Dopamina, el efecto cajón y la sinrazón de un despido

Por Carmen Agustín Pavón, el 20 abril, 2017. Categoría(s): Actualidad • Neurociencia

Investigar, sobre todo en el ámbito universitario (y qué decir de esta España nuestra, tan preñada de recursos y apoyos a la misma), es un proceso lento y costoso. Desde que surge una hipótesis y se plantean unos experimentos para comprobarla hasta que se obtienen resultados pueden pasar muchos meses; hasta que esos resultados se publican, años. Y demasiadas veces, después de tantos años, te quedas con el regusto de saber que el esfuerzo sirve para poco. Hoy vengo a contar una historia personal, que comenzó allá por septiembre de 2003 y concluyó en marzo de 2017.

En septiembre de 2003 asistí a mi primer congreso científico, el de la Sociedad Española de Neurociencia. Había disfrutado de una beca de colaboración en el lab de Fernando Martínez y Enrique Lanuza en la Universitat de València, y los jefes, en un gesto que no olvidaré, repartieron el presupuesto de 3 entre 6, para que los estudiantes pudiéramos asistir. Claro que dormimos en una de pensión que era lo contrario a cómoda y limpia, pero aquella experiencia determinó para siempre mi manera de entender la ciencia y a los científicos.

Durante la cena de gala, discutimos con los jefes nuestros futuros proyecto de tesis. En el lab acababan de demostrar que las feromonas de macho son innatamente atractivas para las hembras de ratón; la hipótesis que surgía era que también serían reforzantesa. Yo tenía la misión de comprobar si la exposición a feromonas resultaba en respuestas neuroquímicas similares a las que ocurren cuando los animales “consumen” estímulos reforzantes (como la comida o el sexo), entre las cuales hallamos el incremento de dopamina en el núcleo accumbens del cerebro.

La hipótesis clásica de la dopamina y el refuerzo postulaba que la liberación de dopamina estaba relacionada con el placer que los animales sienten cuando consumen estímulos reforzantes1. Esta hipótesis se basaba en el hecho de que tanto lesiones del tracto (axones) dopaminérgico que une los núcleos tegmentales con el núcleo accumbens, como el tratamiento con fármacos que bloquean la dopamina, dejan a los animáles afágicos y adípsicos (vamos, que ni comen ni beben). Sin embargo, desde hacía pocos años habían surgido otras hipótesis: la dopamina no sería importante para el placer (como nos siguen intentando hacer creer muchos titulares), sino más bien para la motivación o el aprendizaje2,3.

En noviembre de 2003, se publicaba que ratones incapaces de producir dopamina seguían prefiriendo el sabor dulce, si bien no trabajaban demasiado por conseguirlo4. En todo caso, seguía siendo cierto que los estímulos reforzantes elevan la dopamina en el accumbens, y diseñamos un experimento para comprobar si las feromonas también tenían ese efecto. Para ello, necesitaba aprender la técnica de la microdiálisis cerebral.

No fue fácil. La técnica no la conocía nadie de mi laboratorio, así que tuve que ir a la Facultad de Farmacia, al lab dirigido por Luis Granero y Ana Polache, a aprenderla. Me encontré con bastantes problemas para adaptar una técnica puesta a punto en rata a ratón (diez veces más pequeño y más nervioso), y con mi falta de experiencia tardé bastante en sacar algunas muestras. Analizamos las primeras y eran prometedoras: parecía que las feromonas de macho, efectivamente, incrementaban la dopamina en el accumbens.

Entonces llegó el desastre: el congelador donde se guardaban las muestras de mi primer experimento completo se averió durante la noche y las perdí todas. Había pasado casi un año, yo tenía que presentar mi trabajo de investigación para que no me echaran del doctorado y al ritmo que iba sería imposible tener suficientes resultados. Decidimos aparcar la microdiálisis y plantear otros experimentos.

No volví a hacer microdiálisis. En enero de 2009 emigré a Reino Unido. Por aquel entonces, en el lab de Granero y Polache, tres doctorandos, Mª José Sánchez Catalán, Alejandro Orrico y Lucía Hipólito, hicieron algunos experimentos de fermonas y microdiálisis, esta vez en rata. Pero estos experimentos no formaban parte de sus tesis y los resultados se quedaron en un cajón. Todos acabaron sus tesis y como yo, como muchos, emigraron (Mª José y Álex a Francia, Lucía a EEUU).

Llegamos a principios de 2015. Mª José, Lucía y yo acabábamos de volver a casa. Alejandro estaba en Francia, pero quería volver. ¿Sabéis aquello del publish or perish? Necesitamos publicar: para volver, para encontrar trabajo, para que no nos echen del nuestro, y no sé cómo nos acordamos de los experimentos de feromonas, que están desde hace años empapándose del mágico efecto cajón (lo del “efecto cajón” viene de diez años atrás, cuando escribí mi primer artículo y quedó como un año sin que los directores lo revisaran. Fernando me intentaba convencer de que es bueno no enviar los artículos enseguida, que si los dejas “en el cajón” y los retomas tiempo después puedes ver cosas que no habías visto y mejorarlo. Ahora que yo misma lo soy veo que simplemente muchos de los profesores universitarios no tiene suficiente tiempo para dedicarse a escribir). Total, que nos propusimos publicarlos.

