Alerta Magufo: Tu corazón no se acuerda de las alitas de pollo

Por Juan Ignacio Pérez, el 30 septiembre, 2011. Categoría(s): Alerta Magufo

«Se han dado cuenta que pacientes trasplantados del corazón manifestaban unas vivencias que eran típicas del donante y no de ellos. Esto responde a una teoría que está un poco en boga hoy en día, que es la memoria sistémica, que dice que hay muchas células en el organismo que tienen la capacidad de almacenar sentimientos y memoria (…)

En el cuerpo de un trasplantado estas células…, mediante ondas electromagnéticas – se cree- envían al cerebro las memorias almacenadas y hay gente, por ejemplo, que ha cambiado totalmente gustos de comida, gustos de sexo, apetencias de deportes y se ha dado cuenta después de que eran exactamente las que tenía el donante. Y también se ha visto que esto pasa con los trasplantados del corazón y no tanto con los trasplantados de hígado y riñón (…)

Una norteamericana que había sido trasplantada… explicaba que después de la operación sentía unas cosas raras… una apetencia exagerada por comer alas de pollo frito del Kentucky Fried Chicken, de vestirse colores chillones y beber una marca determinada de cerveza (…) Consiguieron hablar con los familiares del donante y dijeron clarísimamente que la locura de su hijo era comer alas de pollo frito, beber aquella cerveza y vestir con colores muy especiales»

Josep María Caralps, cardiólogo

El autor de estas curiosas declaraciones es el cardiólogo Josep María Caralps, entrevistado por Julia Otero en Onda Cero el pasado miércoles día 28 y cuyo audio podéis encontrar íntegro sobre estas líneas. En dicha entrevista, Caralps dijo cosas tan asombrosas como que las “personas transplantadas manifiestan vivencias y querencias del donante” y relató experiencias como éstas:

Se puede cambiar la orientación sexual que uno tenía antes… Una señora que tenía una relación sentimental perfecta con su compañero fue trasplantada con el corazón de una lesbiana y se dio cuenta después de la intervención … que de vez en cuando, según a qué mujer veía, tenía sensaciones como las que tenía con su compañero. Después se supo que la donante era lesbiana.

Lo primero que piensa quien está oyendo la entrevista es que quien así se expresa ha de ser un chalado de esos que aparecen de vez en cuando enunciando alguna nueva teoría pretendidamente revolucionaria. Pero no es el caso. Lo verdaderamente sorprendente es que quien ha dicho esas cosas es, nada más y nada menos, el Dr. Josep María Caralps Riera, jefe del servicio de Cirugía Cardiaca del Hospital Quirón.

El Dr. Caralps es, además, un personaje muy relevante en el campo de la cirugía cardiovascular. Él hizo el primer transplante de corazón en España y a lo largo de los años transcurridos desde aquél, han sido más de cien los corazones que ha transplantado. Es, por lo tanto, una autoridad en su campo. Ha sido, precisamente, en el curso de la campaña promocional de su libro “Super corazón”, en que ha hecho declaraciones tan estrambóticas como la que he señalado más arriba.

El caso es que esa idea de que las células humanas pueden transmitir su memoria al cerebro mediante ondas electromagnéticas la ha venido enunciando estos días en el contexto de otra noción, tan extravagante como la anterior, según la cuál las personas que reciben un corazón ajeno mediante transplante, no solo reciben una bomba de impulsión cardiaca, también se adueñan de parte de los sentimientos y la memoria del donante. ¡Ahí es nada!

Y enmarca estas afirmaciones en una denominada “teoría sistémica”, según la cuál hay muchas células del organismo con capacidad para almacenar sentimientos y memoria. Afirma que las células tienen memoria y energía, y que envían la memoria al cerebro mediante ondas electromagnéticas. En este contexto, la precisión de que se trata de una propiedad de ciertas células pero no de todas es pertinente, porque eso explica que este fenómeno se haya, -según él-, observado en transplantes de corazón y no así en los de hígado y riñón, y es que hasta en estos menesteres todavía hay clases.

