La ciencia y el humo tras las plantas medicinales

Por Colaborador Invitado, el 22 septiembre, 2015. Categoría(s): Alerta Magufo

Afirmaciones falsas Garcinia Kola y ebola

No pocas veces nos hemos podido encontrar con afirmaciones como las que exhibe la imagen que encabeza este artículo. Cada cierto tiempo, la red se ve inundada por noticias o anuncios que prometen que ha sido hallada una cura para la diabetes en Stevia rebaudiana, un tratamiento para el cáncer basado en oler limones o un remedio contra el ébola en alguna exótica planta de la familia de las Clusiáceas.

Una gran parte de las veces se escudan en afirmaciones como que la medicina moderna tiene su origen en las plantas, o que a la malvada mafia de la industria farmacéutica no le interesa que tal o cual remedio salga al mercado. Incluso en ocasiones, como el del sonado caso de cierta presentadora de un programa matinal de la televisión pública, sustenta sus aserciones en un supuesto estudio científico que dice que así son las cosas.

Pero parece que, en realidad, las cosas no son tan sencillas.

Empecemos por el principio. El principio activo.

El principio activo es una molécula que interactúa con ciertos receptores moleculares del organismo y genera una respuesta farmacológica activa. En otras palabras, el principio activo es esa molécula que hay en todo medicamento, y que de algún modo, previene, alivia los síntomas o cura una enfermedad.

Es cierto que muchos principios activos se extraen de plantas. Sin ir más lejos, algo tan sencillo como el café contiene un principio activo conocido por todos, denominado “cafeína”, que produce efectos farmacológicos también muy bien conocidos.

Cafeína

El problema viene cuando intentamos determinar la cantidad de principios activos que hay en una planta. En el caso del café, ya preparado, hay una enorme cantidad de variables que pueden modificar la concentración final de cafeína que haya en esa taza.

Los más obvios no cabe duda de que son el método de preparación del café y el tipo de café empleado. Sin embargo, hay muchas otras variables que pueden influir en esa concentración final. Los principios activos no dejan de ser moléculas del metabolismo secundario de la planta, que tienen sus propias funciones para el organismo, muy habitualmente defensivas. Tanto el momento de desarrollo en que haya sido recolectado el café, como cosas tan incontrolables como la cantidad de agua que haya habido disponible para el cafeto, la cantidad de organismos que hayan atacado a la planta o incluso si cuando lo recolectaron hacía o no sol pueden influir en mayor o menor medida en la concentración final de cafeína que haya en esa tacita de café.

En el caso del ejemplo, siendo un café de 50 ml de la variedad arábica hecho en una cafetería tiene aproximadamente unos 35 mg de cafeína. Pero como ya hemos dicho, es un valor muy variable.

afirmaciones falsas Guanabana

La dosis mínima efectiva de un principio activo se define como la más baja administrada que puede producir un efecto farmacológico medible en una persona, y se mide en función del peso corporal y del efecto que se está estudiando. Siendo la dosis mínima efectiva de la cafeína para producir efecto excitante para una persona de 60 kg, unos 8,5 mg de cafeína, podríamos decir que si tomásemos ese café ideal promedio, una dosis inferior a 12 ml de café no produciría efecto farmacológico alguno.

Otra cosa que debemos tener en cuenta es que todo producto químico, incluso aunque sea de origen natural, puede causar problemas de toxicidad e incluso la muerte, según la dosis a la que se administre. Con el café es difícil llegar al extremo del fallecimiento, sin embargo hay muchas plantas que son realmente peligrosas. La dosis letal—50, que se define como aquella que mata a la mitad de las personas que lo consuman, para el taxol, que es uno de los principios activos del tejo, es de tan solo 2,3 gramos para una persona de 60 kg.

Pero además, y volviendo con el ejemplo del café, la cafeína no es lo único que lleva. Si el lector ha tomado alguna vez un café hecho con agua demasiado caliente habrá notado que al sabor habitual se le suma una sensación de aspereza que permanece en la lengua. Esa misma sensación que deja un plátano o un caqui que está demasiado verde, la piel de las uvas tintas, o un té negro cuya bolsita se ha quedado demasiado tiempo en el agua. Las moléculas responsables de ese efecto son otro tipo de principios activos llamados taninos, que son altamente astringentes y además tienen la peculiar manía de hacer que las proteínas precipiten.

