Más ciencia para Nicolás

Por Carlos Chordá, el 11 enero, 2016. Categoría(s): Divulgación • Libros

Más ciencia para Nicolás

«Querido Nicolás:

Diez años han trascurrido ya, cómo pasa la vida, de nuestro Ciencia para Nicolás, y he pensado que es un buen momento para retomar el contacto. Yo sigo en lo mío, de profesor de ciencias de Secundaria en los Escolapios de Tafalla, tratando de demostrar a la gente joven como tú, además de los contenidos propios de biología, geología, física y química, faltaría más, en qué consiste la ciencia, esa actividad humana que, y cito nuestro primer libro, nos proporciona una forma de pensar racional, que modifica nuestro mundo a pasos agigantados y que, además, es bella.

Entonces te comentaba que no era mi intención divulgar conocimientos científicos. En esta ocasión, ya ves tú, me ha apetecido hacerlo. Verás que lo que te cuento es una minúscula selección de lo que a comienzos del tercer milenio hemos llegado a saber sobre nosotros, presuntuosos homínidos (aunque con algo de razón, ¡qué caramba!), sobre las especies que nos acompañan en nuestro planeta, sobre el universo… Selección que encontrarás en los capítulos 7, 8 y 9, titulados respectivamente “La materia”, “La vida maravillosa” y “Nosotros los humanos”.

Pero eso es sólo una parte de lo que te quiero contar. No voy a dejar a un lado, tampoco ahora, el hecho de que la ciencia no sólo debe entenderse como el conjunto de conocimientos adquiridos con ella, sino que se trata del mejor método —qué digo el mejor, el único del que disponemos— para averiguar cómo es el mundo que nos rodea y tratar de descifrar la naturaleza. Con la mayor certeza posible, pero asumiendo con humildad que dicha certeza no es absoluta, como bien sabes. Por supuesto, estaría de más volver a contarte en qué consiste el método científico o volver a darte la tabarra con las unidades o con las diferentes formas de obtener y organizar los datos, y cómo con ellos se puede llegar a establecer las leyes científicas, así que no lo haré.

Te contaré cosas sobre la ciencia, pero sin olvidar en ningún momento que la inspiración la he obtenido casi siempre durante las clases. Por eso encontrarás en el capítulo 1, bajo el título “¿Demasiado difícil?”, una serie de reflexiones sobre la presunta dificultad (a lo mejor me he pasado con lo de presunta, pero tampoco es para tanto) de las materias científicas, sobre lo acertado del método científico o sobre lo que, gracias a la ciencia, podremos llegar a descubrir o todo lo contrario… Insisto: han sido adolescentes como tú quienes me han obligado a reflexionar sobre la manera en que os entra la ciencia en vuestras cabezas. Así que aprovecho la ocasión para mostrar mi más sincero agradecimiento a todos los chicos y chicas a los que el destino ha puesto en mis clases desde hace ya un par de decenios. Estoy absolutamente convencido de que sin su constante estímulo yo sería menos sabio o, mejor dicho, más ignorante. Sin ellos, ni el libro que ahora tienes en tus manos, ni Ciencia para Nicolás, se habrían escrito nunca.

Por supuesto, como no hay ciencia sin sociedad, y me atrevería a decir que viceversa, y como por desgracia ambos no siempre forman un matrimonio bien avenido, la mayor parte del libro que tienes en tus manos —el eje vertebrador, por así decir— es la relación entre la ciencia y la sociedad, que somos todos. El capítulo 2, “Cosas de la sociedad”, es el más específicamente destinado a este objetivo. La mayor parte de lo que en él encontrarás, por no decir todo, son opiniones personales y como tales deberías leerlas. Si estás de acuerdo, estupendo; si no es así, estupendo también. Estás en todo tu derecho, faltaría más.

Se me ocurrió escribir el capítulo 3, “Lo he leído en el periódico”, un día que estaba haciendo limpieza en los cajones. Encontré una vieja carpeta de cartón azul que hacía mucho tiempo que no veía. En ella había un puñado de recortes de periódicos y revistas en los que había encontrado algún error relativo a la ciencia. Algunos de esos errores, junto con otros más recientes, los destripo en este capítulo; por supuesto, quien está equivocado puedo ser yo y en todos los casos asumo la responsabilidad. De cualquier manera, te invito a que leas este capítulo con la finalidad de aprender de los errores pero, sobre todo, de comprobar que el tratamiento que los medios de comunicación hacen de las cuestiones científicas es, desgraciadamente y sin ánimo de generalizar, bastante poco cuidadoso.

