Zoco de Astronomía: La Belleza de la Ciencia

Por Ángel R. López Sánchez, el 14 marzo, 2017. Categoría(s): Astronomía • Ciencia • Divulgación • Escepticismo

 Artículo originariamente publicado el domingo 12 de marzo de 2017 en el Suplemento «El Zoco» de Diario Córdoba. Dedicado a todos los que hacéis divulgación científica de calidad y lucháis continuamente para intentar erradicar el lastre de las creencias místicas y pseudocientíficas en nuestra sociedad (¿una batalla perdida, según muchos?).

El famoso autor estadounidense Walt Whitman (1819 – 1892) describió en su poema “El Astrónomo” (1) a una persona a la que, tras escuchar a un científico que presentaba pruebas, figuras, tablas, mapas y ecuaciones y analizaba de forma racional lo que decían los datos, se sentía “cansado y enfermo”, por lo que “salió al aire húmedo de la noche” a “mirar en silencio perfecto las estrellas”. Este poema, lleno de controversia, pretende transmitir que los científicos no podemos ver belleza en nuestro estudio, que el arte y la ciencia son cosas contradictorias. Un siglo después el célebre divulgador científico Isaac Asimov rebatió el argumento de Whitman describiendo, con una prosa más parecida a la poesía que a la propia escritura científica, las sutilezas que la Ciencia posee detrás de las tablas, figuras y números, y la belleza intrínseca que posee la investigación científica (2,3).

Visión de la Vía Láctea, con la Cruz del Sur, el Saco de Carbón, las brillantes estrellas de la constelación del Centauro y la Nebulosa de Carina. Crédito: Ángel R. López-Sánchez y Álvaro Iranzo Gutiérrez.
Visión de la Vía Láctea, con la Cruz del Sur, el Saco de Carbón, las brillantes estrellas de la constelación del Centauro y la Nebulosa de Carina. Crédito: Ángel R. López-Sánchez y Álvaro Iranzo Gutiérrez.

¿Cuál es el problema? En la cultura general se nos ve a las científicas y a los científicos como gente muy entregada a su trabajo (en efecto, lo somos) pero muy desconectados de la sociedad, excéntricos en su mayoría, y por supuesto siempre llevado una bata blanca, gafas de pasta, y el pelo loco revuelto. Entre los jóvenes esta visión distorsionada del científico quizá se ha reemplazado por la figura del físico teórico Sheldon Cooper de la serie televisiva “La teoría del Big Bang”. Pero estos estereotipos no nos dicen la verdad. Como en cualquier otra profesión, los científicos y las científicas somos muy distintos entre sí, cada uno tiene sus propios “hobbies” aparte de la ciencia (desde hacer escalada o submarinismo a cantar ópera), y muchos nos consideramos “humanistas” por tener el interés de conocer más de la Cultura de la Humanidad (siendo la Ciencia parte de esa Cultura).

Casi todos los científicos compartimos la ilusión de desentrañar algún misterio real del Cosmos usando las pruebas experimentales que tanto criticaba Whitman. Una vez armados con los conceptos físicos y matemáticos, usando a partes iguales el escepticismo y la imaginación, la belleza innegable e inherente de las tablas y figuras aparece de forma natural. El pensamiento científico nos permite fundir la belleza que transmite el cielo estrellado (por poner un caso) con el conocimiento de que esos rayitos de luz que reciben las pupilas de nuestros ojos son soles como el nuestro quizá a miles de años luz. El análisis de esa misma luz, recolectada en los telescopios gracias al avance tecnológico nos permite saber de qué están hechas las estrellas, entre otras muchas más cosas.

Aún así, es cierto que en muchos casos a los científicos nos faltaempatía”. Necesitamos conectar con el resto de la sociedad con el propósito de ayudar a nuestros vecinos a superar las creencias pseudocientíficas y describir la gran importancia que el conocimiento científico tiene en las grandes decisiones a tomar en el siglo XXI. Por eso muchos de nosotros, y cada vez de forma más habitual, intentamos realizar divulgación científica para acercar a nuestros vecinos esa belleza y poesía que vemos no sólo en una noche estrellada sino en los datos científicos que recopilamos en ella.

 

(1) Traducción al español del poema «El Astrónomo» de Walt Whitman:

Cuando escuché al sabio astrónomo;
cuando las pruebas, las figuras, se alinearon frente a mi;
cuando me mostraron los mapas celestes y las
tablas para sumar; dividir y medir;
cuando, sentado, escuché al astrónomo
hablar con gran éxito en el salón de conferencias,
de repente, sin motivo, me sentí cansado y enfermo;
hasta que me levanté y me deslicé hacia la salida, para caminar solo,
en el mismo aire húmedo de la noche,
y de cuando en cuando,
mirar en silencio perfecto a las estrellas”.

(2) Artículo de Antonio Martínez Ron en Naukas el 30 de enero de 2012 con un vídeo que recoge la respuesta de Isaac Asimov al poema de Walt Whitman.

(3) Artículo de Isaac Asimov «Science and the Sense of Wonder» el 12 de agosto de 1979 en «The Washington Post» rebatiendo el poema de Walt Whitman (en inglés).



Por Ángel R. López Sánchez, publicado el 14 marzo, 2017
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