El Museo de Historia y Antropología de Tenerife o cómo crear una casa encantada

Por Colaborador Invitado, el 18 septiembre, 2014. Categoría(s): Sin categoría

Las casas encantadas y las visiones de fantasmas constituyen fenómenos clásicos en la actual subcultura popular paranormal. Casi cada ciudad o pueblo tiene uno o varios inmuebles encantados donde mora un fantasma o entidad transmundana anclada a ese ámbito. La creencia en fantasmas o en los espíritus vagantes de los muertos es tan antigua, probablemente, como la propia especie humana consciente de la existencia de una voz interior o de un remanente psíquico de los fallecidos en forma de recuerdo en los supervivientes.

Recordemos la disquisición que sobre la existencia del alma lleva a cabo Platón por medio de Sócrates en Fedro (81d):

Pero hay que suponer, amigo mío -dijo-, que eso [el cuerpo] es embarazoso, pesado, terrestre y visible. Así que el alma, al retenerlo, se hace pesada y es arrastrada de nuevo hacia el terreno visible, por temor a lo invisible y al Hades, como se dice, dando vueltas en torno a los monumentos y las tumbas, en torno a los que, en efecto, han sido vistos algunos fantasmas sombríos de almas; y tales espectros los proporcionan las almas de esa clase, las que no se han liberado con pureza, sino que participan de lo visible. Por eso, justamente, se dejan ver.

Los fantasmas clásicos son distintos de los de la Edad Media o los del siglo XIX en la etapa victoriana. Estas apariciones han ido variando su aspecto físico, así como las intenciones y funciones que se les atribuyen, en estrecha relación con creencias generales en torno a la religión y la ciencia (Finucane, 1996).

En el siglo XX, estas manifestaciones parecen estar fuertemente influidas por las producciones cinematográficas de terror y por la industria cultural de los misterios en forma de libros, revistas, programas de radio y televisión en los que la orientación predominante consiste en una exposición de los supuestos hechos sin duda ni sospecha crítica alguna. Un ejemplo destacado en la literatura especializada es el de una casa de Amityville, en el condado neoyorquino de Suffolk, donde en 1974 tuvo lugar una masacre familiar. Los nuevos propietarios huyeron poco después aduciendo innumerables sucesos paranormales. Otros habitantes posteriores no percibieron nada. Según Carroll (sin fecha), se trató de una pareja que aprovechó el suceso para contar la historia de encantamiento y desaparecer por no poder hacer frente a la hipoteca. Aun así, la casa encantada de Amityville es famosa en todo el mundo gracias a los medios de comunicación, es visitada por miles de turistas al año y es uno de los ejemplos clásicos siempre citados por los investigadores de lo paranormal.

Los fantasmas se aparecen en lugares liminales. Sus manifestaciones indirectas consisten en extraños sonidos, movimiento de objetos (poltergeists), olores, cambios en la temperatura, corrientes de aire, sensación de presencias y otras percepciones. Cuando son los propios fantasmas los que se dejan ver lo hacen por medio de formas vaporosas que surgen y se desvanecen, y normalmente se asocian con algún fallecido reconocible.

Las diversas versiones de la leyenda fantasmal del Museo de Historia y Antropología de Tenerife

La leyenda del palacio encantado de Lercaro en La Laguna, actual sede del Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHAT de ahora en adelante), es una especie asentada en Internet y entre los aficionados canarios a los misterios paranormales; basta hacer una búsqueda en la red usando las palabras adecuadas para que aparezcan numerosos enlaces en los que este rumor queda colocado como un elemento más del repertorio de productos culturales que ofrece el inmueble, al margen de que no haya ninguna referencia explícita al mismo entre sus vitrinas y paneles, como es lógico.

El palacio Lercaro recibe este nombre por la familia de comerciantes genoveses que se asentaron en la isla tinerfeña, concretamente en La Laguna, en el siglo XVI. El inmueble sufrió diversas remodelaciones en siglos posteriores y se le dio diversos usos, como albergue militar, facultad de Filosofía y Letras y algunas de sus dependencias fueron establecimientos de zapatería y carpintería, entre otros oficios, hasta que fue adquirido por el Cabildo de Tenerife, que procedió a su restauración entre 1979 y 1985 para abrirlo al público como Museo de Historia en 1993. Posteriormente, el Museo de Antropología de la Casa de Carta en Valle de Guerra (La Laguna) se trasladó también a las mismas dependencias.

Museo de Historia y Antropología de Tenerife (La Laguna, Tenerife). Foto Ricardo Campo
Museo de Historia y Antropología de Tenerife (La Laguna, Tenerife). Foto Ricardo Campo

Los edificios antiguos y relevantes que son restaurados para cumplir una función cultural suelen acoger relatos de este tipo. Es el caso, por ejemplo, del palacio de Linares, actual Casa de América, y del Museo Reina Sofía, ambos en Madrid (Díaz, 2008: 292).

Las dos primeras referencias escritas sobre los presuntos fenómenos que ocurren en la casa Lercaro son las de Fajardo (2002) y González (2002).

  • Enigmas Express, Héctor Fajardo, 2002.

Fajardo (2002) relata que:

Catalina, supuesta hija de Antonio Lercaro, fue obligada a casarse con un hombre mayor que ella, que gozaba de una buena posición y gran riqueza. Este matrimonio de conveniencia no fue del agrado de ésta, que el mismo día de su boda decidió quitarse la vida arrojándose a un pozo que se encuentra en el patio de la casa (actualmente tapiado). Según la leyenda su cuerpo continúa enterrado en una de las estancias del museo, debido a la negación de la iglesia de enterrarla en campo santo.

Añade que esta historia es por muchos conocida al ser popularizada por las “Noches de terror”, representaciones que organizaba un grupo de teatro a finales del pasado siglo y principios del actual basadas en la propia leyenda fantasmal. Esta iniciativa del Museo, además de propiciar un aumento de la popularidad y visitantes, “desencadenó nuevas experiencias” (González, 2011: 202).

A continuación Fajardo expone el testimonio de Bernardo Parrilla, uno de los empleados más veteranos del Museo ya jubilado, directamente relacionado con los fenómenos extraños que al parecer ocurren en el inmueble:

Ya nos íbamos, solo faltaba subir unas vigas al piso de arriba, así que las cogí y me las cargué al hombro, el director había cerrado todas las puertas y colocado un tablón para reforzarlas, así que tenía que dejar el material en el suelo y abrir de nuevo todas las puertas, mientras lo hacía, muy enfadado y maldiciendo mi suerte, las puertas se abrieron todas a la vez con tanta fuerza que hasta el tablón que las sujetaba salió disparado.

