Por qué debemos dejar de hacernos ‘selfies’ con los animales salvajes

Por Colaborador Invitado, el 16 mayo, 2018. Categoría(s): Biología • Divulgación • Ecología

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Un gentío enorme se arremolina en torno una cosa pequeña, de aletas cortitas y mirada perdida. Esperan pacientemente a que el anterior termine su turno, sobando y manoseando al pequeño cetáceo. Lo dejan en el suelo, lo toman de nuevo, lo vuelven a dejar. Así hasta que comienzan las fotos. Todas y cada una de las personas, más de una docena, quieren su selfie con la cría de delfín.

Mientras tanto, el pequeño animal, de apenas unas semanas, y sacado del agua por algún inconsciente, se asfixia poco a poco. Poco podrá hacer la turba cuando se de cuenta de que el minúsculo delfín ha dejado de vivir, rodeado de un montón de seres humanos a los que le importan más sus redes sociales que la corta vida de un animal.

Este caso es especialmente triste, sobre todo si entendemos que los animales, y los delfines en especial, sufren de duelo y depresión. Imaginemos qué sentiría una madre viendo a su hijo ser arrastrado y asfixiado hasta la muerte por un montón de primates que solo quieren achucharlo porque les parece mono. Debe ser aterrador.

Cuando la foto es un peligro para el animal…

Este caso no es ni el único ni anecdótico: un cisne zarandeado hasta la muerte en Macedonia, un tiburón sacado del agua por un grupo de vigilantes de la playa, adorables crías de foca puestas en peligro, más tiburones sacados fuera del mar… la lista de víctimas animales por culpa de las fotos de marras es bastante larga. Y cruel.

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Tenemos tendencia a pensar que los animales son objetos de los que podemos aprovecharnos para hacer algo de «postureo«. Esto plantea una cuestión curiosa: ¿qué nos lleva a los seres humanos al frenesí de hacernos una foto a toda costa? Está claro que en los casos anteriores nadie se paró, ni un solo momento, a pensar en su bienestar.

¿Puede ser que la cosificación asociada a nuestras mascotas, las cuales son también humanizadas en una suerte de antítesis irónica, justifique nuestra insensibilidad? Está claro que no existe razón alguna para privar de vida a un ser vivo por el puro placer de sacar una foto.

Si cuestionamos constantemente cosas como la caza, los toros, la cría de cetáceos en cautividad, el mantenimiento de los zoos o el abandono de los galgos, entre muchos otros comportamientos, ¿cómo no vamos a hacerlo con el maltrato animal asociado a nuestro deseo de hacernos un selfie con ellos?

…o cuando lo es para las personas

Pero no solo los animales sufren de accidentes fatales debidos a los selfies. Hace un par de años, la noticia de que una morsa había matado a dos personas voló a través de los medios. Un turista decidió hacerse una foto con este enorme animal, que poco después decidió arrastrar al agua al desdichado postureta.

Además del turista, uno de los cuidadores también murió al ir en su ayuda. Durante el pasado año, una foca que era foco de gran atención mordió a una niña para tirarla al agua. Por suerte quedó en un susto y nada más, pues el animal perdió el interés de inmediato. Pero podría haber sido mucho peor.

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Incluso cuando no han existido daños personales, un encuentro con animales salvajes puede resultar muy caro. El caso del famoso jugador de cricket (sí, se puede ser famoso jugando al cricket, al menos en la India), Ravindra Jadeja, es un ejemplo. Este jugador fue acusado por posar junto a una manada de leones asiáticos (Panthera leo persica), una especie amenazada, por lo que su selfie le costó bien caro.

De las cornadas de wapitíes al toro de toda la vida hay siempre un mismo patrón: el maldito selfie. Porque parece que «antes muerta que sencilla». Y si nuestro rostro ha de aparecer delante de ese impresionante rinoceronte que viene a la carga, ya disfrutarán de la foto nuestros familiares. Y nosotros, si la providencia quiere. Todo vale para ganar un premio Darwin.

La llamada de la naturaleza nunca se pierde

Por desgracia, en un mundo tecnificado, de vidrio y cemento, lleno de wifis y bluetooths, se nos olvida que la naturaleza sigue siendo eso mismo: salvaje. A un león, por mucho que se empeñe Kevin Richardson, le importa un pimiento que solo quieras hacerte una fotito con él. «¡Si va a ser un segundo!». Teniendo en cuenta lo que tarda un felino de estos en cazar a su presa, más vale no fiarnos ni la décima parte de ese segundo.

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El comportamiento de la foca o la morsa, que antes mencionábamos, es un buen ejemplo de ello. Pueden parecer mansos, pero no los entendemos al igual que ellos tampoco a nosotros. Puede que estos animales solo estuvieran jugando. O puede que no. En cualquier caso, siguen siendo animales salvajes.

Y una interacción con un animal salvaje es, siempre, irracional desde el punto de vista humano. Sí, podemos salir de rositas con nuestra impresionante foto en mano, pero también podemos salir de la experiencia sin la mano. ¿Merece la pena? Es increíble que nos opongamos tan fervientemente al maltrato animal y no lo veamos claro.

También es increíble que levantemos la voz contra multitud de actitudes que creemos que pueden afectar a nuestra salud de forma brutal (cuestiones de seguridad vial, responsabilidad en el trabajo, seguridad alimentaria) y que una acción tan banal como tomar una foto no la tengamos en cuenta. «Pero si es solo una foto». Sí, pero con fatales consecuencias, en algunos casos.

Fatales tanto para los animales como para las personas. En definitiva, mientras exista la posibilidad de que algún ser vivo salga herido, seamos nosotros o el propio animal, no habrá justificación alguna para acercarnos y hacernos un selfie con un animal salvaje, por mucho que nos pese. Y admitámoslo, con un animal salvaje, esa posibilidad está siempre presente.

 

Este artículo nos lo envía Santiago Campillo (@Scruzcampillo), licenciado en Biología y Máster en Biología molecular y Biotecnología por la Universidad de Murcia. Trabaja como comunicador, asesor y periodista científico freelance para diversos medios. También investiga para mejorar la comunicación científica en todos sus ámbitos. 

 



Por Colaborador Invitado, publicado el 16 mayo, 2018
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