Una triste historia americana

Por Colaborador Invitado, el 6 marzo, 2017. Categoría(s): Divulgación • Ecología • Historia

La llegada de los colonos europeos a América introdujo agudos cambios en la fauna del continente. El bisonte americano posiblemente fue el animal que más caras pagó las consecuencias ya que estuvo muy cerca de ser eliminado de la faz de la tierra. Este ungulado, el mamífero de mayor tamaño del nuevo mundo,  reinaba sobre las infinitas praderas y llegó a alcanzar una población de unos cincuenta millones de cabezas en los territorios de Alaska, Canadá, EEUU y norte de México.

Sin embargo; aún hoy, muy pocas son las manadas que pastan en completa libertad. La inmensa mayoría de bisontes se crían en ganaderías extensivas ya que su carne, más magra y baja en grasas saturadas que la de vacuno convencional, es muy apreciada.

Y fue precisamente el uso ganadero de este animal lo que le salvó de un apocalipsis que parecía inevitable a finales del siglo XIX.

Bisontes en libertad. Foto: Pixabay
Bisontes en libertad. Foto: Pixabay

Algunos cambios tecnológicos, culturales y políticos determinaron que este animal estuviese al borde de la extinción. Examinémoslos:

Métodos de caza:

Los nativos habían cazado bisontes desde tiempos inmemoriales. La técnica que utilizaban era la siguiente: rodeaban a las manadas de cuadrúpedos y las iban dirigiendo poco a poco hasta barrancos o despeñaderos. Una vez tenían a los animales cerca del precipicio, con gritos y fuego provocaban la estampida del rebaño que se despeñaba por el desnivel natural. Una vez caían, si no morían del golpe, quedaban tullidos y eran presa fácil para los cazadores que con flechas o lanzas daban buena cuenta de ellos.

Maqueta que reproduce la técnica que usaban los nativos americanos para despeñar bisontes. Crook County Museum. Vore buffalo jum. Sundance Wyoming. Autor: J. Pascual
Maqueta que reproduce la técnica que usaban los nativos americanos para despeñar bisontes. Crook County Museum. Vore buffalo jum. Sundance Wyoming. Autor: J. Pascual

Se iniciaba así un proceso en el que se aprovechaba absolutamente todo: piel para ropa y tiendas, carne –que se conservaba secándola al sol como tasajo- pezuñas para hacer pegamento, tendones para usarlos como hilo de coser, huesos para hacer agujas y flechas, los sesos se empleaban para untar las pieles y hacerlas más suaves e incluso las boñigas, secas, para dar una buena lumbre.

Restos óseos en Buffalo Vore Jump. El lugar fue usado durante siglos por los indios como demuestran las numerosas osamentas de bisontes halladas hoy. Foto: J. Pascual
Restos óseos en Buffalo Vore Jump. El lugar fue usado durante siglos por los indios como demuestran las numerosas osamentas de bisontes halladas hoy. Foto: J. Pascual

El bisonte era, sin ningún género de dudas la piedra angular de las civilizaciones aborígenes, sirva como ejemplo la narración de un visitante de la región hacia 1840:

´El búfalo suministra prácticamente todo lo necesario para la vida del indio: habitáculo, comida, ropa y combustible, cuerdas para los arcos, hilo, cordones, riendas para los caballos, sillas de montar, vasos para el agua, pequeños barcos para cruzar los ríos, pegamento, y todo aquello que necesitan para intercambiar con los comerciantes blancos. Si el búfalo desaparece, ellos también dejarán de existir´

La llegada del hombre blanco supuso cambios clave en el futuro del bisonte: por una parte con los europeos llegaron los caballos, por otra lo hicieron las armas de fuego. Cazar bisontes se convirtió así en una tarea más fácil, al alcance de muchos.

El ferrocarril:

Conforme el tren iba extendiéndose hacia el Oeste, los trabajadores de las líneas férreas necesitaban alimentarse con caza ya que el emplazamiento de las obras, alejado de las ciudades, obligaba a los obreros a consumir aquello que se encontraba en el terreno. Lo que resultó más práctico fue contratar a cazadores que les suministrasen carne fresca –y la de bisonte era la más abundante-. Ese fue uno de las múltiples ocupaciones que  dio fama a Buffalo Bill.

Con la entrada en servicio de los trenes se organizarían viajes en los que los pasajeros podían abatir cómodamente a estos colosos desde de sus asientos.

Una nueva técnica peletera:

La piel de estos rumiantes no era muy apreciada al principio, pero la necesidad de cuero era muy alta (se usaban cinturones de piel como correa de transmisión en la maquinaria de la época) y se importaban pieles para cubrir la demanda. Los precios seguían subiendo y los peleteros comenzaron a experimentar con cueros de bisonte, mucho más baratos pero de muy baja calidad. Finalmente, en 1870, los artesanos dieron con una nueva técnica peletera –sumergir las pieles en una solución de cal, con el fin de eliminar los pelos y hacerlas más flexibles- que convirtió lo que hasta entonces se consideraba una clase basta de piel en un cuero de primerísima calidad. Además, el propio ferrocarril hacía que el transporte de las pieles fuese rápido.

 

Rifles y municiones:

Pero no terminaron aquí las malas noticias para nuestro protagonista de hoy. La Guerra Civil americana supuso una mejora sustancial de algunas armas como el rifle Springfield, con él se podía disparar una munición de mayor calibre y a mayor distancia: casi seiscientos metros.