Un limon y medio limon

Esto puede tener sus aplicaciones en un momento dado, pero también pueden suponer un problema si lo que deseas es perseguir un efecto dado y evitar posibles daños colaterales. Si deseas tener ese efecto excitante del café, los taninos no son de ayuda: las moléculas que hacen que la cafeína se adsorba son precisamente proteínas, las mismas que si se ven atacadas por los taninos, quedan inutilizadas. Un café con muchos taninos produce, por lo tanto, un efecto menor en cuanto a excitación se refiere.

En una droga determinada, la cantidad de principios activos presentes puede ser realmente impresionante, y cada una de esas moléculas actúa de un modo distinto. Como hemos visto, un principio activo puede reducir los efectos de otro, pero puede haber otros que lo potencien, que lo modulen, que lo inhiban, que lo modifiquen, etcétera.

Este tipo de interacciones se pueden eliminar muy bien de un modo: extrayendo el principio activo y aplicándolo aislado. De este modo, el resto de posibles moléculas que estaban ahí, nos dejan de fastidiar el efecto.

Y la extracción y aislamiento de ese principio activo nos da otra ventaja importante: ahora podemos cuantificar con precisión cuál es la cantidad de principio activo que tenemos, y por tanto dosificarlo adecuadamente en función del efecto deseado y el peso del paciente. Así se produce un medicamento a partir de una planta. Así se produjo hace más de cien años la aspirina a partir de un principio activo extraído de la corteza del sauce blanco.

"Salix alba 020", por Willow - Own work. Vía Commons
Sauce blanco. Imagen: «Salix alba 020», por Willow – Own work, vía Wikipedia Commons

¿Y qué tiene que ver todo esto con que si la guanábana es cien veces más efectiva que la quimioterapia, con que si oler limones prevenga el cáncer o con que si comer hojas de Kalanchoe lo cure?

Fácil. Que en el mundo real, las cosas no son tan sencillas.

En primer lugar, para que una planta como Kalanchoe daigremontiana cure determinados tipos de cáncer, tiene que tener principios activos que sean eficaces contra esos tumores. Algo que no se ha encontrado hasta el momento.

Sin embargo sí que es cierto que se han encontrado unos principios activos, llamados bufadienólidos, que in vitro sí que parecen ser, y cito textualmente, potenciales agentes quimiopreventivos del cáncer. Claro que tan solo hay un artículo científico en el que soportar esa afirmación.

Suponiendo que eso sea cierto, aún queda mucho para poder afirmar que esta planta sea un remedio eficaz. En primer lugar, el principio activo tiene que ser adecuadamente ensayado in vivo, primero en animales no humanos y, si supera los controles necesarios, después en personas. Un resultado in vitro no significa que automáticamente vaya a ser eficaz en un enfermo real.

Pero el siguiente problema viene dado por lo que he estado explicando sobre el café. Incluso aunque descubriéramos que esos principios activos, esos bufadienólidos, sean eficaces in vivo, y conozcamos cuál es su dosis mínima efectiva y su dosificación óptima, y que su relación entre el riesgo de medicarse y el beneficio aportado sea aceptable, no hay manera conocida de saber qué cantidad de principios activos hay en una planta viva, y tampoco sabemos si existen otras moléculas que estén entorpeciendo o aportando unos efectos indeseados.

El proceso correcto para desarrollar un producto que realmente sea eficaz sería hallar una ruta metabólica que permita producir el principio de forma sintética —porque no importa que el origen sea natural o artificial, el principio activo es el mismo y su efectividad también lo es—, y si eso no es posible, que a veces pasa, el método a seguir es cultivar la planta en condiciones lo más controladas posible, y realizar una adecuada extracción, aislamiento, cuantificación y dosificación del principio activo.

Y lo que la malvada mafia de la industria farmacéutica querrá no será sino ser la primera en hacer precisamente eso. Si se descubriera que una planta como Kalanchoe daigremontiana cura el cáncer, cualquier cáncer, todos los tipos de cáncer de forma eficaz, o que en el limón o en la guanábana hay un principio activo que representa una solución miles de veces más eficaz que la quimioterapia, y suponemos que con menos efectos secundarios, a las empresas farmacéuticas se les saldrían los ojos de las órbitas y entrarían en una trepidante carrera por descubrir los entresijos de la síntesis o extracción del principio activo, su cuantificación y su óptima dosificación.

