Ötzi y el trauma craneoencefálico

Por jralonso, el 20 junio, 2013. Categoría(s): Paleontología
Reconstrucción del rostro de Ötzi

Ötzi, también llamado «el hombre del hielo» o “Iceman”, «el hombre del Similaun» y el «Homo tyrolensis» es una momia natural de aproximadamente 5.300 años de antigüedad descubierta en septiembre de 1991 en la planicie subglaciar de Tisenjoch .

Todos los nombres con los que ha sido bautizado se relacionan con la zona donde un matrimonio de turistas alemanes, Helmut y Erika Simon, encontraron el cuerpo momificado. Fue en los Alpes del valle de Ötz, cerca del Similaun, una montaña en el Tirol del Sur. Primero se pensó que se trataba de algún montañero que se había despeñado pero cuando el cuerpo fue trasladado a la Universidad de Innsbruck, en Austria, se detectó de inmediato que se trataba de un cadáver mucho más antiguo. Posteriormente se comprobó que el hallazgo había tenido lugar a 92,5 metros de la frontera austriaca, pero aún en el lado italiano. Italia reclamó entonces, con éxito, la posesión de la momia. Actualmente se conserva en el Museo Arqueológico de Tirol del Sur, en Bolzano, donde también se ha creado un Instituto de las Momias y el Hombre de Hielo.

Ötzi nos permitió un conocimiento sin precedentes sobre su época, la Edad del Cobre. El contenido de su tubo digestivo ha posibilitado conocer sus últimas dos comidas (la última, menos de una hora antes de su muerte, consistió en carne de ciervo y, posiblemente, cereales. Anteriormente realizó otra ingesta de carne de cabra, varias especies de vegetales y cereales); el polen recuperado en su intestino indica que antes de llegar al lugar de su muerte, a 3.200 metros de altura, atravesó un bosque de coníferas subalpino donde probablemente comió; sus pulmones están ennegrecidos seguramente por el humo de las hogueras; su pelo tiene una alta contaminación de cobre y arsénico, por lo que se pudo dedicar a la metalurgia del cobre; sus huesos indicaban que estaba acostumbrado a largas caminatas en terreno montañoso, por lo que podía haber sido un pastor de alta montaña. Frente a esos que abominan de la civilización y piensan que el hombre en la Naturaleza tiene una salud formidable, a sus aproximados 45 años Ötzi tenía caries, problemas en las encías, parásitos, intolerancia a la lactosa, artritis con dolor e inflamación en las articulaciones, baja fertilidad y probablemente problemas coronarios. Y eso que no tomaba conservantes ni comida basura.

Las cosas que Ötzi llevaba consigo dejaron asombrados a los arqueólogos. Su indumentaria contaba con una capa pluvial de fibras vegetales trenzadas, un abrigo “de diseño” hecho con tiras oscuras y claras de piel de cabra, un cinturón, un par de leotardos de piel de cabra, un gorro de piel de oso, un zurrón y un taparrabos. Pero lo más llamativo eran, tal vez, los zapatos, que tenían una suela de piel de oso, una cubierta de piel de ciervo y un forro interior confeccionado con corteza de árbol. Era un calzado impermeable y con una base muy ancha, quizá para pisar la nieve o para apoyarse sobre unas raquetas. Estaban rellenos de una suave hierba que rodeaba el pie y actuaba como nuestros calcetines.

Llevaba con él un equipo amplio de armas y herramientas que incluía, además de una impresionante hacha de cobre, un raspador, una barrena, un cuchillo de pedernal con su funda, una herramienta para sacar láminas de sílex, un disco de piedra perforado, catorce flechas en un carcaj, un gran arco sin terminar, dos cajas de corteza (hay objetos de 18 maderas distintas en su equipo) y dos setas atravesadas con una correa de cuero. Una de las setas tiene propiedades antibacterianas y quizá la usaba como medicina, mientras que la otra parece ser parte de un kit para encender fuego. La calidad del calzado y del hacha sugiere una sociedad compleja con distintos oficios ejercidos por profesionales especializados.

Aunque todo indica que el Hombre del Hielo fue asesinado, una de las grandes controversias suscitadas en torno a este hallazgo ha sido la causa concreta de su muerte. En 2001 el análisis con rayos X y con un escáner mostró que tenía clavada una punta de flecha en el hombro, una punta que debió atravesarle una arteria causándole una herida de pronóstico mortal más tarde o más temprano y, probablemente, una parálisis del brazo.

