¿Por qué no es buena idea comerse un husky siberiano?

Por Colaborador Invitado, el 22 noviembre, 2017. Categoría(s): Divulgación • Historia

La carne de perro, aunque muy apreciada en algunos lugares de Oriente y África, es en general vista con repugnancia en los países occidentales, aunque siempre hay excepciones como el rottweiler marinado, por lo que se ve una auténtica delicatessen, muy apreciado en la Suiza rural.

Ahora bien, hay casos en los que la vida ha puesto a algunos en la tesitura de elegir entre mantener su repulsa frente a ese tabú alimenticio o perder la vida. En tales circunstancias, la mayoría opta por dejarse de remilgos e intentar sobrevivir.

Corría el año 1912, cuando el explorador británico Douglas Mawson comandaba la expedición australiana a la Antártida, iniciativa ésta que tenía como objetivo cartografiar aquellos territorios, hasta entonces desconocidos, y ampliar así los dominios de su muy graciosa majestad imperial.

En ello estaban tres de los exploradores cuando uno de los trineos cayó por una sima de unos cincuenta metros de profundidad. La grieta estaba completamente cubierta por la nieve lo que pilló por sorpresa al teniente Ninnis, quien manejaba el trineo en cuestión. El accidente le costó la vida –su cuerpo de hecho nunca fue recuperado- y supuso además la pérdida de seis perros y de cuantioso material: la tienda de campaña así como de la práctica totalidad de las vituallas tanto las de los expedicionarios como la comida para los perros además de picos, palas y ropajes. Y como las desgracias nunca vienen solas, el accidente se había producido a unos 500 Km del campamento base con lo que el camino de regreso se presentaba poco menos que imposible en aquellas condiciones, máxime teniendo en cuenta que tenían provisiones para unos ocho días y que el recorrido de regreso les llevaría unos dos meses con los escasos perros y fuerzas que les quedaban.

Douglas Mawson lideró la expedición australiana a la Antártida
Douglas Mawson lideró la expedición australiana a la Antártida

Los dos supervivientes, Metz y Mawson, iniciaron inmediatamente el retorno, pero la pérdida de alimentos les obligó a echar mano del único recurso disponible: sus perros de tiro, sus huskies siberianos. Así fue como, conforme avanzaban, iban sacrificando los canes que estaban más débiles. La carne, piel y huesos se la daban a los otros perros para mantenerlos con vida mientras que nuestros protagonistas se reservaban las vísceras, más tiernas y nutritivas.

Lo que aquellos pioneros polares desconocían es que el hígado de los huskies tiene una muy alta concentración de vitamina A. Y si bien ésta resulta esencial para muchos procesos fisiológicos como el normal funcionamiento de los epitelios, la reproducción y el sentido de la vista, entre otros, puede resultar potencialmente tóxica si se consume en altas cantidades.

La razón se halla en que es una molécula liposoluble y, como tal, no es fácil de eliminar (al contrario de las vitaminas hidrosolubles cuyo exceso puede corregirse excretándolas vía urinaria). Cuando la concentración de vitamina A rebasa la capacidad de fijación a ciertas proteínas plasmáticas comienza a unirse a membranas de orgánulos intracelulares como las mitocondrias y lisosomas, causando muerte celular. Se une también a la membrana nuclear alterando la expresión de ciertos cromosomas. En definitiva que, el individuo que padece esta intoxicación sufrirá descamación cutánea, pérdida del pelo, diarrea, vómitos, mareos y extrema debilidad.

El hígado de los perros almacena vitamina A en unas concentraciones superiores a las de los humanos. En un can la concentración alcanza alrededor de los 1.375 µg/g mientras que nosotros la acumulamos a razón de 93 µg/g. Entre 100-400 g de hígado de husky pueden causar esta sintomatología –también en los riñones se encuentran altas cantidades- y nuestros protagonistas no dudaron en hincar el diente a esas vísceras que eran su única esperanza en medio del continente helado. Todo parece indicar que Mawson, más fuerte y sano le dejaba a Metz, muy débil, los mejores bocados sin advertir que, en realidad, estaba de hecho intoxicando a su compañero. Metz murió 23 días después del accidente y Mawson logró sobrevivir –aunque con claros síntomas de hipervitaminosis crónica- y contó su epopeya en un diario de viaje. Cómo fue capaz de alcanzar su meta tras caer él mismo por otra sima, con los pies en carne viva y sin perros durante los últimos días sólo se explica por su espléndida condición física y una férrea fuerza de voluntad.

Perro de raza husky siberiano
Perro de raza husky siberiano

No fue el único explorador polar que tuvo que recurrir a sus fieles perros para sobrevivir. También Schakelton tuvo que echar mano de ellos para poder contarlo, sin embargo; en este caso no se reportó ninguna intoxicación. Quizá cocieron durante largo tiempo los hígados, o los dieron a otros perros o quizá hay un factor racial que impacta la cantidad de vitamina A en el hígado de los canes. A día de hoy no tenemos respuestas para todas estas preguntas.

Otras expediciones, en este caso al Polo Norte, sufrieron los rigores de la hipervitaminosis A, pero no por consumir hígado de perro sino por comerse los hígados de los osos polares a los que daban muerte y que en ocasiones era el único alimento disponible. Y es que estos animales, al igual que las morsas, alces, algunas especies de focas y perros acumulan altísimas cantidades de esta vitamina en el hígado (sobre los 6.300 µg/g). Si bien las razones no están del todo claras –otras especie de oso no presentan esta característica (el oso pardo sobre 300 µg/g )- podemos apuntar dos hipótesis:

  • Por una parte, parece ser que en la cadena trófica polar muchos peces acumulan retinol – un precursor de la vitamina A- en su hígado, de ahí pasa a las focas y de éstas a los osos. La altísima capacidad de acúmulo hepática de esta vitamina les haría por tanto inmunes a la intoxicación.
  • Por otra parte, la cantidad de alimento consumida por estos animales es muy variable, por lo que unas altas reservas son un medio de asegurar la correcta función metabólica en épocas de escasez.
Osos polares. La alta concentración de vitamina A de su hígado convierte a esta víscera en altamente tóxica para las personas
Osos polares. La alta concentración de vitamina A de su hígado convierte a esta víscera en altamente tóxica para las personas

En cualquier caso, una cosa está clara, si algún lector se anima a ir a explorar los polos y la cosa se pone fea, no se coma los hígados de los huskies.

Este artículo nos lo envía Juan Pascual (podéis seguirlo en twitter @JuanPascual4 o linkedn). Me licencié en veterinaria hace unos cuantos años en Zaragoza y he desarrollado mi vida profesional en el mundo de la sanidad animal, de ahí mi interés en divulgar lo que los animales aportan a nuestro mundo actual. Soy un apasionado de la ciencia. Creo que es fundamental transmitir el conocimiento científico de una manera sencilla para que los jóvenes se enganchen pronto y para que la sociedad conozca más y mejor lo mucho que la ciencia aporta a nuestro bienestar. Viajar es otra de mis pasiones junto con la literatura, que no deja de ser otro modo de viajar.

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Por Colaborador Invitado, publicado el 22 noviembre, 2017
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