Una recepcionista del Museo, Elizabeth M. L., le contó a Fajardo que:

Allí nos encontrábamos un miembro de la seguridad, la señora de la limpieza y yo, los tres nos hallábamos en la planta baja cuando, de repente, oímos un gran estruendo en el piso de arriba, creímos que una de las pesadas vitrinas había caído al suelo, pero para nuestra sorpresa, cuando subimos, todo estaba en perfecto orden.

Por su parte, un encargado de la vigilancia informó de que en ocasiones, mientras hace la ronda, la temperatura del lugar sube y baja rápidamente. Los vigilantes de seguridad son protagonistas habituales de este tipo de relatos extraños. Así en el caso de un vigilante nocturno del Museo Reina Sofía de Madrid, que aseguró haber visto comitivas de frailes y monjas por los pasillos, motivo por el cual habría pedido el traslado a otro museo de la capital tras una baja médica (Díaz, 2008: 46). O el testimonio similar de los que prestaban su servicio en la sede de la Diputación de Granada (Pedrosa, 2004: 116).

El lugar especial del actual MHAT parece ser la antigua cocina, que produce escalofríos y sensación de incomodidad a quienes acceden a ella, mientras que las “alteraciones electromagnéticas y de temperatura son evidentes en esta habitación”, ya que a la gente se le eriza el pelo y sienten frío. Y una sensitiva tuvo que abandonar precipitadamente el lugar porque sentía mucho dolor y notaba la presencia de tres personas, y porque “en la cocina habían torturado a una chica quemándole los brazos”. Al parecer, añade Fajardo, cuando se realizaron las obras de remodelación del edificio se encontraron los restos de tres personas enterradas cerca de la entrada principal, circunstancia negada rotundamente por el arquitecto y por la subdirectora del Museo.

Por último, Fajardo deja constancia de lo que habría presenciado Esther G. C.:

Había dejado un vaso de cristal en una de las mesas del piso de arriba, cuando subí a buscarlo se encontraba en el otro lado de la habitación hecho añicos, lo que era totalmente imposible ya que el vaso nunca pudo haberse caído de la mesa porque ésta tenía un bordillo muy alto. También se escuchan pasos invisibles desde la sección VI del Museo hasta donde se encuentra una vitrina con un Cristo.

En este mismo lugar una familia grancanaria sintió “muy malas vibraciones” y decidió interrumpir su visita al Museo. Este comentario hace referencia al testimonio recogido por González referido a “Antonio G. G.”, su mujer, un matrimonio amigo y la hija de éstos:

En todo momento tuvimos la sensación de sentirnos observados, hasta el punto de pensar que otro grupo de personas estaba visitando el museo en ese momento, aunque estábamos solos en la planta alta. Los chasquidos, pasos y ruidos de puertas que se abrían o cerraban nos acompañaron durante los diez minutos que aguantamos arriba, con un frío inusual que contrasta con la calidez del resto de la casa. Tan sólo yo sabía algo de la historia de fantasmas del museo, pero a la vista de la inquietud que teníamos, no dije nada. Lo peor vino a la salida, cuando la hija de nuestros amigos, de ocho años, nos dijo que había visto a una mujer de blanco mirando por la ventana. Y allí no había nada (González, 2011: 206).

También según Fajardo, un vigilante de seguridad y un jardinero comentaron que una muchacha los observaba desde el granero, para desaparecer a continuación. En ese momento el Museo de encontraba cerrado al público.

En un recuadro aparte del artículo periodístico de Fajardo se nos informa de que el Consejo Consultivo de Canarias, el edificio contiguo al Museo, también está encantado porque “más de treinta empleados de seguridad se han dado de baja en menos de dos años, acosados por los espectros que los instan a irse del lugar. El secretismo es evidente -finaliza Fajardo- y se les ha prohibido hablar”[1].

Fajardo añadió algunos detalles interesantes en una entrevista personal que mantuvimos en La Laguna en febrero de 2011.

  • Recordó los testimonios recogidos para el artículo de Enigmas Express, como la anécdota de una empleada de la limpieza que dialogaba con el cuadro de Lercaro que hay en la antigua cocina.
  •  Mientras entrevistaba a Bernardo Parrilla una voz se coló en la grabadora: decía simplemente “¡no!”, de forma enérgica. Un experto en “psicofonías” le confirmó el origen “paranormal” de esa voz, que ahora él achaca simplemente a la casualidad, a la simple posibilidad de que su entrevistado, él mismo u otra persona relativamente cercana emitiera ese monosílabo en el curso de la conversación si recordarlo posteriormente.
  • Parrilla también le transmitió el rumor de que, durante la remodelación del inmueble se encontraron tres esqueletos, circunstancia que el arquitecto silenció (es probable que esta especie haya sido transmitida con la finalidad de dotar de un cuerpo real a nuestro personaje imaginario debido a que, al suicidarse, Catalina no habría sido enterrada en un cementerio o en una iglesia, es decir, en suelo consagrado).
  • A través de su novia, Fajardo contacto con una “sensitiva” que tuvo que salir del Museo indispuesta debido a que detectó que en la cocina habían torturado a una chica. Fajardo reconoció que tenía conocimiento de los rumores que corrían en torno a la casa.
  • Por su parte, el Organismo Autónomo de Museos y Centros habría aconsejado a sus empleados que no hablaran de la leyenda de Catalina, detalle que no encaja con la posterior promoción de las “Noches de terror” celebradas en el Museo.
  • Fajardo también me confesó que el rumor del traslado de la familia Lercaro a La Orotava por miedo al fantasma de Catalina fue un rumor que él mismo inventó para añadir dramatismo a su artículo de Enigmas Express. Y tuvo éxito, por cuanto David Heylen lo citó, sin crítica alguna, en el programa Cuarto milenio, al que me referiré más adelante.

Fajardo contribuyó, por tanto, a que la leyenda de Catalina se convirtiera en un consumible apto para los medios especializados en misterios.

González se limita a contar la misma versión, indicando que el matrimonio de conveniencia a que fue obligada Catalina propició el dramático final [el suicidio de la novia] tirándose al pozo de la casa vestida con su traje de novia, lo que “dio paso a las atormentadoras apariciones fantasmales de la suicida, que han perdurado a través del tiempo hasta el punto de haber sido presenciadas por empleados de las instalaciones, especialmente vigilantes nocturnos” (González, 2002: 123). Finalmente, hace referencia a los sucesos de Consejo Consultivo de Canarias, donde, a principios de los noventa circularon “historias de ruidos extraños, gritos, lloros e incluso disparos que podían ser claramente percibidos al caer la noche” (González, 2002: 124).

A partir de estos dos artículos de Fajardo y González, otros interesados se acercaron al Museo con la intención de documentar el pretendido enigma, ya fuera tomando información sin citarlos, ya fuera con la panoplia habitual de elementos tecno-ocultistas en las representaciones que los investigadores del misterio suministran a los aficionados.