Como me conoces bien, sabes que una de mis obsesiones es denunciar, aunque sólo escribiendo sobre ello, las charlatanerías, los engaños, los robos a mano armada que, bajo la pretensión científica, esconden las pseudociencias. En la mayor parte de los casos, para más inri y para sonrojo de los poderes públicos, estas son legales o habitan en el limbo de la alegalidad. Claro que encontrar una cara colorada entre la clase dirigente, por esta o por cualquier otra metedura de pata, es algo más esquivo que el caldero de oro al final del arco iris…

En el capítulo 5, “Ni medicinas ni alternativas”, podrás leer algunas historias cuyos protagonistas han sido puestos en su sillón con el voto ciudadano. En este capítulo tiene un lugar destacado la homeopatía, posiblemente la más extendida de las pseudomedicinas, con esa lamentable pátina de respetabilidad que le otorgan los colegios de médicos y farmacéuticos, su ubicuidad en las farmacias e incluso el respaldo de algunas universidades. Lo que me sigue pareciendo increíble, ya que comparte con el resto de las mal llamadas terapias alternativas su absoluto desprecio por los conocimientos actuales y su fundamento puramente mágico. Además de las pseudomedicinas, hay otras pseudociencias y no puedo evitar denunciarlas en el capítulo 6, “Más charlatanerías”, donde repaso algunas de ellas, como el creacionismo, la astrología o ciertas ideas delirantes del movimiento de la Nueva Era.

El capítulo 10, que cierra el libro, es “Sin ciencia no hay cultura”. Ya sé que en Ciencia para Nicolás saqué el tema a relucir, pero me vas a permitir que lo diga todavía más alto: ¡SIN CIENCIA NO HAY CULTURA! Todavía hay muchos que presumen, craso error, de su cultura a la vez que dicen, como si se tratase de un valor añadido, que, como son “de letras”, no tienen por qué saber gran cosa de ciencias… Para ir abriendo boca y para que compruebes que no exagero, comienzo el capítulo haciendo un breve análisis de un libro superventas que trata precisamente de la cultura, de “todo lo que hay que saber”.

Conforme leas Más ciencia para Nicolás te irás dando cuenta de que en todos los capítulos podría haberte hablado de muchas otras cosas: por supuesto, la selección de los temas que trato es completamente personal y bien podría haber sido distinta. También el enfoque que de ellos hago es personal, como no podía ser de otra manera. De todas formas, si con esta selección consigo mantener tu curiosidad hacia la ciencia y sus implicaciones, mi objetivo está conseguido.

Por cierto, hacia la mitad del libro he querido intercalar un capítulo que viene a ser una especie de recreo, por si se te hacía pesada la lectura; va de errores pero quiero que quede impregnado de cariño. A nadie nos gusta equivocarnos, y supongo que tú no serás una excepción. Incluso nos duele más, en muchas ocasiones, tener que reconocer que hemos cometido un error que el error en sí mismo. Somos humanos, Nicolás, y nadie es perfecto… Este capítulo 4, “Mis exámenes”, trata de errores que he ido coleccionando durante muchos años conforme corregía exámenes de ciencias de mis clases. Quizá pienses que qué morro tengo al poner errores ajenos y no los propios, y te doy toda la razón; pongamos que mis errores, aun siendo más graves, son sin lugar a dudas menos divertidos que los que he copiado para el capítulo. Y pongamos que yo también soy humano…

Por supuesto, no se trata de hacer burla de nadie, ni mucho menos. Ya en Ciencia para Nicolás añadí una muy breve selección de disparates de examen y parece que arrancó alguna sonrisa, así que he pensado que bien podemos ampliarla en este libro. Con un doble objetivo: el primero, arrancarte una sonrisa, otra vez, y el segundo, que de paso recuerdes algunas cosas que has visto en tus clases.

Tengo que señalar que, por unificar la manera de presentar tan pintorescas respuestas, he puesto delante de ellas unas preguntas que no son necesariamente iguales a las que aparecían en los exámenes. En general se trataba de preguntas más largas, lo mismo que las respuestas. Estas también son un fragmento de ellas, pero las he mantenido completamente literales (con la salvedad de las correcciones ortográficas pertinentes).

No esperes que te diga en qué se equivocaron quienes contestaron esas perlas porque la cosa pierde todo su encanto. Sería algo así como explicar un chiste. Y además, confío en que no lo necesites. De cualquier manera, si alguna respuesta no te parece desafortunada, toca ponerse a repasar. O mejor no, toma este capítulo como un rato de relajación.

Casi se me olvida. Aunque las respuestas no son mías sino de mis alumnos —de una pequeña parte de ellos, eso sí—, debo admitir que yo y sólo yo soy el principal responsable de ellas. Qué digo responsable: culpable. Así que, a pesar de lo que te he dicho algo más arriba, los errores que aparecen en este capítulo (los de los demás capítulos también) son mis errores.

Espero que disfrutes de Más ciencia para Nicolás.
Un abrazo».

Con esta introducción comienza mi tercer libro, Más ciencia para Nicolás. Solo me queda desearos, como lo hago con mi amigo imaginario, que lo disfrutéis. Lo podéis encontrar en la web de la Editorial Laetoli y en las mejores librerías.

Más ciencia para Nicolás
Editorial Laetoli
Colección Las dos culturas, 24
1ª edición: diciembre 2015
390 páginas
ISBN 9788492422876



Por Carlos Chordá, publicado el 11 enero, 2016
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