El sesgo de confirmación, o por qué a veces somos menos listos de lo que creemos

Por Colaborador Invitado, el 18 junio, 2016. Categoría(s): Divulgación • Escepticismo

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Viendo los debates políticos de estos días veo como ciertas posiciones opuestas parecen irreconciliables, ya que por muchos datos y argumentos que se presenten ninguna parte consigue convencer a la otra. Alguien debe de tener la razón, ¿verdad? Me recuerda un poco a mi propio trabajo examinando patentes y a las discusiones técnicas para demostrar si un invento es patentable o no. Convencer a otra persona, incluso si tienes los mejores datos y argumentos puede ser muy difícil.

Lo cierto es que el cerebro humano tiene más capacidad de procesamiento que cualquier ordenador que exista hoy en día. Además, si dos personas que parten del mismo punto inicial usan la lógica, deberían llegar siempre a la misma conclusión. ¿Cómo es posible entonces que sea tan difícil poner a dos o tres personas de acuerdo, y que a menudo ninguna parte logre convencer a la otra?

Tratándose de política esto suele deberse en primera instancia a la introducción de algún tipo de falacia lógica en nuestros argumentos. Y digo “nuestros” con toda la intención, pues ninguno de nosotros es inmune a las falacias lógicas. Yo mismo me sorprendo a menudo utilizando alguna de manera inconsciente, y eso que trato de poner atención. Las falacias lógicas más difíciles de detectar son aquellas que se usan de manera inconsciente.

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Falacias lógicas y sesgos cognitivos

Para ponernos en contexto: Una falacia lógica es, básicamente, un mal uso de la lógica, intencionado o no, que resulta en un argumento que parece válido pero que no lo es. Algunas son extremadamente sutiles y difíciles de detectar. Y otras se usan de manera tan generalizada en ciertos contextos que se aceptan sin más, nadie repara en ellas. Los antiguos griegos, tan aficionados a la retórica y a la política, ya sabían de su existencia y escribieron algún tratado sobre ellas.

Pero las falacias lógicas no son lo único que nos impide razonar sin cometer errores. La capacidad lógica de nuestro cerebro también se ve limitada por su propia biología: La marca de la evolución de la especie en nuestros genes, así como las conexiones que crean las neuronas durante nuestra vida en respuesta a estímulos externos influyen en nuestra manera de pensar. Es lo que se conoce como sesgos cognitivos.

Si las falacias lógicas son errores en el uso de la lógica, los sesgos cognitivos son deficiencias en nuestra manera de pensar que surgen debido a fallos de memoria, a ciertas atribuciones sociales o culturales e incluso a la propia evolución de nuestro cerebro. Y están grabados en la propia estructura de nuestra materia gris. Muchos psicólogos opinan que algunos sesgos cognitivos existen porque nos ayudan a procesar la información de manera más eficiente, sobre todo en situaciones de riesgo al descartar ciertos datos y procesar solo otros más útiles. Sin embargo en el mundo moderno, donde los riesgos difieren sustancialmente de aquellos a los que nuestros antepasados se enfrentaron en la edad de piedra, el descartar esos datos nos puede llevar a cometer errores importantes.

El prejuicio de confirmación

Hoy me gustaría hablar de uno de estos sesgos cognitivos, en concreto uno que en español se suele llamar sesgo o prejuicio de confirmación.

El sesgo consiste en, normalmente de manera inconsciente, seleccionar los datos o aquella información que confirman las hipótesis propias, haciendo caso omiso de todos aquellos ejemplos que puedan ponerla en duda o contradecirla. También se exagera la importancia de los datos que confirman la validez de nuestra posición argumental, mientras que se minimiza la importancia de los que no.  De esta manera se puede construir un argumento muy convincente, pero en el fondo incompleto, pues solo se está teniendo en cuenta una versión sesgada y parcial de la realidad.

Todos debemos reconocer que nos encanta leer aquellos artículos o periódicos que expresan nuestras mismas opiniones, y que tendemos a rodearnos de gente que coincide con nosotros en gustos y forma de pensar. De esta manera inconscientemente nos exponemos a solo una parte de la información.

Alguien podría preguntarse si esto tiene realmente algo que ver con la biología de nuestro cerebro o si es simplemente un tipo de falacia lógica a la hora de seleccionar los datos que vamos a utilizar para argumentar.

El sesgo es parte de nuestra  biología

Pues bien, aparentemente y según los expertos, este sesgo tiene por lo menos una componente biológica muy importante. Nuestra naturaleza social por un lado nos hace querer de manera innata pertenecer a un grupo, con el que nos identificamos. Por otro lado, nuestro cerebro considera más eficiente aplicar soluciones conocidas que perder tiempo probando cosas nuevas.