En diciembre de 2003 González abunda en el rumor y publica un artículo titulado “El espectro de Catalina” en un monográfico sobre “casas encantadas” de la revista Más Allá. El contexto de la revista es propicio para que los rumores tomen carta de naturaleza y apenas se sugieran motivos de duda o sospecha. Al describir el patio interior del inmueble al que se accede a pocos metros de la entrada asegura:

Desde este luminoso patio, flanqueado por espectaculares cristaleras, se accede a un pozo –hoy cegado- en el que se produjo el fatal suicidio, y la cocina de servicio, en la actualidad foco de continuos fenómenos (González, 2003).

El citado pozo nunca fue tal: se trata de un brocal transportado desde la localidad de La Orotava para simular la existencia del pozo al que se refiere el rumor. Y tampoco existe constancia de que se produjera suicidio alguno en el lugar. Los testimonios de lo anómalo han aumentado, señala el autor:

Su actual utilización como museo de historia ha permitido incrementar el número de personas que afirman haber sido testigos de hechos insólitos, una circunstancia que no afecta sólo al personal que trabaja en las instalaciones, sino también a numerosos visitantes (González, ibid.).

Brocal del supuesto pozo en el que se habría arrojado Catalina. Foto Ricardo Campo
Brocal del supuesto pozo en el que se habría arrojado Catalina. Foto Ricardo Campo

La auténtica causa del aumento de visiones y experiencias, aun siendo fácil de imaginar, no se sugiere; al contrario, el lector tenderá a presuponer que existe un fenómeno real e independiente de las expectativas y creencias previas de cada testigo.

La actual plantilla del centro admite que “de vez en cuando suceden algunas cosas extrañas, principalmente pasos y ruidos, aunque nada que nos impida trabajar con normalidad”. Y es que los presuntos fantasmas se han convertido en “un atractivo más del museo, por el que mucha gente pregunta” (González, ibid.).

Las “Noches de terror”, que tuvieron lugar en 2000, son un ejemplo de la utilización del rumor fantasmal para promocionar la existencia del museo y atraer visitantes. Es probable que contribuyeran al fortalecimiento y propagación del rumor.

Ese mismo año el periodista local Domingo Barbuzano se ocupa de los encantamientos del Museo, asegurando que, según diversos testimonios anónimos:

Una de las chicas encargadas de la biblioteca del Museo vio sentada a una mujer, mirándola fijamente y desapareciendo al percatarse de su presencia. Un joven apoyó el testimonio con lo que presenció un día: “Jamás olvidaré aquella mañana, cuando vi pasar un bulto blanco muy luminoso con forma de mujer”. Otro empleado añadió: “Vi una nube blanca que se puso a mi lado, pero al prestarle atención se esfumó” (Barbuzano, 2003; citado también en González, 2011: 206).

Por lo demás, se limita a repetir lo ya dicho por Fajardo.

  • Serie televisiva Phenomena (Televisión Autonómica de Canarias). Programa dedicado a las casas encantadas emitido en 2006.

Uno de los entrevistados, Juan Carlos Romero, señala que:

Yo creo que el caso estrella [de las casas encantadas] y ciñéndonos al archipiélago canario, o uno de los estrella, puede ser el caso de la casa Lercaro de La Laguna, el actual Museo de Historia de Tenerife, donde se dice, y hay muchos testimonios de personas, que afirman haber visto el espectro o el fantasma de la difunta Catalina que residió en esa casa siglos atrás, y dice la leyenda que murió de forma trágica arrojándose a un pozo, y afirman hoy en día muchas personas, incluso algunos trabajadores del lugar, que ella se sigue apareciendo por los pasillos (asiente con la cabeza al mismo tiempo).

A continuación Héctor Fajardo apunta que:

Esa mujer se aparecía desde un granero, desde una de las estancias del Museo, y observaba directamente al testigo, incluso algunos testimonios afirman que esta silueta femenina los saludaba desde el interior.

Y de nuevo Juan Carlos Romero aporta algunos detalles:

El espectro de lo que parecía una mujer joven se alarga, porque no anda, solamente se va extendiendo por los pasillos del Museo, por la parte superior llegando hasta el lugar donde hay un pequeño espejo y en el momento en que se refleja, o que se muestra al espejo, es cuando se desvanece. Otro testimonio habla de que se acerca hasta un crucifijo de Luján que tenemos en el Museo y que ese crucifijo es donde hace un alto en su camino.

  • Milenio 3 (Cadena SER), programa 42, 8ª temporada, 20 de junio de 2009.

El programa radiofónico Milenio 3, presentado por Iker Jiménez, tuvo para la ocasión como invitado a José Gregorio González, que inició su participación indicando que el caso “es un clásico del misterio en las Islas Canarias”.

A continuación introdujeron un breve fragmento de una entrevista a María Dolores Chinea, subdirectora del Museo, de tal forma que pareció avalar las palabras previas de un vigilante de seguridad que vio una mujer en el patio por la noche. Chinea es realmente escéptica respecto a este tipo de relatos, aunque no quede de manifiesto en el documental. Jiménez, previamente, había dicho que “esta mujer [la subdirectora], con su responsabilidad, veamos lo que cuenta”.

González indica que la rehabilitación del inmueble supuso “un punto de inflexión importante para la calle San Agustín ya que estas historias empezaron a tener nombres y apellidos”, y se refiere a continuación, de nuevo, al Consejo Consultivo de Canarias, donde también se producen historias muy similares. “Parece que la zona en su conjunto viene marcada por esa tradición de estar tocada por leyendas fantasmales”, asegura González. Un antiguo miembro del Consejo Consultivo cuenta que una de las historias sobre ruidos raros protagonizadas por uno de los vigilantes se debió a una máquina de fax al ponerse en funcionamiento por la noche. Los invitados al programa no comentaron nada al respecto.

A continuación Pablo Villarrubia, otro de los invitados, cita la anécdota de una mujer de la limpieza que observó en un espejo un espectro que pasó por detrás de ella. El presentador interrumpe para decir que “es de lo más aterrador que ha escuchado en tiempo”. Esta experiencia habría tenido lugar en 2007, según González (citado también en González 2011: 205). Este mismo autor hace notar que, después de diversas investigaciones, no se ha encontrado registro alguno en el que figure una Catalina.

Hay varias mujeres, pero ninguna que se ajuste a ese perfil.

