Cuando los pollos se «desdomestican»

Por Carlos Chordá, el 29 enero, 2016. Categoría(s): Biología • Ecología
Un gallo asilvestrado en Hawái
Un gallo asilvestrado en Hawái

Los pollos hawaianos son el sujeto de estudio del neurocientífico Rie Henriksen y del experto en genética y evolución Dominic Wright, de la Linköping University de Suecia. Y a esas hermosas islas del Pacífico se han desplazado, con una moderna equipación a base de drones, trampas, cámaras térmicas y aparatos propios de un laboratorio de biología molecular.

No los mires directamente, o sospecharán”, le dice Rie a Dominic mientras circulan con su coche alquilado por entre una docena de gallos y gallinas que picotean en el aparcamiento de un lugar turístico. En un momento dado, Wright tira de una cuerda y activa el resorte de una trampa que se cierra sobre una hermosa gallina.

¡Que te atrapo! Ups…
¡Que te atrapo! Ups…

Se encuentran en el entorno de las cataratas Opaekaa, en la isla de Kauai, un lugar donde abundan los pollos asilvestrados, emparentados con los que nos proporcionan carne y huevos en los supermercados pero también con razas más antiguas que llegaron a las islas hace varios siglos. Lo que los convierte a ojos de los biólogos en un interesante campo de estudio sobre la evolución. ¿Qué les pasa a unos seres como las gallinas, tan modificadas por el ser humano, cuando se vuelven salvajes? La domesticación transforma a estas aves dotándolas de rasgos provechosos para los humanos, como la docilidad o la puesta de una enorme cantidad de huevos. Desde luego, estos caracteres no son muy útiles -más bien lo contrario- para prosperar en ambientes naturales.

Se pensaba que la “desdomesticación” simplemente revertía los cambios aparecidos durante tantos siglos de domesticación, pero este estudio está revelando que se trata de algo más complejo. Los pollos asilvestrados de Hawai están recuperando algunos rasgos de sus antepasados silvestres pero también conservan otros típicos de su historia doméstica. Lo que también se ha observado en poblaciones asilvestradas de perros, cerdos y ovejas.

La historia de los pollos hawaianos comienza hace unos 1000 años, cuando los primeros polinesios arribaron al archipiélago introduciendo plantas de cultivo como taro, batata y cocoteros y animales como perros, cerdos y, por supuesto, pollos. Estos se parecían mucho más a su ancestro salvaje, Gallus gallus, que a las razas domésticas actuales. Cuando, en 1788 James Cook desembarcó en Kauai, los gallos ya se habían asilvestrado ocupando diversas zonas de la isla. Más tarde, los colonos introdujeron depredadores como la mangosta, que causó una escabechina entre las aves de casi todas las Hawái, aunque no en Kauai, isla a la que no llegó este carnívoro. A partir de los huracanes de 1982 y 1992 a las poblaciones silvestres se les unió un buen número de aves domésticas de las que hasta entonces se criaban en los patios traseros de las casas.

Los investigadores han comprobado que los ejemplares que viven libres presentan características combinadas de las actuales razas domésticas y de las más primitivas, lo que sugiere un cruce que ha sido corroborado por análisis de ADN.

Lo más curioso es que se están conservando tanto genes propios de la versión antigua como de las gallinas incorporadas recientemente a la población asilvestrada. Por ejemplo, las domésticas no incuban los huevos, rasgo que evidentemente es indeseable en la naturaleza. Ahora todas tienen el alelo relacionado con la incubación, que permanecía en los ejemplares antiguos. Como ejemplo de característica propia de las aves domésticas que se ha extendido por la población asilvestrada es la mayor tasa de crecimiento, el doble de lo habitual en las poblaciones que nunca han sido domesticadas.

Otro hallazgo es que las aves asilvestradas tienen cerebros mayores que las domésticas, y están tratando de encontrar los genes implicados. También han visto en aquellas menos folículos ováricos, lo que sugiere una transición a la reproducción estacional, lo normal en la naturaleza.

La vuelta a la vida salvaje no ha sido tan estudiada como la domesticación, y siempre se había pensado que los alelos que aparecen durante este último proceso son negativos en la naturaleza, pero se está viendo que eso no siempre es así, y se está comprobando en otras especies que han escapado de los entornos domésticos, como perros, gatos y cerdos.

¿Y qué opinan los lugareños de los pollos silvestres? Pues hay de todo. Los campesinos se quejan de que son una plaga que destruye los árboles jóvenes y organizan batidas tratando de erradicarlos. Pero para la mayoría de la población la mayor de las molestias es el canto matutino, y no falta el típico merchandising en las tiendas para turistas.

En fin, ¿qué es lo que hay que hacer con estos pollos? ¿Cuál es la postura de las autoridades al respecto? Se podría decir que estos animales están “semiprotegidos” en zonas de reserva, quizá por su peculiaridad de “semisalvajes”. Eso sí, si se cuela algún ejemplar en tu propiedad, nadie va a impedir que el ave acabe en la cazuela, si así lo decides. ¿Es conveniente elaborar un plan de protección? Primero habría que hacer un estudio de impacto ambiental, sugiere Even Gering, ecólogo de la Universidad de Michigan.

De cualquier manera, los pollos están asilvestrados… hasta cierto punto. La mayoría medran por los aparcamientos y zonas de picnic, donde no les cuesta mucho esfuerzo conseguir comida de los turistas. Hay quien sugiere que debería prohibirse alimentarlos para forzarlos a buscarse la vida en los bosques, pero es poco probable que se pudiera conseguir. Wrigth opina que si se aislaran del contacto humano llegarían a convertirse de nuevo en unas aves totalmente salvajes, pero diferente de la original. “Sea lo que sea lo que signifique salvaje”.

El artículo ha llamado especialmente mi atención. Porque en una de las salidas de Tafalla, donde vivo, hay desde hace pocos años, en torno al río Cidacos y al aparcamiento de una zona comercial, una interesante fauna asilvestrada compuesta de patos (también los hay salvajes, ánades reales), gatos, gallos y gallinas. Al parecer los gallos (me refiero a los machos) son, de entre todos esos habitantes, los únicos que se atreven a internarse en el aparcamiento acercándose a la gente en busca de comida. El resto se conforma con lo que les llueve desde el puente cercano, que no es poco.  Esta fauna que antes era doméstica apareció en el lugar no gracias a un huracán, al estilo del Pacífico, sino después de una de las esporádicas inundaciones que afectan al Cidacos, posiblemente liberados de algunas huertas situadas río arriba.

Desde hoy miraré a estos bichos con un poco más de atención.

Más información y fuente original en Nature, When chickens go wild



Por Carlos Chordá, publicado el 29 enero, 2016
Categoría(s): Biología • Ecología