El zoo congelado y el bosque dormido

Por J. M. Mulet, el 12 noviembre, 2012. Categoría(s): Biología

En “The variety of life” Colin Tudge calcula que la biodiversidad actual supone, como mucho, el 0,1% de todas las especies que en algún momento han poblado el planeta. Considerado globalmente desde el inicio de la vida, la acción humana ha tenido una incidencia mínima en la extinción de ese 99,9% de especies. Los mayores eventos ligados a extinción son catástrofes naturales como meteoritos o glaciaciones. Tampoco es desdeñable o la acción de otros organismos, como cuando los primeros organismos fotosintéticos cambiaron la proporción de gases en la atmósfera primitiva, lo que supuso la extinción masiva de especies.

Esto no quita que la acción humana sea responsable de muchísimas extinciones que podrían haberse evitado en tiempos históricos. Esta extinción no siempre es el resultado de una acción directa sobre la especie, como caza o pesca o sobre el entorno donde habita, como una deforestación. A veces esta acción humana se produce, de forma indirecta, por los animales domésticos o las plantas cultivadas.

Ferreret

Cuando los romanos se asentaron en Mallorca entre la carga de sus barcos se colaron serpientes, más otras especies agresivas como ginetas y martas. Estas especies acabaron con la mayoría de reptiles nativos, principalmente lagartos, (en Mallorca no había serpientes), por lo que solo han sobrevivido en los islotes que no fueron habitados o en parajes inaccesibles.

En épocas recientes las ratas, los gatos y los perros han sido los responsables de la extinción de la mayoría de especies endémicas como los Dodos de Isla Mauricio. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos se calcula que la mortalidad en aves salvajes debida a gatos domésticos es de unos 39 millones de individuos al año.

Por suerte la concienciación por este problema va en aumento y cada vez son mayores los esfuerzos para proteger la biodiversidad, aunque a veces el esfuerzo sea en vano. Veamos un ejemplo concreto, las Islas Hawai, uno de los paraísos de la biodiversidad. Hace entre 3,5 y 4 millones de años un grupo de pinzones llego a las Islas Hawai procedente del norte de América, se estableció en la isla de Necker y encontró que no tenía ninguna competencia para medrar. En una de las radiaciones adaptativas más importantes de la historia de la evolución llegaron a contar con 60 especies diferentes.

Millones de años después, hacia el 400 dC un grupo de polinesios procedentes de las islas marquesas se instalan en Hawai, con ellos llevaban plantas domésticas como el bambú, coco y caña de azúcar y animales como cerdos, pollos, perros y ratas. Los primitivos habitantes talaron los bosques bajos para la agricultura y los animales que trajeron se asilvestraron y diezmaron la fauna de los bosques altos. El resultado para los pinzones fue la extinción de la tercera parte de especies, hasta que se alcanzó un equilibrio.

En 1779 llega la primera embarcación occidental a Hawai, comandada por James Cook y George Vancouver. Esta colonización supuso la entrada de nuevas especies domésticas como vacas, cabras, gatos, caballos, ovejas y una mayor presión sobre la superficie forestal, principalmente para los bosques de media montaña, lo que afectó a la fauna y a la flora nativa. Pero lo peor para los pinzones no había llegado todavía:

En 1826 el ballenero americano Wellington limpió sus reservas de agua potable provenientes de México por agua fresca de una fuente de la isla de Maui. El agua tenía una contaminación de larvas de mosquito Culex quinquefasciatus, vector de diferentes enfermedades aviarias. Así mientras los nativos morían de lepra o de tuberculosis contagiados por los europeos (lo que sirvió años después para que beatificaran al padre Damian de Molokai y para que Luis Lucía hiciera una película de esas que ponían en semana santa) los pinzones empezaron a morir por la viruela y la gripe aviar por obra y gracia del mosquito mexicano. En 200 años desparecieron la mitad de las especies de pinzones restantes, salvándose de la quema las especies capaces de vivir a más de 1200 metros, altura a la cual el insecto no sobrevive por el frío. No obstante la altura no siempre es suficiente para garantizar la supervivencia.

El po’ouli (Melamprosops phaseoma) consiguió sobrevivir a las catástrofes y llegar al siglo XX debido a que habitaba en una de las zonas más inaccesibles del archipiélago. Fue descubierto en 1973 por dos estudiantes de zoología (Casey y Jacob) y se calculó una población de 200 individuos. No obstante en las décadas siguientes la población cayó en picado debido al aumento de la población de cerdos salvajes, que comían las raíces de los árboles que utilizan para nidificar.

