Permíteme que insista: 77 años de advertencias sobre el cambio climático

Por Ecos del futuro, el 23 junio, 2016. Categoría(s): Historia • Medio Ambiente
Artículo del NYT de 1988 recogiendo las declaraciones de James Hansen en el Senado.
Artículo del NYT de 1988 recogiendo las declaraciones del climatólogo James Hansen en el Senado.

El ingeniero británico Guy Stewart Callendar estableció, a finales de los años treinta, la teoría del cambio climático antropogénico debido al CO2 tal y como la entendemos actualmente. Autodidacta y considerado en la comunidad geológica de la época poco menos que un aficionado, sus trabajos sobre el papel del CO2 en la temperatura de la atmósfera llegaron a ser tan influyentes que el efecto se conocería durante muchos años por su apellido. Probablemente haya sido la primera persona en mencionar explícitamente cierta preocupación por los efectos del cambio climático antropogénico. En 1939, Callendar escribía para la revista Meteorological Magazine:

“A medida que el hombre cambia hoy en día la composición de la atmósfera a una velocidad excepcional a escala geológica, resulta apropiado investigar el efecto probable de tal cambio. De las mejores observaciones de laboratorio, parece ser que el efecto principal del incremento del dióxido de carbono de la atmósfera, aparte de una pequeña aceleración de la erosión de las rocas y el crecimiento de las plantas, sería un incremento gradual de la temperatura media de las regiones más frías de La Tierra”

Guy Stewart Callendar 1939 Meteorological Magazine Vol. 74

callendar

Meteorological Magazine no era precisamente una revista que la gente corriente comprase como suplemento dominical. Y, como veremos, la concienciación pública del problema no llegaría hasta un par de décadas más tarde. Sin embargo, la prensa empezó a entender desde ese momento que el asunto podía ser noticiable, lo que ya sabemos que significa que los periodistas olfateaban una mala noticia.

A principios de 1939, la revista Time se hacía eco de las observaciones de Callendar —que ahora sabemos eran correctas— que apuntaban ya a un calentamiento global en curso.

La semana pasada hizo bastante frío en toda Europa, pero los viejos que afirman que los inviernos eran más duros cuando eran niños tienen toda la razón … los hombres del tiempo no albergan ninguna duda de que el mundo, al menos por el momento, se está calentando.

Warmer World. Time 1939

Después del parón provocado por la Segunda Guerra Mundial, un extenso reportaje publicado por el semanario Saturday Evening Post en 1950 hablaba de todo tipo de consecuencias de un calentamiento global, aunque en ningún momento se refería a su origen en las emisiones de CO2 industriales.

La tendencia planetaria en el presente va en la dirección de una mayor uniformidad del clima, con un Ártico menos frío y seco y alguna de las regiones intermedias del planeta menos calientes y húmedas. A medida que la fluctuación continúa, vastas regiones a lo largo del ecuador pueden convertirse en desiertos ardientes, totalmente inapropiados como hábitat humana.

Albert Abarbanel & Thorp McClusky, “Is the World Getting Warmer?” Saturday Evening Post (julio de 1950)

Is the World Getting Warmer?

Tendríamos que esperar hasta el año 1953 para encontrar un artículo en la prensa generalista que relacione las emisiones industriales con los efectos negativos del cambio climático. Si bien es cierto que la analogía con el cristal de un invernadero que hace en la primera línea no se corresponda con el proceso físico que se produce en dicha instalación de jardinería, el artículo del NYT explicaba correctamente la relación entre un mundo más cálido y la disminución global de las precipitaciones.

