Las islas flotantes del lago Inle

Por Ambrosio Liceaga, el 30 abril, 2015. Categoría(s): Ecología • Medio Ambiente • Vídeos

Crecimiento de la población, deforestación, insuficiente producción agrícola, especies invasoras, El entorno del lago Inle en Myanmar, la antigua Birmania, está lejos de ser un paraíso. Y, sin embargo, el ingenio de sus pobladores ha conseguido sacar partido de todo esto. Incluso convertirlo en un atractivo turístico a pesar de las consecuencias a largo plazo.

El lago Inle es el segundo en tamaño en Myanmar. O lo era. Definir sus dimensiones es complicado ya que es un lago de poca profundidad (entre 4 y 6 metros) y sus riberas están ocupadas por una generosa capa de vegetación. Para añadir más dificultades, sus habitantes son famosos por construir miles de pequeñas islas flotantes que ocupan cientos de hectáreas. Esas islas son su principal zona de cultivo para tomates y otros vegetales que utilizan como alimento y fuente de ingresos.

La clave de este sistema es un planta flotante llamada Eichhornia crassipes  o jacinto del agua. Se trata de una auténtica maravilla biológica, capaz de extraer del agua los nutrientes que necesita gracias a sus raíces y la cooperación de ciertas bacterias. En el lado negativo, se considera una planta invasora debido a su gran capacidad de crecimiento. Es originaria de la cuenca del Amazonas pero los seres humanos la han extendido, generalmente de forma involuntaria, por todo el planeta. Se cree que llegó al lago Inle durante el siglo XIX y se extendió rápidamente gracias a las buenas condiciones locales. Gracias al incremento de la población en sus riberas y el uso de fertilizantes, el lago contiene nutrientes en abundancia. Enfrentados a una plaga que no podían controlar, sus habitantes consiguieron convertirla rápidamente en un recurso. Entre 1935 y 2000, el lago paso de tener un área superficial de 69.10 a solo 46.69 km2, La mayor parte de ese área, unos 20 km2 fue ocupado por islas flotantes construidas cortando y apilando varias capas de esta planta.

Lago Inle
Lago Inle, Myanmar. Fuente: Earth Observatory (NASA)

La construcción de estas islas es laboriosa. La planta es extraída y agrupada en una masa solida a la que se añade una capa de cieno del fondo del lago y cenizas vegetales como nutrientes. El conjunto es anclado al fondo poco profundo mediante palos verticales de bambú. El conjunto tiene un grosor de aproximadamente un metro y suficiente solidez para permitir su uso agrícola. Sobre ellas, se cultivan tomates, pepinos, calabazas y legumbres. Otros productos como cebollas o patatas no son adecuados y siguen cultivándose en tierra firme Como cualquier parcela de terreno estas islas son compradas y vendidas, con la ventaja adicional de poder transportarse de una zona a otra del lago.
El sistema funciona tan bien que se está trabajando es su extensión a otras zonas. Un ejemplo interesante es Bangladesh, un país que sufre inundaciones periódicas debidas a los monzones. Cada año, miles de hectáreas permanecen bajo el agua durante meses. Gracias a este método, las zonas inundadas pueden aprovecharse para el cultivo proporcionando nuevos recursos a sus habitantes. Es una de las herramientas del programa AIEEP (Agricultural Innovations for Eliminating Extreme Poverty) desarrollado por la ONG suiza Helvetas. En el siguiente video, con subtítulos en inglés, se explican los resultados del proyecto y podemos ver en detalle cómo se construyen estos jardines flotantes ( a partir del minuto 2).

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Las islas flotantes del lago Inle se han hecho famosas y constituyen uno de los atractivos turísticos de la zona junto con las pagodas. No hay duda de que constituyen un valioso recurso para sus habitantes. Pero tengo que reconocer que esta historia me deja con una sensación agridulce. Por un lado, me causa admiración el ingenio de las personas implicadas y su voluntad para convertir una plaga en una fuente, muy necesaria, de alimentos para sus hijos. Por otro lado, el ecosistema del lago Inle ha cambiado profundamente. Un cambio que puede ser irreversible ya que se ha establecido una nueva forma de vida que depende totalmente de las islas flotantes. Esta metamorfosis no es diferente, en importancia y motivación, a las modificaciones realizadas en el ecosistema europeo. Tenemos muy poca justificación para criticarlo. Pero es necesario recordar que cada vez quedan menos zonas sin transformar por el impacto humano. Por mucho que, como turistas, no seamos capaces de percibirlo.



Por Ambrosio Liceaga, publicado el 30 abril, 2015
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