Resulta difícil hacer una crítica a un divulgador de gran prestigio como es Manuel Toharia — aunque no sea la primera vez que lo hago. Y resulta difícil no sólo por ser uno de mis más admirados divulgadores o por intentar mostrar lo equivocado que está —¡todo el mundo comete errores!—, sino por abandonarse en algunos de los peores vicios que un divulgador puede cometer: no ser experto en un tema (y creerse tal) y divulgar errores conceptuales de bulto, además de transmitir justo el mensaje contrario al que ha llegado el consenso científico en las publicaciones. Aparte de caer en algunos momentos en el pecado no menor de apelar a una conspiración en la ciencia del cambio climático antropogénico.
Manuel Toharia ofreció una conferencia titulada “La imperfección de los modelos del clima” el pasado 15 de mayo dentro de la serie Kutxa Lectures que organiza el DIPC que fue publicada por un portal donde Naukas colabora con frecuencia: Cuadernos de Cultura Científica. Es el contenido de esa charla el objeto de esta entrada crítica.
[Ver vídeo de la charla de Manuel Toharia]
La verdad es que no sé por dónde empezar, porque la lista daría para todo un curso de climatología. Así que comenzaré con la parte donde Toharia está un poco más acertado.
Tiempo meteorológico y clima
Toharia suele empezar sus conferencias sobre este asunto (ver otro ejemplo) explicando de manera magistral la diferencia entre el tiempo meteorológico y el clima, siendo este último el promedio del tiempo meteorológico durante varios años —el IPCC estima que unos 30 años en un tiempo aproximadamente apropiado para esos promedios—
Vídeo: Neil deGrasse Tyson nos muestra la analogía del recorrido del perro como la meteorología y el de su dueño como el clima.
Un buen símil para entenderlo sería el comportamiento de la serie de lanzamientos de un dado. Si hacemos series de lanzamientos de un dado de digamos mil veces cada una, la sucesión de caras será distinta en cada serie (el análogo del tiempo meteorológico) aunque cada cara saldrá en promedio ⅙ de las veces (si el dado no está cargado) con un intervalo de incertidumbre que disminuye con el número de lanzamiento de la serie, regularidad estadística análoga al clima.
Como explica excelentemente un asistente en la ronda de preguntas finales de la charla, los modelos meteorológicos comparten muchas cosas con los modelos climáticos —al fin y al cabo física de la atmósfera sólo hay una—, pero sus objetivos son distintos; así, el éxito de los primeros depende del conocimiento preciso de las condiciones iniciales, mientras que los segundos sólo están limitados por las condiciones de contorno, es decir, los valores de las variables que restringen las variaciones del clima a largo plazo —la energía recibida del Sol, la energía irradiada al espacio, etc. Así, en un modelo meteorológico un pregunta típica sería cuál es la probabilidad de que llueva mañana en Bilbao mientras que en uno climático sería más del tipo: ¿cómo evolucionará la media anual de precipitaciones en el Cantábrico durante el próximo siglo?
Vídeo: Cómo sería una predicción meteorológica en 2050 según las proyecciones actuales.
Volviendo a la analogía del dado, si quisiéramos conocer la cara que saldrá en un determinado lanzamiento, la dependencia de las condiciones iniciales (velocidad de lanzamiento, dirección, etc) es tan delicada que será imposible de predecir (estaríamos haciendo meteorología en el símil). Es lo que se refiere Toharia cuando habla del descubrimiento de Edward Lorentz de la dependencia inestable de las condiciones iniciales de la predicción del tiempo meteorológico, lo que se conoce como sistema caótico —que se ha hecho famoso popularmente con el nombre de efecto mariposa. Sin embargo, para mil lanzamiento del dado podemos predecir con un error aceptable la distribución estadística de las caras (el clima en el símil). Por tanto, la evolución del clima no es caótica en ese mismo sentido, cosa que cualquiera puede entender cuando se vea capaz de predecir que las temperaturas irán bajando progresivamente en los próximos meses —por supuesto, si el lector se encuentra en el hemisferio norte— siendo incapaz de predecir la temperatura en Bilbao en el próximo evento Naukas en septiembre.
