Hitos en la red #49

Por César Tomé López, el 4 enero, 2015. Categoría(s): Enlace Recomendado

01-hadeico-580x435

El periodo navideño, ese intervalo de tiempo que comienza la mañana del 22 de diciembre y acaba en la tarde del 6 de enero (en España), provoca una distorsión psicológica de la percepción del tiempo. Habrá personas para las que pase muy rápido y otras, como este cronista, para las que se trata de una tortura de duración exageradamente larga. Esta sensación de que el tiempo pasa a un ritmo diferente durante la perversión hipócrita de las saturnalia es independiente de que dispongas del mejor reloj del mundo (Nuevo récord en un reloj atómico por Francisco R. Villatoro).

Posiblemente una parte del efecto venga de la comida, que es diferente en un número significativo de días y otra de la compañía que se busca durante el periodo y en qué entorno. Una expedición oceánica podría tener un efecto similar (¿Cómo se comía a bordo de la expedición Malaspina? por Mariajo Moreno).

Otra parte viene por los números que son tradición: en España el periodo navideño viene enmarcado por dos grandes sorteos de lotería y todas las supersticiones anuméricas asociadas, en algunos casos muy cercanas al TOC (El trastorno obsesivo compulsivo y los números por Raúl Ibáñez) y el énfasis en fechas de significación arbitraria que giran en torno al solsticio de invierno y en costumbres asociadas que son pura superstición . Esta visión atávica del mundo que nos rodea existe durante todo el año (Los despropósitos del año I y II por Fernando Frías), pero en estas fechas alcanza el paroxismo.

La cuestión es que si un día futuro decidiésemos colonizar otros mundos, aparte de los problemas de selección (Hacedores de mundos por Pedro J. Hernández) una vez descartado lo evidentemente inadecuado (KOI-3158, un viejo sistema planetario en miniatura por Daniel Marín) y los geopolíticos (Un nuevo motor ruso para un cohete estadounidense por Dani), llegaremos a la triste conclusión de que la especie que salga del planeta, por mucho que se adpate como los salmones a su nuevo entorno (Los problemas de los salmones por Juan Ignacio Pérez) llevará sus supersticiones consigo (Pasando la Nochevieja en órbita por Dani).

Y no olvidemos nunca que la superstición, no la irracionalidad, que ésta gobierna nuestras vidas, sino la renuncia al esfuerzo de la racionalidad que anida en el interior incluso de las personas de ciencia puede dar lugar a auténticas atrocidades. El presente lo demuestra continuamente. La historia guarda alguno de sus ejemplos más horribles (El caso de August Hirt por Eduardo Angulo).



Por César Tomé López, publicado el 4 enero, 2015
Categoría(s): Enlace Recomendado