Interacciones ecológicas y geopolíticas en nuestra boca. 1ª Parte

Por José Jesús Gallego, el 27 agosto, 2014. Categoría(s): Biología • Divulgación

En este texto se presenta la introducción a una especie de “cuento” en el que tendrás que utilizar tu imaginación. Exploraremos una imaginaria boca, primero en un vuelo de reconocimiento para luego centrarnos en distintas zonas donde ocurren procesos de sinergia polimicrobial o procesos de interacción entre las bacterias que forman el microbioma. Sobre esas zonas hablaremos en futuras entradas.

Si pudiésemos reducir nuestro tamaño y entrar en la cavidad oral humana para observar a todos los microorganismos que allí viven, formando la microbiota oral, quizás esperásemos ver una especie de selva llena de todo tipo de microbios. Estos irían correteando entre las papilas gustativas, a modo de chimeneas de hadas, sobre un húmedo desierto rojo. En las altas cumbres blancas, comunidades de bacterias estarían perforando el duro diente en busca de alimentos y refugio, como cabras montesas… Pero no, seguramente lo que viésemos tendría poco de “sistema natural salvaje” tal como se suele entender, así que empecemos el viaje…

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La luz que marca el aviso para los cinturones de seguridad se acaba de apagar, el piloto de la nave nos indica que podemos elevar las persianas para observar el paisaje sobre el que volamos, nuestra nave acaba de entrar en la cavidad oral. La superficie se une en el cielo como si se tratase de un enorme hábitat espacial, bordeando la entrada se elevan unas enormes estructuras blancas que se clavan en el suelo y el techo, formando un sistema de cordilleras, afiladas en la entrada y más gruesas a medida que se pierden en la oscuridad interior. Nuestra nave vuela sobre estas montañas, mejor conocidas como dentadura, a medida que nos acercamos podemos identificar sobre y sobretodo entre ellas, una intensa actividad de minería a cielo abierto. Parece que en las explotaciones trabajan microorganismos de diferentes especies utilizando los azúcares que llegan con el alimento como combustible y generando gran cantidad de residuos. Estos desechos son ácidos y según parece poco a poco van degradando el diente. Algunas de las minas que podemos ver son ya bastante grandes y llegan a ennegrecer enormes superficies, el piloto comenta que cuando estas son muy profundas sólo algunas bacterias, especialmente adaptadas a la acidez y a la falta de oxígeno, pueden seguir trabajando allí.

Superficie de un diente, microscopia electrónica
Superficie de un diente, microscopia electrónica

Mientras seguimos descendiendo los enormes picos blancos, algunos de los pasajeros comentan sorprendidos la presencia de lo que parecen estructuras habitadas. En la falda de las montañas, mejor dicho dientes, podíamos ver enormes megalópolis, no sólo compuestas por distintas especies, sino por géneros e incluso microorganismos de distintos reinos. La nave redujo su velocidad, y un investigador que se estaba preparando para bajar nos indicó que aquello no era algo casual ni se trataba de una estructura tipo hormiguero. Se trataba de altísimos rascacielos donde las tareas de mantenimiento, limpieza, defensa y reparto de nutrientes estaban totalmente distribuidas y organizadas. Estructuras tan sólidas que resistirían casi cualquier ataque. Dicho esto se unió a su equipo de exploración y fue desplegado sobre la megalópolis microbiana.

A las afueras de estas enormes metrópolis pudimos ver que algunas zonas cercanas a la base de la montaña sufrían algún tipo de inflamación. La zona de la encía estaba más roja y podíamos ver salir de allí mucha cantidad de desechos. Ante la duda de que se tratase de otro tipo de asentamiento, se decidió enviar a otro grupo de exploración. Podíamos verles descender al espacio que separaba la encía del diente mientras nos alejamos en dirección a la oscuridad, el silencio se apoderó de toda la tripulación, era una de esas misiones no planificadas que entrañaban mucho peligro.

No pasó mucho tiempo hasta que la visión de algo increíble nos hizo olvidar todos los miedos, bajo nosotros se extendía un enorme paisaje de aguas y rojas estructuras puntiagudas sobre un suelo que no dejaba de moverse violentamente. Como una marea sin fin, el líquido que forma la saliva se retiraba dejando a la vista miles de puntiagudas estructuras, eran las papilas gustativas. Pero igual que aparecían volvían a desaparecer bajo este líquido… Un líquido lleno de vida y moléculas como la lizosima, las inmunoglobulinas, la muramidasa o la lactoferrina. Todas ellas moléculas y proteínas que rápidamente eliminaban a bacterias llegadas desde el exterior, sólo los microorganismos autóctonos eran capaces de sobrevivir en estas aguas.

