La vida de un hombre de ciencia está saturada de momentos verdaderamente angustiosos. Pero con frecuencia el sabio los pasa en su laboratorio, solo, o rodeado de sus ayudantes, que comparten con él sus temores y sus alegrías.
El público ignora por completo cuántas pruebas es necesario efectuar entre muros blancos antes de conseguir, no ya un modelo de avión, un automóvil o un poste de televisión, sino simplemente un interruptor eléctrico, un lápiz en el que la mina no se quiebre en el interior de su funda de madera o un bote de conservas que evite la fermentación de su contenido.
Lo que el público ve es un resultado impecable de una labor que ha costado muchos sinsabores y disgustos, e ignora completamente toda la fase preparatoria que se realiza en los laboratorios.
Ingeniero industrial. Editor del blog «Historias de la Ciencia» en el que une Historia y Ciencia publicando pasajes y anécdotas sobre técnicos, científicos y curiosidades.