El efecto Brian Cox

Por Arturo Quirantes, el 20 febrero, 2012. Categoría(s): Divulgación

La Física es un campo apasionante. Siempre me ha atraído, y ahora que soy físico me siento como pez en el agua. A pesar de todos los tópicos sobre los físicos, todavía no he encontrado a nadie que haya salido corriendo cuando digo a qué me dedico. Bueno, una vez un abogado se apresuró a retirarse un par de metros, como si yo fuese radiactivo. Pero por lo demás, los físicos somos como una vez me dijo mi hermano: colectivamente, unos bichos raros; individualmente, personas normalitas.

Hay, sin embargo, una reacción que siempre me apena cuando sucede. Casi invariablemente, cuando digo que soy físico, alguien del grupo me habla de lo mucho que le gustaba y acaba diciéndome algo así como “incluso me lo planteé como carrera, pero luego tuve a un profesor en el instituto que…”  Y en ese momento, el alma se me cae a los pies.  Otro profesor funesto.  Otra persona desmotivada. Otra vocación perdida.

Hacerse físico requiere de muchos mimos, comenzando por el entorno familiar, siguiendo por el colegio y el instituto.  Hay de sopesar muy seriamente las salidas laborales, plantearse si uno podrá vivir de la Física, preguntarse por qué tendría uno que meterse en una carrera ardua y difícil que no te servirá para opositar a Notarías o a la Policía Local. Y, por supuesto, la elección está muy condicionada por el entorno social, los amigos, lo que mola y no mola.  Si les digo que ahora hay más niños aspirando a ser el nuevo Messi que el nuevo Einstein, creo que no les desvelo ningún secreto.

La Física necesita una campaña de imagen, y hasta ahora, el panorama era desolador.  Los físicos de película aparecen como bichos raros, con pelo revuelto, pájaros en la cabeza y ansias de dominar el mundo.  Los físicos “de verdad” no parecen tener vida más allá de los documentales de La 2 o de la noticia de relleno del Telediario, justo antes de la información deportiva.  Millones de niños creen que el físico es ese tipo con bata blanca que lucha contra Perry el Ornitorrinco o prepara coches de carreras con condensadores de fluzo.

Pero la situación está cambiando.  En el Reino Unido, y tras años de caídas, los estudios de Física vuelven a estar de moda.  En los últimos cinco años, el número de estudiantes preuniversitarios matriculados en cursos preparatorios de Física y de Química (el llamado A-level) han aumentado casi un 20%, y los de Matemáticas subieron un 40%  Todo ello en un ambiente de recesión económica y con las matrículas universitarias más caras que nunca.  Si en 2005 se clasificaba la Física como una “materia vulnerable” y el gobierno fijaba una meta de 35.000 estudiantes de física de A-level, ahora ya van por casi 33.000, y el número sigue subiendo.

Lo que está sucediendo es, sencillamente, que la Física resulta cada vez más visible y apetecible para los estudiantes británicos.  Los propios estudiantes dan sus respuestas, y citan tres fuentes de inspiración.  Una de ellas es el LHC, el acelerador de partículas del CERN, un lugar donde se están haciendo los descubrimientos punteros sobre física de partículas.  Con los aceleradores de EEUU en crisis por falta de fondos, la presencia del mayor colisionador de partículas del mundo a un par de horas en avión es un recordatorio de que hay todavía muchos descubrimientos esperando.  No hay más que recordar la excitación que supuso el posible descubrimiento de neutrinos superlumínicos en octubre pasado. En el CERN se parte la pana, y los estudiantes lo notan.

Como factor número dos, tenemos la serie de televisión The Big Bang Theory (TBBT), que narra las aventuras de un grupo de físicos en el Caltech de California.  Su novedad consiste en que el científico/friki/cerebrito/rarito no es un alivio cómico sino el personaje central, una persona con sus rarezas e intereses.  Un análisis serio muestra que TBBT tiene una fuerte carga científica.  Por sus episodios hemos visto cameos como los del astrofísico Neil deGrasse Tyson y el Nobel de Física George Smooth; los laboratorios han desterrado los estereotipados matraces llenos de líquidos burbujeantes, y en su lugar cuentan con equipo científico real; y todas las referencias físicas, desde las pizarras blancas a las interminables diatribas de Sheldon Cooper, son revisadas por el profesor David Salzberg de la UCLA (Universidad de California – Los Ángeles).

Algunos la consideran frívola y alejada del mundo real de los físicos, pero se está convirtiendo rápidamente en una serie de culto.  Su popularidad es tal que, en las dos últimas semanas, ha desbancado en audiencia a American Idol (Operación Triunfo a la americana).  Como mínimo, hay que reconocer que sus guiones ayudan a la creación de vocaciones científicas.  Ahora el sabio chiflado es tan sólo peculiar, se liga a la rubia y pasa su tiempo jugando a Halo y al paintball. ¿Quién no se apunta a eso?

Pero hay un tercer elemento que está animando a los jóvenes ingleses a fichar por la Física.  Se trata de lo que ya se ha dado en llamar “el efecto Brian Cox.”  Con aspecto de primo de Justin Bieber y de necesitar un buen corte de pelo, Cox aparece en los hogares de millones de personas produciendo un efecto que podemos comparar al de Carl Sagan en los años 70.  Por supuesto, se trata de dos personajes con estilos completamente distintos.  Pero comparten su titulación universitaria, su pasión por la divulgación y su magnetismo tras la cámara.

Pecaríamos de ingenuos si creyésemos que este físico tardío (ingresó en la universidad de Manchester a los 23 años, tras dejar su grupo de rock) es el único responsable del resurgimiento científico en el Reino Unido.  Pero indudablemente se ha convertido en una referencia “cool” de la ciencia, una especie de Rafa Nadal de la astrofísica. Brian Cox lleva desde 2005 presentando documentales científicos para la BBC.  Los más recientes son dos series tituladas Wonders of the Solar System y Wonders of the Universe.  Dejaré que las vean ustedes, si tienen ocasión, y se hagan su propio criterio; por mi parte, se las recomiendo sin reservas. Tal vez sea su pinta de ser el perfecto compañero de juerga, su sonrisa de niño pequeño descubriendo un hormiguero o su voz de soñador (probablemente, un poco de todo), el caso es que Brian Cox ha conseguido convertir la ciencia en algo cotidiano, capaz de alternar con la política y los deportes como tema de conversación habitual.

Brian Cox con el distintivo de pertenencia a la Orden del Imperio Británico

En la actualidad, Cox, que recientemente ha ingresado en la Orden del Imperio Británico (OBE) por servicios a la ciencia, está rodando su nueva serie, Wonders of Life. Sus éxitos recientes han venido de la mano de la BBC, que siempre ha apostado por la programación científica de calidad.  La cadena pública apostó fuerte al declarar 2010 Año de la Ciencia, y los documentales de Brian Cox son parte del resultado.  Indudablemente, todo ello ha contribuido a que “documental de la BBC” sea sinónimo de calidad, mientras que en España la expresión “veo los documentales de La 2” significa algo así como “me da vergüenza reconocer lo que realmente veo por la tele.” Y eso es lo que hay.



Por Arturo Quirantes, publicado el 20 febrero, 2012
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