Vendiendo Kalanchoe contra el cancer

La primera empresa farmacéutica que consiga llegar a la meta tendrá el privilegio de explotación del medicamento. Podría patentar el nuevo medicamento y los protocolos de su producción, y lo podría vender al precio que le saliera de sus enriquecidos epidídimos.

Su eficacia sería, sin duda, superior al de la planta en bruto, porque en todo momento se conocería la cantidad exacta de fármaco que se está metiendo al cuerpo del enfermo y se podría mantener bajo el estricto control médico, algo que es imposible de realizar en una planta cuya concentración de principios activos es muy variable, dependiente de una enorme cantidad de factores ambientales y además en la que las interacciones mucho mayores. Además la gente va a seguir teniendo cáncer, eso no va a cambiar, así que se seguiría vendiendo ese fármaco; la empresa farmacéutica que se hiciera con ese descubrimiento podría forrar su sede central con billetes morados sin despeinarse, y el equipo de investigación encargado ya podría ir buscando sus mejores galas, pues tendría una cita con el Nobel ese mismo año.

Así pues, cada vez que alguien diga que tal planta es beneficiosa para cual enfermedad, tenemos que pensar en muchas cosas: cuál es el principio activo que hace que eso sea así, qué otras moléculas también presentes pueden modular el efecto, hasta qué punto su efectividad está comprobada por vía experimental, cuál es la concentración media de principio activo en la planta y cuál es su posible variabilidad en función de las condiciones ambientales, cuál es la dosificación idónea para conseguir el mejor efecto al menor riesgo, cuál es el método idóneo de obtención y cuantificación del principio activo, etcétera.

Si nos paramos a pensar, hay una serie de datos que nos dan una pista bastante fiable para saber si estamos ante algo real o ante una afirmación pseudocientífica cuando nos hablan de plantas medicinales. Por supuesto son simples directrices y aunque algo parezca fiable, siempre conviene comprobar la bibliografía científica y las revisiones, pero como un primer filtro puede servir.

  1. Si nos hablan de “un principio activo presente en” una planta, es mucho más fiable que si nos hablan directamente de la planta.
  2. Si nos plantean que “puede ser un remedio para” lo que sea, es mucho más fiable que si nos afirman con rotundidad que “es un remedio”.
  3. Si nos aportan estudios clínicos u otros tipos de artículos científicos es, siempre, mucho más fiable que si no lo hacen.
  4. Si nos especifican el nivel de experimentación en que se encuentran (in vitro, ensayos en animales o en humanos) es mucho más fiable que si no lo hacen, o incluso que si camuflan lo que en realidad es un resultado in vitro y provisional y lo hacen pasar como una aplicación definitiva para humanos.

Las plantas han sido desde los tiempos del hombre de Ötzi una fuente de remedios a una enorme cantidad de dolencias. La ciencia ha descubierto el origen de los beneficios de esas plantas y muchas de ellas han sido las precursoras de una enorme cantidad de fármacos modernos altamente eficaces. Existen muchísimos organismos vegetales aún desconocidos, lo que significa que probablemente haya muchas moléculas útiles en esas plantas que aún no hemos encontrado.

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exhibir la clara diferencia entre la farmacognosia científica y la charlatanería de herbolario es algo muy importante

Considero que exhibir la clara diferencia entre la farmacognosia científica y la charlatanería de herbolario es algo muy importante por dos frentes. El primero, para evitar que la población sea engañada por desalmados que solo pretenden vender sus kalanchoes a personas que necesitan ayuda médica. El segundo es evitar que, ante resultados reales, las voces críticas se “pasen de frenada” y que la investigación en una molécula potencialmente beneficiosa quede descartada a causa de la mala fama que aquellos desalmados hayan podido esparcir.

 

Este artículo nos lo envía Álvaro Bayón Medrano (@VaryIngweion), licenciado en Biología por la Universidad de León, donde colaboró durante varios años en Botánica, en la investigación de varios aspectos científicos de las plantas medicinales. Dedicado divulgador desde incluso antes de licenciarse, es además el autor del blog de divulgación científica y escepticismo «Curiosa Biología» (@CuriosaBiologia). Es miembro del Círculo Escéptico y un adicto del twitter, donde realiza una fuerte actividad divulgadora, de fomento del pensamiento crítico y de lucha contra el avance de las pseudociencias.



Por Colaborador Invitado, publicado el 22 septiembre, 2015
Categoría(s): Alerta Magufo