¿Poco y bueno o mucho y malo?

Por Carlos Chordá, el 8 octubre, 2015. Categoría(s): Biología • Ecología

«Y Dios los bendijo, diciendo:
Sed fecundos y multiplicaos,
y llenad las aguas en los mares,
y multiplíquense las aves en la tierra».

Génesis 1:22

(Aunque no todas sus criaturas le obedecieron. Para conseguir ser cada vez más numerosos, algunos seres vivos como las bacterias optaron por… la división. Chiste malo, sí).

Todas las especies vivas tratan de expandirse al máximo -aumentando su población, ocupando nuevos territorios- según sus posibilidades. Una especie cualquiera, con recursos ilimitados y sin ningún tipo de impedimento como predadores o enfermedades crece de manera exponencial. Su límite (teórico, claro) es el infinito.

Todos sabemos que la realidad no es así, pero a pesar de ello la vida es terca y se empeña, cuando menos, en mantener sus efectivos. Y para ello ha desarrollado estrategias reproductivas muy distintas.

Hay especies que tienen estrategias de reproducción K, que podríamos traducir como de «poco y bueno». Las de estrategia K son especies que producen pocos descendientes pero con una alta probabilidad de alcanzar la madurez sexual. Los descendientes, en sus etapas juveniles, son organismos «de alta calidad» y generalmente, si de animales hablamos, suelen recibir cuidados por parte de sus progenitores e incluso de otros adultos. Las especies K-estrategas suelen ser de desarrollo lento y por tanto longevas, de gran tamaño, presentan competencia por los recursos con individuos de la misma especie y con otras especies (competencia intra- e interespecífica) y, salvo desastres, la población se mantiene bastante constante a lo largo del tiempo. Seres humanos, elefantes y águilas en el reino animal o robles en el reino de las plantas son ejemplos de este tipo de especies.

El elefante, una especie de estrategia K
El elefante, una especie de estrategia K

En el extremo opuesto (y, por supuesto, hay una gradación entre ambos tipos) están los seres cuya técnica reproductiva es la estrategia r. La estrategia r sería la del «mucho y malo». La cuestión consiste en producir descendientes en grandes cantidades confiando en que algunos de ellos conseguirán durar lo suficiente como para poder transmitir sus genes a una nueva generación. Por supuesto, cuando hay que fabricar una cantidad de hijos abrumadora, como el caso del bacalao (género Gadus), cuyas hembras llegan a poner varios millones de huevos, estos no pueden llegar al mundo con un gran equipaje nutritivo ni protector -fabricar huevos requiere un importante gasto de materia y energía para la hembra-. No es de extrañar que una altísima proporción de huevos y bacaladitos recién eclosionados sean comida abundante para cualquier bicho que pase por allí. Estas especies, las r-estrategas, tienen ciclos de vida cortos, sus individuos son generalmente pequeños, no sufren competencia y presentan fuertes altibajos en sus poblaciones, generalmente estacionales. Además de peces como el bacalao, insectos como las efémeras y los roedores son animales que han tomado esta opción reproductiva. En el reino vegetal los cereales constituyen un buen ejemplo de r-estrategas.

Efémeras, un grupo de especies de estrategia r.
Efémeras, un grupo de especies de estrategia r.

Hay más ejemplos de técnicas de «poco y bueno» y «de mucho y malo» en el mundo de la biología que no se refieren directamente a la reproducción, a la producción de nuevos individuos. Por ejemplo, hombres y mujeres -machos y hembras en general- producimos gametos de formas completamente diferentes. La producción de espermatozoides o espermatogénesis, en los testículos, es un proceso claramente del tipo «mucho y malo»: en el caso de nuestra especie, producir mil espermatozoides por segundo implica que no se puede esperar una gran perfección en tan diminutas células. Por el contrario, que cada cuatro semanas madure un único óvulo en el ovario (los ovarios, además, se van alternando en esta labor) en el proceso conocido como ovogénesis implica un mimo especial en dicha producción: «poco y bueno», por supuesto. De las decenas de millones de espermatozoides depositados en una eyaculación, solo uno puede llegar a conseguir conquistar, a fecundar, al solitario y deseado óvulo.

En el mundo vegetal, los gametos masculinos vienen empaquetados en unas diminutas bolsitas, los granos de polen. Como en el caso de los animales, se fabrican siempre más gametos masculinos que femeninos, pero nos vamos a centrar ahora en aquellos. Las plantas tienen un problema a la hora de buscar pareja sexual: son seres sésiles, no se pueden desplazar. La parte masculina de la flor tiene que conseguir que el polen alcance la parte femenina, preferentemente en otro individuo, para que se produzca la fecundación y el ovario se transforme en un fruto con sus semillas. El transporte del polen se consigue básicamente de dos maneras: por el aire (polinización anemógama) o utilizando a los animales, generalmente insectos (polinización entomógama). El aire, como podéis suponer, no tiene mucha puntería.

Las especies con este tipo de polinización tienen que fabricar cantidades enormes de polen confiando en que algunos granos consigan ser atrapados por los estigmas de los ovarios, que para facilitar las cosas suelen tener un aspecto de red. Son estas plantas (olivos, gramíneas, coníferas) las que saturan el aire primaveral con sus emisiones masculinas para desesperación de alérgicos. «Mucho y malo».

La otra polinización es propia de las plantas con flores de grandes y coloreados pétalos y aromas atractivos. Abejas, mariposas, aves como colibríes, algunos murciélagos… van de flor en flor buscando el néctar, un pago en forma de líquido azucarado y transfiriendo a la vez el polen de unas a otras flores. Es evidente que hace falta muchísimo menos polen si dispones de un servicio de correos. La polinización entomógama entra en la categoría «poco y bueno».

En fin, incluso la industria humana puede ser clasificada según el criterio del «poco y bueno» y «mucho y malo». Cuando un producto se fabrica en grandes cantidades y a bajo precio no tiene los mismos requisitos de calidad que si su proceso de fabricación es más cuidadoso y los materiales empleados son de mayor calidad. Lo que supone que también va a tener un mayor coste económico. En fin, que si tu oficio depende de utilizar unos buenos destornilladores no es recomendable que te proveas de ellos en uno de de esos bazares orientales. Los productos «mucho y malo», como en el mundo natural, se dispersan con facilidad (en muchas ocasiones en forma de regalos promocionales) pero suelen acabar pronto en el cubo de la basura.



Por Carlos Chordá, publicado el 8 octubre, 2015
Categoría(s): Biología • Ecología