La superstición en las pseudomedicinas

Por Carlos Chordá, el 25 abril, 2012. Categoría(s): Escepticismo • Medicina

Hace unos días disfruté viendo Las vidas posibles de Mr. Nobody, una curiosa película de ciencia ficción que trata de la vida, en forma de recuerdos, del último mortal que queda en el planeta, con sus 118 añitos (el último mortal pero no el último ser humano, ya que la sociedad del año 2092…) En fin, no es es mi intención destripar el argumento de una película que recomiendo que veáis, sino compartir con vosotros la escena inicial.

Atentos:

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=EbO6Gv75Nbc[/youtube]

Fijaos en la última frase: «Llamamos a esto superstición de la paloma»

¿De la paloma? Hombre, no digo yo que las palomas no sean supersticiosas (que lo son, como muy bien demostró el psicólogo conductista B. F. Skinner, y en uno de sus trabajos se basa la escena), pero si hay una especie supersticiosa esa es la nuestra, tan soberbiamente autodenominada Homo sapiens.

Tenemos una tendencia muy fuerte a considerar que si un suceso B está precedido en el tiempo por un suceso A es porque A ha causado B, sobre todo si la conexión temporal entre A y B ha sucedido en más de una ocasión. Es un error de razonamiento muy frecuente conocido como falacia post hoc ergo propter hoc.

En la escena la paloma ha aleteado antes de que se abriera la trampilla de la comida, así que está convencida de que cuando aletee, se abrirá. No encuentro ninguna diferencia entre la actitud de la paloma y la del deportista que usa siempre el mismo calzón con el que marcó dos goles en una final gloriosa de fútbol. Es lo mismo que cuando alguno de mis alumnos se empeña en contestar los exámenes (solo los exámenes, para que dure más) con el bolígrafo con el que una vez consiguió una calificación mayor a la esperada.

La superstición está detrás de muchas pseudomedicinas, por mucho que sus adeptos y practicantes nieguen la mayor. He aquí una viñeta del estupendo blog La pulga snob que lo deja meridianamente claro:

Viñeta La pulga snob

(No se inventa nada: hay quien asegura que el cartílago de tiburón cura el cáncer, lo que no es cierto. Pero es que además este fenomenal negocio se apoya en un supuesto erróneo: los tiburones sí que padecen cáncer).

Evidentemente, una gran parte de las personas que tomen cartílago no padecerán la enfermedad (tampoco la hubieran padecido sin tomarlo), lo que supone una importante publicidad del producto. En este caso la relación no es temporal, pero es una falacia similar a la post hoc ergo propter hoc conocida (perdón por tanto latinajo) como cum hoc ergo propter hoc, que consiste en asumir que dos sucesos mantienen una relación causa-efecto si se dan juntos.

El “a mí me funciona” tan popular entre los usuarios de las pseudomedicinas sí que es un caso de la falacia post… en el sentido estricto: padezco un episodio alérgico, voy a mi terapeuta alternativo, sigo sus indicaciones y termino curado: es la “medicina” alternativa la que me ha curado, ¿no es así? ¡Qué bien funcionan estas timomedicinas en enfermedades con episodios agudos que se desvanecen por sí solos en unos días, o en enfermedades leves que duran menos de una semana!

La mágica ley de las similitudes de la homeopatía es otro ejemplo flagrante de superstición pura y dura. Según dicha ley, si una sustancia provoca una serie de síntomas en una persona sana, la misma sustancia tendrá efectos curativos sobre aquella persona que presenta síntomas similares. ¿Por qué? “Porque yo lo valgo”, parece ser que afirmó Hahnemman, aquel señor que se sacó la homeopatía de la chistera. De la ley de las similitudes se derivan estupideces como utilizar cebolla para tratar el resfriado y la fiebre del heno, afecciones que se manifiestan con mocos y lagrimeo, o muro de Berlín como remedio contra los sentimientos de opresión y angustia.

De verdad de la buena: podéis disfrutar de lo lindo con estos y otros ejemplos de fantástica (por lo de fantasía) homeopatía en la charla de Fernando Frías en Bilbao Amazings 2011.

Más magia representativa, más magia a lo Harry Potter, más superstición: las flores de Bach, esa aromática colección de esencias florales inventada por don Edward Bach para luchar contra la causa de un montón de enfermedades: los trastornos entre el alma y la personalidad. (Como todo buen gurú era un hombre muy modesto: “La gente como nosotros que ha saboreado la gloria del sacrificio, la gloria de ayudar a nuestros hermanos, una vez que se nos ha dado una joya de tal magnitud, nada puede apartarnos de nuestro camino de amor y de deber para mostrar al mundo su brillo puro y sin adornos”).

¿En qué se basa la terapia de las flores de Bach? En la teoría de las signaturas: las plantas llevan el signo de sus virtudes inscrito en su aspecto. Valga un ejemplo: la hepática tiene unas hojas cuya forma trilobulada recuerda a la del hígado (de ahí su nombre). Según esta teoría, por tanto, la hepática va fenomenal para tratar los males del hígado.