Villarubia apunta a una tal Úrsula, que, según el libro de Lorenzo Santana El secreto de los Lercaro, habría muerto en “circunstancias extrañas” (en realidad no se sabe cómo murió, como reconoce poco después, importante detalle que parece ser calificado como “circunstancias extrañas”). González explica a continuación las pruebas que realizaron en forma de grabaciones y mediciones a la búsqueda de alguna señal que les pudiese dar una pista; y la hallaron: estando presente un “sensitivo” o “dotado” a la entrada de la antigua cocina -lugar propicio según los rumores-, se produjo una “inclusión” que se repite varias veces y que se asemeja al ruido de una rueca o máquina de coser (citado también en González, 2011: 207).

Los invitados especulan con que puede tratarse del sonido de una máquina Singer o un problema con el motor del MiniDisc, para el que habían improvisado (sic) una jaula de Faraday (en realidad una caja recubierta con papel aluminio). En marzo de 2011 consulté a la subdirectora del Museo este detalle y me confirmó que hay varias máquinas de coser almacenadas entre los fondos y colecciones del Museo.

Antigua cocina de la casona de los Lercaro, una dependencia más del actual Museo de Historia y Antropología de Tenerife donde se detectan “presencias extrañas” por los predispuestos. Foto Ricardo Campo
Antigua cocina de la casona de los Lercaro, una dependencia más del actual Museo de Historia y Antropología de Tenerife donde se detectan “presencias extrañas” por los predispuestos. Foto Ricardo Campo
  • Cuarto Milenio (Cadena Cuatro), octubre 2009.

El reportaje televisivo lleva por título Lercaro: el palacio encantado. Una voz en off nos relata que, en realidad, todo empieza a partir de los años noventa del pasado siglo cuando, con motivo de la restauración del inmueble, los obreros oían ruidos y notaban presencias. Así creció la popularidad de esta historia en las últimas dos décadas. Según el narrador del reportaje, parece que esos fenómenos forman parte de la casa desde sus orígenes hasta hoy, es decir, que no es un rumor inicial luego olvidado y rescatado en los años noventa del siglo XX.

A continuación relatan los testimonios de un vigilante de seguridad que vio a una mujer en el patio y el de una encargada de la limpieza que vio en un espejo frente al que se lavaba las manos cómo por detrás, fuera del baño en el que se encontraba, pasaba una sombra parecida a una chica vestida de blanco. A ello hay que sumar otros que perciben olores, todo ello porque “existen personas que tienen desarrollada la parte de su cuerpo que percibe estas cosas”, según uno de los investigadores invitados.

Interviene a continuación la subdirectora del MHAT María Dolores Chinea, y aclara que los responsables del Museo realizaron una investigación genealógica y no consiguieron hallar a ninguna Catalina que encaje con la de la leyenda. Además, “los fantasmas se cuelan por las rendijas que deja la crítica científica”, apunta con algo de ironía.

Se explica a continuación el motivo por el que los investigadores invitados al programa, comandados por José Gregorio González, realizaron sus experimentos en el Museo:

Llevar a cabo pruebas psicofónicas en el mismo pasillo donde varios testigos se toparon con lo sobrenatural; y, como era de esperar, algo sucedió: una de las grabadoras captó un desconcertante sonido.

Uno de los parapsicólogos pregunta “si hay algún ente manifestándose en esta casa”. El equipo técnico para la ocasión consistía en “dos cámaras de infrarrojo en circuito cerrado en dos habitaciones y un detector de iones para captar lo que es el cambio de volumen, si hay, en la habitación”. También colocaron “una grabadora para intentar coger alguna psicofonía”.

Después del reportaje en el MHAT, el programa pasa a continuación a plató, donde el presentador se refiere a la anécdota del sonido de rueca que habría captado un MiniDisc durante la jornada nocturna de investigación, cosa que a él también le ha ocurrido en otras ocasiones. Un técnico de sonido explica que si el micrófono está muy cerca y en completo silencio llega a captar el propio sonido del mecanismo interno del aparato en funcionamiento.

  • Ángulo 13 (Radio Aguere, La Laguna). Programa Secretos de los Lercaro, con el invitado Lorenzo Santana, 27 de noviembre de 2010.

Según el conductor del programa, la sensación que hay en La Laguna es que Catalina Lercaro recorre aún hoy en día los pasillos del palacio de Lercaro. Según Lorenzo Santana, la versión más antigua de la leyenda es que la familia casa a la chica con un pirata al cual ella no quiere y se quita la vida tirándose a un pozo. Inicialmente esta muchacha no tenía nombre en la leyenda; más tarde se añade el de Catalina. Ni siquiera el pozo se hallaba en el lugar (había un aljibe para recoger agua de lluvia), ya que éste fue traído de la casa del pirata Amaro Pargo, en el barrio orotavense de Machado. También hay versiones que aseguran que el cuerpo apareció flotando y otras que desapareció, añadidos a partir de un hecho inicial que se deforma por medio de contribuciones particulares: variantes de la leyenda, en expresión de Santana. Según este mismo investigador, hay varias jóvenes en el árbol genealógico de la familia Lercaro pero ninguna coincide con la de la historia. Quizá una tal Úrsula, que fue casada por conveniencia con Pedro de Nava, segundo hijo de los marqueses de Nava. Se desconocen las circunstancias de su muerte, y tampoco hay constancia de que le desagradara el matrimonio.

Por último, Santana se hace eco del rumor de que la familia Lercaro, tiempo después de los hechos iniciales, habría huido a La Orotava atosigada por las presencias extrañas de la casa. En realidad, aclara, era habitual que, dadas las malas condiciones económicas de La Laguna en el siglo XIX, muchas familias se marcharan a La Orotava, a Santa Cruz o a Gran Canaria. Este detalle fue introducido por el periodista palmero Héctor Fajardo, como quedó indicado anteriormente. Se trata de un exitoso motivo añadido a la leyenda para reforzarla.

  • Visita guiada al MHAT. Enero de 2011.

El 28 de enero de 2011 acudí a una de las visitas guiadas que se realizan una vez al mes por la noche en el MHAT con la finalidad de averiguar el tratamiento que recibía la leyenda. La guía contó la versión estándar de la leyenda de Catalina, pero inmediatamente proporcionó a los asistentes una versión racional de los rumores: el pozo por el que se habría arrojado la protagonista no es tal, es sólo un brocal de pozo traído desde La Orotava para adornar el lugar de la leyenda. “La historia del fantasma que les acabo de contar es muy llamativa sobre todo para los niños y para los asiduos a Cuarto milenio”, comentó con cierta ironía. Añadió que, después de una exhaustiva investigación llevada a cabo por el Museo, no se pudo localizar a ninguna joven que encajara, más allá de un caso en el que una muchacha habría muerto repentinamente sin poder recibir los auxilios espirituales y sin testar. “¿Tiene aquí su origen esta leyenda?”, se preguntó. Por último, calificó de bulo el que el personal de seguridad hubiera visto el fantasma en alguna ocasión, y que ella lleva seis años trabajando en el Museo y “jamás ha sentido nada”. “Las casas antiguas crujen, hacen ruidos y hay muchos pasillos con corrientes de aire, y una imaginación exaltada…”, terminó señalando.

