Mutación no es una mala palabra

Por Colaborador Invitado, el 8 febrero, 2012. Categoría(s): Biología • Química

Como le pasa a cualquiera, la célula a veces puede equivocarse y cometer errores grandes o pequeños. Esos errores, que pueden suceder durante la replicación del ADN, durante la lectura o traducción del mensaje se llaman mutaciones.

Una proteína es, esencialmente, un mensaje que está escrito en un gen. Si al leerlo se cambia alguna letra de la frase original, el mensaje puede ser modificado y el producto final cambiará.

Ese cambio puede pasar inadvertido porque no produce efectos. Supongamos que el mensaje codificado en el gen dice “hay un gallo en el gallinero” y  nos olvidamos de poner la “H” en la palabra “hay”. Aunque con un error de ortografía, a la frase la seguimos leyendo igual y no pierde el sentido.

Si por el contrario, el error es el cambio de una letra por otra, las consecuencias son más graves porque el mensaje final cambia. Por ejemplo, si la “G” de gallo es sustituida por una “C”, el mensaje final es diferente: “hay un callo en el gallinero”; pierde sentido y por lo tanto la proteína no funcionará o lo hará incorrectamente.

Los fitomejoradores buscan plantas con características interesantes: adaptadas a un clima o un suelo específico, de mayor rendimiento, tolerantes a algún herbicida. En muchas ocasiones éstas son producidas por mutaciones espontáneas pero en otras deben ser ellos quienes provoquen esos cambios para luego seleccionar los más convenientes.

En la década de 1920 se descubrió que exponiendo plantas a la acción de rayos X se conseguía una gran cantidad de variaciones, luego se emplearon sustancias químicas como agentes mutágenos y después de la II Guerra Mundial comenzaron a usarse técnicas radiactivas: rayos gamma, protones, neutrones. Más recientemente se descubrió que el cultivo de tejidos podía ser un factor inductor de mutaciones.

La revolución verde cambió la producción agrícola para siempre. El mejoramiento genético asociado con el uso intensivo de plaguicidas y fertilizantes y la mecanización provocaron un importante incremento en la producción y rendimientos de cultivos alimenticios.

Pero a esta revolución ¡la comenzaron los enanos! El trigo y el arroz son pilares fundamentales de la alimentación mundial y en la década del cuarenta se investigaba la manera de aumentar los rendimientos en ambos cultivos.

Norman Borlaug

Uno de los principales problemas eran las elevadas pérdidas de granos durante la cosecha por el “vuelco” de las plantas. Estas, al ser altas, se caían y la cosechadora no podía levantarlas cuando pasaba por el surco. Fue entonces que a Norman Borlaug  y su equipo de colaboradores se les ocurrió que la solución podía ser la creación de variedades enanas.

Para mejorar el trigo usaron una variedad mutante natural semi enana cultivada en Japón y la cruzaron con las mejores variedades de Estados Unidos obteniendo trigos con menor altura de planta, que se caían menos y por lo tanto se podían cosechar mejor.

El enanismo en arroz es causado también por una mutación espontánea, aunque una variedad muy importante liberada en California en la década del 70 (Calrose 76) fue producto de la irradiación de semillas con rayos gamma. En esencia los resultados obtenidos fueron similares a los de trigo: mayores rendimientos.

La mutación se sigue usando para el mejoramiento de cultivos y existen alrededor de dos mil variedades de más de 100 cultivos obtenidas de esta manera. El arroz, la cebada y el trigo son los cereales donde la técnica ha tenido mayor éxito.

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Este artículo participa en los Premios Nikola Tesla de divulgación científica y nos lo envía Fabiana Malacarne, Magister en Mejoramiento de Plantas y Doctora en Filosofía, Ciencia, Tecnología y Sociedad. Actualmente es Investigadora en Biotecnología y Bioseguridad y Gerente del Área Biotecnología de Asociación Semilleros Argentinos (ASA). Premio “Ciencia en Acción” en España (2007) por el material didáctico ¡Qué buena IDEA! Biotecnología para los más jóvenes