Llamando a ISEE-3, ¿nos oyes?

Por Arturo Quirantes, el 9 mayo, 2014. Categoría(s): Ciencia • Curiosidades • Tecnología

ICE

Actualización 30/5: Susurros desde la ISEE-3

La exploración espacial empieza a parecerse a Space Cowboys más que a Star Trek. En lugar de cuadernos de bitácora completos y nítidos, archivados para la posteridad, los registros de la NASA nos recuerdan esos viejos legajos que amarillean en los museos. Los ejemplos son cada vez más frecuentes, y si no hacemos algo al respecto, dentro de medio milenio nuestros descendientes sabrán menos de la exploración del Sistema Solar que nosotros de los viajes de Colón.

¿Exagerado, dice usted? Le responderé con otra pregunta: ¿nunca se ha parado a pensar por qué las imágenes del primer alunizaje del hombre tienen tan mala calidad? Puede que crea que las cámaras de aquella época no daban para más, o que los mecanismos de transmisión pre-Internet eran prehistóricos. Lo cierto es que las cintas originales del Apolo XI desaparecieron en los años 80, y casi se dieron por perdidas aunque al final la NASA encontró una copia de seguridad.

Otro ejemplo. La sonda Pioneer 10 fue lanzada al espacio en 1972. Durante años, su trayectoria ha ido variando lentamente, lo que dio lugar a la llamada anomalía Pioneer. Había muchas hipótesis interesantes: fallos en la teoría de la Relatividad, cercanía a cuerpos desconocidos, efectos térmicos. Cuando un grupo de científicos decidió resolver la cuestión accediendo a los datos telemétricos originales, se encontraron con una tarea digna de Indiana Jones: estaban guardados en diversos formatos, desde tarjetas perforadas hasta cintas magnéticas, muchos de los datos originales casi se pierden y cajones enteros con cintas casi fueron tirados a la basura para ahorrar espacio. Al final, solamente una ardua labor de reconstrucción arqueológica consiguió recuperar la información; por los pelos, pero lo consiguieron, y fue vital para resolver la anomalía.

Y ahora resulta que una sonda espacial de casi cuatro décadas de edad vuelve a la Tierra, y como en la película Star Trek, hay que desenterrar viejos registros para saber cómo darle la bienvenida. El capitán Kirk se limitó a pedirle a Uhura que buscase en los archivos de la Federación; que es más de lo que podemos hacer nosotros hoy.

¿Les pica la curiosidad? Pues vamos allá. Antes de comenzar, debo advertirles que Daniel Marín, nuestro espaciotrastornado oficial de guardia, ya hizo una crónica el mes pasado (aquí la tienen). Debí haberlo supuesto antes de comenzar a escribir este artículo, porque el radar espacial de Dani deja en ridículo al del Norad, no se le escapa nada que haya abandonado la atmósfera y haya sido construido por el hombre. Si lo que quieren son datos y gráficas, es su artículo el que tienen que leer. Luego vuelvan, porfa.

Nuestro participante de hoy nació con el nombre de ISEE-3 (Interrnational Sun-Earth Explorer). Es el tercero de un trío de naves concebido por la NASA y la ESA (en aquel entonces, aún se llamaba ESRO) para estudiar la interacción entre el campo magnético terrestre y el viento solar. Fue lanzado en 1978 a bordo de un cohete Delta con destino al punto L1 de Lagrange, y allí estuvo cumpliendo como un campeón, como piquete de avanzada para alertarnos de posibles tormentas solares.

En 1982, ISEE-3 tuvo que hacer las maletas. Según la Wikipedia, había cumplido su misión, pero en realidad hay algo más. Verán ustedes, en 1986 el cometa Halley iba a regresar a las cercanías de la Tierra tras 76 años de espera. Se trataba de una oportunidad de oro. La ESA envió la sonda Giotto para estudiarlo de cerca, Japón lanzó dos sondas, la URSS se despachó con dos Vegas… y los Estados Unidos se quedaron con cara de pasmo. La NASA no tenía preparado nada, y solamente podían mirar mientras los demás países enviaban sus naves al encuentro del Halley.

Un matemático de órbitas llamado Robert Farquhar encontró un premio de consolación: después de hacer sus cálculos, descubrió que podían tomar al ISEE-3 y darle una nueva misión de exploración cometaria. Eso no gustó mucho al equipo original de la nave, pero Farquhar dijo eso de «no lo robamos, lo tomamos prestado» y siguieron adelante.

