Unas monedas para la educación y divulgación de la ciencia

Por El Nocturno, el 12 junio, 2012. Categoría(s): Divulgación
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La actitud y la visión científica y racional se forma en la niñez y en la adolescencia, del mismo modo en que se pueden formar los hábitos de pensamiento mágico, irracional y supersticioso. Y la información sobre ciencia es necesaria durante toda la vida, tanto como la deportiva, la económica o la política.

Continuando con el reto propuesto por Javier Peláez… ¿Qué podríamos hacer con 100.000 millones de euros para promover la educación científica entre nuestros estudiantes y la divulgación e información entre toda la sociedad?

Ya que servidor no es científico, sino un simple divulgador de la ciencia desde las letras, antes que calcular cuántos genomas de bicharracos varios se pueden secuenciar con esa aturrullante cantidad, o si la investigación contra el cáncer se podría acelerar como un Ferrari, si sería mejor construir otros 13,3 aceleradores de partículas como el LHC (que tiene un coste de 7.500 millones de euros) o llevar a Marte a un señor de Cuenca, como están haciendo los científicos en este ejercicio Amazings, lo que sí puedo hacer es imaginar lo que esa hemorragia de ceros del rescate crédito anunciado significaría si la aplicáramos a la educación y divulgación científica de nuestros niños, nuestros jóvenes y todos los ciudadanos que ya no militan en el sector juvenil pero tienen el derecho a saber y estar informados.

Una de las evidentes carencias de nuestros sistemas educativos es la promoción de una actitud y una visión científica, es decir, exponer a los niños y adolescentes al funcionamiento de los procesos de observación, hipótesis y puesta a prueba de dichas hipótesis con una metodología fiable, replicable y que pueda verificarse independientemente. Es decir, que si cualquier persona replica la metodología obtendrá los mismos resultados.

Esto, por supuesto, no se enseña solamente en las aulas. Expresado verbalmente parece solamente filosofía. La actitud y métodos de la ciencia y la razón crítica se enseñan mejor en viajes de campo, laboratorios, ferias científicas, experiencias y, sobre todo, una docencia comprometida con el pensamiento crítico y con las herramientas pedagógicas necesarias para compartir la sorpresa, la emoción, el asombro y las enormes posibilidades que abre la ciencia.

Estamos hablando de dos conjuntos complementarios.

De una parte, debería ser tarea del sistema educativo y sus docentes mostrarle a los alumnos el universo y los logros del pensamiento científico, lo que implica poner los ojos de los alumnos en microscopios y telescopios, hacerles experimentar—y explicarles—los efectos de la física, ya sea el tiro libre  “mágico” de Roberto Carlos contra Francia en el 97, el momento angular en la patineta y el breakdance (y cómo lo usan intuitivamente, y cómo usarlo mejor), la conversión de energía calorífica en impulso para el movimiento en un auto de competición, la mecánica corporal del ciclista, las neurociencias del solo de guitarra shred o la fisiología del acné juvenil, por poner algunos ejemplos.

De otra parte, es esencial trasladarle al alumnado desde la educación infantil, cuando empieza a descubrir el mundo, el procedimiento mediante el cual se llega a un conocimiento certero a diferencia de otros procedimientos. Explicar cómo las cosas de “sentido común” o que “parecen lógicas” no siempre lo son y que al poner a prueba las ideas el ser humano ha logrado algunas cosas razonablemente impresionantes, como volar, viajar bajo el agua, erradicar la viruela, curar muchos cánceres y hacer que funcione Internet para difundir información importante y vídeos de coña en YouTube, para ayudar a la investigación más abstrusa y para comunicarse con los amigos en Facebook. ¿Cómo se piensa racionalmente? ¿Cuáles errores de razonamiento cometemos? ¿Cómo podemos eludirlos? ¿Cómo nos engañan nuestros sentidos?

Una población científicamente alfabetizada es una población crítica, cuestionadora, en gran medida inmune a los facilismos demagógicos, que aprecia y apoya a sus investigadores, que entiende que el futuro de toda sociedad pasa por la generación de conocimiento, que supera las limitaciones de las visiones de corto plazo, que enfrenta el universo con el orgullo de saber que podemos entenderlo y disfrutar sus misterios reales… y además despierta vocaciones entre los jóvenes para hacer ciencia y vocaciones entre políticos y empresarios para invertir en ciencia conociendo sus potenciales beneficios de todo tipo.