  • Canarias territorio del misterio. José Gregorio González. 2011.

En este libro, en realidad una recopilación de artículos previamente publicados en la prensa local, González hacer constar el “aumento de las experiencias extrañas (tenues lamentos, susurros y caricias) a partir de las noches teatrales de terror”, entre cuyos protagonistas se encontraron algunos actores y personal de noche del Museo. El autor se hace eco de otra versión sobre el origen de estos fenómenos a la que también se refirió en su artículo de 2003 (González, 2003): las almas de los esclavos guanches obligados a trabajar en la construcción de la primera vivienda sobre la que luego se erigió el palacio de los Lercaro, e indica que la casa ha padecido el estigma de ser considerada encantada a lo largo de su historia (González, 2011: 203)[1]

Aspectos teóricos y crítica del rumor paranomal del MHAT

El caso del rumor fantasmal del MHAT se asemeja a tantos otros de la literatura popular y crítica al respecto (véase Nickell, 1995: 39-107; Nickell, 2012; Finucane, 1996; Radford, 2010a). Se trata, en último término, de una colección de anécdotas a las que los aficionados al misterio han dotado de carácter probatorio. Como se deduce de la exposición de las diferentes versiones de la leyenda en el apartado anterior, no hay basamento teórico para cada fenómeno que los investigadores consideran extraño o misterioso. ¿Cómo y por qué conectan los supuestos fenómenos del Museo con otros ocurridos en otro lugar? ¿Por qué a cada interesado particular le da la impresión de que uno y otro se asemejan? ¿Es posible una taxonomía de estos borrosos fenómenos, muestrario de relatos inconexos? ¿Cómo descubrir patrones? Como han señalado los críticos en diversas ocasiones, el plural de anécdota no es evidencia.

¿Cómo proceden los cazadores de fantasmas? Se trata de un subtipo clásico dentro de los investigadores del misterio, en la mayoría de las ocasiones simples periodistas que ignoran cómo se realiza una auténtica investigación de carácter científico. Numerosos programas de comunicación de masas ofrecen espacio a estas personas, especie de exorcistas seculares, y otros cuentan con secciones propias. A medio camino entre el conjuro decimonónico (“espíritu, ¿estás ahí”?) y la frialdad tecnológica de los CSI televisivos, son un ejemplo perfecto de la deficiente percepción popular de las técnicas de investigación científica.

Los practicantes de este periodismo del misterio tienen noticia de que en un lugar o inmueble cualquiera se producen supuestos fenómenos extraños y acuden para entrevistar a los protagonistas. Si tienen cierto poder adquisitivo, volverán provistos de aparataje técnico para detectar esas extrañas presencias, pero no sólo llevarán dispositivos tecnológicos: también llevarán una buena colección de presuposiciones sobre lo que allí ocurre. Al final, los propios investigadores paranormalistas acabarán convirtiéndose en protagonistas del caso y en parte del mismo como amplificadores de la leyenda. El éxito, paradójicamente, está en fortalecer el misterio, no en aclararlo. Ningún programa de televisión o de radio especializado en lo paranormal dará cabida a un investigador que haya logrado explicar naturalmente los misteriosos fenómenos que aparentemente ocurren en un lugar encantado.

La gran mayoría de los investigadores de casas encantadas parten de una conclusión, en realidad una creencia: la autenticidad y categoría probatoria sobrenatural de los sucesos que al parecer ocurren en el lugar. Desde esta perspectiva, buscan indicios que confirmen el rumor y seleccionan los que encajan en sus nociones. En ningún caso se justifica la esencia de esta cuestión: el problema radical que supone el uso de dispositivos electrónicos para detectar la existencia y manifestación de entidades de carácter espiritual o de otro plano de existencia. ¿Cómo es posible que esos seres cuasi inmateriales afecten nuestra realidad física hasta el punto de poder impresionar cintas magnéticas, quedar codificados en los bits de una grabadora digital, captarse en la película fotográfica y ser, por supuesto, detectables por nuestros sentidos producto de la evolución natural de las especies? Éste es el núcleo nunca cuestionado de la investigación paranormal sobre entes trasmundanos.

Los investigadores de casas encantadas toman fotos, miden la temperatura, graban sonido ambiente y filman video, siempre con las luces apagadas. Tenemos aquí una curiosa paradoja: el carácter cientifista de las comprobaciones pero su puesta en práctica en un escenario típicamente espiritista: la total oscuridad, aunque suplida con cámaras de visión nocturna. La investigación consiste en ver y en no ver al mismo tiempo. Por otro lado, los aparatos de medida funcionan científicamente sólo si la persona que los usa se comporta científicamente; un despliegue de aparataje tecnológico no valida conclusiones paranormalistas per se. Como señala Radford, presuponen que el uso de unos pocos dispositivos de medición, que ni siquiera están diseñados para detectar presencias fantasmales, dota de nivel científico a su labor, cuando la auténtica orientación crítica y explicativa se halla ausente. No se consideran explicaciones racionales para los supuestos fenómenos a los que se refieren los testimonios y las sensaciones o impresiones personales de los propios investigadores se incorporan al repertorio de pruebas, entre otras graves fallas(Radford, 2010b). Pero estos sentimientos no tienen nada que ver con el mundo exterior, más allá de las mentes de quienes experimentan una simple sensación subjetiva. Es más, las emociones asociadas a las casas encantadas pueden producirse en grupos de personas en los que el contagio desencadena efectos individualizados (Wiseman et al., 2003). En cualquier caso, la acumulación de testimonios en un inmueble encantado puede ser debida a que las personas que dicen percibir estímulos anómalos tienen conocimientos previos sobre otros hechos similares en el mismo lugar (Wiseman, ibid). En el MHAT estas experiencias se han venido divulgando al menos desde finales del pasado siglo XX.

La costumbre de trabajar a oscuras es realmente sorprendente, porque tal privación sensorial crea fenómenos, hace más receptivo al investigador inconscientemente. Según Radford, es habitual escuchar entre los propios investigadores o cazafantasmas expresiones como “Sentí una presencia triste y poderosa y me entraron ganas de llorar” o “Noté algo que no quería que estuviese aquí” y otras parecidas (Radford, 2010a: 118-119). Como es lógico, estas sensaciones no prueban nada. Estas afirmaciones, inmunes al parecer a la sugestión, la predisposición y el nerviosismo por estar en un lugar paranormal, condenan de antemano la utilidad de una investigación.

