¿Para qué sirve la divulgación? ¿Es efectiva? ¿Cómo debe hacerse? Son las preguntas que alimentan el eterno debate instalado en el seno de foros de divulgación como este, Naukas, que persiguen el fomento de la ciencia y la racionalidad frente a la superchería y el pensamiento mágico. Un debate sempiterno que resurge periódicamente cada vez que la irracionalidad se hace notar a través de una noticia triste, una acción política desafortunada… Pero es lo que tienen las carreras de fondo, que carecen de referencias a corto plazo a las que agarrarse. Y aunque algunos puedan estar hastiados, es importante darse cuenta de que el debate es necesario, porque el andamiaje metodológico que se construye a partir de la duda sistemática es el único mecanismo de revisión y control que tenemos, imprescindible para seguir mejorando y avanzando.
Se hace camino al andar, decía el poema, y a veces es importante pararse y darse la vuelta a contemplar lo andado. Creo que nadie a día de hoy cuestionaría que la educación es efectiva, a pesar de las evidencias en contra que constantemente salpican la realidad cotidiana. No en vano, la educación ha traído el progreso científico y tecnológico, y estos a su vez hasta donde estamos. Para mí, la divulgación es un complemento que llena aquellos huecos adonde la educación no puede llegar. Y como la educación, la divulgación es un proceso lento, pero inexorable, de transformación de la sociedad.
Hay muchas formas de divulgar, como hay muchas formas de comunicar en general, mejores y peores, más o menos adecuadas a según qué formatos y audiencias. A menudo, se habla del papel del humor en la divulgación: si haces reír, el mensaje entra mejor, se suele decir, pero mi opinión es que el humor está un paso más allá. El humor es un mecanismo de cohesión social que refuerza la estructura de grupo a través de sobreentendidos. Esto es muy importante: no se puede hacer humor, un grupo de personas no puede reír con una broma, si no existe un sobreentendido previo, un conocimiento compartido, un poso común. Y cerramos el círculo: para esto sirve la divulgación, para dejar ese poso que después el humor es capaz de amalgamar y compactar como ninguna otra herramienta humana.
La educación hace el camino, la divulgación lo asfalta y el humor lo apisona para que todos avancemos más libres como sociedad. Y he aquí a continuación uno de estos maestros de la apisonadora, caminando a hombros de gigantes. Seguid divulgando.
Ingeniero, músico y científico a partes iguales, aficionado a la divulgación y firme defensor del software abierto y la ciencia abierta. Doctor en Ingeniería Telemática por la Universidad Carlos III de Madrid. Actualmente, investigador postdoctoral en el UC3M-Santander Big Data Institute.