Además, el propio comportamiento del animal contribuyó a su caza despiadada. El bisonte huye sólo de los predadores, pero aunque vea morir a sus congéneres a su lado de un balazo, sigue pastando tranquilamente. No es de extrañar, pues, que un franco tirador pudiera cazar cientos de animales en una jornada. Uno de ellos, Tom Nixon, se cobró nada menos que ciento veinte animales en cuarenta minutos. No satisfecho con ello, elevó su propia marca al matar tres mil doscientos ejemplares en treintaicinco días.

Los tiradores no actuaban solos, sino que empleaban a los que tenían que hacer, nunca mejor dicho, el trabajo sucio: desollar a los animales una vez abatidos.

Trabajaban a destajo, su cuerpo cubierto de sudor, sangre, grasa y parásitos resultaba abominable, pero tan sólo se llevaban la piel y la lengua del animal. La lengua se consideraba una delicatesen y se remitía al Este en salazón (se pagaba a $1 la pieza). El resto se dejaba pudrir en la llanura. No tardó en verse las vastas planicies llenas de osamentas blanqueadas por el sol. Esas osamentas eran recogidas más tarde para ser trituradas y utilizarse como abono.

1892 montaña de calaveras de búfalos aguardando a ser trituradas para abono Burton Historical Collection, Detroit Public Library, Public Domain,
1892 montaña de calaveras de búfalos aguardando a ser trituradas para abono
Burton Historical Collection, Detroit Public Library, Public Domain

Sin duda era un negocio lucrativo, una piel se vendía en 1871 por $3,5, el equivalente a $100 de hoy y un buen cazador podía abatir hasta doscientos cincuenta animales en una jornada. Multipliquen.

Se hicieron inmensas fortunas, lo que atrajo a más cazadores, creando un círculo vicioso. Fue una auténtica fiebre del oro, el oro a cuatro patas se llegó a denominar el lucrativo negocio de cazar bisontes.

No obstante, fueron víctimas de su propia avaricia ya que el animal desapareció de amplísimas áreas del centro y oeste de América.

Nuevas enfermedades:

Los europeos traían consigo su propio ganado para asegurarse el sustento en los nuevos territorios. La introducción de nuevos animales tuvo devastadoras para el bisonte, ya que con el ganado llegaron nuevas enfermedades.

Algunos autores consideran que algunas infecciones como la babesiosis –un protozoo intracelular-, la tuberculosis o la brucelosis tuvieron un papel muy relevante en la disminución de la población de bisontes. Parece una teoría verosímil ya que el ganado vacuno se extendió por todo el oeste americano y estas enfermedades si bien eran frecuentes en la cabaña bovina de origen europeo, resultaban nuevas para los animales autóctonos que carecían de defensas frente a ellas. Hay numerosas descripciones de viajeros que se toparon con grupos de animales muertos que no presentaban heridas ni lesiones relacionadas con la caza, lo que parece corroborar esta hipótesis.

Política:

La desaparición del totémico ungulado tuvo consecuencias terribles para los nativos: no sólo se vieron privados de su principal fuente de alimento, sino que su territorio se llenó de cazadores y desolladores quienes, con los bolsillos llenos de dinero, atraían juego, prostitución y violencia a su territorio. Además hay que añadir el impacto cultural,  ya que para los indios, cazar bisontes a caballo era una muestra de hombría y constituía una de las esencias de su ser, sin ellos, su propia identidad estaba comprometida.

Algunos vieron en ello una ventaja política, se eliminaba a los nativos sin tener que hacerles la guerra directamente y, por otra parte, se garantizaban vastos territorios para criar ganado comercial. Tal y como declaró el secretario de interior Columbus Delano en 1873 “no lamentaría la completa desaparición del bisonte en nuestras llanuras occidentales ni el impacto que eso tendría en los indios”

Lo cierto es que muy pocos protestaron por el exterminio masivo de estos bellos animales y fue el esfuerzo de unos pocos ganaderos en Dakota del Sur y Montana, lo que salvó al bisonte americano de su total extinción. A finales del S. XIX la población total no superaba los 325 ejemplares.

Muchos no creyeron que la recuperación fuese posible, incluso el arte reflejó esta posibilidad.

El último bisonte, de Albert Bierstadt. National Gallery of Art. Corcoran collection Obra pictórica que punto estuvo de ser premonitoria
El último bisonte, de Albert Bierstadt. National Gallery of Art. Corcoran collection. Obra pictórica que punto estuvo de ser premonitoria

Este artículo nos lo envía Juan Pascual (podéis seguirlo en twitter @JuanPascual4 o linkedn). Me licencié en veterinaria hace unos cuantos años en Zaragoza y he desarrollado mi vida profesional en el mundo de la sanidad animal, de ahí mi interés en divulgar lo que los animales aportan a nuestro mundo actual. Soy un apasionado de la ciencia. Creo que es fundamental transmitir el conocimiento científico de una manera sencilla para que los jóvenes se enganchen pronto y para que la sociedad conozca más y mejor lo mucho que la ciencia aporta a nuestro bienestar. Viajar es otra de mis pasiones junto con la literatura, que no deja de ser otro modo de viajar.

Podéis leer todos los artículos de Juan Pascual en Naukas en este enlace.

Bibliografía:

 



Por Colaborador Invitado, publicado el 6 marzo, 2017
Categoría(s): Divulgación • Ecología • Historia