La semana pasada en el bar le comenté a nuestro común amigo Javier que estábamos en la antípodas, pero que tenemos que buscar puntos de encuentro y de diálogo. Dicen que hablando se entiende la gente, pero yo creo que en realidad “en comiendo” es mucho mejor (quizá sea mi deformación navarra). Comer juntos es la mejor forma de encontrar puntos en común, porque yo creo que siempre, siempre, siempre hay algún asunto en el que podremos estar de acuerdo. La próxima vez que estéis por aquí, por favor, me llamáis y quedamos para tomar algo.
Os escribo simplemente para contaros mi opinión. Por supuesto, yo soy un científico muy mediocre, de “provincias”, no tengo ni idea de filosofía y menos de teología, que no me atrevería a calificarla de “literatura angelical”, llevan unos dos mil años pensando y escribiendo sobre eso y algunos de ellos reconoceréis que no eran tan tontos para los conocimientos científicos de su época.
¿Puede haber diálogo entre ciencia y fe?
Pero claro, como ahora la ciencia ha avanzado una pasada, hemos ya superado las dos primeras fases: la mítico-religiosa, en la que nos inventamos dioses para explicar las causas últimas de los fenómenos naturales; y la metafísica, en la que la filosofía sustituye a la religión, explicando esas causas últimas mediante conceptos abstractos, que por cierto muy pocos entendemos. Hoy en día hemos llegado a la madurez: la ciencia desplaza a las religiones y a las teorías metafísicas porque se ha dado cuenta de que la pregunta por las causas últimas es vana e ilusoria, lo único seguro y cierto son los hechos demostrables. La ciencia experimental es el único conocimiento válido, es sinónimo de objetivo, universal, racional. Es el conocimiento que está basado en evidencias, en verdades bien establecidas. La ciencia habla de cosas demostrables, verificables. Además, al atenerse a datos a nuestro alcance y experimentación, la ciencia es humana. En contraposición está la religión. A diferencia de la ciencia, que es objetiva, la religión es algo subjetivo. No es universal, sino que es algo de la persona, es particular; y también a diferencia de la racionalidad científica, la religión es emocional y sentimental, una “alucinación colectiva”. La religión no está basada en evidencias, en hechos demostrables, sino que está fundada en tradiciones, en autoridades. Por tanto, la religión es algo opinable, y además, por hablar de cosas superiores e inasequibles, la religión es incluso, a diferencia de la ciencia, inhumana. Esta es la mentalidad actual: fuera de la ciencia no hay verdad; sólo tiene sentido lo que puede ser verificable por la experiencia; la ciencia por lo tanto es sinónimo de objetivo, cierto y demostrable.
Según esto, ¿tiene sentido ser creyente hoy en día para un hombre de ciencia?, ¿la ciencia y la fe son incompatibles, hay confrontación entre ciencia y fe, o son totalmente independientes?, ¿puede haber diálogo real entre ciencia y fe?, ¿supone la fe o las creencias religiosas un estorbo para la ciencia?
Algunos piensan que la ciencia y la fe son rivales, son campos distintos, confrontados, irreconciliables y, por tanto, no puede haber un diálogo entre ellas. En el otro extremo, los que piensan que la ciencia debe apoyar a la fe: una tentación para el creyente. Esto suele unirse a una interpretación literal de las Escrituras. Esta posición quizá se da más en el mundo anglosajón. La interpretación literal de la Sagrada Escritura exige intervenciones directas de Dios, lo que se suele denominar el “Dios de los huecos”. Se formula una teoría y cuando hay un hueco, algo que no entiendo o para lo que no tengo explicación científica, echo mano de Dios y entonces viene Dios con su dedo mágico y me rellena el hueco: el Dios de los huecos o de los milagros, una “hipótesis muy atractiva”. Viene bien aquí recordar una cita: “La Biblia no nos dice cómo es el cielo, sino cómo ir al cielo”.
