¿Se imaginan despertar sin poder respirar ni moverse, oyendo zumbidos y viendo sombras grises que se lanzan sobre su cabeza? ¿Pueden ponerse en la piel de alguien que, estando consciente, siga atrapado en el mundo irreal del sueño? Quizás no tengan que hacer ningún esfuerzo porque les haya pasado algo similar. En ese caso deben saber que han experimentado una parálisis del sueño.
Pues bien, aunque veamos monstruos que aplastan nuestro pecho o se proyectan en la pared no estamos siendo víctimas de ningún ataque maligno, ni tenemos motivos para pensar que estamos perdiendo un poco la cabeza. Se trata simplemente de una parasomonia, es decir, de un trastorno de conducta asociado al sueño y, en concreto, a la fase REM. Dicho trastorno produce una incapacidad generalizada y transitoria para realizar movimientos voluntarios y hablar, ya sea al inicio del sueño o al despertarse. Es decir, ocurre sobre todo en la transición sueño-vigilia y viene acompañada de alucinaciones, responsables de que veamos seres sobrenaturales o escuchemos ruidos. Lo que hace que las parálisis sean episodios verdaderamente espeluznantes es que estas visiones se contemplan desde la consciencia. Ello se debe a que parte de nuestra mente está despierta pero atrapada en el terreno fronterizo de lo onírico y lo real.
¿Les recuerda a pesadilla en Elm Street? Corren rumores de que el creador de Freddy Krueger, Wes Craven, se basó en hechos reales. Por tanto, frases de su personaje mítico como “you’ve got the body, I’ve got the brain”, no eran del todo casuales. En concreto, pudo inspirarse en el síndrome de muerte súbita y nocturna (SUNDS, en sus siglas en inglés) que a finales de los setenta afectó en EEUU a más de un centenar de refugiados hmong, originarios de Laos. Entre los seres sobrenaturales que recogen las creencias populares de los hmong se encuentra el espíritu maligno y aprisionador dab tsog, a quien se le atribuye las muertes nocturnas. Por su parte, los filipinos (también propensos a la SUNDS) cargan con esta culpa a una criatura oscura con pelo singular llamada Batibat. Ambos tienen por costumbre sentarse en el pecho de sus víctimas, la mismísima costumbre que el íncubo representado por el pintor alemán Johann Heinrich Füssli en su famoso cuadro “Pesadilla” (1870). Los síntomas que provocan estos diablillos son sensación de pánico, parálisis total o parcial, presión en el pecho, sensación de que hay una presencia en la habitación y perturbaciones visuales y auditivas. ¿Les suena a algo?
Como se imaginarán, la hipótesis de que íncubos europeos y espíritus malévolos asiáticos sean primos lejanos es descabellada. Luego se trata de un fenómeno universal. Pero no teman por sus vidas, por sí mismas las parálisis no son mortales. Parece ser que en el caso asiático existe co-morbilidad, es decir, que varios trastornos pueden darse de modo conjunto. En concreto se ha especulado que la muerte súbita nocturna puede deberse a una mezcla de factores genéticos, anormalidades cardíacas, trastornos del sueño y estrés (dentro del cual se incluye la nada tranquilizante creencia en seres capaces de matar cuando uno está dormido). De este modo, una conjunción de apnea y parálisis del sueño en un sujeto propenso a la arritmia puede ser fatal. La creencia en seres demoníacos no viene sino a agravar la situación. Y este coctel mortal es lo que podría explicar el fenómeno de las SUNDS en ciertos pueblos asiáticos.
Los estudios actuales sobre parálisis del sueño difieren en las cifras de prevalencia a nivel mundial, que van desde el 6% al 39% de la población. Pero en lo que sí se ponen de acuerdo es en señalar que estas cifras pueden estar apuntando a la cabeza del iceberg, pues poca gente se atreve a contarlas a su médico de cabecera. La razón es que muchas personas piensan, equivocadamente, que han sido presa de un episodio para el cual no existe una explicación racional. Y, por tanto, temerosas del qué dirán, deciden catapultarlas entre sus secretos más íntimos, como las hemorroides.
La mayoría de quienes las sufren quieren dejar de hacerlo y no saben cómo. Conocer la explicación científica de este fenómeno ayuda en las estrategias de afrontamiento e incluso en la frecuencia con la que se experimentan. En Internet pueden leerse algunos trucos prácticos para hacer que duren lo menos posible, como intentar mover los ojos o los dedos de los pies. Sin embargo, pocas veces se recomienda una aproximación más directa y sencilla: dejarse llevar por la parálisis, en vez de combatirla, lo cual nos permitirá transformar esta experiencia en algo más placentero.
Es decir, una vez desenmascarada la parálisis científicamente, y siendo conscientes de que no tenemos ningún ente sentado en nuestro pecho, resulta más fácil desechar el terror que nos produce. Y cuando eso sucede la mente recrea alucinaciones más positivas e incluso divertidas ¾cosas de nuestro cerebro. En vez de sombras grises podremos ver a personajes más amigables, incluso gente que conocemos de verdad y, en lugar de gritos siniestros, podemos escuchar música. Seremos capaces, por ejemplo, de volar por los edificios de París o de tener una conversación en forma de canción con un familiar al que hace mucho que no vemos (sendos ejemplos se basan en casos reales).
No en vano, a menudo se nos escapa la oportunidad exclusiva que nos brindan las parálisis del sueño de experimentar algo increíble: ser solo mente, consciencia sin cuerpo en estado puro. Es en este terreno donde lo temible se convierte en fascinante.
Este artículo nos lo envía Ana León, profesora de la Open University y Universidad Internacional de La Rioja, quien tiene un máster en neurociencias y biología del comportamiento y es doctora en sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Podéis seguirla en su twitter @ana_cleon en donde habla sobre neuropsicología, psicología y ciencia en general.
Referencias y más información
Adler, S. R. (1995). Refugee stress and folk belief: Hmong sudden deaths. Social Science & Medicine, 40(12), 1623–1629. http://doi.org/http://dx.doi.org/10.1016/0277-9536(94)00347-V
Sharpless, B. A. y Barber, J. P. (2011). Lifetime Prevalence Rates of Sleep Paralysis: A Systematic Review. Sleep Medicine Reviews, 15(5), 311–315. http://doi.org/10.1016/j.smrv.2011.01.007
Young, E., Xiong, S., Finn, L. y Young, T. (2013). Unique sleep disorders profile of a population-based sample of 747 Hmong immigrants in Wisconsin. Social Science & Medicine (1982), 79, 57–65. http://doi.org/10.1016/j.socscimed.2012.06.009
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