El ISEE-3, rebautizado ahora como ICE (International Cometary Explorer), fue desviado y enviado al encuentro del cometa… Giacobini-Zinner, al que sobrevoló en 1985. Tras este premio de consolación, fue enviado a perseguir al Halley, y como los policías de las películas de Jungla de Cristal, llegó cuando la fiesta había terminado; eso sí, EEUU presumió mucho de haberles ganado por la mano a los soviéticos. La NASA sigue empeñada en que aceptemos ICE como explorador del Halley, y en su web oficial  se pavonean de que fue la primera nave espacial que investigó dos cometas. Lo que queráis, chavalotes, pero sigo pensando que quedarse a 28 millones de kilómetros del núcleo no es para presumir precisamente.

En cualquier caso, ISEE-3/ICE había cumplido con creces su misión original y también con la nueva. Y todavía tenía una tercera. En 1991 la tasa de transmisión del ICE había caído desde un kilobit/segundo durante el sobrevuelo Giacobini-Zinner a unos magros 64 bits por segundo. Pero aún funcionaba y podía transmitir datos, así que la NASA aprovechó para enviarlo de nuevo a explorar eyecciones de masa coronales procedentes del Sol y estudiar los rayos cósmicos. Estaba claro que Farquhar no iba a devolver la sonda que había «tomado prestada» hacía años.

La hoja de servicios de la ICE era más que notable, pero su carrera tocaba a su fin. En 1997, la sonda, que llevaba dos décadas en el espacio, terminó oficialmente su misión de exploración. Todos sus instrumentos fueron desconectados, con la única excepción de una señal portadora, y la propiedad de la astronave pasó al museo Smithsonian. Propiedad simbólica, claro, porque la sonda fue ubicada en una órbita heliocéntrica y no había planes de capturarla o siquiera volver a controlarla.

Dos años después, en 1999, la NASA verificó la señal portadora de ICE e hizo una última comprobación de los instrumentos de vuelo antes de apagarlos. Ese mismo año la DSN (Deep Space Network), la red usada para el seguimiento de las sondas espaciales, fue renovada y los transmisores usados para contactar con la ICE fueron retirados. La exploradora se quedó sin nadie con quien hablar. Aunque transmitiese datos, nadie los recibiría nunca. Sólo le quedaba vagar hasta convertirse en un trozo más de chatarra espacial. Se acabó.

¿Se acabó? ¡De eso nada! ICE, ISEE-3 o como quiera usted llamarla, es una superviviente. Cumplió tres misiones completas, envió datos durante más de veinte años, y no estaba por la labor de acabar sus días desvaneciéndose en la oscuridad. En septiembre de 2008, la NASA apuntó una de las antenas del DSN hacia la posición del ICE, y descubrió que la nave todavía enviaba su señal. Más sorprende aún fue comprobar que, durante la comprobación de 1999, ICE no desconectó sus instrumentos. Todo el mundo creía que los ojos y oídos de la sonda habían sido apagados; y no sólo no fue así, sino que de los 13 instrumentos científicos de la nave ¡12 seguían funcionando!

El propio Farquhar comentó la noticia con Emily Lakdawalla, de la Planetary Society, y especuló con la posibilidad de volver a controlar al pequeño explorador. ¿Por qué? Bueno, está ahí, aún funciona y puede sernos útil, quizá para volver a enviarlo a otro cometa. Además, es como el viejo gramófono del abuelo: ha sido superado por la tecnología actual, pero ¿no sería interesante ver si aún funciona?

Por supuesto, no va a ser tarea sencilla. La NASA ya ha dicho que pasa del asunto. El problema es la obsolescencia y la rapidez con que avanza la tecnología. Para que la DSN pueda volver a controlar a ICE, habría que volver a instalar los transmisores que servían para tal fin y que fueron retirados de las antenas en 1999. Demasiado coste y esfuerzo para una nave vieja.

A pesar de todo, los aficionados han aceptado el reto. La NASA no es la única con estaciones de seguimiento. A comienzos de marzo de 2014, una agrupación de radioaficionados llamada AMSAT, concretamente la sección alemana (AMSAT-DL) captaron la señal de ICE desde el radiotelescopio del observatorio de Bochum.

