Manías danzantes (II): El baile de San Vito

Por Carmen Agustín Pavón, el 6 octubre, 2014. Categoría(s): Historia

Se dice que la primera de las epidemias de manía danzante que azotaron el corazón de Europa durante el Medioevo aconteció en 1021, en la antigua villa de Kölbig1. A la puerta de la iglesia, un grupo de personas se congregaron y danzaron obscenamente, provocando las iras del cura, que los maldijo. La consecuencia: los ofensores bailaron sin descanso durante un año y algunos cayeron exhaustos, imaginamos que yendo derechitos al infierno. Nuevas danzas epidémicas azotaron las que hoy son tierras alemanas y francesas en 1247, 1374, y una sonadísima en 15182. En esta última, la primera víctima fue una mujer que comenzó a danzar en solitario en Estrasburgo a mediados de julio; a finales de agosto se le habían unido ya cuatrocientos danzantes.

En claro contraste con el tarantismo en el sur de Europa, donde la danza era la cura para el mal transmitido por la tarántula, para nuestros vecinos del norte esta manía danzante era un castigo: algún santo se había enfadado con los habitantes de las villas, y su maldición solo podía romperse con la peregrinación a su lugar consagrado. Así pues, la epidemia de Estrasburgo finalizó cuando los afectados anduvieron en procesión a la ermita de San Vito.

San Vito a fuego lento. Fuente de la imagen: «Flein-st-veit» de peter schmelzle - eigenes foto, Gemälde von 1514/17. Disponible bajo la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0-2.5-2.0-1.0 vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Flein-st-veit.jpg#mediaviewer/File:Flein-st-veit.jpg
San Vito a fuego lento. Fuente de la imagen: «Flein-st-veit» de peter schmelzle – eigenes foto, Gemälde von 1514/17. Disponible bajo la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0-2.5-2.0-1.0 vía Wikimedia Commons – http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Flein-st-veit.jpg#mediaviewer/File:Flein-st-veit.jpg

A San Vito ya le conocimos en la entrada anterior, en Apulia (hice una foto estupenda de la iglesia de San Vito en Polignano a Mare para ilustrar este post, que desafortunadamente no les puedo enseñar porque, como saben, perdí mi cámara). Este santo fue un adolescente siciliano, al que los romanos imperiales martirizaron hirviéndolo en un caldero. La palabra santo podría estar relacionada con “sanare”, o sea, curar (aunque me hacen notar que más bien derivaría de sancire, consagrar). San Vito tenía en su mano sanar a los insomnes, los rabiosos, y los histéricos, y proteger a los sordos, los mudos, y los bailarines. Y por supuesto, San Vito es el patrono de los caldereros3.

Las peregrinaciones a las ermitas de San Vito, como único remedio contra el mal danzante, se sucedían anualmente en las tierras del Sacro Imperio. Una única reliquia de lo que pudieron ser aquellas procesiones ha sobrevivido hasta nuestros días: se celebra en Echternach, cada martes de Pentecostés desde el siglo XI, y fue declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 2010. Los danzantes luxemburgueses no se fían de San Vito, y prefieren rezar a su santo local, San Willibrord.

La denominación “baile de San Vito” como enfermedad (Chorea Sancti Viti en griego) aparece por vez primera en los escritos de Philippus Aureolus Teophrastus Bombastus von Hohenheim (a quien llamaremos Paracelso, más que nada por abreviar). A medio camino entre la magia y la medicina, Paracelso fue uno de los primeros farmacéuticos europeos en utilizar la química (alquimia por entonces) para sanar enfermedades, y también se interesó en buscar las causas físicas de éstas. Sobre la naturaleza de las epidemias danzantes, distinguió tres formas de corea: la chorea lasciva, que emerge del exceso de sensualidad, la chorea imaginativa, causada por una excitación excesiva de la imaginación, y la chorea naturalis. Ésta última sería la única que se originaría a partir de un trastorno físico real, que según Paracelso era una falta de balance de los humores y espíritus vitales que corren por las venas.

Casi quinientos años después, los historiadores actuales no tienen muchas más certezas que Paracelso sobre las causas de aquellas epidemias. Como ya vimos como posible explicación al tarantismo, algunos proponen que las epidemias de manía danzante fueron fruto de la histeria colectiva desencadenada por periodos de extrema dureza. Por ejemplo, antes de la plaga de Estrasburgo de 1518, el área había sido azotada por la escasez de comida debida a malas cosechas, así como por epidemias de peste, sífilis y lepra. Otros creen que esta explicación está un poco traída por los pelos: lo habitual en la Europa medieval eran los periodos de dureza y lo extraño que hubiese abundancia de comida y salud…Así que otros piensan que la principal causa pudiese ser el ergotismo, un envenenamiento por el hongo Claviceps purpurea, o cornezuelo del centeno, que crece en esta gramínea. Este hongo es rico en alcaloides como la ergolina, de estructura similar al ácido lisérgico, y que como este posee actividad serotonérgica. Sí, han oído bien: lo de las rave parties puede no ser más que una versión contemporánea de estas epidemias medievales. Ya está todo inventado.