Forzarnos a elegir entre estos dos extremos, entre el despotismo de la ciencia o el de la fe, es en el fondo tener que optar entre dos tipos de fundamentalismo. Si no son rivales, otra posibilidad es que sean independientes: no tienen relación entre sí, no hay rivalidad, porque no hay diálogo posible entre ciencia y fe. Se trata de un planteamiento muy reconciliador, y quizá frecuente en algunos ambientes religiosos. En mi opinión, a esta idea le falta dar el siguiente paso: la ciencia y la fe son independientes en sus métodos, en sus campos y alcance, pero que se complementan en su fin último, que es el conocimiento de la verdad del mundo y del hombre. La ciencia nos va a interrogar y nos va a dar respuesta sobre cómo son las cosas que se nos presentan experimentalmente: cómo es la evolución del hombre, cómo es el universo, cómo se originó. Y la fe lo que nos dará es la razón, el por qué de las cosas materiales y acaso, si las hay, de las inmateriales: ¿por qué surge el universo?, ¿cuál es la razón de ser del hombre?
La ciencia es intrínsecamente contraria al relativismo
Por otro lado, la ciencia es intrínsecamente contraria al relativismo, porque lo que hacemos es ver e investigar una realidad objetiva. Si hubiera muchas verdades o realidades, ¿por qué y cómo voy a investigarlas si nunca llegaré por definición a una única solución válida? Por lo tanto, el científico supone que tiene que haber una realidad, que debe haber una verdad a la que yo pueda llegar a través del conocimiento científico, preguntándome cómo es esa realidad. Si además soy creyente, preguntándome el por qué, el sentido de esa misma realidad y utilizar entonces otro método que no sea el método científico. En el fondo, toda pregunta y toda tarea de emprender conocimiento presupone que hay una verdad, de lo contrario iniciar tal búsqueda sería absurdo.
Ciencia y fe se complementan
¿Y si surge algún tipo de contradicción entre lo que me dice la ciencia y lo que me dice la fe? Lo que estoy argumentando es que pueden ser complementarias, pero también es verdad que a veces puede haber una aparente y ocasional contradicción. ¿Qué pasa y qué hacer en esos casos? Pues yo creo que esto es un estímulo para ambos, para el científico y para el creyente. Para el científico, para que siga estudiando más, investigando más. Porque hay una verdad, hay una realidad y yo tengo que llegar a ella; y por tanto si hay una contradicción, aunque venga de otra fuente, es que algo parece fallar. Tengo que estudiar e investigar más, pensarlo mejor. Eso es lo que debería hacer como científico. Pero es un estímulo para ambos, porque el fallo que provoca la contradicción no tiene por qué estar siempre del lado de la ciencia. Quizá también el teólogo o el filósofo tendrán que seguir estudiando e investigando un poco más. Algunos teólogos y filósofos parecen mostrar una tendencia a que las posibles contradicciones siempre están en el lado de la ciencia, siempre proceden de errores científicos o de que la ciencia no ha sido capaz de dar la respuesta correcta. Pero tal vez no siempre es así; quizá las contradicciones son también un estímulo para que el filósofo y el teólogo piensen un poco más en sus respectivas disciplinas. Por tanto, ante las aparentes contradicciones, todos (científicos, filósofos y teólogos), debemos estudiar e investigar más.
Si ciencia y fe son complementarias, tiene que haber un diálogo entre ellas, y quizá el mayor problema es la comunicación. Las barreras lingüísticas entre el conocimiento científico y el filosófico o teológico son casi siempre muy grandes, y tanto unos como otros a veces tenemos la tentación de sujetarnos con las dos manos alzadas a nuestra propia disciplina. Y ¿qué ocurre cuándo uno se sujeta o cuelga con las dos manos? Pues que se columpia: nos columpiamos y exageramos nuestros planteamientos. Para no columpiarnos, lo que hay que hacer es mantener una mano bien agarrada arriba (a nuestra propia disciplina) y tender la otra mano hacia abajo (al otro). En definitiva, dialogar entre las distintas ciencias.