Este batiburrillo de ocurrencias tiene, al parecer, su origen en el Dr. Gary Schwartz, y a quien interese profundizar en la cuestión lo puede hacer aquí y aquí (referencias ofrecidas por Mauricio José Schwarz).

¿Es esto posible?

La memoria, entendida como la capacidad para almacenar la información adquirida, de manera que se encuentre disponible para hacer uso de ella cuando nos resulta necesaria, es una propiedad del sistema nervioso central.

Puede tener diferentes soportes orgánicos, pero hasta donde hoy sabemos, ningún tejido ni célula ajena al sistema nervioso central puede almacenar memoria que resulte operativa.

Además de lo anterior, también sabemos que hay dos mecanismos para enviar información de un lugar a otro en un organismo humano.

Uno de esos mecanismos es el impulso nervioso. Los impulsos nerviosos son señales bioeléctricas que se desplazan a lo largo de neuronas que, a su vez, se comunican entre sí mediante mensajeros químicos. Normalmente viajan del encéfalo a los órganos y los tejidos para que estos ejecuten acciones de diferente naturaleza (mecánica, metabólica, u otra), y también parten de células y sistemas receptores que recogen información, la codifican en impulsos bioeléctricos, y la envían al encéfalo o, en ocasiones, a la médula espinal.

El otro mecanismo es puramente químico. Las hormonas son sustancias químicas que sirven para transmitir información. El vehículo de la mayoría de ellas es la sangre, y por ello, se transportan a través del sistema circulatorio.

Por esa razón, porque sabemos muy bien en qué órgano radica la memoria y cómo se transmite información en el interior de organismos humanos, me he llevado un susto de consideración cuando he oído en una entrevista radiofónica que las células humanas son capaces de transmitir al cerebro la memoria que albergan. Y no solo eso: según el entrevistado, la transmiten mediante … ¡ondas electromagnéticas!

La explicación

Como sostiene César Tomé (Experiencia Docet), muy probablemente se trata de un caso de falacia lógica del tipo post hoc ergo propter hoc. Es sabido que tras los transplantes el comportamiento de las personas puede cambiar. El simple hecho de tener una esperanza de vida mayor o mejores expectativas en general, pueden incidir de forma clara en el comportamiento. Por ello, se estarían atribuyendo los cambios observados a una causa que, por haber representado un hecho de importancia máxima en la vida de una persona, se constituye en la referencia vital primera y se le otorga unos atributos extraordinarios. Pero la relación causal es errónea. No solo no hay pruebas científicas que sustenten esa noción, sino que además, no se ofrece ningún mecanismo que la explique.

El hecho de que quien enuncia una teoría tan irracional como la que denomina “sistémica”, así como todas las derivaciones de la misma, sea un reconocido cardiólogo añade gravedad al caso. Porque para la gente, quien suelta esa ristra de despropósitos es un “científico” o, al menos, se presenta como tal. Julia Otero se lo pregunta: “…y esto es científico?” y él le responde: “…esto está probado”. Eso sí, nos queda la posibilidad de utilizar este caso como ejemplo de que en ciencia el principio de autoridad no sirve. Algo es algo.

Addenda:

No me puedo resistir a incluir aquí una breve mención de algo a lo que se refiere el Dr. Caralps al final de la entrevista en Onda Cero. No viene al caso, pero me ha hecho gracia. Sostiene que el sexo es uno de los mecanismos del cuerpo humano para mantenerse en forma. Y no solo eso, a la hora de practicarlo, recomienda hacerlo con la pareja habitual, porque de ese modo equivale a subir corriendo las escaleras de un piso. Y desaconseja practicarlo con otras parejas, pues, según él y por razones obvias, equivale a subir corriendo las escaleras de cinco pisos y eso puede ser causa de accidentes cardiovasculares. No me negarán que, ante frases como esa, la imaginación tiene ante sí un campo enorme. 😉