Es curioso como una de las palabras que más se usa en Nutrición y la Dietética es “equilibrio”, pero la realidad e información que llega a la calle y a la práctica dista mucho de esta presunta armonía.

El mundo de la alimentación está lleno de contrastes, en ocasiones posturas completamente enfrentadas y que parecen irreconciliables:

• El Norte del planeta muere de enfermedades ligadas a la opulencia, mientras que el Sur sufre en la miseria y el hambre.

• Las recomendaciones de Salud Pública deben ser aplicables para grandes colectivos, pero a la vez la Nutrigenética y la Nutrigenómica son cada día una realidad más cercana.

• El Sistema Sanitario debe velar por la independencia y la autonomía del paciente, mientras que la Industria Alimentaria hace su esfuerzo por crear una dependencia y un consumismo excesivo.

• La tecnología de la que disponemos sobre producción alimentaria es más avanzada que nunca, pero la quimiofobia se arraiga en el pensamiento popular.

Pero dentro de estos contrastes hay que encontrar un camino que labre el futuro de la alimentación. Quizás el mayor avance que se tenga que hacer en alimentación no sea un nuevo descubrimiento, sino un nuevo modelo que permita aplicar lo que ya se sabe de manera responsable.

Probablemente el mayor reto que se nos presenta en esta área es el de encontrar estos extremos, actuar y hacer entender que la gente no puede morir a cada lado del ecuador de enfermedades opuestas, que la salud comunitaria tiene que individualizarse en algún punto para dar respuestas concretas a cada persona, que la Industria Alimentaria tiene responsabilidades para con el consumidor, y que el avance biotecnológico no está reñido con el respeto medioambiental o social.

La alimentación es mucho más compleja que introducir alimentos en nuestras bocas, por lo que los pasos deberán ser marcados en una dirección que no sólo permita nutrirnos como seres vivos, sino también que satisfaga nuestras inquietudes como personas y ciudadanos.