Como el cristal de un invernadero, el dióxido de carbono en el aire previene el desalojo de la radiación de onda larga (calor) procedente del suelo aunque permite que la radiación de onda corta procedente del sol pase a su través. Cuando la cantidad de ese gas se eleva, la cubierta atmosférica retiene más calor cerca de la superficie terrestre. Al mismo tiempo, la parte alta de la atmósfera no pierde tanto calor al espacio como antes. La caída de la variación de temperatura entre las capas de nubes altas y bajas previene la formación de las fuertes corrientes de convección necesarias para el inicio de las precipitaciones. Este efecto puede llevar a una disminución de las precipitaciones y de la cubierta de nubes, por lo que una mayor cantidad de luz solar podría alcanzar la superficie terrestre. De esta manera, el hombre tiende a hacer su clima más cálido y seco; de producirse una disminución del dióxido de carbono, resultaría un clima más frío y húmedo.

«How Industry May Change Climate,» New York Times, May 24, 1953

El mismo año del artículo del NYT, la revista Popular Mechanics publicaba una advertencia perfectamente clara basada en los cálculos de Gilbert N. Plass.
El mismo año del artículo del NYT, la revista Popular Mechanics publicaba una advertencia perfectamente clara.

Dos años más tarde, en 1955, el gigante de la ciencia John von Neumann exploraba las consecuencias del cambio climático en un artículo en Forbes de 1955 sobre los retos de nuestra civilización tecnológica y afirmaba:

El dióxido de carbono vertido a la atmósfera por el carbón y el petróleo de la industria –más de la mitad de éste durante la última generación– puede haber cambiado la composición atmosférica lo suficiente para contabilizar un calentamiento general de aproximadamente un grado Fahrenheit.

[…] Otros quince grados Fahrenheit de calentamiento derretirán probablemente el hielo de Groenlandia y la Antártida y producirían un clima de subtropical a tropical en todo el planeta.

«Can we survive technology?» John von Neumann, Forbes, June 1955.

El problema del cambio climático empezaba así a introducirse poco a poco en la agenda pública de la década de los cincuenta. Otra prueba de ello es un artículo de 1956 en la revista Time  donde entrevistaron al oceanógrafo Roger Revelle sobre los efectos de la elevación de 2 ó 3 grados de la temperatura.

Desde el comienzo de la revolución industrial, la humanidad ha estado quemando combustibles fósiles (carbón, petróleo, etc) y añadiendo carbono a la atmósfera en forma de dióxido de carbono. En 50 años o así, este proceso puede llevar a un efecto violento en el clima de La Tierra.

«One Big Greenhouse«, Roger Revelle, Time magazine, May 28, 1956.

El ejemplo más claro de que definitivamente el asunto había entrado en la esfera pública es el documental escrito y producido por  Frank Capra, el archiconocido director de cine no tan conocido como ingeniero químico. El episodio fue estrenado en televisión el 12 de febrero de 1958 como cuarto episodio de una serie de divulgación científica de los laboratorios Bell que constaba de nueve. En dicho episodio podemos ver al personaje Dr. Research (interpretado por el Dr. Frank Baxter) explicar al personaje de escritor, interpretado por el director Richard Carlson:

Dr. Research: Nuestras emisiones de las fábricas y automóviles suponen anualmente más de seis mil millones de toneladas de dióxido de carbono,  las cuales ayudan al aire a absorber calor del sol, nuestra atmósfera se está calentando.

Escritor: ¿Y eso es malo?

Dr. Research: bien, se ha calculado que un aumento de unos pocos grados en la temperatura de La Tierra derretiría los casquetes polares. Y si esto ocurriese, un mar interior podría llenar una buena porción del Valle del Mississippi. Los turistas, a bordo de barcos con fondo de cristal verían las torres sumergidas de Miami cubiertas por 150 pies de aguas tropicales. En meteorología,  no sólo nos enfrentamos a fuerzas más variadas que incluso las que encuentran los físicos atómicos, sino a la vida misma.

