Avales homeopáticos

Por Fernando Frías, el 19 diciembre, 2011. Categoría(s): Escepticismo

Hace menos de un mes, cuando la Universidad Pública de Navarra iniciaba sus clases de Especialización en Homeopatía, el colaborador de Amazings Javier Armentia puso en marcha una campaña de recogida de firmas solicitando la cancelación del curso. Los motivos de Javier eran puramente higiénicos: impedir que una institución seria como la UPNA se volviera a sumar a la ya larga lista de Universidades que imparten en sus aulas esta pseudociencia.

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Pero ni la campaña, que contó con el respaldo de Amazings, ni la polémica en prensa consiguieron que los responsables de la UPNA recapacitaran. Todo lo contrario: en un insólito comunicado anunciaron el mantenimiento del curso, asegurando que contaba con el apoyo del Consejo del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad y, sobre todo, que se trata de una práctica reconocida como acto terapéutico tanto por la Organización Mundial de la Salud como por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España. Y claro, ¿qué podemos hacer nosotros, simples mortales, ante semejantes avales?

Pues lo que debemos hacer en todas las ocasiones: analizarlos con un poco de sentido crítico.

Para empezar, es cierto que la Organización Mundial de la Salud reconoce la homeopatía. Lo que ocurre es que, como pasa con otras prácticas pseudomédicas (como el reiki), este reconocimiento consiste justamente en eso, en reconocer que existe. Ahora bien; si lo normal en el caso de estas prácticas es que la OMS se limite a reconocer su papel cuando no hay una verdadera atención médica disponible, y a realizar una serie de recomendaciones orientadas a la seguridad de los pacientes, la homeopatía sí que fue objeto de un pronunciamiento oficial. Ocurrió en 2009, cuando la asociación británica Voice of Young Science expresó a la OMS su preocupación por la utilización de la homeopatía en países subdesarrollados para “tratar” enfermedades tan graves como la malaria, la tuberculosis o el sida. Como cuenta Javier Armentia en Noticias de Navarra, las respuestas de los responsables de los programas sobre malaria, sida, tuberculosis o salud infantil de la OMS fueron, por una vez, tajantes: en ningún caso se recomendaba el uso de tratamientos homeopáticos para estas dolencias.

Vamos, que la OMS solo se ha pronunciado en serio sobre la homeopatía para desaconsejar radicalmente su uso. Como aval, la verdad, no sirve gran cosa. Pero tal y como cuenta la UPNA, la homeopatía también cuenta con el reconocimiento de la Organización Médica Colegial.

Un reconocimiento, por cierto, bastante insólito. Cuando la postura de las asociaciones médicas del resto del mundo suele ser distanciarse de la homeopatía, hasta el punto de rechazarla expresamente como una forma de brujería, sus colegas españoles no solo no hacen nada para frenar el auge de las pseudoterapias, sino que las declaran solemnemente como un “acto médico”. Declaración que tuvo lugar, pásmense, por unanimidad durante la Asamblea General del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España celebrada en septiembre de 2009.

Claro que la unanimidad no debió ser tan unánime, o al menos no lo fue tras hacerse público el contenido del acuerdo, puesto que la propia Organización tuvo que matizar la declaración el 14 de diciembre de ese mismo año, y matizar la matización tan solo cuatro días después.

La decisión de la Organización Médica Colegial se sustentaba, decía este último comunicado, en cinco puntos. Los cuatro primeros son sencillamente abracadabrantes:

  • Es una realidad social la progresiva implantación y aceptación de la Homeopatía como terapia entre la población, pero, con excesiva frecuencia, realizada por personas sin ninguna o, en el mejor de los casos, una mínima formación sanitaria.
  • La OMC asume el papel que le corresponde en defensa de la sociedad y de la salud de los ciudadanos, partiendo de la premisa fundamental de que toda terapia, convencional o no, alopática, holística u homeopática, es en sí misma un ACTO MÉDICO que precisa de un diagnóstico previo, de una indicación terapéutica y de una aplicación de la misma, y que debe ser realizada, necesaria y obligatoriamente, por una persona cualificada y legalmente autorizada para ello. Es decir, UN MÉDICO.
  • Independientemente de sus resultados, todas las actividades desarrolladas en torno a la salud de la persona son entendidas como actos sanitarios. Si, además, las mismas precisan de un DIAGNÓSTICO, se convierten en un ACTO MÉDICO. Según la legislación vigente, para poder hacer un correcto diagnóstico es imprescindible un marco de conocimientos acreditado que sólo posee el médico.
  • El médico homeópata está formado en Medicina Tradicional y en Homeopatía, y sólo su DIAGNÓSTICO y, dentro de éste, un diagnóstico diferencial, va a proporcionar al ciudadano la garantía necesaria de un correcto enfoque terapéutico, evitando, sobre todo, el error por omisión y la demora en el tratamiento preciso que, independientemente de su eficacia, pueda poner en riesgo su vida. Ello, en contraposición a las personas que ejercen este tipo de prácticas sin titulación, sin formación suficiente, sin control y sin ninguna garantía.

Hagan la prueba: sustituyan la palabra “homeopatía” por “vudú”, “santería”, “exhorcismo”, “peregrinación a Lourdes”, “oración al Monstruo de Espagueti Volador” o “realización de los rituales curativos de Oblongo Ngué”. El resultado es exactamente el mismo. En todos los casos se trata de realidades sociales (bueno, quizá la última aún no lo sea, pero al tiempo), pretenden ser terapias e incluyen un diagnóstico y un tratamiento, por muy disparatados que puedan resultar.

Lo que no está tan claro es que todo esto implique la necesidad de que sea un médico quien la realice, prescriba y controle, por mucha formación que tenga en semejantes prácticas. En realidad el papel del médico se ajusta mejor con la quinta consideración que, asegura el comunicado, tuvo en cuenta la Organización Médica Colegial:

– La Homeopatía, al igual que otras terapias médicas, sobre la que persisten “grandes incertidumbres” (ISCIII), aunque aceptada en sistemas sanitarios de diversos países europeos, debe estar sometida a los mismos CRITERIOS ÉTICOS Y CIENTÍFICOS que cualquier otra actividad médica. Así, deberá demostrar, científicamente, su efectividad y eficiencia a través de la realización de los estudios pertinentes, elaborados con el suficiente rigor y la adecuada metodología.

De modo que, asumiendo esos criterios éticos y científicos y en tanto en cuanto no se acredite esa efectividad y eficiencia de la homeopatía, lo que debería hacer un médico es, sencillamente, abstenerse de prescribirla y procurar que sus pacientes no abandonen un tratamiento médico real sustituyéndolo por agua con azúcar.

Vamos, que de los dos avalistas a los que acude la UPNA, uno -la OMS- lo que dice en realidad es que la homeopatía no debe usarse cuando estemos ante una enfermedad grave, y el otro -la Organización Médica Colegial- emplea como coartada la necesidad de que un médico controle cualquier tipo de tratamiento terapéutico para evitar que los pacientes caigan en “el error por omisión y la demora en el tratamiento preciso”.

En definitiva, los dos resultan ser bastante… bueno, homeopáticos, y la decisión de la UPNA de continuar con el curso sigue siendo inexplicable. ¿O será que cuentan con un tercer avalista del que no nos han hablado?



Por Fernando Frías, publicado el 19 diciembre, 2011
Categoría(s): Escepticismo