El po’ouli, oficialmente extinguido

Con el fin de tratar de evitar la extinción en 1986 se estableció la reserva natural del área de Harawi, donde se encontraban los últimos ejemplares, pero claro, no era suficiente mientras las especies foráneas asilvestradas compitieran por los recursos, por lo que se estableció un plan para cazar cerdos, ratas y mangostas, en 1997 se consiguió despejar por completo un área de 8 km2, el problema es que para entonces solo quedan tres ejemplares dos hembras y un macho, que para complicarlo más estaban separados geográficamente.

Para tratar de recuperar la especie se capturó una de las hembras, se anilló y se soltó en la zona de influencia del macho, para que al día siguiente volara de vuelta a su territorio. Se probó una táctica más agresiva, capturar los tres ejemplares y reproducirlos en cautividad. Después de 18 meses solo se pudo capturar el ejemplar anillado, pero con malas noticias, un análisis de sangre demostró que tenia malaria aviar y que realmente no era una hembra, sino un macho, por eso falló el intento de translocación. Este ejemplar murió en 26 de noviembre del 2004. Aunque no todo está perdido, o sí. En el zoológico de San Diego existe un departamento especifico destinado a guardar en congelación muestras de tejido de animales extintos o en peligro de extinción, donde actualmente reposan los últimos restos del Po’ouli. Familiarmente se conoce a este departamento como el zoo congelado.

¿Y que pasó con las plantas? Pues la flora nativa de Hawai no corrió mejor suerte con la colonización, aunque a veces, conservar una especie endémica puede resultar más problemático. Una de las especies más amenazadas actualmente es el árbol del mamano (Sophora chrysophylla), típico de los bosques secos de la ladera de los volcanes, proteger este árbol es especialmente importante porque sus ramas sirven para que nidifique el palila (Loxioides bailleui) una especie de pájaro en peligro.

Arbol del Mamano… luchando contra las cabras

La principal amenaza de este árbol son las cabras que atacan sus raíces. Para tratar de proteger esta población en una estrategia similar a la llevada a cabo en Harawi, se cercó una zona denominada Kipuka Alala en la ladera del volcán Mauna kea y se cazaron todas las cabras. Como era de esperar, la vegetación se incrementó espectacularmente y entre ella, algunos visitantes inesperados, como las especies invasoras Pennisetum setaceum (nativa de África y Oriente Medio) y que tiene la mala costumbre de ser muy combustible, lo que hace que incremente el riesgo de incendios forestales en la reserva. No obstante no fue la única visita indeseable. Entre la vegetación foránea también se encontraba la terrible Senecio madagasceriensis que rápidamente se convirtió en la especie más abundante. Esta hierba compite con el Mamano y además es tóxica para los herbívoros, de hecho en Australia ha ocasionado pérdidas de millones de euros a ganaderos y agricultores.

Curiosamente, la única forma de controlar el crecimiento de esta hierba es con… cabras, ya que es de los pocos herbívoros que tolera su toxicidad, por lo que se presenta un difícil dilema para la conservación del mamano, e indirectamente, del palila.

Por suerte ahora contamos con ayuda como las fotos por satélite para controlar el crecimiento y la dinámica de las superficies forestales, pero faltan unos años para saber cuál es el destino final de estas especies. Muchas otras no han corrido la misma suerte y ya están extintas… o no del todo. Muchas especies silvestres han desaparecido de sus entornos naturales, pero se conservan semillas en los bancos de germoplasma de jardines botánicos, universidades u organismos de investigación. Lo mismo podría decirse de muchas especies cultivadas en desuso, por lo tanto sería factible, en algún lugar del mundo plantar una zona exclusivamente con especies que ya no se encuentren en la naturaleza. Por lo tanto, repartido en diferentes lugares del planeta tenemos un bosque dormido en los bancos de germoplasma atesorando un valor genético incalculable.

Bibliografía

La información sobre los pinzones de Hawai está sacada del artículo “L’expulsió del paradís: els pinsans de Hawaii i la biologia de la conservación” de Carles Pedrós-Alió, en el número de diciembre del 2011 de Omnis Cellula.

La información sobre la conservación de los bosques secos de Hawai del artículo “Casting a wide eye”, publicado en el número de Febrero del 2012 de la revista The Scientist.

La información sobre la película Molokai está sacada de “Mis 100 mejores películas de cine religioso” de Eduardo Gil de Muro.



Por J. M. Mulet, publicado el 12 noviembre, 2012
Categoría(s): Biología