El objetivo lógico es, al contrario, evitar tal situación: si estamos ante fenómenos fronterizos (las expresiones “fenómenos fronterizos” o “ciencias de frontera” son clichés para referirse a la actividad de los interesados en los misterios sobrenaturales de todo tipo) de los que, aparentemente, desconocemos su auténtica naturaleza, su razón, origen, dinámica y leyes de interacción con nuestro medio, no podemos ponernos un velo, puesto que ya bastante velado se nos aparece esa pretendida realidad sobrenatural (véase Radford, 2010a: 125).

La presencia de médiums o dotados como expertos a los que se consulta y pide asesoramiento es también habitual, según Radford. Como ya citamos, Fajardo (2002) acudió con una sensitiva al lugar, que abandonó afligida por lo que experimentó. Y los invitados al programa radiofónico Milenio 3 también se acompañaron de otro. Radford señala que si es sabido que una vieja mujer vivió en una casa encantada en algún momento desde que fue construida (y especialmente si murió en ella), la psíquica confirmará las sospechas populares. En el caso de que hubiese vivido una chica joven en algún momento, cualquier pretendida voz femenina será atribuida a ella (Radford, ibid: 116). Si no se detectan indicios de actividad fantasmal no quiere decir que los fantasmas no existan o que la casa no esté realmente encantada: quizá es que los fantasmas no se manifestaron debido a la presencia de los investigadores.

En las referencias periodísticas y audiovisuales resumidas en la sección anterior la línea argumental está tejida con vagas suposiciones sobre hechos no comprobados o incomprobables, y en ningún momento se pone en cuestión la propia existencia del espectro productor de sonidos, caídas de temperatura y escalofríos. En particular en las entrevistas de los medios audiovisuales, además de por su propia dinámica, más superficial que la de los soportes escritos y por el público al que van dirigidas, la presentación de opiniones e impresiones personales toma el protagonismo, mientras que el análisis de las supuestas pruebas recogidas pasa desapercibido. Durante el programa que Cuarto Milenio dedicó al MAHT, en octubre de 2009, la grabación del sonido similar a una rueca adquirió un carácter importante pero no lo suficiente como para hacer olvidar cualquier otra circunstancia, a pesar de tratarse de una supuesta evidencia empírica.

Las evidencias usuales en las casas encantadas, como en cualquier otro aspecto del misterio, no pasa de ser anecdótica. Las personas terminan sintiendo lo que es sólito sentir en tales lugares, y esas experiencias acaban normalizándose y convirtiéndose en lugares comunes de la fenomenología paranormal. Las manifestaciones del más allá en espacios concretos y aptos se amoldan a una tradición, a un repertorio de efectos esperables (sonidos, corrientes de aire, cambios de temperatura, alteraciones electromagnéticas, inclusiones psicofónicas, escalofríos, sombras o presencias fantasmales, supuesto movimiento de objetos o poltergeist, fugaces reflejos en los espejos y cristales). Estas anécdotas personales van apareciendo poco a poco. Como me comentó la subdirectora del MHAT, ella ha escuchado detalles que al principio no formaban parte del repertorio de ocurrencias misteriosas. Algunas anécdotas acaban integrándose en el canon de la historia fantasmal, como la del traslado de la familia Lercaro a La Orotava huyendo, presumiblemente, del fantasma de Catalina, invención de Fajardo repetida por Heylen en el programa televisivo Cuarto milenio.

Durante mis visitas al MHAT me percaté de algunos detalles interesantes que pueden haber contribuido a perpetuar los rumores sobre extraños sonidos y presencias intrigantes. Al tratarse de un museo, en el palacio de los Lercaro hay numerosas vitrinas de cristal colocadas sobre el suelo, formando por gruesos tablones. Como tuve ocasión de comprobar en enero y octubre de 2011, en la sala número VI, dedicada a los oficios tradicionales (tejedoras, costureras, pescadores, carpinteros, vendedores ambulantes, herreros, etc.), hay un lugar concreto donde el suelo hace vibrar las vitrinas: se encuentra exactamente entre las dedicadas al tiempo libre y la vida cotidiana y la que recoge los artilugios relacionados con las tejedoras, hilanderas, bordadoras y caladoras. La vibración del cristal es casi idéntica al sonido de unos lejanos pasos a la carrera.

Una de las salas del Museo de Historia y Antropología de Tenerife. Las vitrinas vibran y simulan pasos en la lejanía. Foto Ricardo Campo
Una de las salas del Museo de Historia y Antropología de Tenerife. Las vitrinas vibran y simulan pasos en la lejanía. Foto Ricardo Campo

Hay también un cierto número de deshumidificadores. Por ejemplo, en la sala VIII hay tres, y en la sala de la antigua cocina (donde al parecer se concentran las ocurrencias extrañas) hay otro. Estos aparatos “susurran” periódicamente debido al funcionamiento del motor. La antigua cocina es una estancia particular de la casa en cuanto a su temperatura. Es un ámbito pequeño, y por las mañanas la temperatura del ambiente es superior a la del resto del Museo, ya que recibe la luz solar a través de una ventana. También en la sala VII, dedicada a la cartografía antigua de Canarias, se produce, al pasar, la vibración de la vitrina central en forma de rápido repiqueteo, más atenuado que en el caso del de la inmediata sala VIII.

En cuanto a los crujidos de la madera, son incontables los puntos de la casa en que tienen lugar. En la entrada de la sala VI hay una pequeña rampa en la puerta donde el crujir es especialmente intenso. En cualquier momento es fácil percibir estos chasquidos desde diferentes lugares del Museo debido a las frecuentes visitas que recibe, a la amplitud del inmueble, a la acústica y a que casi todos sus suelos se componen de tablones de madera. Hay que tener en cuenta también la particular climatología de La Laguna, con inviernos fríos y húmedos y veranos cálidos y secos, circunstancia que afecta a un edificio antiguo de estas características.

Paralelamente, durante mis pesquisas, contacté con los dos arquitectos encargados de las obras de restauración, Luis Abreu y Fernando Saavedra, y negaron rotundamente que durante las excavaciones al inicio de la restauración del inmueble se hallaran los cadáveres citados por Fajardo (2002). A este rumor no le atribuyen otro origen que el deseo de fantasear y especular del público aficionado. No obstante, el posible origen de este rumor puede hallarse en unas obras de reforma del cableado eléctrico en una de las estancias del Museo realizadas en 2002. Al levantar el pavimento de la sala se hallaron fragmentos de hueso, restos malacológicos y cerámicos. Como consecuencia de ello, la reforma se paró y en 2003 se llevó a cabo una excavación arqueológica para determinar el origen de los restos. Los pequeños restos óseos eran humanos pero carentes de importancia ya que no se halló ningún otro indicio de los mismos. Todos los restos formaban parte de un revuelto y no estaban integrados en una estratigrafía estable. Además de esos pequeños restos óseos había envoltorios de golosinas y de cable eléctrico, así como conchas marinas, alfileres, monedas, fragmentos de vidrio y cerámica, etc. No se trataba, por tanto, de un enterramiento histórico, sino de un área de escombrera producto de la construcción de la estancia anexa al inmueble original[1]. Por su parte, el Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife, de quien depende el MHAT, me indicó, después de una consulta, que nunca ha realizado una manifestación formal al respecto del rumor, y que se han limitado a conceder permisos para acceder y grabar en las salas del Museo a los medios de comunicación y personas interesadas en realizar investigaciones.

