Imaginaos un reactor nuclear en el aire. Unos 500 MW, algo menos que un reactor nuclear típico de un central de energía eléctrica. Pero sin protección, sin blindajes y con un objetivo predefinido: estrellarse. El proyecto Pluto fue una de las armas más locas que se hayan ensayado nunca.
Estamos en 1955. Un armisticio ha detenido la guerra de Corea pero no hay acuerdo de paz y la “guerra fría” parece cada vez más caliente. Soviéticos y norteamericanos realizan ensayos con bombarderos que utilizan reactores nucleares como propulsores. Su objetivo es conseguir una fuerza de disuasión que vuele día y noche a salvo de ataques sorpresa. En ese entorno casi paranoico surgió una idea que volvería obsoletos incluso a los actuales misiles de crucero.
Se denomino SLAM por “Supersonic Low Altitude Missile” o misil supersónico de baja altitud. Como sus sucesores actuales, volaría a baja cota pero a cuatro veces la velocidad del sonido. Y llevaría una o varias armas nucleares aunque su propio motor, también nuclear, sería igual de peligroso.
Además del planeta y el personaje de Walt Disney, Pluto (Plutón en castellano) es el nombre de un dios romano de origen griego que gobernaba el inframundo. Lo que nosotros llamaríamos infierno. Supongo que a sus diseñadores les pareció muy apropiado. El objetivo del proyecto era diseñar un motor para el misil SLAM utilizando un pequeño reactor nuclear de fisión. El reto era difícil pero, en ese momento, ya existían proyectos de motores nucleares para aviones y para cohetes (NERVA)
Un propulsor para misiles parecía un problema más sencillo y fácil de resolver. Para empezar, no estaba tripulado por lo que se podía prescindir de los pesados blindajes que eran imprescindibles en un bombardero. La fiabilidad era menos importante ya que solo debía funcionar una vez. Y nada de preocuparse por los residuos del reactor o la contaminación radiactiva. Después de todo se estrellaría en territorio enemigo y en el centro de una explosión nuclear. Los diseños de bombarderos nucleares fueron criticados porque el escape liberaba elementos radiactivos pero incluso esto era un problema menor siempre que el misil que estuviese volando sobre territorio enemigo.
En ese caso, contaminar el suelo a lo largo miles de kilómetros se consideraba un factor positivo. Como detalle añadido, la onda de presión del misil rompería cristales y estructura ligeros. De este modo, se garantizaría la entrada de los elementos radiactivos dentro de las casas ¿Era o no un arma infernal?
El diseño elegido para el motor era similar a un estatorreactor. Se trata de un motor muy sencillo y casi sin piezas móviles. El aire entra directamente y es comprimido por su propia velocidad. A continuación, se inyecta combustible que lo calienta aún más y su salida a gran velocidad proporciona el empuje. En la versión nuclear, 60 kilogramos de uranio eran suficientes para calentarlo sin utilizar otro combustible.
Aunque el diseño era relativamente simple, realizar un ensayo era bastante más problemático. La zona elegida fue el área 25 de las instalaciones de ensayos nucleares de Nevada. Es la misma área donde se ensayó el cohete nuclear NERVA y se esperaba situar el almacén de residuos nucleares de Yucca Mountain Además del aislamiento, se necesitaba un área con suficiente espacio para instalar todos los dispositivos auxiliares. Para empezar, unos 40 kilómetros de tuberías conteniendo aire a presión. El motor requería cerca de una tonelada de aire por segundo durante ensayos que llegaron a durar cinco minutos.
Por otro lado, era necesario revisar el motor tras los ensayos. Eso implicaba inspeccionar un reactor nuclear totalmente desnudo, después de ser activado y, tal vez, dañado. Para esta tarea se construyó una vía férrea de 4 kilómetros que trasladaba el motor desde la zona de ensayo a la zona de inspección. Se trataba de una instalación dotada de mandos a control remoto para permitir la manipulación del motor y sus componentes a distancia. Los técnicos se alojaban en un bunker blindado con agua y comida para dos semanas. Una medida preventiva por si algo salía mal durante las pruebas.
Como podéis imaginar, el coste fue inmenso. Pero tuvieron éxito. Tras cuatro años de esfuerzos por parte de unas 400 personas, el motor funcionaba. Quedaba dar el siguiente paso, ¿Cómo ensayamos el misil? Este problema era bastante más difícil. No solo por la complejidad del un diseño supersónico o la necesidad de materiales de alta resistencia al calor. Las mismas cualidades que convertían al misil nuclear en un arma tan deseable, hacían muy complicado comprobar su funcionamiento. No era fácil encontrar una zona que permitiese el sobrevuelo y era necesario determinar cual sería el destino del misil y su propulsor al terminar las pruebas. Se trazaron planes para lanzar el misil mediante un cohete y poner el reactor en funcionamiento sobre el Pacifico. Después, volaría sobre áreas poco navegadas hasta estrellarse contra el océano en una zona profunda cerca de la isla Wake. Sin embargo, la contaminación resultante resultaba excesiva incluso para los permisivos criterios de 1961. El proyecto se detuvo mientras se analizaba su alto coste y las posibles alternativas.
La alternativa eran los misiles balísticos como el Thor, el Júpiter y sus sucesores de mayor tamaño y alcance. Comparado con ellos, el misil SLAM era lento, fácil de detectar y de derribar. E incluso más caro si se tenía en cuenta todos los costes de mantenimiento y protección del personal. Aunque terrorífico sobre el papel, simplemente no era el arma más efectiva así que el diseño fue abandonado. Y, vistas sus características, me alegro mucho de ello.
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Información adicional:
– Pluto, una página creada por el hijo de su principal diseñador
– Review of the manned Aircraft nuclear propulsion program – Atomic Energy Commision and Departament of Defense
Ambrosio Liceaga vio Cosmos de pequeño y aún no se ha recuperado. Empezó con su blog (Ciencia de bolsillo) en 2005 cuando un compañero le avisó de que tantas historias sobre ciencia tenian que interesar a algún otro. A cualquier otro. En la vida real, trabaja como ingeniero industrial porque cambiar el mundo podría ser aún mas divertido que entenderlo. Lamentablemente, aún no ha conseguido ninguna de las dos cosas.