Superficie de la lengua vista con microscopía electrónica
Superficie de la lengua vista con microscopía electrónica

Más allá de la lengua en una de las zonas más oscuras de la boca, donde el rojo suelo se elevaba dejando un gran hueco frente a las montañas más grandes, llamadas muelas, existía una comunidad especial. Se trataba de microorganismos eucariotas, las llamadas levaduras. Su principal representante el hongo cándida parecía formar una comunidad con algunas bacterias de un modo distinto al que vimos anteriormente. Por el interés que aquello tenía, allí iría otro de los equipos de exploración. El resto de tripulación nos quedamos en una estación permanente colocada dentro de una de las enormes muelas, parecía ser un lugar artificial camuflado en el resto de la dentadura. Nada más llegar y antes de hablar sobre los detalles de nuestra misión, el jefe de la estación nos habló del “mundo” al que habíamos llegado.

Bienvenidos a la boca, el segundo ecosistema más rico en biodiversidad microbiana del cuerpo humano. Tenemos virus, hongos, protozoos, bacterias y arqueas. La mayoría de estos seres viven sin causar ningún problema, son comensales inofensivos o en algunos casos oportunistas que sólo atacan cuando el sistema inmune se ve comprometido.

Hablamos de más de 1000 especies bacterianas, de las que aproximadamente sólo la mitad es cultivable en condiciones in vitro, por eso hay que observarlas in vivo. Además de ser muy numerosas, las bacterias nos interesan por ser responsables de las dos enfermedades bacterianas más comunes entre los humanos: la caries dental (caries) y la periodontal (de las encías).

Aunque la caries y la periodontitis son claramente enfermedades bacterianas, no lo son en el sentido clásico, ya que son el resultado de una compleja interacción entre la microbiota comensal, que vive en la zona en condiciones habituales, la susceptibilidad del huésped y los factores ambientales como la dieta y el tabaquismo. La periodontitis, en particular, parece ser el resultado de una reacción inflamatoria que perjudica a la microbiota normal, fomentando la presencia de algunas especies bacterianas asociadas a la enfermedad.

Como veis las enfermedades más comunes aquí no son un tema simple, no pueden asociarse, normalmente, a la presencia o ausencia de una sola especie. Estamos ante un ecosistema muy complejo, por ejemplo los virus que viven en la boca son en su mayoría bacteriófagos que infectan a bacterias, constituyendo indirectamente una barrera defensiva frente a la entrada de bacterias externas.

A toda esta variedad de bacterias y virus se les unen protozoos y hongos. Entre los protozoos más famosos tenemos a la ameba Entamoeba gingivalis y al flagelado Trichomonas tenax. La presencia de estos protozoos se eleva en personas con una mala higiene bucal o con enfermedad gingival. En otros tiempos se les tachó de patógenos responsables de varias patologías, a día de hoy se les considera inofensivos. La única razón para que su número aumente, es nutricional e higiénica, si los restos de alimentos se acumulan fomentan el aumento de poblaciones bacterianas, este crecimiento desmesurado de bacterias y desechos es básicamente el alimento favorito de los protozoos. Podéis ver que como en cualquier ecosistema unas poblaciones interactúan con de forma compleja y casi siempre difícil de predecir.

Por último no podemos olvidarnos de los hongos, se han encontrado hasta 85 géneros distintos en la boca de personas sanas, no sabemos bien como llegan aquí, si es por esporas o a través de la comida ya colonizada. Lo que si sabemos es que su presencia aumenta con la edad. Son responsables de bastantes enfermedades algunas de ellas crónicas.

Como veis estamos ante un tema muy amplio y complejo, la complejidad no se aleja demasiado de la que encontraríamos al estudiar un ecosistema rico en biodiversidad, ya sea uno marino o uno terrestre. O mejor dicho, puede que sea peor ya que aquí tenemos varios nichos distintos. Así que será mejor que descansen para el trabajo que tendrán que realizar.

Referencias científicas y más información:

The oral microbiome in health and disease William G. Wade∗ King’s College London Dental Institute, Microbiology Unit, Floor 17, Tower Wing, Guy’s Campus, London SE1 9RT, UK Pharmacological Research

Volume 69, Issue 1, March 2013, Pages 137–143



Por José Jesús Gallego, publicado el 27 agosto, 2014
Categoría(s): Biología • Divulgación