y reducir así la competencia con otras especies. Pero también proporciona a los machos un arma en el combate con los demás para acceder a las hembras en celo, y por supuesto, es perfectamente posible que, además, las hembras hayan preferido machos de cuellos largos. En definitiva, un cuello largo ayuda a comer hojas donde otros no llegan y si es poderoso constituye un arma formidable y un rasgo atractivo para las parejas potenciales.

Fuente: R. E. Simmons & R. Altwegg (2010): “Necks-for-sex or competing browsers? A critique of ideas on the evolution of giraffe” Journal of Zoology, 282: 6-12.



Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 18 febrero, 2011
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