Mª José consiguió una plaza en la Universitat Jaume I de Castellón, donde yo también trabajaba. Trabajando juntas todo fue más fácil. Rescatamos datos, reanalizamos, rescatamos videos, medimos comportamientos que faltaban por medir, montamos gráficas, estudiamos, discutimos, escribimos. Colaborar con Mª José es fantástico: es trabajadora hasta la médula, seria, con las ideas claras, y aunque ambas íbamos hasta arriba de clases y otros mil trabajos por atender, avanzamos poco a poco. Llegamos a verano de 2016, el artículo por fin tenía forma, y estaba quedando bastante bien. Un par de toques más, y el artículo estaría listo para enviar.

Entonces, salieron plazas de profesorado en la Universidad de Valencia. Las dos dudamos si probar suerte: nos quedaban cuatro años de contrato en Castellón, pero ambas vivimos a 80 kilómetros, y los viajes pesaban. Nos decidimos, nos presentamos, y ambas quedamos primeras en nuestros respectivos concursos.

Es una apuesta arriesgada: tenemos 15 días para aceptar la plaza, teniendo que renunciar a nuestro trabajo. Pero los otros concursantes pueden recurrir, y si ha habido algún problema en el conteo de los méritos del currículum (porque todo va a puntos), nos pueden echar a la calle. Es por ello que intentamos retrasar la firma, pero nos dicen que es imposible. Aún dudando bastante, renunciamos a nuestras plazas en Castellón y nos vamos a Valencia. El 19 de octubre de 2016 por fin enviamos el artículo. El 9 de febrero de 2017 lo aceptan en la revista Frontiers in Neuroanatomy5. El 22 de marzo la Universidad de Valencia saca una nota de prensa reseñando el artículo. Es un artículo bonito, y la prensa se hace eco (aquí, aquí, aquí).

Captura de pantalla 2017-04-17 a las 9.46.05
La rata que acompaña la noticia. Foto de Lucía Hipólito y Yolanda Campos

En el artículo mostramos que las hembras de rata, igual que las de ratón, tienen una preferencia innata por olores de macho (la fuente de olor de macho es simplemente el lecho de sus jaulas). Cuando las hembras se exponen a olor de macho, se incrementa el nivel de dopamina en su núcleo accumbens. Como he comentado más arriba, esta respuesta neuroquímica sucede también cuando se suministra a los animales otros reforzantes naturales y drogas de abuso, de manera que el uso de feromonas sexuales es un modelo para investigar los circuitos neurales del refuerzo, que se hallan comprometidos en patologías como la adicción.

Finalmente, mostramos que si bloqueamos el incremento de dopamina con un fármaco antagonista del glutamato (un neurotransmisor excitador), las ratas tratadas olisquean las feromonas de macho de manera similar a ratas a las que no se les bloquea la dopamina durante los cinco primeros minutos; sin embargo, mientras que las ratas no tratadas siguen olisqueando las feromonas durante media hora, las ratas a las que se bloquea la dopamina dejan de hacerlo. Este resultado concuerda con la hipótesis de que la dopamina no es necesaria para que a las ratas “les gusten” las feromonas de macho, pero sí para que perseveren en buscarlas.

El mismo día en que salimos en los periódicos por nuestro trabajo, Mª José recibe una carta. El candidato que había quedado segundo en la plaza que ahora ocupa Mª José (una persona con menos experiencia y que presenta unos méritos irregulares, como se cuenta aquí)  había recurrido, y el 27 de diciembre la comisión de recursos, sin que aún podamos entender por qué, había admitido unos méritos obtenidos de manera irregular. El 14 de marzo el rector firma el despido de Mª José. El 22 de marzo, Mª José recibe la carta y se ve en la calle, sin posibilidad de alegar, y mientras la Universidad de Valencia se hace publicidad con su trabajo. Mª José vuelve a salir en los periódicos, esta vez porque el mal hacer de la Universitat de València acaba de cortar de cuajo la carrera de una excelente investigadora.

Captura de pantalla 2017-04-17 a las 9.42.17

Esta historia no tiene moraleja. El día que se publicó el trabajo estábamos contentas. Ahora, estamos jodidas.

Referencias

  1. Wise R.A., Rompré P.P. (1989) Brain dopamine and reward. Annual Reviews of Psychology, 40:191-225.
  2. Berridge K.C., Robinson, T.E. (1998) What is the role of dopamine in reward: hedonic impact, reward learning, or incentive salience? Brain Research Reviews . 28:309-369.
  3. Schultz W. (2002) Getting formal with dopamine and reward. Neuron. 36:241-63.
  4. Cannon CM, Palmiter RD. (2003) Reward without dopamine. J Neurosci, 23(34):10827-31
  5. Sánchez-Catalán MJ, Orrico A, Hipólito L, Zornoza T, Polache A, Lanuza E, Martínez-García F, Granero L, Agustín-Pavón C. (2017) Glutamate and Opioid Antagonists Modulate Dopamine Levels Evoked by Innately Attractive Male Chemosignals in the Nucleus Accumbens of Female Rats. Front Neuroanat.11:8.

Notas

a. Los estímulos reforzantes son aquellos que actúan como un premio o recompensa para los animales, y refuerzan los comportamientos que les permiten obtenerlos. Los ejemplos clásicos de estímulos reforzantes son el sabor dulce o el sexo; las drogas de abuso también son reforzantes.



Por Carmen Agustín Pavón, publicado el 20 abril, 2017
Categoría(s): Actualidad • Neurociencia