Por su parte, la NASA ha afirmado que, si bien no se encargará de la operación de recuperación de ICE, permitirá que el Laboratorio de Física Aplicada John Hopkins lo intente. ¿Qué tiene ese laboratorio que sea importante? Nada menos que una antena de 18 metros de diámetro con el hardware necesario para contactar con la nave. Farquhar, que ha cumplido ya los ochenta años, está vendiendo la moto y haciendo cálculos a toda máquina.

Y los aficionados reúnen sus huestes. Sí, he dicho aficionados. La tecnología de la NASA de los años setenta es ahora accesible a particulares. Y tampoco sería la primera vez. Permítanme autocitarme un poco:

Durante los años ochenta, la armada de EEUU utilizó un sistema llamado FLTSATCOM (Fleet Satellite Communications System) para comunicarse con buques y submarinos por todo el mundo en frecuencias de UHF. Seis satélites desplegados en órbita geoestacionaria lo hacían posible (otros dos quedaron dañados durante el lanzamiento). Durante los años noventa, fueron reemplazados por otra generación de satélites, pero a pesar de que se diseñaron con una vida útil de cinco años algunos de ellos siguen funcionando.

El problema es que los transpondedores de los FLTSATCOMs carecían de protocolos de autenticación o cifrado. Como consecuencia, cualquiera con conocimientos y equipo técnico adecuado puede acceder a ellos y utilizar sus canales como si de un satélite de comunicaciones se tratase. Un lugar donde se aprovecharon particularmente de ello es Brasil, un vasto país en expansión donde la cobertura de las redes telefónicas móviles deja mucho que desear. A comienzos de la década del dos mil, se comenzó a ofertar estos servicios piratas a usuarios de todo tipo, desde camioneros a leñadores ilegales, por no hablar de traficantes de droga. Una operación conjunta de las autoridades brasileña y norteamericana atajó el problema temporalmente en 2009, pero para entonces miles de personas sabían cómo construir sus propios transpondedores.

[Cuando la Criptografía Falla, 2012, pag. 41]

En abril de 2014 se anunció la creación del ISEE-3 Reboot Project con un objetivo simple pero ambicioso: controlar los motores del ISEE-3 (o ICE, o lo que sea), ponerlo en órbita terrestre y enviarlo de nuevo para continuar su misión. Para recaudar fondos (porque la NASA no suelta un céntimo), han acudido a algo que está muy de moda: el crowfunding. En el momento de escribir estas líneas, ya han recaudado el 81% de los 125.000 dólares que necesitan.

La tarea es difícil, y no se arreglará solamente con dinero. En un artículo de 5 mayo, los responsables del proyecto nos explican cómo va la cosa. Al parecer, están recibiendo un montón de ayuda técnica que les ha permitido reconstruir el sistema de telemetría y comando. Tienen ya tres antenas a su disposición, incluyendo el enorme plato de Arecibo. El sistema de transmisor y modulador está siendo reconstruido gracias a la colaboración desinteresada de empresas privadas.

Hay un enemigo más, y es implacable: el tiempo. El motivo por el que todo el mundo está tan alborotado con el tema ICE es cuestión de órbitas. Vean la trayectoria de la nave a lo largo de los años:

ISEE orbita

La órbita de ICE es como un trazo en un espirógrafo. Ha estado, por decirlo de algún modo, dando tumbos por la órbita heliocéntrica terrestre, y ahora, después de tantos años, lo tenemos de nuevo a mano. ICE se acercará a la Tierra en agosto de 2014, tanto que casi rozará la superficie de la Luna. Si para mediados de junio no está bajo control, pasará de largo y tendremos que esperar como treinta años para intentarlo de nuevo.

Como ven, esto es como una película de Indiana Jones, donde hay que encontrar la X que marca el lugar y llegar allí en el momento justo, ni antes ni después. Como una buena película, el tiempo corre, y no hay garantías de éxito. Y como una buena película, ya me estoy comiendo las uñas a mordiscos.

Por cierto, aún no sé qué opinan los del Smithsonian de todo esto. A fin de cuentas, la nave es suya. Ya tienen la cápsula del Apolo XI, así que espero que sean generosos.



Por Arturo Quirantes, publicado el 9 mayo, 2014
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