A gastar para enseñar

Para enseñar ciencia requeriría de entrada la instalación de más y mejores laboratorios en todos los centros docentes. Utilizando como base una licitación del gobierno vasco para la instalación de 15 laboratorios de física o química o ciencias naturales o mezclas de estas tres especialidades, para los cuales estima un valor de 532.000€, cada laboratorio cuesta unos 35.500€.

Supongamos que un laboratorio a todo lujo cuesta el doble, 76.000 euros, para dotarlo con más y mejores aparatos (como telescopios, que suelen escasear en las escuelas), y que tenga insumos por la extravagante cantidad de 24.000 euros al año (con el único objeto de redondear a 100.000 euros).

Instalar laboratorios de esa extravagancia en los 29.306 centros no universitarios de España (incluidos los jardines de infancia, seamos generosos), exigiría 2.930.600.000 euros. Redondeando más al alza como si estuviéramos dando un pelotazo divulgativo, tres mil millones de euros.

Me quedan 97 mil millones.

En la educación no universitaria (de infantil a bachillerato) están inscritos algo menos de 7 millones de estudiantes. Si todos partieran desde Madrid, que es un buen punto intermedio, y los quisiéramos llevar un par de días a Atapuerca en un viaje tipo Amazings, nos costaría 500 euros el vuelo ida y vuelta para cada chiquillo, más unos 100 euros adicionales por alojamiento, alimentos y la visita en cuestión. En total, la visita de todos los alumnos a Atapuerca podría costar 4.200.000.000.

Hagamos cinco viajes así al año (a lugares como el Gran Telescopio de Canarias, institutos de investigación médica, espacios zoológicos como el Parque de Cabárceno, etc.) para un total de 21.000.0000.000 de euros. Quizá se pudiera conseguir algún descuento de grupo, pero dejémoslo para propinas o chuches.

Restan 76 mil millones.

Invirtamos unos 20.000 euros para reciclar en ciencia y pensamiento racional y conocimiento tecnológico a todos y cada uno de los 572.371 profesores con los que cuenta el sistema educativo español y, en vez de recortar, aumentémoslos a unos 650.000 docentes, que bien nos vendrían. Saldría en 13 mil millones.

Remanente: 63 mil millones.

Se empieza a poner difícil el reto de gasto que nos ha propuesto Javier Peláez.

¿Un telescopio para cada alumno? Un telescopio de buena calidad, motorizado, con GPS e información multimedia sobre los cuerpos celestes que se están observando puede costar mil euros. Son 7 mil millones de euros para equipar a cada chaval y ya se imagina usted las familias numerosas con 6 herederos y seis telescopios alineados en el tejado, y que yo lo vea y lo disfrute.

Y un microscopio de 350 euros para el otro extremo de la realidad, 2.450 millones. Obviamente este planteamiento ya raya en un despilfarro similar a un aeropuerto sin aviones, porque no a todos los niños de España les va a entusiasmar forzosamente la astronomía o la microscopía, que la ciencia es más. Pero bueno, el que quiera algún otro aparato o insumo cuenta con sus 1.350 euros por cabeza para equipamiento científico-tecnológico.

Y aún pululan por allí 53.550 millones. Una pila de dinero, vaya.

Ferias de ciencias. Una al año en cada provincia. Déjeme usted calcular con base en un festival en cuya organización colaboro, ya que no hay datos del coste de las ferias de ciencias en España. Un festival por el que pasa un millón de personas en 10 largos días cuesta un millón de euros. Para 7 millones de alumnos, hablamos de 7 millones de euros, que con las cifras que hemos estado manejando no es ningún delirio. Usemos otro cálculo. En Estados Unidos se calcula un coste de 100 dólares (80 euros más o menos) por participante en una feria de ciencias, o sea que si participaran los 7 millones de alumnos, las ferias de ciencias costarían 560 millones de euros. Otro aeropuerto sin aviones, pero incluyámoslo así.

En el bolsillo nos suenan aún 52.990.000.000 euros.