[youtube]https://youtu.be/0lgzz-L7GFg[/youtube]

El ecologismo organizado empezó a ejercer un papel relevante durante los sesenta. The Conservation Foundation (precursora de WWF) organizó en 1963 una reunión de expertos en Nueva York, entre los que se encontraban Charles Keeling y Gilbert Plass, con objeto de discutir el problema del aumento del CO2 en al atmósfera. En la introducción de las actas del congreso, puede leerse:

Es conocido que la situación del dióxido de carbono, tal y como ha sido observada durante el último siglo, es tal que podría tener considerables implicaciones biológicas, geográficas y económicas con consecuencias en un futuro no tan distante. Lo que resulta importante es que el aumento del dióxido de carbono, por medio de la exhalación de gases de motores y otras fuentes, produce un aumento de la temperatura de la atmósfera y los océanos. Se estima que una duplicación del contenido de dióxido de carbono en la atmósfera produciría una aumento medio de la temperatura de unos 3.8 grados Fahrenheit. Lo que podría ser suficiente para provocar una inmensa inundación de las partes más bajas de las tierras emergidas, resultado del incremento de deshielo de los glaciares. Hasta la fecha, el aumento del dióxido de carbono has sido del orden del 10%, y los océanos están de hecho experimentando algún aumento de temperatura.

Implications of Rising Carbon Dioxide Content of the Atmosphere (New York: The Conservation Foundation, 1963)

La primera advertencia oficial del problema a la Casa Blanca llegaría  años más tarde, cuando un panel de contaminación medioambiental del comité de asesoramiento científico del presidente estadounidense  Lyndon B. Johnson concluía respecto al cambio climático:

Mediante su civilización industrial de nivel planetario, el Hombre está, inconscientemente, llevando a cabo un enorme experimento geofísico. En unas pocas generaciones está quemando los combustibles fósiles que se han acumulado en La Tierra durante los últimos 500 millones de años. El CO2 producido en la combustión se está inyectando en la atmósfera; sobre la mitad de ese CO2 permanece allí. Las reservas recuperables de combustibles fósiles estimadas son suficientes para provocar un incremento del 200% en el contenido de dióxido de carbono de la atmósfera.

Alrededor del año 2000, el incremento de CO2 en la atmósfera se habrá acercado al 25% provocando quizás cambios acusados en el clima y casi seguro cambios en la temperatura y otras propiedades de la estratosfera.

Restoring the Quality of Our Environment”, Report of the Environmental Pollution Panel, President’s Science Advisory Committee (1965), pp. 111-133.

El oceanógrafo Roger Revelle estrechando la mano de Lyndon Johnson
El oceanógrafo Roger Revelle estrechando la mano de Lyndon Johnson

Al final de la década, Daniel Patrick Moynihan, congresista demócrata y asesor de Nixon, instó a la administración a monitorizar la concentración de CO2 en la atmósfera. En 1969 dirigía esta carta a John Ehrlichman, asesor de Nixon para asuntos nacionales:

Al igual que con muchas de las cuestiones ambientales más interesantes, realmente no tenemos mediciones muy satisfactorias del problema con el dióxido de carbono. Por otra parte, esto es claramente un problema, y, quizás más particularmente, uno que puede estimular la imaginación de personas normalmente indiferentes a las proyecciones de cambios apocalípticos.

El proceso es simple. El dióxido de carbono en la atmósfera tiene el efecto de un panel de vidrio en un invernadero. El contenido de C02 está normalmente en un ciclo estable, pero recientemente el hombre ha comenzado a introducir la inestabilidad a través de la quema de combustibles fósiles. En el cambio de siglo, varias personas plantearon la cuestión de si este hecho cambiaría la temperatura de la atmósfera. Con los años la hipótesis ha sido refinada y ha ido apareciendo más evidencias que la apoyan. Actualmente está bastante claro que el contenido de C02 aumentará en torno a un 25% en el año 2000. Esto podría aumentar la temperatura media cerca de la superficie terrestre en 7 grados Fahrenheit. Esto a su vez podría elevar el nivel del mar unos 10 pies. Adiós Nueva York. Adiós Washington, para el caso. No tenemos datos sobre Seattle.

Es muy posible que no haya efectos compensatorios. Por ejemplo, un aumento de polvo en la atmósfera tiende a bajar la temperatura, y podrían compensar el efecto C02. Del mismo modo, es posible concebir un esfuerzo humano mastodóntico que establezca medidas compensatorias contra el aumento de CO2 (por ejemplo, detener la quema de combustibles fósiles)

Carta enviada por el demócrata Daniel Patrick Moynihan a John Ehrlichman, asesor de Nixon para asuntos nacionales. 17 de septiembre de 1969.