«Rogge moederkoren Claviceps purpurea on Secale cereale». Publicado bajo la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Rogge_moederkoren_Claviceps_purpurea_on_Secale_cereale.jpg#mediaviewer/File:Rogge_moederkoren_Claviceps_purpurea_on_Secale_cereale.jpg.
The ergot in the rye. «Rogge moederkoren Claviceps purpurea on Secale cereale». Publicado bajo la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 vía Wikimedia Commons – http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Rogge_moederkoren_Claviceps_purpurea_on_Secale_cereale.jpg#mediaviewer/File:Rogge_moederkoren_Claviceps_purpurea_on_Secale_cereale.jpg.

Si el ergotismo fue la causa, las manías danzantes no se extinguieron en el Medioevo: me hacen notar4 un caso bien entrado el siglo XX, en la localidad francesa de Pont-Saint-Espirit. El artículo médico del año 1951 que describe los síntomas de los intoxicados habla de agitación psicomotora, insomnio y alucinaciones, síntomas que quizá se puedan asimilar a los de los danzantes medievales. Sin embargo, el ergotismo provoca también otros síntomas más graves, a saber, intensos y ardientes dolores digestivos, pústulas negras, gangrena, e incluso la muerte: cuatro de los afectados por la intoxicación de 1951 murieron. Evidentemente, que la ingesta de cornezuelo provoque síntomas leves o dramáticos depende de la dosis a la que se administre, pero el hecho que el ergotismo pueda llegar a provocar síntomas tan graves hace dudar a algunos de que esta fuese la causa más común de las epidemias de manía danzante. De hecho, los síntomas del ergotismo se relacionan más bien con otra enfermedad medieval: el “Ignis Sacer”, o “Mal des Ardents. Era San Antonio Abad, y no San Vito, quien protegía de (¿o infundía?) este mal, por lo que también se conoce como «fuego de San Antonio».

En conclusión, es posible que no lleguemos a saber qué provocó las epidemias medievales de manía danzante, o si todas compartían una causa; es posible que se estén categorizando juntos diversos males, o etiquetando de epidemia una mera expresión religioso-cultural. A día de hoy la medicina todavía duda al establecer una clasificación exacta de las distintas enfermedades, y los diagnósticos muchas veces son erróneos a la primera intentona, así que imagínense diagnosticar en retrospectiva, a mil años vista. Un ejemplo curioso de diagnóstico equivocado lo representa el uso de un grabado de Pieter Brueghel el Viejo, o alguna de sus reproducciones posteriores para ilustrar la corea. El equívoco se debe a Jean-Marie Charcot, padre de la neurología francesa: gran aficionado al arte, gustaba de introducir obras de arte y dibujos, a veces propios, como apoyo a sus lecciones neurológicas magistrales en el hospital Pitié-Salpetière de París. A partir de su diagnóstico erróneo, muchos de los trabajos sobre la historia de las coreas se ilustraron con el “El peregrinaje a Molenbeek”. Sin embargo, la estampa no representa a enfermos de corea, sino más probablemente a epilépticos, que, por supuesto, también tenían que rezar para curarse, en este caso a San Juan y San Valentín. Parece que quien confundió a Charcot fue el conservador de la Biblioteca Imperial de París, Paul Lacroix, que vio en el cuadro de Bruegel a los “Peregrinos afectados por el baile de San Vito en procesión a la iglesia de San Willibrod, en Epternach (sic), cerca de Luxemburgo”.

"The dance at Molenbeek" Fuente: http://www.bruxel.org/molenbeek/2007/brueghel_molenbeek/
«The pilgrimage to Molenbeek» Fuente: http://www.bruxel.org/molenbeek/2007/brueghel_molenbeek/

En todo caso, el baile de San Vito no desapareció cuando el Santo curó a los danzantes de Estrasburgo en el siglo XVI. De hecho, a partir del siglo XVII, el término pasó a denominar una enfermedad real, con causas, por primera vez en esta serie, demostrables. Cuando era niña, mi madre solía repetirme “Haz el favor de estarte quieta ya, que parece que tengas el baile de San Vito”. ¿Será que los niños son propensos a enfermar de esta condición? Lo descubriremos en el próximo post.

Notas

 

  1. Desaparecida villa de la actual Sajonia-Anhalt, en cuya capital, Magdeburgo, tuve el privilegio de asistir a unas danzas un tanto bizarras por parte de la población local. Parece mentira que a los bares magdeburgueses haya llegado la música de Ska-p y de Mago de Oz…
  2. Algunos artículos fechan este episodio en 1418.
  3. De su relación con la Cosa Nostra no tenemos constancia.
  4. Agradezco la información a Pablo Rodríguez, @DonMostrenco.

Referencias

  • Aubert, G. Charcot revisited. The Case of Bruegel’s Chorea. History of Neurology. 2005, 62:155-161.
  • Gabbai, Lisbonne, Pourquier. Ergot poisoning at Pont St. Esprit. British Medical Journal.1951 Sep 15;2(4732):650-1.
  • Veneziani, S. Affezioni ultraterrene: Ignis Sacer e Chorea Sancti Viti, il retaggio medievale del rapporto onomástico tras anti e infermità. Medicina nei Secoli. 2008, 20(1):295-326.
  • Waller, J. A forgotten plague: making sense of dancing mania. The Lancet. 2009, 373:624-625
  • Waller, J. In a spin: the mysterious dancing epidemic of 1518. Endeavour. 2008, 32:117-121.


Por Carmen Agustín Pavón, publicado el 6 octubre, 2014
Categoría(s): Historia