Esta entrada se encuadra en la iniciativa #lunesPollas
Para algunas cosas es imprescindible tener pene.
Por ejemplo, para ser un cura católico. No es extraño si uno conoce la doctrina eclesiástica. Si leemos al padre de la (auto)denominada iglesia universal, y santo por añadidura, Tomás de Aquino, vemos claro esta indispensabilidad fálica: Tomás comenta que la mujer no es más que un varón deficiens et occasionatus, algo así como un macho defectuoso y surgido como por casualidad. Claro, esto también explica que algunos curas prefieran…no, no iremos por ahí, sigamos con la filosofía tomista. Parece que Aquino no se inventó sus teorías embriológicas: algunos historiadores nos dicen que el santo se limitó a comentar -otros nos aseguran que los intentó rebatir– los tratados biológicos aristotélicos, que contenían ideas que perduraron, para mi gusto, demasiados siglos. Pero del varón como espíritu y la hembra como materia y de los preformistas del siglo XVII hablaremos otro día. Hoy hemos venido a hablar de pollas. Digo, de penes.
Fue cursando la licenciatura en Biología en la Universitat de València cuando escuché por primera vez una especie de reinterpretación de la máxima aristotélica-tomista de la mano del profesor de Embriología. El inefable Pere Tineo, tristemente ya fallecido, nos dijo al hablarnos de la determinación sexual: La naturaleza crea hembras por defecto. Tal vez suene machista, y sin embargo no tiene nada que ver con que la mujer sea un varón defectuoso, más bien al contrario: significa que cualquier embrión de mamífero, si nada lo evita, se convertirá en hembra. Y lo que evita esta transformación (en mamíferos) es la presencia del (birriosillo por otra parte) cromosoma Y.
El cromosoma Y tiene muy poquitos genes (y de hecho parece que no es más que un cromosoma “X degenerado”), pero uno de ellos, el SRY (Sex determining Region of the chromosome Y) produce un factor llamado factor determinante de testículos, cuyo nombre indica bastante bien lo que va a hacer al expresarse. El embrión humano carece de estructuras diferenciadas por sexo hasta las 6 semanas de gestación. Entonces, unas agrupaciones de células llamadas “primordios gonadales” han de tomar la decisión de transformarse en ovarios o en testículos: si el cromosoma Y está presente y funcional, se producirá el factor determinante de testículos, que actuará como señal para que las células desarrollen este tipo de estructuras.
Una vez formados, los testículos producirán dos hormonas: la hormona anti-Mülleriana, que destruye el “primordio uterino” y la testosterona, que por una parte estimula la formación del pene y el escroto y por otra inhibe el desarrollo de las tetas. Digo, las mamas.
Si por el contrario no hay cromosoma Y, se desarrollarán ovarios, que producirán estrógenos, hormonas que facilitarán la formación del útero, los oviductos y la vagina (ojo, facilitarán, pero no son imprescindibles para ello, ya hemos dicho que el camino por defecto de la naturaleza es la hembra). En el esquema adjunto pueden observar como los mismos primordios embrionarios van transformándose según el sexo del embrión en unas estructuras u otras: clítoris o glande, labios menores o tronco del pene, labios mayores de la vulva o escroto. Temo que cuando Freud enunció aquella teoría sobre la supuesta envidia del pene que padecemos las mujeres desconocía por completo estos hechos embriológicos.
Para otras cosas no es imprescindible tener pene.
Por ejemplo, para ser pollo. Por esas cosas de la evolución (con el permiso de los santos padres de la iglesia) muchas aves han perdido sus penes. Que se lo pregunten a Serrat, del que se dice que trabajó como sexador de pollos.
La culpa, de nuevo, la tienen los genes. Resulta que en muchas aves, como los galliformes (los pollos), pero no en otras, como los anseriformes (los patos), se activa durante el desarrollo embrionario del primordio peneano un gen concreto, el BMP4 (Bone Morphogenetic Protein 4)*. Cuando la proteína BMP4 se produce en las células del primordio peneano, o sea, el futuro pene, se suspende su crecimiento y las células entran en apoptosis (muerte celular programada). Los investigadores saben que la culpa es de ese gen porque si impiden su expresión en células peneanas de pollo en cultivo, éstas sobreviven. Si por el contrario, fuerzan la actividad de este gen en células peneanas de pato, éstas se mueren.
Pero aún hay más cosas para las que no es preciso tener pene.
Por ejemplo, para dedicarse a la ciencia. Aunque en ciencia haya menos mujeres que hombres, cada vez somos más, y cada vez seremos más. Y estoy segura de que llegará un día en el que para juzgar nuestra labor, para contratarnos, para promocionarnos, nadie tenga de andar mirando si tenemos o no tenemos pene. Digo, polla.
Referencias
- Herrera AM, Shuster SG, Perriton CL, Cohn MJ. Developmental basis of phallus reduction during bird evolution. Curr Biol. 2013 Jun 17;23(12):1065-74.
- Moore KL, Persaud TVN, Torchia MG. Embriología clínica. 2013. Elsevier
Notas
* Si saben un poco de griego se darán cuenta enseguida de que factor morfogenético significa generador de forma, y es la palabra que utilizan los biólogos para nombrar a las moléculas que durante el desarrollo embrionario “instruyen” a las células sobre cómo proliferar y agruparse para formar tejidos y órganos. Que el BMP4 se llame «de hueso» no significa que necesariamente instruya a las células a convertirse en hueso, sino que se descubrió su papel morfogenético en este tipo de tejido.
Bióloga y Doctora en Neurociencias por la Universitat de València, donde soy profesora desde octubre de 2016, tras 24 meses en la Universitat Jaume I de Castelló, 9 meses en Imperial College London, 38 en el Centre de Regulació Genòmica de Barcelona, 21 en la University of Cambridge, y 3 en la Università di Roma, «La Sapienza». Zurda, aprendiz de todo, y maestra de nada.