Daniel Patrick Moynihan junto al presidente Nixon
Daniel Patrick Moynihan junto al presidente Nixon

La respuesta de Hubert Heffner, subdirector de la Oficina de Ciencia y Tecnología de la administración Nixon, a la misiva de Moynihan reconocía la importancia del asunto del aumento de la temperatura de la atmósfera, aunque incluyó un párrafo que a alguno le resultará tristemente familiar:

Cuanto más me meto en este asunto, más encuentro dos clases de agoreros con, por supuesto, la inmensa mayoría en una posición intermedia. Un grupo dice que vamos a convertirnos en mastodontes pisa-hielos debido al polvo atmosférico y el otro dice que tendrán que crecernos branquias para sobrevivir al nivel del océano aumentado debido al aumento de temperatura.

Como consecuencia de la insistencia de Moynihan, Nixon fundaba la Agencia de Protección Ambiental el 2 de diciembre de 1970. El asunto entraba de lleno en la arena política.

En 1977 se crea un panel interdisciplinar con el apoyo de varias agencias gubernamentales y que incluía un grupo de Energía y Clima liderado por Roger R. Revelle.  El New York Times denunciaba en sus página que la  publicación no se ocupase de las alternativas energéticas y apuntaba a la la promoción que estaba haciendo en aquel momento la administración Carter del uso del carbón como medio de evitar la excesiva dependencia nuclear estadounidense.

«Consecuencias muy adversas» pueden producirse si el mundo, como ahora parece probable, depende cada vez más del carbón para obtener energía durante los próximos dos siglos, según un panel de científicos.

«Scientists Fear Heavy Use of Coal May Bring Adverse Shift in Climate«, New York Times, July 15, 1977.

[youtube]https://youtu.be/iz1g55H6XgA[/youtube]Isaac Asimov explica el efecto invernadero en una entrevista en la radio el 21 de mayo de 1977

A pesar de que las primeras placas solares hacían su aparición en los tejados de la Casa Blanca, el plan de promoción del carbón de la administración Carter provocaba cada vez más críticas. El 3 de abril de 1980, el legendario presentador de la CBS Walter Cronkite informaba de la denuncia de los senadores Paul Tsongas y Gordon Macdonald que explicaron en el senado norteamericano la gravedad del problema. Tsongas pronunció las famosas palabras: “Good-bye Miami, good-bye Corpus Christie. Good-bye, Sacramento. Good-bye, Boston—which is obviously much more of a concern—good-bye, New Orleans, good-bye Charleston, Savannah, and Norfolk.” despidiendo a las ciudades costeras norteamericanas afectadas por la futura subida del nivel del mar provocada por el calentamiento global.

[youtube]https://youtu.be/MU9s0XyEctI[/youtube]

Desde 1979, la Organización Mundial de Meteorología venía celebrando cada pocos años las Conferencias Mundiales sobre el Clima. Haciéndose eco de la celebrada en Austria en 1985, el recién elegido senador Al Gore intervenía el 10 de junio de 1986 en el comité del Senado sobre Medio Ambiente y advertía:

A estas alturas no existe diferencia alguna significativa de opiniones dentro de la comunidad científica sobre el hecho de que el efecto invernadero es real y está ocurriendo. Como resultado del aumento de los gases de efecto invernadero, ahora se piensa que en la primera mitad del siglo XXI, podría ocurrir un aumento de la temperatura media global mayor que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.