Medios y divulgación

No es fácil pensar en hacer algo más por la ciencia a nivel del sistema educativo, así que pasemos a los medios de comunicación, en especial la televisión y la radio, plagados de astrólogos y misteriólogos de altas horas de la noche, curanderos de magia yuyu de programa matutino y demás marginales glorificados por una atención que difícilmente merecen.

Más allá de lo conveniente que sería que estas emisiones se sometieran a mayor vigilancia por las organizaciones de consumidores y por las autoridades encargadas de controlar la publicidad engañosa, lo indispensable es poder tener espacios en televisión de calidad, que muestren la cara no engañosa de la moneda.

La serie emblemática de la televisión divulgativa es “Cosmos: un viaje personal” de Carl Sagan, que se inspiró a su vez en la joya llamada “El ascenso del hombre” de Jacob Bronowsky en la BBC. Hoy en día, la viuda de Sagan, junto con el brillante divulgador y astrofísico Neil DeGrasse Tyson y con la producción de Seth MacFarlane (sí, el de “Padre de familia”) están preparando una secuela de 13 episodios llamada “Cosmos: una odisea en el tiempo y el espacio”, que costará la friolera de 8,3 millones de dólares (más o menos 6,6 millones de euros).

Digamos que necesitamos unas cinco series de temporada completa con este nivel de calidad para tener al menos un programa diario sobre alguno de los muchísimos temas de la ciencia. Las temporadas completas son de 26 episodios, no de 13, así que cada uno de los programas nos costaría unos 13 millones de euros de producción. En total, 65 millones para hacer en producción de la más cara de Hollywood unos extraordinarios programas de divulgación.

Ni contar que tenemos el “riesgo” de que esas 65 millones de producción televisual se conviertan en un negocio redondo vendiendo los derechos por todo el mundo, pero si empezamos a medir los beneficios sobre esta inversión delirante en una España con visión científica, no acabamos. Así que cero beneficios y sumemos 10 millones a voleo para un esfuerzo tremendo en radio, que es más barata.

A estos 70 millones añadamos la creación de una agencia informativa científica digamos del calado de EFE, que tiene un presupuesto anual de unos 100 millones de euros. Mantengámosla durante cinco años para empezar, y será un gasto de 500 millones más para tener corresponsales que atiendan los principales centros de investigación del mundo, que monitoricen los journals científicos y que den voz en los medios a los investigadores españoles.

Nos quedan 52.415.000.000 €.

Habiendo creado el programa de educación y divulgación científica más ambicioso de toda la Historia de la Humanidad, quedaría sin embargo suficiente para el viaje a Marte de 50 mil millones de euros que propone Daniel Marín, o para financiar la vía ultrarrápida al reactor de fusión que menciona Francis Villatoro también en 50 mil millones.

Y quedan 2.415 millones de euros para que usted sueñe con gastárselos.

Porque soñar no cuesta nada. Aunque lo otro… lo otro sí que va a costar.

+ Laboratorios de primera para 29.306 centros no universitarios

3.000.000.000

+ 5 viajes anuales de estudios para 7 millones de alumnos

21.000.000.000

+ Reciclaje de 650.000 docentes para la educación científica

13.000.000.000

+ Un telescopio y un microscopio para 7 millones de alumnos no universitarios

9.450.000.000

+ Ferias de ciencias a todo lujo para todos los alumnos

560.000.000

+ 5 programas de 26 episodios calidad “Cosmos: una odisea en el tiempo y el espacio”

65.000.000

+ Programas de radio

10.000.000

+ Agencia de información científica 5 años

500.000.000

Total

47.585.000.000

Remanente para otras cosillas

52.415.000.000

Datos sobre número de docentes, instituciones y alumnos tomados de http://www.educacion.gob.es/horizontales/estadisticas/indicadores-publicaciones-sintesis/cifras-educacion-espana/2012.html

Nota: Este es el tercer artículo de una serie en la que preguntamos a varios científicos que harían en sus diferentes campos con 100.000 millones de euros.

1. ¿Qué haría Daniel Marín con 100.000 millones de euros?

2. ¿Qué haría Francis Villatoro con 100.000 millones de euros?

3. ¿Qué haría Mauricio-José Schwarz con 100.000 millones de euros?



Por El Nocturno, publicado el 12 junio, 2012
Categoría(s): Divulgación