La comida sin digerir en su estómago sugiere que fue víctima de una emboscada, atacado mientras se sentía relativamente a salvo. Una herida profunda en su mano y distintas abrasiones indican que participó en un combate cuerpo a cuerpo. Por otro lado, un estudio con espectroscopía y microscopio de fuerza atómica realizado en 2012 concluyó que no murió instantáneamente de la herida de flecha. La presencia de células sanguíneas secas y fibrina en estado de degradación sugería un coágulo. Análisis de ADN todavía no publicados, y por lo tanto no confirmados, sugieren que en su ropa y armas hay sangre de otras cuatro personas, una en su cuchillo, dos en una flecha y la cuarta en su abrigo. La interpretación actual es que mató a dos personas con la misma flecha, recuperándola en ambas ocasiones, que hirió o mató a un tercero con su cuchillo y que la sangre en su abrigo pertenecería a un camarada herido que cargó sobre su espalda. Su postura poco natural (cara contra el suelo, brazo izquierdo cruzado sobre el pecho) sugiere que no le encontró solo la muerte y la congelación, sino que alguien le giró antes de morir e intentó extraer la flecha de su hombro, arrancando el mástil pero dejando la punta clavada.

La tomografía axial computerizada mostró unos depósitos oscuros en la parte posterior de su cerebro. El último estudio realizado por el grupo de Frank Maixner y publicado en Cellular and Molecular Life Sciences en 2013, recogió unas muestras diminutas del tejido cerebral de esa zona y realizó un análisis proteómico de esas muestras.

Momia de Ötzi encontrada en el valle de Ötz

Con anterioridad ya se había estudiado el genoma de Ötzi, tanto el nuclear como el mitocondrial, pero el análisis de las proteínas, el estudio proteómico, permite ir más allá. Su ventaja en este caso sobre el estudio del ADN (genoma) es que las proteínas  se contaminan menos que el ADN y, sobre todo, nos dan mucha más información sobre las condiciones en el momento de la muerte, ya que varían día a día, de una zona a otra, en función de lo que esté sucediendo en ese momento y en cada región del cuerpo. El ADN, sin embargo, da una información muy uniforme, que no cambia apenas desde el nacimiento sin que importe en qué parte del organismo recojamos las muestras. Por sus características, las proteínas son especialmente útiles para detectar señales de enfermedad o daño tisular. Por poner un ejemplo, una de las niñas momificadas encontradas en el territorio de los incas y sacrificadas por esta civilización mostraba claras evidencias de sufrir una infección pulmonar.

Maixner y sus colegas tomaron dos muestras del cerebro y las aplicaron tecnologías de proteómica basadas en espectrometría de masas y cromatografía de alta resolución. Los resultados se compararon utilizando algoritmos de búsqueda y diferentes bases de datos. En total se identificaron 502 proteínas distintas, de las cuáles 41 son muy abundantes en tejido nervioso y 9 específicas del cerebro. También se encontraron otras 10 proteínas relacionadas con la sangre y la coagulación. Un análisis específico mostró una acumulación significativa de proteínas relacionadas con la respuesta al estrés y la cicatrización de heridas.

Estos datos, junto con estudios con un microscopio de fuerza atómica, parecen indicar que antes de morir Ötzi recibió un golpe en la cabeza que haría que su cerebro golpease contra la parte occipital del cráneo, el interior de la nuca, generando una hemorragia en esa zona. Un estudio anterior publicado en el Journal of the Royal Society analizaba las células sanguíneas de la momia, que están sorprendentemente bien preservadas. Se encontraron trazas de fibrina, una proteína implicada en la coagulación, alrededor del golpe. Lo interesante de este hallazgo es que la fibrina se expresa en la zona de la herida al poco de producirse ésta, pero también desaparece con rapidez. El hecho de que fuera detectable todavía en la sangre del Hombre del Hielo sugiere que no sobrevivió mucho tiempo después del golpe, que pudo ser intencionado o el efecto de una caída tras ser alcanzado por la flecha, algo que probablemente nunca sabremos.