Hepática

Este tipo de asociación mágica entre las formas, esta “medicina representativa”, aparece en otras pseudomedicinas. Por ejemplo, en la auriculoterapia, una variante de esa presunta medicina tradicional china conocida como acupuntura, pero que se centra en el pabellón auditivo externo, oreja para los amigos.

En una web del ramo aseguran que la auriculoterapia consigue “curar muchas afecciones (como jaquecas, lumbago, ciática, todas las dolencias artríticas, depresión, melancolía y tristeza profunda, falta de apetito, insomnio, problemas hepáticos y digestivos, impotencia entre otros) de forma eficaz con sólo estimular ciertos puntos de la oreja”.

¿Cuál es el fundamento fisiológico de tan peculiar tratamiento? Que la forma de la oreja recuerda la de un feto humano en las fases finales de la gestación. Ahí va una prueba que nadie debe ignorar:

¿Utero? No, oreja

En general todas las “medicinas” orientales se caracterizan por estar basadas en el pensamiento mágico, esto es en la superstición. En el shiatsu, de origen japonés, un terapeuta “sensible a la distribución de energía del cuerpo proporciona una dimensión extra de conexión y apoyo aplicando ambas manos (una de ellas escucha, la otra actúa) sobre canales de acupuntura para reestablecer el Chi, esa energía universal que nadie ha sido capaz de detectar, ni definir, pero que fluye por los canales de nuestro cuerpo. Impresionante lo de la mano que escucha, ojo al dato. Nada por aquí, nada por allí, ¡Chi! Por cierto, qué poéticas son estas mandangas que vienen de oriente: “Shiatsu es como el amor de una madre, la presión sobre el cuerpo estimula la fuente de la vida”.

Algunos terapeutas japoneses son más hábiles, o más escrupulosos, y te arreglan el Chi sin necesidad de tocarte; canalizan la mágica energía universal con una simple imposición de manos. Pero entonces ya no es shiatsu, sino reiki. No vayamos a equivocarnos.

En la medicina tradicional china, un conglomerado de estupideces que van del Tui Na (masajes curativos) a la moxibustión (algo así como apagar puros de raíz de altamisa sobre el cuerpo del paciente, nunca mejor dicho), la curación se consigue equilibrando los opuestos ying y yan, lo que restablece el dichoso Chi.

¿Hace un purito?

Si nos desplazamos al subcontinente indio la tontería es similar pero cambia de nombre.

Aquí lo que se lleva es el ayurveda, de ayur, vida, y veda, conocimiento. No me digan que no es bonito. El ayurveda se basa en una colección de libros muy sabios sobre fisiología humana de una época tan avanzada en el asunto como el siglo VI a. C. En este caso las energías vitales son tres, los tres doshas: vata (aire o unión de aire y éter), pitta (bilis o unión de fuego y agua) y kapha (flema o unión de agua y tierra), o lo que es lo mismo magia, magia y magia. Superstición en estado puro.

No todas las pseudomedicinas son tan exóticas.

Baste mencionar la anatheóresis, que con ese nombre tan heleno se refiere a una psicoterapia creada por el español Joaquín Grau, y que “tiene sus fundamentos en los distintos ritmos cerebrales -fundamentalmente emocionales- que condicionan nuestra percepción en el transcurso de nuestra fase de crecimiento, desde el momento en que somos concebidos hasta los siete a doce años en que la frecuencia cerebral es ya de ritmos beta maduros”. Desde la concepción… y más atrás. Según el señor Grau, magia potagia: “Si bien es cierto que utilizo, en algunos casos, una estrategia basada en vidas anteriores, ello tiene una razón puramente escenográfica, no doctrinal”.

Un último ejemplo, para ir terminando y no aburrir, que el tema daría para más, no crean. La iridología, otra forma de magiamedicina, esta vez en forma de diagnóstico, tiene su puntito de romanticismo: si los ojos son las “ventanas” a través de las cuales vemos el mundo, para los iridólogos, ¡ale hop! por las mismas “ventanas” se puede mirar al interior de la persona y ver así el estado funcional y de salud del paciente. Unas ventanas muy panorámicas, ya que el iris “nos muestra nuestros patrones genéticos, e incluso, nuestra tendencia psicológica. El iris es, por tanto, una importante fuente de información  revelada a través de sus signos, formas y colores”.

En fin, creo que va quedando claro que vale la pena considerar que si no ponemos un poco de atención, es muy fácil que nuestro cerebro, a la hora de establecer relaciones causa-efecto, no sea más eficiente que el de una humilde paloma. Y claro, hay quien siempre está dispuesto a aprovechar la coyuntura para sacar tajada. Quedan ustedes advertidos.

Salud.


Por Carlos Chordá, publicado el 25 abril, 2012
Categoría(s): Escepticismo • Medicina