Nostradamus o nos tardamos

Por Colaborador Invitado, el 7 mayo, 2015. Categoría(s): Divulgación • Historia

09 Nostradamus

Dicen que no le podemos preguntar a un historiador que prediga un hecho, pero una vez acaecido, nos dirá con lujo de detalles cómo era inevitable que sucediera.

En tiempos modernos, con nuestro fetichismo tecnológico, podemos pensar que la adopción inmediata de nuevas tecnologías en la vida diaria —en especial por parte de los jóvenes— es algo que se deba dar por descontado. Después de todo, el internet cambió la vida del mundo en tan sólo dos décadas, y seguido vemos en las noticias que los móviles no sólo son una obsesión moderna sino que han creado su propia rama de malos modales. Cada nuevo modelo que Apple ó Samsung ponen en el mercado causan tumultos por adquirirlos y ya vemos hasta con indiferencia nuestras cada vez más hermosas y grandes pantallas planas hechas con tecnología de plasma.

Pero subestimamos la fuerza de la reticencia al cambio. Es verdad que los smartphones con pantallas táctiles son vistos hoy con obviedad y hasta pensamos que era el paso normal, pero cuando Apple intentó introducir por primera vez una plataforma de este tipo con su Newton en 1987, fue un desastre total. Cierto que en ese momento quizá la tecnología no permitía la expansión que permitió en 2005, pero la idea misma —no sólo su dificultad técnica— fue rechazada en aquel entonces.

Hay ramas de la moderna filosofía y la lingüística que se interesan en ver cómo el lenguaje mismo que usamos es un factor inhibidor de cambio. El lenguaje es una forma de percibir el mundo, y es resultado de soluciones que hallamos; estas soluciones se convierten en rutinas que originalmente son favorables en la situación original, pero con el tiempo se enquistan ante los cambios y se convierten en vicios. En 1954, George Orwell se refiere a este hecho en cuanto al lenguaje de la política: si las mismas palabras —que conllevan actitudes— se siguen usando ante nuevas situaciones, es una receta para que dejen de ser efectivas ó incluso que causen desastres. Veamos algunos ejemplos dramáticos de estos “enquistamientos conceptuales”.

El 11 de agosto de 1914 tuvo lugar la Batalla de Lagarde: las tropas alemanas deseaban tomar una colina que estaba en posesión de los franceses. Era principios de la Primera Guerra Mundial y ambos ejércitos tenían rutinas y estrategias que conformaban tradiciones militares de siglos: conceptos fundamentales ampliamente aceptados. Uno de estos conceptos era el poder indiscutible de la caballería sobre la infantería, y los alemanes siguieron su tradición, enviando al Primer Regimiento Bávaro de Ulanos —las tropas de élite— a tomar la colina. Pero había un problema: los franceses tenían ametralladoras en lo alto de la colina.

Hoy mismo, alguien que escuche la idea de enviar hombres a caballo hacia lo alto de una colina donde hay ametralladoras pensaría que es una locura. Y más si sabemos que la ametralladora no era un arma recién inventada, pues se fabricó por primera vez en 1861. Pero increíblemente, 50 años después, los militares más tradicionales la consideraban un arma “indigna y despreciable” y seguían pensando en el concepto de siempre de la superioridad de la caballería. Por supuesto, la masacre fue espantosa.

Otro ejemplo viene de las batallas navales. Cuando vemos películas de piratas e imaginamos cañonazos en el mar, es casi seguro que tenemos la imagen equivocada. Hacer blanco en un barco con una bala de cañón fue siempre cosa extremadamente difícil. Para darse una idea: en un ejercicio naval con la tecnología de cañones de 1899, la marina estadounidense puso a cinco de sus barcos a cañonear durante media hora a un barco condenado. Entre todos, hicieron blanco dos veces. Y sólo en las velas. Y esto de ninguna manera era poco usual.

Los cañonazos en alta mar son tan difíciles porque el barco está moviéndose no sólo en la dirección en la que avanza, sino arriba y abajo con las olas. Los cañoneros más experimentados calculaban más o menos dónde iba a estar el barco enemigo y disparaban sin ver; esta fue la técnica tradicional. Pero en 1898, el oficial Percy Scott de la marina inglesa perfeccionó el método con tres innovaciones: un mecanismo flexible de elevación del cañón, un telescopio móvil y una mira en la boca del cañón. Con su técnica, aumentó la precisión de los cañones nada menos que 3000% en seis años, lo que hizo realidad el concepto largamente acariciado de “fuego continuo”.

En 1900, en una misión en China, Scott conoció al oficial estadounidense William S. Sims, a quien enseñó su técnica y éste, a su vez, la comunicó extasiado a Washington. ¿La respuesta? Silencio absoluto. Cuando insistió durante más de dos años, la respuesta fue que estaba mal de la cabeza, que el “fuego continuo” simplemente no era posible, que estaba falsificando datos, que la marina estadounidense estaba bien como estaba y que probablemente hasta podía ser acusado de sedición. Sims tuvo que enviar una carta directo al presidente Theodore Roosevelt, que intrigado, finalmente lo invitó a regresar al país y hacer una demostración, ante la incredulidad y el enojo de los oficiales navales tradicionales.

De modo que además de las dificultades técnicas, los avances científicos y las tecnologías se enfrentan de manera más formidable a lo que “sabemos como cierto”. Cuando en 1987, estando en la universidad en una clase de física aplicada, un compañero hizo una presentación acerca del potencial de la telefonía celular, la respuesta de los presentes fue casi unánime: “¿Para qué diablos alguien querría llevar un teléfono a todos lados?”

Un ejemplo más para cerrar: en 2001 fue creada la Wikipedia en línea. En las oficinas de la Enciclopedia Britannica pensaron, “No necesitamos hacer eso, somos la enciclopedia más prestigiosa del mundo y lo hemos sido por 230 años. La gente nos seguirá comprando.” El 13 de marzo de 2012, Britannica anuncia que dejará de imprimir sus libros definitivamente.

Este artículo nos lo envía Alfonso Araujo, (@Alfonso_AraujoG) ingeniero y actualmente profesor de economía contemporánea en la Universidad de Hangzhou en China. Puedes visitar su blog “El mundo es extraño” o seguirle en tuiter.

Referencias:

Mat Honan. Remembering the Apple Newton’s Prophetic Failure and Lasting Impact. Wired. Ago. 5, 2013. www.wired.com/2013/08/remembering-the-apple-newtons-prophetic-failure-and-lasting-ideals/

11 August 1914 – The Last Charge. The Great War Blog. 2014. http://ww1blog.osborneink.com/?p=204

Michael Duffy. Weapons of War – Machine Guns. FirstWorldWar.com. Agosto 22, 2009. www.firstworldwar.com/weaponry/machineguns.htm

Elting E. Morrison. “Gunfire at sea: a case study of innovation”, en Men, Machines and Modern Times. The MIT Press, 1996. pp. 17-44. http://denninginstitute.com/pjd/TT/Sims/Sims.pdf



Por Colaborador Invitado, publicado el 7 mayo, 2015
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