Ignoramos si alguna de las personas que cuentan haber tenido experiencias extrañas en el MHAT desconocía la existencia del rumor. Podemos pensar que, muy probablemente, todos habían oído hablar de la historia que nos ocupa. Ante esta situación, debemos tener en cuenta que el testimonio humano es escasamente confiable, y menos cuando es producto del temor, de la sugestión y de la predisposición a creer en que tales sucesos sobrenaturales pueden ocurrir realmente. En tales situaciones entramos en un estado de hiper-vigilancia: percibimos voces, pasos y cualquier otro sonido a los que en otras circunstancias no habríamos prestado atención. Escuchar sonidos de apariencia extraña durante la noche provoca que nuestra imaginación se dispare: esto no es más que un recurso en pro de la supervivencia, de la misma forma que en el caso del reconocimiento de patrones visuales aparentemente coherentes (pareidolias). La leyenda toma cuerpo en nuestra mente y asumimos que en verdad se está produciendo algún tipo de actividad paranormal o extraña. Comunicamos nuestra experiencia, y, como un virus gripal, infecta otros cuerpos donde propiciará síntomas o experiencias semejantes.

Conclusiones

No hay prueba contrastable alguna de que en el MHAT ocurra algún fenómeno paranormal o misterioso que obligue a romper, para explicarlo, con el curso ordinario de la naturaleza. Nos encontramos con lo esperable en un gran inmueble secular construido con suelos y techos de madera. Estas características arquitectónicas, la psicología de la percepción de algunas personas y la imparable capacidad de estos rumores para asentarse en las mentes predispuestas son circunstancias concurrentes y potentes cajas de resonancia que contribuyen a la propagación de los relatos sobre casas encantadas. Los fantasmas del MHAT son fugaces, rápidos reflejos en espejos o algún ente contemplado durante un instante, como la mujer de blanco mirando por una ventana que vio una niña; ¡quizá había realmente allí una visitante del Museo que fue tomada por un espectro por obra y gracia de la influencia de los padres de la testigo! Sería realmente extraño que no surgieran testimonios como los recogidos en este artículo dada la publicidad de que ha gozado el rumor en el actual siglo.

La base de la leyenda es la pretendida existencia de la joven Catalina, obligada a casarse contra su voluntad, por lo que decidió, desesperada, quitarse la vida. Pero, según se desprendió de una exhaustiva investigación en libros de entierros parroquiales llevada a cabo por los gestores de Museo, se desconoce si realmente existió esta persona; no hay constancia documental de que ninguna Catalina muriera joven en el palacio de los Lercaro de La Laguna, sólo de una joven de 28 años llamada Francisca que murió por “accidente” (sic) en 1781, hija de Juan Lercaro y María Fonseca. Y aunque hubiese existido alguna persona que se ajustara totalmente a los detalles de la leyenda tampoco probaría, como es lógico, que su fantasma se pasee por la salas del Museo. Los relatos de casas encantadas y apariciones fantasmales presuponen la persistencia de una entidad post-mortem, un alma o fluido vital consciente, un doble corporal que puede manifestarse de diversas formas en la realidad material. Pero la calidad de las pruebas aportadas al respecto (testimonios, búsqueda de coincidencias con habitantes históricos y reales del caserón, etc.) no alcanzan el nivel necesario como para apoyar la existencia de un ente que obligaría a repensar y reescribir toda la historia de la ciencia.

Abundando en la citada calidad de las pruebas, Houran et al. concluyen que los lugares encantados que estudiaron no constituyen prueba de actividad paranormal, sino que son el resultado de las respuestas de los testigos a estímulos convencionales en sus inmediaciones. No se trata de puras invenciones. Los lugares encantados reflejan la interacción entre factores externos en el medio ambiente y la constitución psicológica del perceptor, con sus necesidades e inclinaciones (Houran et al., 2002: 18). El poder de la sugestión es inmenso, y más en las casas encantadas. Así, el caso de determinados ambientes que el rumor popular asocia a experiencias inusuales puede inducir la aparición de alteraciones físicas, psicológicas y alucinaciones. Es sabido también que durante periodos de estrés ocurren más experiencias alucinatorias. Algo semejante sucede a personas que están expuestas a ambientes en los que el nivel de estímulos visuales, sonoros, etc. es muy bajo (Houran et al., ibid: 19). A conclusiones semejantes llegaron Wiseman et al. (2003): las investigaciones rigurosas sobre la casuística de casas encantadas no proporcionan evidencia de actividad fantasmal; puede ser el resultado, en cambio, de las respuestas que la gente da a factores normales en sus inmediaciones. A ello se unen rasgos psicológicos como la personalidad tendente a la fantasía, personas que fantasean continuamente, y las alucinaciones del sueño, hipnopómpicas e hipnogógicas (Nickell, 1995: 40-44).

En el recorrido por los principales actores que han actuado en el escenario de este rumor paranormal lagunero nos encontramos con los habituales grupos de aficionados a la investigación de los misterios mediáticos cuya labor consiste en una representación mínima apoyada en presupuestos trascendentalistas y en la percepción popular de la experimentación científica que la cinematografía y las series televisivas sobre misterios han difundido entre los interesados.

La presentación de estas historias en los medios de comunicación se apoya en evidencia anecdótica, siempre incompleta y selectiva, a menudo difundida por fuentes interesadas y desconocedoras de las leyes físicas básicas. Los hechos caen, por tanto, en la categoría de las leyendas urbanas, de tal forma que, aun comprobándose falsas o muy improbables las afirmaciones paranormalistas, se mantienen y perpetúan en el tiempo (véase Hoggart y Hutchinson, 1995: 182-183). Los sucesos de este tipo no son nunca explicados por los proponentes del misterio. Es extraño, por tanto, que se califiquen a sí mismos como investigadores, por cuanto el resultado natural de la investigación es la resolución de los misterios, o, al menos, la puesta de manifiesto de obvios motivos de duda. Por el contrario, en la literatura comercial paranormal nos encontramos siempre con resultados ambiguos y no concluyentes, o abiertamente partidarios del carácter sobrenatural de los hechos que conforman en rumor.