La ciencia es provisional, nunca está terminada del todo
En este diálogo entre ciencia y fe, también cabe preguntarse: ¿tiene límites la ciencia? Indudablemente sí. Por definición, la ciencia es provisional, nunca está terminada del todo. Todos los que nos dedicamos a la ciencia nos damos cuenta fácilmente, porque cuanto más sé de algo, más me apasiono y más me doy cuenta de lo mucho que todavía no sé. Por tanto, auténticas verdades científicas hay muy pocas. Muchas veces lo que nosotros tenemos son “fotogramas” de la realidad, no la película entera. Por eso, la ciencia tiene que ser modesta y reconocer su limitación. Lo cual, sin embargo, no quiere decir que no podamos ser ambiciosos y aspirar a conocer y entender todo el universo. ¿Eso me va a negar a la existencia de Dios? Para mí, por supuesto que no.
También es verdad que hay temas a los que la ciencia no da y no puede dar una respuesta completa: la singularidad y la dignidad del hombre, el amor, el bien, el mal, el anhelo de lo infinito … A veces algo tan sencillo como por ejemplo la dignidad humana. Podríamos decir que desde el punto de vista científico no todos somos iguales, hombres y mujeres somos distintos, tenemos hasta cromosomas distintos! Según esto, se podría pensar que la igualdad en dignidad entre el hombre y la mujer no tienen una base científica. Pero no, la igualdad entre el hombre y la mujer, la dignidad humana, no es un tema de ciencia, sino algo cuyo fundamento está en otro sitio.
La ciencia es un bien humano que debe ser independiente de cualquier ideología y debe estar al servicio de la humanidad
Para mi, la fe supone una ayuda para la ciencia. La fe es un estímulo para seguir investigando apasionadamente, confiando en la capacidad humana de conocer la realidad. Y también porque cuanto más conozco la realidad, más conozco y más me acerco a Dios. Es la fe la que me mueve a seguir adelante, la que da sentido al querer conocer más, a saber más, a investigar más para servir mejor. Y si hay una contradicción, se convierte en un estímulo para seguir trabajando. Por la razón y la ciencia tengo la capacidad de conocer la verdad. Por eso la ciencia es un bien humano que debe ser independiente de cualquier ideología y debe estar al servicio de la humanidad. La ciencia es necesaria para el verdadero progreso, para asegurar la vida, la igualdad y la dignidad del hombre. Ciencia y fe se complementan: la fe estimula la búsqueda de la verdad y la ciencia contribuye al bien humano y puede acercar a Dios. La misma capacidad de conocer la verdad que el hombre tiene para la ciencia, la tiene para dar sentido a esa realidad y a la actividad científica misma.
Para el diálogo entre ciencia y fe es muy relevante también el concepto mismo de Dios. Podéis tener a veces una idea de Dios como arquitecto, como mero hacedor. Muchas veces es muy difícil incluso estar de acuerdo en la idea de Dios, porque el mismo concepto de Dios puede ser muy distinto en un creyente y el que puede tener un científico ateo. Porque para muchos de nosotros, que tenemos fe, el concepto de Dios es superior al mecanicista. Para nosotros, Dios es amor.
Un abrazo!
PD: por cierto, espero que os haya gustado España, es un buen sitio para vivir y se come muy bien. No os olvidéis, la próxima vez quedamos para tomar algo.
Soy profesor de microbiología y virología en la Universidad de Navarra. Los que me conocen saben que soy un tipo muy serio y que todo lo que escribo está basado en evidencias científicas, todo … o casi todo, je je. Intento descubrir por qué algunas bacterias son tan malas y producen enfermedades, y trabajo para desarrollar nuevas vacunas y nuevos métodos moleculares para detectar las bacterias. Me apasiona el mundo de los microbios, bacterias y virus, y disfruto contando historias en los blogs microBIO y El rincón de Pasteur (de Investigación y Ciencia). He publicado Virus y pandemias para meter miedo y luego ¿Funcionan las vacunas? (Premio Prismas 2018) para solucionarlo. Microbiota: los microbios de tu organismo es un libro de autoayuda (je, je), para conocerte mejor y nunca sentirte solo o sola: la mitad de lo que tú eres son bacterias. Lo último ha sido Preparados para la próxima pandemia: reflexiones desde la ciencia. Otro libro que he escrito con mi hija es Princesas de cristal, otra apasionante historia que nada tiene que ver con los microbios. En Twitter soy @microbioblog. En la foto de perfil salgo con pelo, pero ya lo he perdido.