Vídeo: Meteorología vs clima
Toharia está confundiendo ambos tipos de modelos todo el tiempo y lo hace explícitamente al menos en cuatro ocasiones del minuto 65 al 73 de la charla.
La contribución del vapor de agua
Toharia ya empieza a meter la pata hasta el fondo con los conceptos básicos cuando se refiere al vapor de agua como un gas de efecto invernadero más potente que el CO2 al que parece que no se le presta tanta atención. Efectivamente el vapor de agua es un gas de efecto invernadero que más contribuye al calentamiento. Pero hay una diferencia fundamental entre el CO2 y el vapor de agua donde yace el quid del asunto —y que Toharia pasa por alto— : Mientras que sí podemos aumentar la cantidad de CO2 en la atmósfera, esto no es posible en el caso del vapor de agua puesto que su concentración en las atmósfera viene determinada por una relación entre la cantidad de agua en el planeta, la presión atmosférica y la temperatura, de modo que si aumenta la cantidad de vapor sin haber cambiado ninguna de esas variables se produce una condensación rápida —en unas horas a días en promedio— hasta alcanzar de nuevo la concentración de equilibrio que viene dada por esas tres variables. Puesto que dos de estas tres variables pueden considerarse constantes —la presión atmosférica global y la cantidad de agua del planeta—, los cambios en el vapor de agua se producen únicamente como respuesta a cambios de temperatura.
Vídeo: explicación de la retroalimentación por vapor de agua
Toharia llega incluso a utilizar la expresión vapor de agua fósil —minuto 38:23, insistiendo en el 46, 49 y 51—, afirmando que al quemar hidrocarburos se produce CO2 y agua «fósiles». Sí que tiene sentido hablar de CO2 fósil por su permanencia en la atmósfera durante décadas a siglos —que además podemos identificar en la atmósfera por su composición isotópica—, pero no de agua fósil, ya que ésta se encuentra en el equilibrio rápido mencionado en párrafo precedente.
El efecto de las nubes
Toharia explica muy bien la diferencia entre el vapor de agua y las nubes o la niebla, que son microgotitas de agua líquida. Sin embargo, en el 53:30 comienza repentinamente a hablar del efecto de las nubes cuando, hasta este momento, hablaba de vapor de agua. Nos ilustra, de manera correcta, que su efecto sobre el calentamiento puede ser negativo, es decir, la nubes actúan enfriando el clima al comportarse como espejos que reflejan parte de la luz solar que llega a la atmósfera. Pero las nubes no solo tienen un efecto albedo de enfriamiento sino también de calentamiento debido a que, al estar formadas por agua, re-emiten el calor infrarrojo del planeta de manera análoga a los gases de efecto invernadero. Así, en las nubes bajas suele tener más peso el efecto de enfriamiento a través del albedo, mientras que en la nubosidad más elevada suele tener más peso el efecto de calentamiento análogo al efecto invernadero.
Existe mucha incertidumbre en el efecto global de las nubes —tengo la impresión de que Toharia confunde esa incertidumbre, con la retroalimentación del vapor de agua, excelentemente bien comprendida—, aunque todas las evidencias apuntan a que el efecto es ligeramente positivo, es decir, que contribuyen a aumentar la temperatura. La modelización del efecto de las nubes, además, ha mejorado mucho en las simulaciones más recientes.
Vídeo: explicación del efecto de retroalimentación de las nubes
Malditos modelos climáticos
Resulta sorprendente que Toharia se refiera a los cálculos de Svante Arrhenius como poco menos que mera especulación, un desconocimiento importante de la historia de la que considera Toharia su disciplina. Arrhenius inició la elaboración del primer modelo numérico del efecto invernadero en 1895 y estimó la sensibilidad del clima al duplicar la concentración de CO2 en un aumento de temperatura de 5-6ºC —La mejor estimación actual es de 1.5-4.5ºC—, un cálculo nada despreciable dadas las simplicidad de su modelo y el hecho de tener que realizar todos esos tediosos cálculos —en sus propias palabras— a mano. Arrhenius sobrestimó la sensibilidad climática, pero infraestimó la velocidad de aumento del CO2 en un desarrollo industrial difícilmente imaginable para él y su colega Arvid Högbom en base a las emisiones de principios del siglo XX. Y, por supuesto, Arrhenius incluyó el efecto de retroalimentación del vapor de agua, por lo que no entiendo a qué se refiere Toharia con que el IPCC no menciona este efecto más que en oscuras páginas de su informe, cuando dicho cómputo se haya en la base de los modelos climáticos desde el primer modelo. Creo detectar ahí su primera insinuación de tintes marcadamente conspiranoicos.