En lo que se conoce en psicología como “Einstellungseffekt” los neurólogos han demostrado que el cerebro, al enfrentarse a un determinado problema, si ya conoce una solución se vuelve literalmente ciego a otras soluciones alternativas, incluso si las tiene delante de sus narices y resultan obvias. Por ciego me refiero a que no procesa la información que le llevaría a esas otras soluciones. Voy a recalcar esto: es nuestro propio cerebro quien decide que cierta información no va a ser procesada, información de la que, por tanto, nunca seremos conscientes. Por desgracia en algunos casos estas soluciones que nuestro cerebro veta podrían ser mejores o más correctas que la que ya conocemos.

De modo que muchas veces lo que ocurre en realidad es que nuestro cerebro nos ayuda a autoconvencernos de algo de lo que ya estábamos convencidos, ya que no procesa de igual manera aquella evidencia que contradice nuestra creencia. Los anglosajones también se refieren a veces a este sesgo con el nombre de “illusion of understanding”, pues consideran que en realidad se trata de formarnos una ilusión de haber entendido algo que en realidad no se ha entendido.

Según dicen los expertos este sesgo es muy común en temas como por ejemplo la política o en las teorías que tratan de predecir el comportamiento de los mercados.

¿Es posible luchar contra este sesgo?

Si resulta que incluso la propia biología de nuestro cerebro conspira contra nuestra racionalidad, ¿hay alguna esperanza de que podamos usar la lógica de manera correcta?

Pues aparentemente sí. Aunque es muy difícil, sino imposible, superar este tipo de sesgos, sí que se pueden minimizar sus efectos. Los psicólogos coinciden en que, metafóricamente, es posible abrir los ojos a esa evidencia que nuestro cerebro tiende a ocultarnos.

El primer paso, evidentemente, es ser conscientes de su existencia y de que no somos inmunes a ellos. Después, los expertos proponen cinco consejos básicos, que convertidos en costumbre pueden librarnos del yugo del sesgo de confirmación.

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Los cinco consejos para pensar sin sesgos

Lo primero es aceptar que podemos estar equivocados. Todos tenemos nuestro ego y a nadie le gusta cometer errores, pero tener excesiva seguridad en uno mismo es el primer paso para que nuestro cerebro se dedique a obviar toda evidencia que no coincida con nuestras convicciones. Buscar la verdad debe de estar por encima de buscar tener razón.

Otro consejo es tratar de fomentar un entorno en el que no todo el mundo esté de acuerdo con nosotros. Conversar de manera amistosa y razonada con personas con opiniones contrarias a la nuestra nos expone a otro tipo de argumentos y obliga a nuestro cerebro a procesar esa información. En este caso, mejor que pasar inmediatamente a defender tu posición es conveniente preguntar a los demás por qué opinan que estás equivocado. También ayuda hacer de abogado del diablo de vez en cuando, y tratar de rebatir tus propios argumentos.

Hacerse mejores preguntas es otro paso en la dirección correcta. A menudo la pregunta que nos hacemos, o que solemos hacer a los demás es “¿Lo he hecho bien?” Para los psicólogos una manera de obtener información más completa y constructiva sería preguntarnos “¿Qué tendría que haber hecho para que hubiese salido mejor?” De esta forma nos obligamos a pensar en esas soluciones alternativas que podrían ser mejores.

También debemos intentar buscar puntos de vista y opiniones alternativas a las nuestras. Hay que recordar que estamos buscando la verdad, y no demostrar que tenemos razón.

Y por último: hacer un buen uso de Google. Sí, no es broma. Aparentemente internet no ayuda a deshacernos de este sesgo. Google nos permite buscar aquello que queremos y con tanta información disponible siempre daremos con una opinión que coincida con la nuestra. Por tanto, es mejor hacer búsquedas abiertas, que no estén sesgadas desde el principio.

El que tengamos una determinada opinión muy fuerte sobre un tema no implica inmediatamente que estemos equivocados, pero si lo estamos – equivocados – es posible que este sesgo nos impida descubrir nuestro error. No debería asustarnos poner a prueba nuestras convicciones de vez en cuando. Si estamos en lo correcto, deberían poder pasar el test sin problema, ¿no?

Así que, como ya dije otra vez, seamos críticos con nosotros mismos. Recordando a Sócrates: El que sabe que no sabe nada, ya sabe más que la mayoría.

Este artículo nos lo envía Ricardo Oltra García (@Roltrag) Físico, ingeniero agrónomo y estudiante de muchos idiomas. Tras trabajar algunos años como ingeniero en grandes multinacionales, en 2002 dejó Madrid y se trasladó a La Haya, para trabajar en la Oficina Europea de Patentes, donde mezcla su pasión por la ciencia y la innovación con el mundo de la propiedad intelectual. Imparte charlas y seminarios sobre patentes y propiedad intelectual en general. Para no aburrirse cultiva otras aficiones, y lee todo cuánto cae en sus manos sobre historia, evolución, física teórica y astronomía.



Por Colaborador Invitado, publicado el 18 junio, 2016
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