Todos hemos asistido alguna vez al bochornoso espectáculo de alguien intentando hacerse entender en un idioma extranjero a base de hablar el suyo propio, pero a un volumen mucho más alto. Esta incapacidad para ponerse en situación puede llegar a darse no solamente al comunicarse entre distintas nacionalidades, sino también entre distintas especies. Me explicaré, pero primero, veamos una fotografía:
El animalito de la fotografía se llama Quokka (Setonix brachyurus). Es un marsupial australiano con una simpática expresión en su rostro. Simpática para un humano, claro. Pero la simpatía y felicidad de su rostro son mera ilusión, un efecto de nuestra tendencia natural a antropomorfizar en exceso. Pensad, sin ir más lejos, que el bichito tiene la misma cara cuando huye de un depredador, o cuando se pelea con otro miembro de su especie, o en pleno acto de procreación (en este último caso quizá sí acertemos al juzgarle feliz).
No está contento. Cuesta creerlo, pero no, no está sonriendo porque esté contento.
Estas confusiones pueden llegar a tener consecuencias dramáticas. Para encontrar un buen ejemplo, tendremos que viajar al parque zoológico Diergaarde Blijdorp de Rotterdam. Os presento a su huésped estrella, el gorila Bokito, macho dominante de su grupo.
Durante el año 2007, una mujer de 57 años se dedicó a visitar a Bokito con una frecuencia exagerada (del orden de 4 veces por semana). La señora estaba encantada con el animal, al que hacía cucamonas casi a diario como llamarle, golpear el cristal y sonreírle constantemente. Los cuidadores del gorila insistieron en que aquel no era un comportamiento adecuado, pero la señora insistía en que el gorila estaba encantado con su presencia, como probaba el hecho de que le devolviese la mirada y la sonrisa.
El problema es que, entre los gorilas, una sonrisa significa cualquier cosa menos amistad. Piensen que en el fondo se trata de enseñar los dientes.
El 18 de Mayo de 2007 a Bokito se le agotó la paciencia. Su cabreo era muy superior al pánico que sentía por el agua del foso. Se lanzó, destrozó el cristal, y arreó una gorilesca paliza a la pobre señora, que acabó en el hospital con varias fracturas y más de cien mordiscos. Acto seguido, se coló en una cafetería cercana provocando un considerable pánico entre la clientela, aunque sin agredir a nadie más. Otros primates algo más pequeños, el personal humano del zoológico, redujeron a Bokito con un dardo tranquilizante y lo devolvieron a su pabellón.
Como suele suceder, las medidas de seguridad se implementaron después de un susto gordo. En la actualidad, los visitantes del zoológico utilizan unas gafas especiales llamadas Bokito kijker (visor Bokito) que crean la ilusión de que nunca se mira de frente. Y todo para evitar enfadar a Bokito, patriarca de los gorilas de Rotterdam.
Actualización a 6 de Noviembre de 2014:
BioTay, un lector y colaborador de Naukas, me hace notar que las Bokito Kijker pueden descargarse e imprimirse desde esta página.
Pablo Rodríguez (Guadalajara, España, 1984) se siente inclinado de un modo casi suicida hacia las cosas complicadas. Esta cualidad le ha llevado a convertirse en físico, malabarista, ilusionista aficionado y humorista de cuarta categoría. Actualmente trabaja como experto en computación científica en el Netherlands eScience Center. Más información y contacto aquí