Un proverbio un tanto cínico asegura que no existen casas encantadas, sino personas encantadas, en el sentido de que el encantamiento reside en nuestro bagaje de creencias y posibilidades ontológicas sobre las distintas esferas de existencia. Las apariciones y encantamientos provienen, según la creencia, del más allá, pero se manifiestan en lugares liminales como antiguos e inquietantes caserones. El quid de esta casuística consiste, sin duda, en la difusión de los motivos orales, literarios y cinematográficos de tipo paranormal entre la población durante su aculturación en la etapa adolescente: se trata de una fenomenología de origen cultural.

En último término, ¿cómo saber que un lugar encantado tiene su origen en entidades desencarnadas? ¿Cómo es posible esa interacción presupuesta entre dos ámbitos del ser? ¿Está ligada esta interacción exclusivamente a la presencia humana o se manifiesta también sin ella? Si presuponemos que una ocurrencia física constatable puede hacerlo a voluntad porque procede de una esfera de realidad distinta, ¿cómo investigarlo mediante técnicas como cámaras, detectores de radiación, higrómetros, etc. que sólo proporcionan información del mundo físico? Son algunas de las preguntas que jamás reciben respuesta por parte de los proponentes de la naturaleza sobrenatural de estas experiencias y testimonios.

La confianza en el testimonio humano parece ser esencial como pieza de convicción en estos relatos, y es, en último término, su debilidad. A pesar de que existe una enorme literatura sobre sus inevitables deficiencias, el testimonio personal sigue contando con la confianza tácita de los interesados y de quienes se limitan a recogerlos como si estuviesen adquiriendo pruebas de ADN o restos analizables en laboratorio.

Tanto este tipo de investigación parapsicológica como el espiritismo, situados ambos en la misma línea ideológica, proporcionan ejemplos de cuasi-religiones perfectamente adaptadas al mundo tecnocientífico. Aportan a sus practicantes pruebas pretendidamente científicas del más allá y democratiza la investigación, ya que todo interesado puede dedicarse a estos menesteres sin pasar por una instrucción previa académica y sin la necesidad de someter a evaluación sus afirmaciones por parte de expertos cualificados. La casa encantada del MHAT, su leyenda romántico aparicionista, los visitantes y curiosos del misterio paranormal y sus actividades constituyen un ejemplo relevante de todo ello, pero no de la existencia de fantasmas ni de sus travesuras en viejos palacios convertidos en museos.

 

Este artículo nos lo envía Ricardo Campo, Doctor en Filosofia en la Universidad de La Laguna y autor de libros como «Los OVNIs vaya timo«, Luces en los cielos. Todo lo que siempre quiso saber sobre los ovnis. En la actualidad mantiene el blog mihteriohdelasiensa.

Bibliografía citada

Barbuzano, D., 2003. “El fantasma de Catalina”. El Día (Santa Cruz de Tenerife), 9 septiembre. Accesible en <http://www.eldia.es/2003-11-09/laguna/laguna9.htm>.

Carroll. T. sin fecha. Haunted House. En: <http://www.skepdic.com/haunted.html>.

Díaz, L. 2008. Leyendas populares de España. Históricas, maravillosas y contemporáneas. Madrid: La Esfera de los Libros.

Fajardo, H. 2002. “Fenómenos extraños en el Museo de Historia de Tenerife”. Enigmas Express, noviembre 2002. Accesible también en esta dirección web: <http://estigia.tripod.com/museo.html>.

Finucane, R. C. 1996. Ghosts. Appearances of the Dead and Cultural Transformation. Buffalo, New York: Prometheus Books.

Hoggart, S y Hutchinson, M. 1995. Bizarre Beliefs. London: Richard Cohen Boooks.

Houran, J., Wiseman, R., Thalbourne, M. A. 2002. “Perceptual-Personality Characteristics Associated with Naturalistic Haunt Experiencies”. European Journal of Parapsichology, 14, 17-44.

González, J. G. 2002. “Los fantasmas de la Casa Lercaro y otros laguneros”, en J. G. González, Canarias misteriosa. Los enigmas del Archipiélago Canario: 122-124. La Palma: Ediciones Alternativas.

González, J. G. 2003. “El espectro de Catalina Lercaro”. Más Allá. Monográfico “Casas encantadas”, 44, diciembre: 56-59.

González, J. G. 2011. “Los fantasmas de la casa Lercaro”, en J. G. González, Canarias, territorio del misterio: 199-207. La Matanza de Acentejo: CSB Ediciones.

Nickell, J. 1995. Entities. Angels, Spirits, Demonds, and Other Alien Beings. Amherst, New York: Prometheus Books.

Nickell, J. 2012. The Science of Ghosts. Searching for Spirits of the Dead. Amherst, New York: Prometheus Books.

Pedrosa, J. M. 2004. La autoestopista fantasma y otras leyendas urbanas españolas. Madrid: Páginas de la Espuma.

Radford, B. 2010a. Scientific Paranormal Investigation. How to Solve Unexplained Mysteries. Corrales, USA: Rhombus Publishing Company.

Radford, B. 2010b. “Ghost-Hunting Mistakes. Science and Pseudoscience in Ghost Investigation”. Skeptical Inquirer, Volume 34, 6, November/December.

Wiseman, R., Watt, C., Stevens, P., Greening, E., O´Keeffe, C. 2003. “An investigation into alleged ‘hautings’”. British Journal of Psychology, 94: 195-211.

Notas del autor:

[1] A través de diversos correos electrónicos con el presidente del Consejo Consultivo de Canarias, Carlos Millán Hernández, en mayo de 2007, y con Enrique Petrovelli, letrado mayor, así como una entrevista personal con éste en junio de 2007, averigüé que estos rumores son falsos. Millán indicó que “el fax funciona toda la noche y produce ruidos que pueden sorprender a alguien”, y que no tiene conocimiento de que nadie se haya dado de baja por tales motivos. Para Petrovelli se trata de “chasquidos en la madera que escuchaban los empleados de seguridad”. El edificio del Consejo fue rehabilitado totalmente en 1985-86 y se abrió en 1990. Sólo tiene conocimiento de que uno o dos guardias se seguridad se dieran de baja a principios de los 90, y que es falso que fueran más de treinta. “Las maderas nuevas deben adaptarse a los cambios de temperatura”, aseguró. También es falso que se haya prohibido hablar de este asunto a nadie.

[2] En 2012 un grupo de profesores e investigadores de la Universidad de La Laguna realizamos una visita nocturna al Museo. Una crónica irónica y un poco “malvada” puede leerse en este enlace.

[3]Excavación arqueológica de urgencia en La bodega de la Casa Lercaro (La Laguna). Memoria definitiva (2003).



Por Colaborador Invitado, publicado el 18 septiembre, 2014
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