Las ardillas albinas de Olney

Por Irreductible, el 4 agosto, 2010. Categoría(s): Biología • Curiosidades
Ardilla albina

Bajo el escudo de la pequeña ciudad de Olney en Illinois podemos encontrar la imagen de una curiosa ardilla blanca. Bajo el escudo… y en los coches de policía, y en las cafeterías, y en las tiendas de souvenirs, y en la portada de su periódico local, y en las fachadas… Lo cierto es que en Oldney la ardilla blanca se ha convertido en su emblema oficial y lo lucen orgullosos por cualquier rincón.

Son ardillas albinas, un capricho de la genética que no se suele dar habitualmente y que, no obstante, en Olney es algo increíblemente común. Sus bosques y parques albergan la mayor concentración de ardillas albinas de todo el mundo, en una proporción de una a siete, frente a las ardillas de color común.

¿A qué se debe esta significativa proliferación genética?

En Olney tienen hasta un censo de ardillas (111 en 2009), varios pasos vigilados para que puedan cruzar la carretera, tienen derecho a pasear por dónde quieran e incluso te pueden imponer una multa de 200 a 500 dólares si tú (o tu mascota) mata uno de estos preciados roedores.

La ciudad fue designada hogar de las ardillas y las autoridades locales redactan leyes para su protección. Por ejemplo, en 1997 se modificó y amplió una ordenanza que prohibía pasear a los perros sin collar, para incluir también a los gatos.

Durante más de 100 años en Olney se han cuidado de una manera especial, por lo que cabría preguntarse si es posible que esta férrea protección por parte del ser humano pueda haber condicionado y favorecido el número de especímenes con esta determinada genética. ¿Podemos realmente propiciar determinados genes?

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Consulto al Paleofreak y me dice por correo que es posible que esa protección haya tenido algo que ver. Al fin y al cabo, la gente siente una especial predilección por los animales blancos… tan sólo hay que recordar a «copito de nieve«.

Además, su blog me pone al tanto del llamado «Efecto fundador» y el siguiente paso es charlar un rato con Lucas Sanchez, investigador del Centro Nacional de Biotecnología sobre esta posibilidad.

El desplazamiento de las poblaciones puede cambiar algo más que su emplazamiento, puede modificar su genética. Esto se produce cuando un alto número de implicados en formar la nueva población, en el nuevo emplazamiento, comparten algunas “rarezas” genéticas. Es lo que en biología se conoce como Efecto Fundador.

Esto hace que inmediatamente dichas rarezas aumenten considerablemente en frecuencia, y se obtiene una nueva población con características distintas a la original.

Es básicamente el equivalente a coger una muestra no representativa de una población y dejarla crecer.

La idea que me transmite Lucas es que no sólo existen circunstancias extremas (cuellos de botella) que permiten que una determinada genetica se imponga o se transmita con una frecuencia inusitada, sino que también el ser humano puede ser partícipe de ese cuello de botella, facilitándolo o causándolo.

El ejemplo de los «cangrejos de Carl Sagan» que citaba el otro día Jesus Espí en su artículo sobre «La chinche con rostro humano» dan algunas pistas sobre la influencia que los humanos podemos tener en la evolución de determinadas especies. Y ajustándonos algo más al caso, también me he encontrado con un caso muy peculiar de albinismo en personas: Aicuña.

Aicuña es una pequeña aldea, perdida en la región de La Rioja en Argentina, en la que a consecuencia de la endogamia y el aislamiento se dan unos porcentajes sorprendentes de albinismo oculocutáneo. Otra reciente incorporación a Amazings, Matías Callone, le dedicó un artículo muy interesante en su día.

Después de estos apuntes, que nos dejan claro que existen factores localizados que pueden influir en el devenir genético de una especie, vuelvo a las ardillas de Olney que nos descubría el maestro Attenborough y de nuevo echo mano de las palabras de Lucas Sanchez que, en su correo, me amplía la idea.

Por supuesto, otras especies también pueden influir en éste tipo de procesos, entre ellos el ser humano.

Seleccionamos, permitimos o favorecemos activamente el desarrollo de algunas razas de animales, especies de plantas, etc, con algunas peculiaridades, simplemente porque nos agradan o nos convienen. Sin nuestra selección artificial dichas peculiaridades se habrían diluído en un mar de diversidad genética, serían una simple anécdota, una rareza difícil de encontrar.

Lo decía Txema Campillo en su artículo sobre las «Especies Bandera«… Existen ciertos animales que, por la simpatía, rareza o vistosidad que despiertan en el ser humano son tratados de diferente manera y ese tratamiento influye en su desarrollo, o incluso en su proliferación. El «gen albino» de las ardillas en Olney parece haber encontrado su paraiso gracias a la protección humana.

Si cogemos esa predilección que la gente siente por los animalillos blancos de la que hablaba Paleofreak, le unimos una ferrea protección de la especie y le sumamos otros factores como la endogamia y los efectos biológicos que citaba Lucas, el resultado podría explicar con bastante acierto el fenómeno de las ardillas de Olney.

Nota: El artículo surgió tras ver el video sobre Olney en las colosales «Life Series» de David Attemborough. Tras esto, se me planteó la duda de si el ser humano podría ser el causante de esa proliferación genética, así que me puse en contacto con los expertos amazings, a los que desde aquí agradezco su ayuda 🙂



Por Irreductible, publicado el 4 agosto, 2010
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