Un odontólogo para Taforalt

Por Colaborador Invitado, el 20 enero, 2014. Categoría(s): Biología
Cuevas de Taforalt en Marruecos
Cuevas de Taforalt en Marruecos

En una oscura cueva de Taforalt, al noreste de Marruecos, se ha filtrado nuevamente un haz de luz. Las sombras proyectadas dan cuenta que la caries dental, una enfermedad milenaria, tuvo su eclosión mucho tiempo antes de lo que se pensaba. Miles de años antes del comienzo de la agricultura y el sedentarismo -y en pleno auge del estilo de vida cazador y recolector- algunos humanos ya portaban dentaduras devastadas.

La caries es una patología infecciosa crónica extremadamente frecuente y esto aunque lo parezca no es ninguna novedad. En dicho trastorno multifactorial desde hace décadas es conocido el rol central de las bacterias, entre las que se destaca el Streptococcus mutans, a la hora de agendar una consulta con el odontólogo. Los microorganismos son tenaces y a fuerza de fermentar hidratos de carbono presentes en la dieta amalgaman la acidificación de la cavidad bucal -gracias a la producción de ácido láctico- y la huida de minerales tales como calcio y fósforo de las piezas dentarias, con el inquietante sonido de un torno.

Estilos de vida

El sustrato para tan desleal tarea son entonces las dietas que cuentan con alto contenido de hidratos de carbono. Populares entre otras cosas debido a la presencia de azúcar refinada y cereales procesados. Los citados nutrientes comenzaron recién masivamente a adueñarse de los menús y de las calorías diarias a partir del advenimiento de la agricultura. Con marcadas diferencias, según las diversas regiones geográficas del planeta, la domesticación de los vegetales comenzó a vislumbrarse aproximadamente 11.000 años antes del presente (AP).

Ese período de transición, entre hábitos cazadores y recolectores a uno dominado por la agricultura y la producción de alimentos, ha sido vinculado en trabajos científicos con cambios en la composición de la flora microbiana normal de la cavidad bucal. También con la expansión demográfica del Streptococcus mutans.  Otros estudios arqueológicos dan cuenta de la presencia de lesiones compatibles con caries hasta en un 48 % de los dientes de fósiles pertenecientes a poblaciones agrícolas, y de solo un 14% en aquellos pertenecientes a individuos cazadores y recolectores.

En Taforalt,  Abdeljalil Bouzouggar -científico del instituto alemán Max Planck -con un grupo de investigadores se dedicó a examinar la dentadura de 52 fósiles adultos. Todos datados con una antigüedad que ronda los 13.700 a 15.000 años AP y pertenecientes a la cultura iberomauritana. Una civilización que se caracterizó por la manipulación de la piedra a la hora de construir herramientas para procesar alimentos, pero en la que no se identificaron ni siquiera vestigios de lo que luego sería la agricultura.

Según las conclusiones de su artículo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, el 51,2 % de las piezas dentarias estudiadas presentó alguna evidencia de lesión compatible con caries. Solo tres de los adultos examinados presentaban dentaduras indemnes. Un odontólogo en Taforalt no hubiera dado abasto a la hora de tratar las caries documentadas, tanto en la corona como en la raíz de los dientes. Sin contar que los integrantes de esta cultura tenían la costumbre de extraer deliberadamente los incisivos centrales superiores.

Como un dolor de muelas

Además del análisis óseo, los científicos analizaron restos de plantas silvestres contemporáneas halladas también en el sitio de excavación. Encontraron alrededor de 22 especies diferentes, algunas procesadas y cocinadas. La marcada presencia de bellotas y piñones, y en menor medida de avena silvestre, permitió inferir que dichos nutrientes ricos en hidratos de carbono eran recolectados, almacenados y empleados frecuentemente como fuente de alimentación.  Algo que en estudios previos ha sido establecido, y en otras poblaciones a lo largo de la historia, como una estrategia para hacer frente a los desafíos que el clima adverso y la escasez de alimentos plantean.

¿Podría ser lo relatado en Taforalt una excepción a la regla o habrá que dolorosamente modificar concepciones previas? ¿Existieron otras condiciones particulares que contribuyeron a truncar tan drásticamente el destino de molares y premolares? ¿De existir, cómo se llevaba el Streptococcus mutans con una dieta a base de piñones y bellotas? Lo anterior no es más que materia prima para los científicos.

En la cueva, según creen los investigadores un antiguo cementerio, nuevamente además de las dentaduras maltrechas se divisó un rayo de luz. Por suerte también un sendero escarpado sembrado de preguntas. La aventura del conocimiento científico suele ser así.  Extraordinaria, fructífera y cambiante, pero también como previno el viejo Platón no infrecuentemente dolorosa. Con un nivel de algesia a veces comparable al de un dolor de ojos, o porque no un dolor de muelas.

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Este artículo nos lo envía Fernando Fuentes. Nació en Argentina. Recorrió aulas de universidades y salas de hospitales tratando de emular a Hipócrates. También pasó algunas horas en un curso de periodismo científico en la Fundación Instituto Leloir, en la ciudad de Buenos Aires. Desde hace algunos años se dedica a la divulgación científica. Ha escrito numerosos artículos acerca de diversas temáticas científicas, siempre destinados al público en general. Algunos de ellos conforman Píldoras para no dormir, su primer libro, una selección de artículos y síntesis de ese recorrido. Puedes visitar su blog o seguirle en twitter.

Referencias:

Louise T. Humphreya, I. De Grootea, Jacob Moralesc, N. Bartone, Simon Collcuttf, Christopher Ramseyg, Abdeljalil Bouzouggarh «Earliest evidence for caries and exploitation of starchy plant foods in Pleistocene hunter-gatherers from Morocco» PNAS (2014) doi: 10.1073/pnas.1318176111



Por Colaborador Invitado, publicado el 20 enero, 2014
Categoría(s): Biología