La importancia de la cabeza y el cerebro como diana de un ataque se conoce desde hace milenios. Heridas craneales, capaces de causar daño cerebral, se conocen en toda la evolución de los homínidos. Se cree que estos ancestros nuestros sabrían que al atacar esa zona podían dejar a la víctima en una situación de debilidad o matarla. Raymond Dart, un paleontólogo que estudió australopitecos de Sudáfrica, y describió el primer Australopithecus africanus estudió el cráneo de uno de ellos con varias fracturas cercanas. Dart pensó que ese individuo había sido golpeado desde atrás por otro homínido ancestral, un golpe que le causó la muerte. Aunque sus propuestas son hoy discutidas, Dart llegó a demostrar que las medidas de los cóndilos de un húmero de antílope encajaban en las líneas de fractura de aquel cráneo, proponiendo que ese hueso pudo ser el arma “australopitecida”. Más allá, en los 42 cráneos de babuino encontrados en yacimientos de australopitecinos, el 64% mostraban evidencias de fracturas del cráneo, normalmente en la zona occipital, en la nuca. Dart y otros investigadores sugieren que esos monos fueron golpeados en la cabeza con algún tipo de maza por los australopitecinos, lo que indica que el cerebro, o al menos la cabeza, era considerado hace ya más de un millón de años como algo básico para la vida y una buena zona para causar la muerte con rapidez.

Hay también evidencias de daño craneal en restos de especies del género Homo como Homo erectus. El porcentaje es relativamente alto. En el yacimiento de Solo River 4 de 11 cráneos tenían heridas potencialmente mortales. En Chouk’outien, un yacimiento cercano a Pekín, se han recuperado los restos craneales de 40 individuos, todos ellos mostrando daños en la cabeza.

Podemos pensar que esas heridas fueran el resultado de romper el cráneo de un animal o congénere tras su muerte para poder extraer el cerebro y comérselo, pero hay evidencias de que, al menos en ocasiones, era algo que sucedía antes de la muerte. Un espécimen de Neandertal encontrado en la cueva de Shanidar, en el Kurdistán iraquí, mostraba una herida sanada en la parte superior del cráneo y otra en la región del ojo izquierdo. Aquel hombre de neandertal, llamado Shanidar 1, presentaba además fracturas en un brazo y en una pierna, y le faltaba una mano probablemente de forma congénita. Aunque las fracturas estaban soldadas tendría una fuerte cojera y probablemente estaría tuerto del ojo izquierdo. A pesar de ello alcanzó los 40-50 años, que era una edad enormemente avanzada para un neandertal y su época. Es terrible pensar que desde el origen de nuestra especie, pasando por Ötzi y llegando hasta nosotros, hay evidencias de asesinatos, guerras, armas y violencia.

Para leer más:

  • Dart RA. (1949) The predatory implemental technique of Australopithecus. Am. J. Phys. Anthropol. 7: 1-38.
  • Finger S. (1994) Origins of Neuroscience. Oxford University Press, Nueva York. pp. 3-4.
  • Gannon M. (2013) Otzi The Iceman Suffered Head Blow Before Death, Mummy’s Brain Tissue Shows. http://www.huffingtonpost.com/2013/06/11/otzi-iceman-head-blow-death-mummy-brain-tissue_n_3418652.html?ir=Science#slide=1898429
  • Kean WF, Tocchio S, Kean M, Rainsford KD. (2013) The musculoskeletal abnormalities of the Similaun Iceman («ÖTZI»): clues to chronic pain and possible treatments. Inflammopharmacology. 21(1): 11-20.
  • Maixner F, Overath T, Linke D, Janko M, Guerriero G, van den Berg BH, Stade B, Leidinger P, Backes C, Jaremek M, Kneissl B, Meder B, Franke A, Egarter-Vigl E, Meese E, Schwarz A, Tholey A, Zink A, Keller A. (2013) Paleoproteomic study of the Iceman’s brain tissue. Cell Mol Life Sci. 6 de junio. [Epub ahead of print]
  • Püntener AG, Moss S. (2010) Otzi, the iceman and his leather clothes. Chimia (Aarau). 64(5): 315-320.
  • Rollo F, Ubaldi M, Ermini L, Marota I. (2002) Otzi’s last meals: DNA analysis of the intestinal content of the Neolithic glacier mummy from the Alps. Proc Natl Acad Sci U S A. 99(20): 12594-12599.
  • http://news.discovery.com/history/the-iceman-suffered-brain-damage-before-death-130610.htm
  • http://en.wikipedia.org/wiki/%C3%96tzi
  • http://www.iceman.it/en/node/226