La pregunta Naukas 2014 – Daniel Marín y Natalia Ruiz

Por Daniel Marín, el 4 marzo, 2014. Categoría(s): Naukas

La pregunta Naukas 2014

¿Cuál será el avance o descubrimiento de la ciencia que más va a cambiar el mundo en los próximos años?

No se trata de ciencia ficción. Ya tenemos instrumentación avanzada que nos permite hacer mapas de la superficie de objetos fríos, como enanas marrones, algo impensable hace unos pocos años. Con distintos métodos que mejoran su precisión cada día, podemos deducir cuántos planetas orbitan una estrella en un sistema lejano al nuestro. Hemos descubierto nuevas técnicas con las que hemos estudiado las atmósferas de exoplanetas, sabiendo así qué elementos las componen. Hace nada el número de exoplanetas daba un salto de unos mil a más de 1.700… Marea, ¿verdad? De esos exoplanetas, no todos son rocosos (los que nos interesan deben serlo, las superficies de gas no son aptas para sembrar papas, y a ver qué íbamos a comer…). No nos engañemos: lo que queremos es encontrar una Nueva Tierra.

La mayor parte de exoplanetas han sido descubiertos por el telescopio espacial Kepler de la NASA, lanzado en 2009 para detectar nuevos mundos mediante el método del tránsito. A fecha de hoy Kepler y los observatorios terrestres han descubierto varios mundos potencialmente habitables (esto es, situados en la zona habitable de su estrella), pero ninguna exotierra. Es decir, un planeta del tamaño de la Tierra situado en la zona habitable, esa región alrededor de una estrella donde un mundo con atmósfera puede poseer agua líquida en su superficie.

Aunque la misión principal de Kepler finalizó el año pasado por culpa de un problema mecánico, los datos recabados en estos cuatro años todavía siguen dándonos sorpresas. La carrera por descubrir la primera exotierra está en marcha y, a pesar de que Kepler tiene todas las de ganar, los observatorios terrestres le siguen muy de cerca. En 2017 la NASA lanzará la misión TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite) para detectar planetas que giran alrededor de las estrellas más brillantes del cielo, pero es poco probable que descubra una exotierra (otra cosa es que descubra supertierras -planetas más grandes que el nuestro- habitables). En 2024 le tocará el turno al satélite PLATO (Planetary Transits and Oscillations of stars) recientemente aprobado por la ESA (Agencia Espacial Europea) y que promete descubrir miles de nuevos planetas extrasolares, incluyendo exotierras.

Pero con estos instrumentos sólo podemos saber el tamaño y, con suerte, la masa de un planeta. Si queremos averiguar si un exoplaneta reúne las condiciones para la vida debemos profundizar aún más. Algunas de las herramientas que vamos a usar para alcanzar los detalles finos están en construcción: el JWST (James Webb Space Telescope) de NASA-ESA nos permitirá estudiar las atmósferas de los exoplanetas más grandes gracias a su capacidad de ver en el infrarrojo lejano, mientras que los telescopios terrestres de nueva generación como el EELT (European Extremely Large Telescope) de ESO (Observatorio Europeo Austral), el GMT (Giant Magellan Telescope) o el TMT (Thirty Meter Telescope) serán capaces de escudriñar los cielos con una precisión sin precedentes en busca de nuevos planetas.

El siguiente paso, tras depurar la información que ya tenemos, es obtener nuevos datos. Es decir, ese candidato a planeta habitable que orbita aquella estrella parecida al Sol en la zona en la que podría albergar agua, ¿realmente la tiene? Caracterizar un exoplaneta hasta límites que antes solo podíamos imaginar será una realidad.

¿Y cómo podemos saber si un planeta extrasolar es habitable si está a decenas o cientos de años luz de distancia? Pues no es nada fácil, pero lo sorprendente es que puede hacerse. Con los instrumentos de nueva generación seremos capaces de analizar las atmósferas de los planetas habitables conocidos, incluyendo algunas de las exotierras que descubramos en el futuro. La clave para saber si un mundo alberga o puede albergar vida son los llamados biomarcadores, moléculas asociadas a la existencia de formas de vida similares a las terrestres. Los principales biomarcadores son oxígeno, ozono, metano, óxido de dinitrógeno (el gas de la risa) o el clorometano, además del agua. Si descubrimos varias de estas especies químicas en la atmósfera de una exotierra tendremos bastantes motivos para descorchar una botella de cava.

En el futuro, más tarde o más temprano, lanzaremos una misión capaz de ‘ver’ las exotierras de forma directa, aunque sea como un sólo píxel borroso. Por ahora no existe ninguna misión de este tipo, aunque la cancelada TPF (Terrestrial Planet Finder) de la NASA pretendía lograr este objetivo usando un telescopio espacial dotado de un coronógrafo o varios telescopios conectados mediante interferometría o con cornógrafos. Ahora bien, si lo que queremos es ver una exotierra en toda su gloria, con sus continentes y océanos (suponiendo que los tenga), necesitamos algo mucho más potente. Por ejemplo, una gran red de telescopios espaciales de gran tamaño que usen interferometría para resolver los detalles de la superficie de mundos lejanos. Una misión así, denominada TPI (Terrestrial Planet Imager), es por el momento un sueño fuera del alcance de los astrónomos.

Estamos aún caminando, aún queda mucho para llegar, pero sin duda el descubrimiento bomba de los próximos años será hallar planetas, no ya con vida microscópica (noten el enfoque) sino planetas que nosotros, el ser humano, podamos colonizar algún día. Suena un poco bestia, como si el afán capitalista se extendiera y la ciencia ficción (que siempre va por delante) desencadenara una posición de defensa estilo karateka (¿Cómo? ¿No tenemos bastante con esquilmar la Tierra que también lo vamos a hacer con otros planetas?). Pero seamos sinceros: la Tierra tiene fecha de caducidad. Si no nos la cargamos antes, le quedan unos 4.000 millones de años de vida. Es lógico pensar que nuestro futuro como especie esté en otros planetas (aunque hay quienes piensan, como @Orillacosmica, en naves enormes que nos puedan acoger en el espacio).

¿Cuál será el avance o descubrimiento de la ciencia que más va a cambiar el mundo en los próximos años? Saber que, allá arriba, hay un posible hogar para acogernos. Aunque, como decía Sagan, “Visitar, sí. Colonizar, aún no”.



Por Daniel Marín, publicado el 4 marzo, 2014
Categoría(s): Naukas