Nibiru junto al sol, crónica de una investigación

Por Miguel Santander, el 19 mayo, 2011. Categoría(s): Astronomía • Escepticismo

Hace unos días me alertaron sobre un fenómeno extraño que al parecer viene ocurriendo las últimas semanas: al hacer una foto del cielo diurno, es posible distinguir un pequeño disco muy brillante próximo al Sol, que se atribuye al fatídico y secreto planeta Nibiru. Por si usted no lo sabía, Nibiru es un planeta supuestamente conocido por los Babilonios, cuya órbita errática y caprichosa lo lleva tan cerca de la Tierra este año que su influencia es la responsable de las últimas catástrofes naturales en nuestro planeta. Aunque cualquiera puede comprobarlo tomando una fotografía, la existencia de Nibiru es sistemáticamente ocultada y silenciada por la comunidad astrofísica al completo, por intereses tan oscuros que ni siquiera a los que formamos parte de ella nos quedan nada claros.

«Como tú eres astrónomo, seguro que me sacas de dudas» decía mi amigo. Así que ni corto ni perezoso, me armé de gafas de sol, saqué la cámara, cerré el diafragma a tope para que el Sol no saturara demasiado y tomé una foto del cielo. Y efectivamente, allí estaba: junto al disco incandescente de nuestra estrella, había otro, mucho más pequeño, pero de brillo similar. ¿Qué podría ser?

Foto del cielo tomada en Madrid el 4 de mayo a las 19:00. ¿Qué será el objeto brillante junto al Sol?

Como el método científico enseña, entre otras cosas, a ser prudente y no saltar a conclusiones descabelladas antes de haber agotado las demás posibilidades, no pensemos en Nibiru todavía. ¿La Luna, quizá? Imposible, pues el extraño objeto es mucho más pequeño que el disco de la Luna en el cielo, y además ésta no puede verse junto al Sol, porque es justo entonces cuando está en fase de luna nueva. ¿Entonces? ¿Mercurio, Venus, Júpiter, Sirio incluso? ¿U otra cosa muy distinta?

¿Dónde estás que no te Venus?

Venus es, con permiso de la Luna y de la Estación Espacial Internacional, el objeto más brillante del cielo nocturno, seguido por Júpiter. ¿Podría ser el extraño cuerpo de la fotografía? Para contestar a eso, pensemos primero en por qué vemos las estrellas sólo de noche. El responsable es el Sol, pero no esta solo en su empeño: la otra causante de semejante desgracia para los astrónomos y los enamorados es la atmósfera, que difunde muy eficientemente la luz azul que proviene del Sol y nos la hace llegar de todas direcciones: por eso el cielo diurno es azul (si estuviésemos en la Luna, el cielo sería negro todo el rato y veríamos las estrellas, fuera de día o de noche, antes de morir de asfixia: todo tiene ventajas e inconvenientes).

Así, para poder ver un objeto en el cielo diurno, éste debe ser más brillante que el propio cielo. Venus lo es —y no siempre— por muy poco, lo justo para distinguirlo del cielo que lo rodea, pero sólo cuando está lo suficientemente separado del Sol y sabemos exactamente dónde mirar.

Y si ese es el caso de Venus, de Júpiter y compañía mejor no hablar. Semejante fogonazo no puede ser un planeta o estrella «normal» del firmamento. De hecho, los únicos astros claramente visibles durante el día, aparte de la Luna y el Sol, de los que se tiene constancia histórica, fueron las supernovas que ocurrieron en los años 1006 y 1054 (la del Cangrejo). Debido a su cercanía («sólo» unos 6000 o 7000 años-luz), se distinguieron en el cielo diurno durante casi un mes, tal y como recogen documentos   chinos y árabes de ambas épocas.

Supernovas por aquí, supernovas por allá

Otra supernova en la vecindad solar sería un acontecimiento de primera página en los periódicos (o eso nos gustaría a algunos, vaya). Recordemos que una supernova es, simplificándolo mucho, la muerte de una estrella muy masiva en forma de gigantesca explosión. Una supernova brilla tanto como la galaxia que la contiene, y mantiene ese brillo durante varios meses. Una barbaridad, vamos.

Dejando aparte que la comunidad astronómica no ha informado de nada semejante, nuestro objeto podría ser una supernova, de no ser porque una rápida búsqueda por internet nos presenta con fotografías del mismo objeto (o similar) tomadas en diferentes años, siempre próximos al Sol, como éstas de 2006, éstade 2009—, o ésta otra, anterior, supongo, a 2006. O bien nuestra galaxia alumbra una supernova todos los martes, jueves y festivos, o bien estos fenómenos tienen una única causa.

Yo me inclino por la segunda opción.

¿Entonces en qué quedamos? ¿Es Nibiru?

Diagrama del Sistema Solar interior y la supuesta órbita de Nibiru, que cruzaría del punto 1 al 2 en tan sólo 5 meses: imposible que lleve años saliendo en fotos junto al Sol.

Si es usted un lector ávido de explicaciones conspirativas, no se frote las manos aún: ¿Qué demonios hace Nibiru junto al Sol en en 2006, 2009 y 2011? ¿No se supone que su órbita muy excéntrica lo trae al interior del sistema solar cada 3700 años)? Un planeta no puede detenerse unos años para estirar las piernas, y gracias a las leyes de Kepler, cualquiera puede calcular que Nibiru pasaría de estar a 60° del Sol (tres palmos con el brazo extendido) a acercase al astro rey y alejarse de nuevo otros 60° en tan sólo cinco meses (para quien se anime a hacer las cuentas, con dicho periodo su semi-eje mayor sería de 240 Unidades Astronómicas, y la excentricidad o «achatamiento» de su órbita, para llegar a cruzar la órbita de Venus, de al menos 0,9972). Por no mencionar que, antes de eso, habríamos podido verlo en el cielo nocturno durante varios años, cosa que nadie ha hecho.

De hecho, nuestro «Nibiru» es de lo más caprichoso en su trayectoria: al minuto de hacer la foto que ilustra esta entrada, tomé otra y constaté que el objeto se había movido apreciablemente.

Así que saqué otra foto, y otra y otra… y, cuando las sumé todas, esto fue lo que obtuve:

O Nibiru está feliz, o no son más que reflejos en la óptica de la cámara. Usted decide.

¿Qué significa esto? ¿Es que Nibiru viene en son de paz? No. La explicación es mucho más sencilla. Como habrá notado el lector atento, me he guardado la explicación más simple para el final: «Nibiru» no es más que un reflejo del Sol en la óptica de la cámara, denominado lens flare en inglés, de sobra conocido por los fotógrafos, y que aparece hasta en videojuegos. Un efecto que depende del ángulo con que la luz del Sol incida sobre el objetivo.

En resumen, no se crean todo lo que les cuenten por ahí. De hecho, tampoco me crean a mí. Yo podría ser uno de esos malvados científicos. Mejor saquen la cámara y prueben ustedes mismos.



Por Miguel Santander, publicado el 19 mayo, 2011
Categoría(s): Astronomía • Escepticismo