Toharia por supuesto desacredita la fiabilidad de los modelos climáticos sin ningún argumento válido y con algún juicio de valor como la soberbia del IPCC. Así que le voy a proporcionar al lector algunos argumentos de por qué los investigadores piensan que los modelos climáticos no van tan desencaminados como nos quiere hacer creer Toharia.
La primera y más importante es que no es necesario un modelo muy elaborado para hacer predicciones básicas. Por ejemplo un modelo de regresión o uno de dos cajas —aquél donde se hace una representación básica del acoplamiento entre el océano y la atmósfera— son suficientes para demostrar que la no-inclusión del CO2 antropogénico reproduce incorrectamente las observaciones de anomalías de temperatura. Más aún, ese hecho puede mostrarse con un simple análisis estadístico de las observaciones, sin recurrir a ningún modelo numérico. El cambio climático antropogénico no es un producto de los modelos numéricos sino un resultado de la evidencia empírica.
La segunda razón es que los modelos efectivamente muestran un gran acuerdo con el aumento de temperaturas de superficie. Y no sólo los más recientes, sino que de hecho llevan décadas haciendo predicciones correctas. Así, los modelos de James Hansen de 1988 —con los que los lectores pueden experimentar utilizando el software EdGCM— lo hacen bastante bien introducidos los valores correctos de los forzamientos radiativos. Al igual que el modelo del IPCC de su primer informe de 1990, que a pesar de no considerar algunos forzamientos, realizó proyecciones aceptables gracias al claro dominio del forzamiento del CO2 antropogénico.
Una tercera razón es que su implementación es completamente transparente, pudiendo incluso el lector experimentar personalmente con modelos climáticos de todo tipo o descargar los resultados de las proyecciones de los modelos que utilizan los climatólogos.
Vídeo: Principios en la base de los modelos climáticos
No nos olvidamos por supuesto de la máxima de George Box: todos los modelos están equivocados aunque algunos puedan resultar útiles. Claro que los modelos tienen muchas incertidumbres, sobre todo cuando se intenta modelar fenómenos altamente no lineales. Cuando Toharia lee al final de su charla el párrafo del IPCC sobre las incertidumbres de las predicciones, los autores se están refiriendo a este tipo de fenomenología. Por ejemplo, el El Niño puede provocar un comportamiento caótico del acoplamiento océano-atmósfera en escalas temporales de unos meses o unos pocos años. Pero eso no impide que los forzamientos que dirigen el clima global no sean predecibles a más largo plazo. El IPCC también se refiere a otro fenómeno altamente no lineal conocido como tipping-points (o puntos de inflexión) donde el sistema climático cambia súbitamente de un estado a otro. Uno de los más conocidos es el efecto invernadero desbocado provocado por una emisión rápida del metano almacenado en el permafrost y/o los hidratos de metano congelado del fondo marino. Precisamente los modelos climáticos pueden servir para estudiar si la evolución del clima hace más o menos probable alguno de esos puntos de inflexión.
Negacionismo explícito
En el minuto 76, Manuel Toharia niega explícita que haya un cambio climático antropogénico. A partir de ahí sólo se dedica a repetir mantras típicos negacionistas sin ningún fundamento. Veamos los más relevantes.
En el minuto 76:30 compara las últimas dos décadas en España. Comete el triple error de utilizar un periodo de tiempo climatológicamente no significativo, de seleccionar dos décadas en concreto para la comparación (selección sesgada, más conocida como cherry-picking) y hacer una comparación local como evidencia de un fenómeno global.