Al Gore

En ese mismo comité se encontraba el ahora mundialmente famoso climatólogo James Hansen, cuyas declaraciones no dejaban lugar a la duda: “la temperatura global aumentará a niveles que no han existido en la Tierra en los últimos 100.000 años

Noticia de portada del The Washington Post on June 11, 1986.
Noticia de portada en The Washington Post  11 de junio de 1986. Fuente

Aunque su más famosa declaración se produciría ante el senado dos años más tarde, en 1988, donde Hansen no puede ser más claro y rotundo:

Me gustaría señalar tres conclusiones principales. Número uno, la Tierra está más caliente en 1988 que en ningún otro momento de la historia de los registros históricos. Número dos, el calentamiento global es ahora suficientemente grande como para poder atribuir, con un alto grado de confianza, la relación causa-efecto al efecto invernadero. Y número tres, nuestras simulaciones climáticas por ordenador indican que el efecto invernadero es suficientemente grande para empezar a afectar a la probabilidad de eventos extremos tales como olas de calor veraniegas.

El climatólogo James Hansen en su testimonio ante el senado en 1988.
El climatólogo James Hansen en su testimonio ante el senado en 1988.

Dos de nuestros más conocidos divulgadores, Isaac Asimov y Carl Sagan, trasladaron al público el mensaje de Hansen. Asimov lo haría el siguiente año en una charla que tuvo lugar en el Instituto Humanista de Nueva York.

[youtube]https://youtu.be/sSqdklAux-c[/youtube]

Y Sagan actualizaba en 1990 el episodio Cielo y Infierno de su legendaria serie Cosmos con esta advertencia sobre las consecuencias del aumento de gases de efecto invernadero.

[youtube]https://youtu.be/HQ5u-l9Je0s[/youtube]

No me gustaría acabar sin un guiño a todos aquellos de la derecha económica actual que parecen no poder encajar la lucha contra el cambio climático en un marco socio-económico ideológicamente aceptable. En la convención del partido conservador británico de 1989, esa gran política conservadora que fue Margaret Thatcher explicaba las importancia de la conservación medioambiental su sentido para todo aquél que se autodenomine conservador. Y terminaba, como gustaba hacer al mismísimo Carl Sagan, recordándonos nuestra delicada situación en la inmensidad del universo:

Hasta recientemente, siempre habíamos pensado que en cualquier progreso que hiciese la humanidad, nuestro planeta quedaría tal y como estaba. Ello puede que ya no vuelva a ser cierto. La manera en la que generamos energía; la manera en la que usamos la tierra; la manera en que la industria utiliza las reservas naturales y se deshace de los residuos; la manera en la que se multiplica la humanidad. Esas cosas tomadas en conjunto son nuevas en la experiencia de la Tierra. Y van a cambiar la atmósfera sobre nosotros y los mares que nos rodean. Esa es la escala del reto global que tenemos que resolver trabajando con una base científica sólida.

Nos llamamos conservadores por una buena razón. Creemos en conservar lo que es mejor. Los valores de nuestra forma de vida; las bellezas de nuestro país; el paisaje rural que modeló nuestro carácter como nación.

El Voyager 2, en su notable viaje de 12 años por el Sistema Solar hasta Neptuno y más allá, nos impresionó a todos con las fotos de lunas y planetas áridos y desprovistos de vida. Fue un solemne recordatorio de que nuestro planeta tiene el privilegio único de la vida. Cuánto más nos hace ello darnos cuenta de nuestra obligación de salvaguardar nuestro mundo. Cuanto más dominamos el entorno, más debemos aprender a servirle. Esa es la aproximación conservadora.

Margaret Thatcher

[youtube]https://youtu.be/Fys5Z63xCvA[/youtube]

En 1990, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) publicó su primer informe sobre el estado del clima, su evolución futura y sus consecuencias. Establecido por primera vez en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el IPCC se ha convertido en la referencia pública del consenso científico sobre el cambio climático y sus efectos.  La advertencia es ahora de dominio público. Pero, como creo haber mostrado, no es la primera ni mucho menos. Jamás podremos poner como excusa que no se nos avisó a tiempo.


Este texto puede entenderse como el post scriptum natural de la serie de entradas El descubrimiento de las eras glaciales y el efecto invernadero



Por Ecos del futuro, publicado el 23 junio, 2016
Categoría(s): Historia • Medio Ambiente