Hitos en la red #29

Por César Tomé López, el 10 agosto, 2014. Categoría(s): Enlace Recomendado

Fundación de la Real Academia de Ciencias de París -  1666

La ciencia es un hecho social. Sin sociedad no es posible su existencia. Una persona aislada que adquiere conocimiento potencialmente científico en aislamiento y que no lo comparte, ni lo somete a discusión y contraste, no hace ciencia. Por ello ciencia y sociedad están íntimamente unidas, no sólo desde el punto de vista filosófico o de la dinámica de funcionamiento, también desde el económico y político. Esta semana Juan Ignacio Pérez ha iniciado una serie de seis entregas sobre este último aspecto titulada genéricamente Ciencia y Democracia. El primer capítulo es La ciencia moderna y la ilustración. La serie apunta a que generará debate.

Un ejemplo muy bueno de como ciencia y sociedad política interactúan es El caso de Nikolái Ivánovich Vavílov, por Eduardo Angulo.

El concepto de belleza es subjetivo, depende de cada persona, de la cultura en la que ha crecido y de la educación recibida (por ello quizás el que muchas personas encuentren bello algo concreto hace que aumente su valor económico rápidamente, por lo inusual). Este cronista, que es químico industrial (una especie ya extinta académicamente) de formación, no puede evitar encontrar belleza, aún a sabiendas de que no existe fuera de su encéfalo, en varios artículos publicados esta semana. Así, hay procesos de fabricación que son de una elegancia majestuosa como Fabricación selectiva de nanotubos de carbono con una única estructura, por Franciso R. Villatoro; cálculos teóricos capaces de explicar selectividades cristalinas inexplicables, como en Fluctuaciones cuánticas y aspirinas; y matemáticas que ajustan el número de isómeros de un compuesto, Arthur Cayley, la teoría de grafos y los isómeros químicos, por Marta Macho.

Incluso puede encontrarse belleza en el desarrollo histórico de conceptos científicos. Es de admirarse como la teoría estructural de la química orgánica se desarrolló en el XIX, sin medios de análisis sofisticados, basándose en la idea de valencia, como intento reflejar modestamente en De la valencia y el enlace químico (I).

No sé si alguien clasificará de bellos los datos de Planck que se esperan para dentro de un par de meses, pero pocas cosas están levantando tanta expectación en los últimos tiempos; desde el punto de vista de este cronista sólo la anticipación de los resultados de ATLAS y CMS sobre el presunto (entonces) bosón de Higgs es comparable. Y todo porque permitirá confirmar observacionalmente la existencia de modos B de polarización en el fondo cósmico de microondas y así dar el respaldo definitivo a la idea de inflación. Pero aún hay más, según nos cuenta Francis en La anomalía del fondo cósmico de microondas que no explica la varianza cósmica, podría encontrase una forma de estudiar el universo preinflacionario a partir de esos mismos datos.

Una mirada al pasado, pero de la vida en la Tierra y al inicio de su estudio, es lo que nos presenta Javier Peláez en La historia del hombre que coge piedras mientras corre. Y si nos circunscribimos a los humanos, ¿qué tal algunos de nuestros antepasados más directos? El territorio económico de los cazadores-recolectores del Paleolítico Superior.

Esta semana ha sido la semana de Rosetta. Hay información en muchas partes. Pero, ¿qué queréis que os diga? Lo tenéis todo magníficamente recogido en dos artículos de Daniel Marín: Bitácora de Rosetta 1: todo listo para el encuentro (y el escándalo de las imágenes 2.0) y ¡Rosetta ha llegado a su destino! (Bitácora de Rosetta 2).

No todo son éxitos, pero incluso de los fracasos se aprende, sobre todo si es el de un grupo de aficionados tratando de salvar lo que ya se daba por perdido. Nos lo cuenta Arturo Quirantes en el último capitulo de la serie Susurros desde la ISEE-3 (X) (el resto de la serie está enlazado en el artículo).



Por César Tomé López, publicado el 10 agosto, 2014
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