Hitos en la red #43

Por César Tomé López, el 23 noviembre, 2014. Categoría(s): Enlace Recomendado

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¿Por qué viajan los peces viajeros? se pregunta Juan Ignacio Pérez Iglesias. La respuesta corta es porque su historia evolutiva les empuja a ello. Los humanos también viajamos por la misma razón, con un matiz no menor: no es necesario que nos desplacemos físicamente. Efectivamente, para cubrir algunas de esas necesidades biológicas nos basta viajar por poderes, obteniendo así el resultado del viaje: Los primeros resultados científicos de Philae (Bitácora de Rosetta 11). Otro aspecto interesante es que disfrutamos también con la anticipación del viaje: Proyecto Luna-Órbita (o cómo los cosmonautas rusos traerán muestras de la Luna a la Tierra) o Un rover chino para explorar Marte. Los tres textos son de Daniel Marín.

Existe un personaje que ejemplifica esta característica humana del viaje por poderes: Wendell Urth, el extraterrólogo con fobia a viajar que aparece en algunos cuentos de Isaac Asimov. Sus vastísimos conocimientos y su mente brillante le permiten resolver crímenes ocurridos en lugares distantes del Sistema Solar sin salir de su despacho, de la misma manera que Feynman arreglaba radios: pensando. Y analizando datos obtenidos de una máquina que lleva en mantenimiento unos cuantos meses, sin moverse de sus despachos, los físicos son capaces de viajar a las entrañas de la materia: LHCb observa dos nuevos bariones por Francisco R. Villatoro. Incluso de resolver misterios (parcialmente): En la memcomputación se cumple NP=P, también de Francis.

Hay veces que los humanos también tenemos la necesidad de viajar a donde ya lo hicimos una vez. Estos viajes, muchas veces cargados de nostalgia, suelen saldarse con sorpresas, no siempre agradables, cuando se contrasta la realidad percibida hoy con la memoria construida del viajero pasado. También es cierto que a veces se vuelven a encontrar maravillas olvidadas: La ciencia del redescubrimiento, por Mariajo Moreno. Y es que la perspectiva del viajero es muy importante a la hora de evaluar lo observado: de ahí la trascendencia De la paralaje.

Pero no siempre el viaje es fuente de estímulo continuo, hay momentos, sobre todo en desplazamientos largos, en los que el aburrimiento acecha y para evitarlo el viajero recurre a entretenimientos varios, incluido comer cosas que no suele. Por eso para cualquier viaje, físico o intelectual, parece muy recomendable llevar una lectura entretenida e instructiva como Nomenclatura mitológico-biológica de Carlos Lobato o, quizás, Un delicioso puzzle de chocolate de Raúl Ibáñez.

¡Buen viaje!

 

 



Por César Tomé López, publicado el 23 noviembre, 2014
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