¿Cuál es la alternativa a los hechos?

Por javierpanadero, el 3 julio, 2017. Categoría(s): Escepticismo

RacioneroEsa es la pregunta que le surge a uno al leer el artículo de Luis Racionero titulado “Sí hay medicina alternativa”.

Vayamos paso a paso.

Comienza el artículo con una sencilla pero efectiva falacia que puede parafrasearse así: “Claro que hay muchos timadores en este mundo, pero no son los míos”. Se aprovecha de citar un hecho cierto (los timadores) lo que le hace ganarse confianza del lector para que acepte más fácilmente su postura. Cosa que está aún por probar y que, como veremos… bueno, no nos adelantemos.

Después de identificar a varias “medicinas” alternativas que él da por válidas, pasa a usar la típica falacia de la tradición: “La medicina china lleva más siglos de práctica que la europea” que une sin cambiar siquiera de frase con la falacia de la popularidad “y se sigue usando por millones de personas”. Seguro que todos conocemos ejemplos de tradiciones abominables y de prácticas “populares” nada simpáticas, así que no me detendré aquí.

Debería bastar con este gráfico de la herramienta para explorar enormes bases de datos públicas de Google y que os puede servir para poder conocer más allá de opiniones y prejuicios propios o ajenos.

En el 1960 la esperanza de vida en China eran 44 años. Así que no parece que esa “medicina tradicional” funcionase demasiado bien durante esos siglos.

Racionero mezcla constantemente los hechos con las explicaciones y quizá ahí radica su mayor error. Esta confusión alcanza su clímax cuando para hablar de Einstein en lugar de usar la palabra Relatividad, usa “relativismo”.

No, lo de Einstein no es relativismo, no se trata de creer en “distintas realidades” según el observador. Einstein está interesado en describir una realidad única, un mundo real y verdadero, pero que simplemente se percibe de manera diferente según el sistema de referencia. Trata de modelar el mundo que se revela en los fenómenos físicos, en los experimentos, reproducibles por cualquiera (nada subjetivos por lo tanto).

Es cierto que las explicaciones y los modelos científicos cambian con la aparición de nuevos resultados o maneras de explicarlos, pero si quieres “cambiar” un hecho tendrás que indicar dónde se midió mal o qué imprecisión no se tuvo en cuenta… o quién engañó con sus resultados. Sin eso, negar los hechos es intelectualmente muy tramposo, ya sabéis, la postverdad y eso…

Hay ciencia muy fronteriza y muy complicada tanto en los experimentos como en los modelos que intentan aproximarla, pero en este caso, no. Con la medicina, lo tenemos mucho más fácil que con la gravedad cuántica.

Dice, D. Luis que la medicina china cura, que lo de Paracelso por analogías funciona, que la acupuntura basada en el chi también funciona.

Mirad, en la ciencia no tenemos problemas con lo raro o con lo milagroso, nos encanta. Lo buscamos incesantemente y en la breve historia de la ciencia moderna hemos encontrado y comprendido realidades que aún se nos antojan mágicas a primera vista.

Sólo le pedimos un detallito a los “milagros”: Que ocurran de veras.

Con eso nos basta, los vemos ocurrir, nos quedamos ojipláticos, los repetimos mil veces, nos quedamos más ojipláticos… y nos lanzamos a buscarles una explicación, a integrarlos en nuestros modelos, o a tirar los viejos papeles a la basura y a construir modelos nuevos.

Con la medicina es sencillo. Nadie está en contra de ninguna sustancia o práctica por ser “tradicional”, “ayurvédica” o lo que se quiera. Sólo nos interesa que funcione. Para saber eso hacemos estudios con miles de personas y a doble ciego para evitar confundirnos con el efecto placebo. Si funciona, buscamos qué principio activo hay, qué procedimiento, y lo incluimos en lo que llamamos medicina, porque intentamos que dentro de esa etiqueta sólo haya cosas que funcionen. Así de simple, a la “medicina alternativa” que funciona, la llamamos medicina. Punto.

Pero de nuevo en sus afirmaciones mezcla hechos y explicaciones. Cuando dice que la acupuntura funciona y se basa en el chi, hay que separar varias cosas.

Primero: ¿Realmente funciona?

Segundo: ¿El hecho de que funcione valida la existencia del chi?

Si están interesados busquen por ahí un experimento en el que se clavaron agujas en varios pacientes y en otros no (grupo de control) y las agujas en algunos pacientes fueron puestas en los puntos indicados por la “teoría” y en otros pacientes en lugares aleatorios. Sería interesante saber qué ocurrió, ¿verdad? Bien, pues si están interesados en los resultados de un estudio para saber si algo funciona de veras o no, quizá deberían buscarlo. A eso se le llama espíritu crítico.

Finalmente se hace un follón con el mecanicismo y el supuesto abandono por parte de la ciencia del estudio de los sistemas como un todo, más allá de sus partes. En fin, deberían sonarle términos como sistemas complejos, propiedades emergentes, redes neurales artificiales, algoritmos genéticos… Si a usted querido lector no le suenan tampoco, no se preocupe, puede aprenderlo gracias a que mucha gente se deja la piel en divulgar esa ciencia que él desprecia.

No sé a ustedes, pero a mí me da cierta confianza esta ciencia que ha llevado al mundo a un progreso como no se ha conocido, a una esperanza de vida y unas condiciones de vida mejores que las de cualquier momento de la historia (no suficientes ni para todos, aún, pero mucho mejores que en el pasado). Y este es el principio que anima a esa ciencia: ¿Realmente funciona? Veamos los experimentos.

Tengan cuidado con qué forma de pensar y actuar eligen, se están jugando su salud y su vida.



Por javierpanadero, publicado el 3 julio, 2017
Categoría(s): Escepticismo