Relacionado con el tipo de error de utilizar periodos climatológicamente poco significativos, afirma que no hay una explicación para la aparente pausa del calentamiento global desde 1998. Esa pausa es efectivamente sólo aparente —e incluso inexistente—: los modelos climáticos reproducen ese tipo de pausas y éstas no significan necesariamente una disminución de un calentamiento que continúa con la tendencia de todo el siglo XX.
Toharia aparte olvida un hecho elemental para cualquier climatólogo: que el calentamiento global no es una cuestión sólo del aumento de la temperatura de la atmósfera. En el sistema climático hay otros componentes como los océanos y la criosfera (el hielo) y la climatología tiene mucho más que ver con los flujos de energía entre estos subsistemas que con la temperatura.
En el 73:35 y en el 84 afirma explícitamente que el hielo marino de la Antártida está aumentando, sugiriendo que se trata de un indicador del enfriamiento del continente helado. Si bien es cierto que la evolución del hielo sobre el la Antártida ha sido una cuestión muy controvertida en los últimos años, disponemos de mediciones recientes de la disminución de la altura de hielo sobre el continente. Eso demuestra que Toharia además no está al día en la información relevante como para ir impartiendo charlas de divulgación con un mensaje contrario al consenso científico en la disciplina, algo, desde mi punto de vista, muy grave, sobre todo tratándose de un asunto crítico para nuestra civilización.
Continúa con otros mantras como el aumento del número de osos polares en Canadá, la disminución del número de huracanes en el Caribe o la relevancia del efecto isla de calor en las ciudades, de los que no me voy a ocupar para no alargarme más de lo que ya lo estoy haciendo. El lector puede pinchar en los enlaces para información que contradice claramente los argumentos de Toharia.
Por último, otro indicador de su cercanía al negacionismo es la mención del Judith Curry, una conocida negacionista a la que Toharia toma por investigadora escéptica. Creo que extrañamente Toharia tiene, al menos en este asunto, una concepción errónea de lo que es escepticismo y la crítica en ciencia, que empieza lógicamente por conocer en profundidad los datos y los argumentos de las publicaciones y no las opiniones que se leen en blogs de dudosa calidad y/o relevancia.
Vídeo: cinco características del negacionismo
Si el señor Toharia quiere leer un verdadero blog escéptico, mi recomendación es sin duda The Science of Doom, donde se reconstruye la ciencia del cambio climático antropogénico desde cero—Advertencia: hay ecuaciones, rutinas de matlab y análisis de libros de texto de climatología, aunque esa es la formación básica por la que alguien debería pasar antes de poner en cuestión el consenso científico de toda una disciplina con más de un siglo de historia.
Un ruego al señor Toharia
Las diferentes líneas de evidencias disponibles de que se está produciendo un cambio climático antropogénico son inequívocas. Como lo ponía James Hansen de NASA —y volviendo a la analogía estadística— el dado está cargado. Un divulgador y escéptico debería atenerse al consenso científico, máxime cuando la falta de conocimientos le impiden evaluar adecuadamente la ciencia en un asunto de la importancia social que tiene éste. Y en el caso de mantener opiniones contrarias al consenso, uno debería al menos estar suficientemente informado para divulgar los datos correctos y separar en el público lo que es el consenso científico de lo que son sus opiniones personales. Me temo que no es su caso, como he intentado reflejar en esta entrada. Y por ello le ruego, desde este gran portal de divulgación científica, un sencillo acto de responsabilidad del que estoy seguro que una persona de su talla será capaz de considerar.
Jesús Rosino hizo un magnífico resumen en dos entradas del consenso científico en torno a la detección, atribución, impactos, mitigación y adaptación al cambio climático.
Licenciado en física y profe de secundaria, la plataforma de
lanzamiento que me ha traído hasta aquí es la enorme comunidad de
bloguers formada en torno a Blogalia. Desde el blog Ecos del futuro he intentado aportar mi granito de arena en la divulgación del pensamiento crítico.